DESPERTAR…

PROLOGO.

Faye Valentine siempre había sido una persona tenaz, con la fuerza de voluntad más fuerte que el acero de la Red Tail, aunque eso no siempre signifique, ser el ganador del juego de la vida, sin embargo desde la muerte de Spike, se había esforzado por seguir adelante, Póker Alice no se daba por vencida tan fácilmente ante la posibilidad de perderlo todo, si ya había perdido a Spike no iba a perder lo que le quedaba de su existir. Seguir adelante viajando por el espacio hasta encontrar una nueva oportunidad, un nuevo hogar, por que el suyo ya se había destruido hace mucho en la Tierra y porque a pesar de que la vida se tornaba difícil, una Romaní como ella estaba acostumbrada a dar uso de su tenacidad para volar y encontrar otro hogar. Esa fue la decisión que tomó tiempo después de que Spike no regresó a la Bebop, era tiempo de volar, así se lo había dicho a Jet, al irse de la nave.

-Seguiremos siendo compañeros, en algunas ocasiones si necesitas mi ayuda o yo la tuya para una cacería- le dijo a Jet con firmeza – pero una Romaní como yo, necesita volar para encontrar un nuevo hogar, ya no pertenezco a la Bebop, solo me trae malos recuerdos, recuerdos que necesito olvidar…. Otra vez- finalizó con un ligero temblor en los ojos.

- Diablos Faye! Si es lo que necesitas, supongo que no te detendré, sólo mantente en contacto y si estas en problemas…- dijo jet con la preocupación evidente de quien se había convertido en casi un hermano mayor y a veces un padre.

- Lo sé Jet, lo sé….- lo interrumpió y con un suspiro finalizó- cuídate tu también.- con eso dicho le dio un fugaz beso en la mejilla, se dio vuelta para abordar la cabina de la Red Tail y salir por última vez del hangar de la nave, que de a poco se estaba quedando vacía.

Fue así que salió de la Bebop, desde hace poco más de un año, a veces sorprendiéndose a sí misma, contactaba a Ed, la ya no tan niña rara y Ein, ese molesto perro, seguían viajando con el padre de la chiquilla, era necesario para Ed mantenerse con su familia, su única familia, al menos Ed tenía una y se alegraba por ella. Se mantenía en contacto con Jet, a veces para adquirir una recompensa juntos de una cacería difícil, pero nada más, o eso era hasta hace tres meses, y es que en una de sus llamadas, Jet le dio la noticia, que esperaba desde hacía mucho y por alguna extraña razón, presentía.

-Faye, hay algo que debes saber- dijo Jet al otro lado del auricular- Se trata de Spike, ese bastardo con suerte, está vivo – en ese momento Faye dejó de respirar - se ha comunicado conmigo y pronto regresará a la Bebop, tal vez tú….- sin embargo Faye no lo dejo terminar.

-Jet gracias por avisarme, pero no voy a regresar- algo le impedía volver, ese maldito loco los había abandonado a ella y a Jet, se fue detrás de su mortal enemigo, para tratar de recuperar algo de su pasado, eso lo entendía; pero el rencor que sentía hacía Spike era por el hecho de ni siquiera haberlos tomado en cuenta como sus compañeros, no les tuvo la suficiente confianza para hacerlos acreedores de cuidarle la espalda, ella lo hubiera hecho sin dudar y seguramente Jet también. Si no se hubiera ido sólo, no habría tenido problemas para regresar, ella no habría llorado por la pérdida de su compañero por el que nunca perdió la esperanza de que estuviera vivo, no habría llorado por la pérdida del hombre del que sin darse cuenta se enamoró, por el que poco a poco se fue cansando de esperar su regreso. Faye Valentine sabía de alguna manera que Spike estaba vivo, lo presentía, lo llamaba "el sexto sentido de una mujer enamorada", pero ya lo había perdido, porque aunque estuviera vivo y regresara, no iba a regresar por ella ni para ella, como buena jugadora Póker Alice también sabía perder, y con cada pérdida, su voluntad se hacía más fuerte, ya había decidido buscar su nuevo hogar, y ahora no iba a flaquear, una Romaní siempre viaja… - Salúdalo de mi parte, hasta pronto Jet- y colgó.

Un año ya, desde los últimos acontecimientos que marcaron su vida pos criogenización, la recuperación total de su memoria, la supuesta muerte de Spike, su regreso, sus viajes…. Suspiró al verse en el espejo, no había cambiado mucho, misma estatura, misma tez, mismas medidas, sólo el cabello ligeramente más largo casi a la altura de sus hombros, lo que ahora hacía la gran diferencia, era el vestido blanco que llevaba puesto y el velo que hacía juego. Observó cada detalle de su vestido: era un vestido sin mangas ni cuello, ajustado en su pecho, con un no tan pronunciado escote, que le daba un toque de sensualidad y elegancia, que jamás había visto en ninguno de los vestidos que había usado antes, bueno no es que tuviera muy altos estándares tomando en cuenta el tipo de ropa a la cual estaba acostumbrada, pero bueno sigamos con el vestido; éste se ceñía a su cuerpo cual escultura, siendo más holgado de la cadera para abajo, hasta llegar poco más debajo de sus tobillos. El maquillaje perfecto, un peinado sin extravagancia, lo llevaba suelto con ligeras ondulaciones, que estaban destinadas a desaparecer, ya que en cuanto se mojara su violáceo cabello seguiría siendo tan lacia como siempre, con el frente hacia atrás, sólo que esta vez en lugar de la usual diadema, éste era detenido con un broche plateado, que a su vez servía para detener el velo de novia que hacia juego perfectamente con el vestido. Así es, sorprendentemente, Faye Valentine se encontraba en el vestidor del hotel donde será llevada a cabo la ceremonia y posteriormente la recepción de su boda.

¿Cómo llegó a este punto? Eso es largo de contar….

CAPITULO 1: VESTIDO ROJO

Sin duda uno de los lugares preferidos de Faye eran los casinos, juegos, bebidas, hombres elegantes sintiéndose con suerte para gastar el dinero que no tenían o que tenían en exceso, mujeres elegantes con vestidos caros, con actitud de mujerzuelas adineradas, pero quién ella era para juzgar, no era exactamente una monja, nunca lo había sido ni lo será. Más juegos, más bebidas, y ella atendiendo una mesa de Black Jack. Siempre regresaba a Marte después de cada viaje tras quedarse sin dinero y ni gasolina para el Red Tail, así que buscaba un trabajo y un lugar donde quedarse temporalmente hasta que conseguía lo necesario para el siguiente vuelo. Justamente había regresado de su tercer viaje, y hace tres semanas había conseguido trabajo en uno de las cadenas de los hotel-casinos, más prestigiosos de Marte que recientemente se había inaugurado "El Emeruald´s Faith", nombre muy representativo, para la búsqueda de Faye. No le costó mucho conseguir el trabajo, su buena presentación, carisma y sus habilidades con los naipes, la hicieron la candidata perfecta para el puesto, eso y el hecho de que su ahora nuevo jefe y gerente del casino, un hombre llamado William Farbel, había perdido una apuesta contra ella, en un juego de Póker, el en el que se jugaron su contratación.

-Si gano me contratas- apuntó Faye con firmeza y una sonrisa seductora en los labios.

-¿Y si pierdes?- dijo William Farbel, un hombre, vestido con un traje elegante gris, un par de años mayor que ella, aparentaba unos veintiocho años no más, alto, constitución media y espalda ancha, cabello largo rubio amarrado en una coleta a la altura de la nuca, que hacia juego con unos ojos azules que si te fijabas bien demostraban una luminosidad difícil de encontrar tras esos lentes que llevaba puestos, sostenidos por una filosa nariz que empataba con la fineza del resto de sus facciones.

Faye rió por lo bajo- No voy a perder- afirmó con un tono de confianza en su voz.

No hace falta mencionar cuál fue el resultado.

-Esta noche has hecho ganar bastante a la casa, Buen trabajo Faye- dijo sonriente William, quién desde hace tres semanas (fecha de su contratación), se había vuelto un buen amigo. Ese hombre era frío y calculador, pero una vez que comenzaba a hablar, su tono de voz endulzaba el ambiente, tanto, que te hacía sentir confianza en él, y al parecer ella inspiraba lo mismo en él, puesto que en poco tiempo, se había ganado el privilegio de ser tuteada por ese hombre, eso debe significar algo ¿no?, puesto que al resto de sus empleados, los nombraba por sus apellidos y marcaba una clara distancia entre jefe y empleado, cosa que con ella no lo hacía. Faye sabía que su atractivo físico era no le era indiferente a aquel hombre, pero no había dado señas de querer lanzársele encima como lo hacían los demás y mira que ella había aprendido a detectar las malas intenciones y defenderse de ellas ante la mínima amenaza.

-Gracias, pero no te acostumbres, sólo estoy aquí temporalmente recuérdalo- aclaró Faye, que se encontraba tomando relajadamente su tiempo de descanso, sentada en la barra del bar, disfrutando un vaso de Whisky. Vestida con un pantalón ajustado negro, blusa blanca desabotonada de los tres primeros botones dejando ver su escote y un chaleco igualmente ajustado que hacia juego con el pantalón.

-Bueno, pero mientras estés aquí, trata de hacerle ganar al casino más de lo que perderá cuando te vayas- dijo Farbel, con una simulación de sonrisa.

-Eso intento, entre más ganancias, más dinero para mí también y más pronto renovaré mi viaje- dijo Faye

-¿En verdad estás tan decidida en irte, no has pensado en quedarte definitivamente aquí? Digo, tienes un buen trabajo ahora, solventas bien tus gastos y eres buena en lo que haces, si sigues así tal vez te promueva- dijó William- ¿Qué es lo que te impide quedarte?

-Soy una Romani, mi raza siempre viaja, además la última vez que decidí establecerme en un hogar, no me fue muy bien- sintió nostalgia al recordar su estancia en la Bebop- termine más deprimida que una adolescente con el corazón roto- rió por la ironía del comentario- Soy buena con los naipes sí, pero trato de ser mejor como cazarrecompenzas, algo difícil de dejar, necesito la adrenalina de la persecución y la cacería, sólo estoy aquí para juntar lo suficiente para mi siguiente viaje como cazarrecompenzas, ya te lo dije- finalizó.

-Y lo entiendo, sólo estoy tratando de darte otra opción, además de huir de lo que te esta lastimando- miró fijamente a Faye antes de continuar- lo que sea que hayas vivido, por muy doloroso que sea, lo puedes olvidar aquí.

-No estoy huyendo- dijo- pero si quiero olvidar- dijo en voz baja más para sí misma que para él. Miró su reloj- ¡Maldición! Mi descanso terminó, es una lástima no poder seguir charlando contigo- apuntó con tono sarcástico- pero debo irme o mi jefe me despedirá- se burló. Se levanto rápidamente del asiento y con un sensual compás de caderas se dirigió hacia la mesa de Black Jack.

-¡Como sea, sólo haznos más ricos!- escuchó el grito de William detrás de ella.

Farbel se quedó contemplándola un rato, hasta que sintió vibrar su celular en el bolsillo interno de su saco.- Señor- dijo al identificar la voz de su interlocutor- Si señor está todo listo, lo estaremos esperando- y colgó.

Habían pasado ya dos horas y sólo faltaba una hora más para que terminara su turno, Faye suspiró, cansada al ver a aquel obeso hombre frente a ella, sonriendo libidinosamente, mientras miraba su escote.- Sólo una hora más- pensó Faye mientras repartía los naipes a su cliente- pero mientras termina mi turno, te dejaré en banca rota- con ese pensamiento, Póker Alice salió a relucir con una sonrisa falsa en su rostro -¿Comenzamos?- preguntó al hombre, quién afirmó con la cabeza sin dejar de sonreír.

Alexander Von Jade era un hombre que a sus treinta años, era alto, constitución media y músculos bien definidos, con la suficiente fuerza para romperte la cabeza, tenía el cabello negro azabache hasta los hombros, ojos azules tan claros que podías ver a través de ellos, con un aire seductor y enigmático, con barba corta estilo candado que lejos de ocultar su rostro, remarcaba sus afiladas facciones, era de esos hombres "donde pongo el ojo, pongo la bala", acostumbrado a obtener lo que quería, al precio que fuera, cosa que tuvo que aprender a lo largo de su vida. Desde los ocho años tuvo que vivir en las calles, poco después de la muerte de su madre, una rara enfermedad "incurable" según el doctor que la atendía, le quitó la vida, siendo hijo único su madre era todo para él y él era todo para su madre, con un poco de dinero para comer, eran ellos dos contra el mundo; a su padre ni siquiera lo había conocido, su madre nunca habló de él. Esta demás decir todo lo que tuvo que sufrir, hasta que un día en su cumpleaños número diez, cuando se encontraba en un callejón obscuro sentado abrazando sus rodillas por el frio, detrás de unas cajas sucias de cartón, fue testigo del evento que cambió su vida y la del pobre hombre que vio morir ante sus ojos.

-Por fin te encontré- escucho decir a una voz ronca a un hombre que se adentraba al callejón, era alto, corpulento y con edad tal vez mayor a la que aparentaba, no podía ver bien entre la obscuridad, pero llego a distinguir el cabello ligeramente encanecido del hombre- ¡Detente Víctor!- dijo tajantemente la voz, por lo visto Víctor era el nombre del hombre encanecido, porque este al momento se detuvo, y se dio la vuelta para encarar a quién había emitido la orden. Alexander se estremeció aún más al ver que el dueño de la voz, un hombre aún más alto y corpulento y aparentemente más joven que apuntaba su arma directamente al pecho de Victor.

-¿Vas a matarme, Robert? No me hagas reír- dijo Víctor burlándose- ante los ojos de Alexander, el encanecido era hombre valiente o muy estúpido al enfrentarse a un hombre armado que apuntaba a su pecho a sólo unos metros de distancia, en ese punto si el hombre le disparaba seguramente no fallaría, aunque fuera un principiante, y no creía que ese tal Robert lo fuera, con esa cara de matón que tenía.

-Yo seré quién ría al último, nos traicionaste y es hora de despedirse, Víctor- apuntó el arma al aludido aún con más firmeza, giró el gatillo y disparó. Fue cuestión de segundos, Alex ni siquiera supo lo que pasó, reaccionó al ver el dedo del hombre en el gatillo y se abalanzó contra él, escucho el disparo que al parecer había al cansado a desviar, con el poco peso de un niño desnutrido de diez años, colgado de los brazos del corpulento Robert, ¿ahora quién era el valiente o muy estúpido?, siguió forcejeando con aquel hombre pero pese a sus tenacidad, el hombre mucho más fuerte que él, logró aventarlo de un manotazo hacia las cajas en las que minutos antes se escondía.-Chiquillo estúpido, te mataré- dijo apuntando el arma hacia él y eso fue lo último que escuchó de aquella voz ante el sonido de otro disparo, de pronto todo era obscuridad en ese callejón.

-Eres muy valiente jovencito- dijo Victor sentado junto a él – Con un firme sentido de la justicia, supongo- ¿Cómo te llamas?- le preguntó a Alexander quién aun no salía de su estupor, observo al otro lado del callejón y logró distinguir el cuerpo de Robert. Ahora lo recordaba todo, se había abalanzado contra el hombre, a duras penas desvió el disparo, siguió forcejeando, recibió un golpe fuerte que lo había mandado a volar hacia las cajas, vio como lo apuntaban, escuchó otro disparo y vio caer al hombre frente a él, con los ojos mirándolo fijamente, nunca iba a olvidar esa mirada, la mirada llena de dolor que a poco se iba quedando vacía, en blanco, sin vida, dolorosa debe ser la muerte, pensó en ese momento, alzó la mirada y el encanecido se encontraba de pie frente e él aún con el arma apuntando, de ella salía el humo del reciente disparo, le vio sonreír y Alexander perdió la conciencia.

-Mi nombre es Alexander Von Jade- respondió- ¿Esta muerto?- Dijo mirando el cuerpo de Robert.

-Así es, supongo que es el primer hombre que ves morir, ¿cierto?, será mejor que te acostumbres muchacho, así de cruel es la vida, matas o te matan- dijo Victor con aire pensativo- ¿Y tus padres?- le preguntó.

- Soy huérfano señor, mi madre murió hace dos años y no conozco a mi padre- dijo Alex, sin doblar la voz.

-Bueno entonces, en agradecimiento por haber intentado salvarme la vida, yo salvaré la tuya- prometió Victor- Mi nombre es Victor Di Larusso, de ahora en adelante seré tu tutor- dijo antes de ponerse de pie y extenderle la mano para ayudarlo a levantarse – tienes fuerza, valentía y tenacidad, pocas veces esas cualidades pueden observarse en un hombre, bienvenido a mi mundo, Alexander Von Jade. Y éste sonrió, por primera vez en su corta vida alguien lo había considerado un hombre…

Desde ese día, se convirtió en el hijo adoptivo de un hombre millonario dueño de la mayor cadena de casinos en todo Marte, eso y otros negocios de los que más tarde de enteraría. Alexander le pidió dejarlo conservar el apellido de su madre, lo único que tenía de ella, insistió tanto que Di Larusso no tuvo más remedio que ceder. Se convirtió en su hijo, su pupilo, su guardaespaldas y su mano derecha, y Victor para él se había convertido en su padre, su jefe, su única familia, uno al otro se llenaban de la confianza que les hacía falta.

Von Jade se encontraba en la del recién inaugurado "Emeruald´s Faith", en el lecho de muerte de su padre hace tres meses, le había prometido continuar su legado, abrir una nueva cadena de hotel- casinos, con el nombre de la mujer que alguna vez amó su padre según le había contado éste, Emeruald era una mujer joven de ojos verdes, característica en la que su padre hacía énfasis cada vez que le contaba la historia de su único amor. Victor se había casado con ella quién era primero su mejor amiga, luego su amante y finalmente su esposa, nunca tuvieron hijos al parecer ella era infértil, cosa que la llevo a la depresión y aparentemente fue la causa de su suicidio, Victor tardó en recuperarse de la pérdida, pero ese hombre era fuerte y vivía su dolor en silencio y no flaqueó ante lo que la vida le quitaba "Amé a esa mujer y la amaré siempre, es lo que me hace vivir" le dijo Di Larusso en alguna ocasión. Victor había escapado de la muerte numerosas veces en su vida, sin embargo hace tres meses debido a una bala que atravesó su pecho, proveniente de uno de sus enemigos, el hombre llegaba al final de su camino, ya había vivido lo suficiente y ahora su amada Emeruald, había venido por él, o eso fue lo que en su delirio su padre le había dicho antes de morir.

Ahora se encontraba en unos de los edificios provenientes de la última voluntad de su padre, para ser exactos en la sala de seguridad del hotel, observando las imágenes que proyectaban las cámaras de seguridad de todo el hotel, a su lado se encontraba su fiel añigo y mano derecha William Farbel.

¿Cómo marcha todo por aquí, William?- preguntó Alexander, con el tono autoritario y respetable que siempre ejercía en sus allegados.

-Todo de acuerdo al plan, señor- Respondió Farbel con tono equitativamente tranquilo al tono autoritario de su amigo, desde que se conocieron hace diez años, se convirtieron en grandes amigos, puesto que tenían cosas en común, pero sobre todo, ambos tenían la habilidad de ser objetivos y de sangre fría cuando la ocasión ameritaba.