PRÓLOGO: Las sombras de los cuatro

La lluvia parecía no tener fin, la gente corría en la aldea como si fuera el fin del mundo. Las calles parecían inundarse por el nivel del agua. Los negocios cerrados por miedo al clima. Figuras bajo el agua: con sus mascaras de animales, espadas en la espaldas y trajes especiales. Los Anbus observaban con tranquilidad y temple el camino que dirigía hacia las puertas de Konoha. Los jounin estaban listos, los chounin fueron obligados a irse a cuidar a los aldeanos y los gennin estaban asustados por lo que se avecinaba. El cielo parecía querer largarlo todo antes del desastre.

En la torre del Hokage los ninjas corrían por todos lados. Trayendo pergaminos, llevas kunais y shurikens, bombas de humo y demás armamento ninja. Un hecho parecido ya había ocurrido hace casi 6 años cuando el "líder" de Akatsuki Pain vino al pueblo en busca de Naruto Uzumaki arrasando con la villa y matando a varios shinobis pero gracias al chico de la profecía Nagato devolvió el alma a todos lo fallecidos por él en el ataque.

Aquella vez fue sorpresivo, en cambio ahora fueron avisados por aquellos mismos que lo iban atacar con días de anticipación. Eso era peor. Dado que al conocer que la Aldea estaría preparada para su llegada cualquiera pensaría que la ventaja la tenían ellos sin embargo algo andaba mal.

-Es el mismo clima que el día que desaparecieron ellos…- comentó una voz solitaria en la ex-oficina de Tsunade mientras miraba con nostalgia las fotos del lugar- de nuevo Konoha será arrasada no importa lo que hagamos, espero que esta vez al menos pueda detener a mi viejo amigo de una vez por todas.

El cielo se tornó negro y los relámpagos sacudían la tierra.

8 ninjas aparecieron en oficina con el movimiento del viento.

-Hokage-sama, se ha divisado al enemigo a 10 Km. de distancia, ¿Cuáles con sus órdenes?-

-Traten de retenerlos el tiempo suficiente aún quedan civiles en la aldea, además necesitaré de 1 hora para estar listo para el combate, traten de evitar un enfrentamiento frontal.

-Sí señor- cuando el Hokage se dio vuelta sus hombres ya habían partido.

Nunca se perdonaría el error que cometió la última vez que lo vio con esos ojos de odio, de venganza, mientras yacía en el suelo agonizando. En este momento nada más importaba que abrirle sus ojos.

Entendía ese sentimiento pues lo había experimentado, aunque fue salvado antes de caer en la oscuridad. Ahora devolvería el favor.

A lo lejos cuatro personas avanzaban yendo por el sendero principal rumbo a las grandes puertas de la Aldea. Todos andaban tapados con sus capas negras.

El líder, que iba enfrente de todos, miró con melancolía el paisaje:

-Imaginar que este bello páramo pronto se teñirá de rojo con la sangre de nuestros enemigos, que desperdicio de naturaleza- mientras decía esto tomó un poco de polvo entre sus manos y lo sopló al viento.

Con lo ojos cerrados se mantuvo unos segundos antes de exclamar:

-Hay 20 ninjas dirigiéndose hacia nuestra posición y estarán acá en menos de 1 minuto- dijo sin cambiar su rostro serio.

-¿Qué hacemos?- preguntaron los otros al unísono.

-Si nos atacan no dejen nadie con vida- fue la última palabra.

La tormenta seguía desatándose y las gotas de lluvia parecían intensificar su poder a medida que los cuatro se acercaban. El sol parecía querer ocultarse para no ver lo que pronto sucedería.

Dentro de la Aldea oculta de la hoja estaban terminados los preparativos.

Los seis rostros de la montaña de los Hokage se hallaban ahora usados como refugio para los cientos de aldeanos. Los relámpagos provocaban más miedo en los corazones de los ninjas, los truenos daban la sensación de estar partiendo la tierra y el rayo parecía estar cada vez caer más cerca.

20 shinobis yendo hacia su fin, sin saberlo. Apenas avistaron a los enemigos empezaron a lanzarle kunais con sellos explosivos, shuriken sombras, cuchillos, etc.

De la nada una maraña de cables de cables sujetaron a todos los ninjas inmovilizándolos por completo. Tanta era le presión que algunos empezaron a asfixiarse.

-¿Lo acabo de una vez jefe?- sugirió el más alto del grupo. Tenía la voz gruesa y parecía ser el más viejo por su manera de caminar.

-Por favor, no los hagas más sufrir, libéralos del dolor llamado vida y dale el eterno reposo de paz y tranquilidad, no me gusta verlos sufrir, prefiero que mueran sin darse cuenta del dolor de la separación de la mente del cuerpo.

El más viejo empezó ha hacer unos sellos con las manos y dijo:

-Katon, Goukakyuu no jutsu (elemento fuego, gran bola de fuego)-

La magnitud de las llamas y el calor que emitían era de tal poder que los ninjas atrapados no sintieron cuando su piel, carne y huesos se desintegraban, fue una muerte rápida e indolora. Lo único que quedó fueron los cables y restos de ropas.

Desde la gran puerta se veía el humo proveniente del "combate". Algunos de los ninjas que estaban allí derramaron pocas lágrimas, otros apretaron con furia los puños y el resto quedó inmutable pero con notorias tristeza en su semblante.

Una vez el humo se disipó el grupo de los cuatro siguió avanzando lentamente como si no tuvieran prisa mientras las gotas de lluvia seguían cayendo tan pesadamente como siempre.

Un relámpago tomó la forma de una calavera en medio del cielo y el Hokage se dio cuenta que esto recién había comenzado y que lo peor se avecinaba.

El líder alzo el rostro hacía el cielo y mirando con odio la villa dijo:

-Por fin llegó la hora- el aire estaba furioso y embravecido como si estuviera de acuerdo con las palabras dichas.