Título: Reflejo distorsionado
Claim: Ushiromiya Lion, Yasu
Notas: Spoilers hasta el EP7. Doble narración.
Rating: T
Género: Angst
Tabla de retos: Histeria fandom
Tema: 10. Life/Vida.


El tranquilo sonido del oleaje rompiendo en la costa se ha esfumado, como si nunca hubiera existido, como si los vientos que anuncian tormenta se lo hubieran llevado consigo. Natsuhi se lleva ambas manos a la cabeza tratando de recordar ese sonido, tan pacífico como una canción de cuna cuando se acuesta todas las noches, sin embargo, es imposible, el arrullo no volverá. En su lugar, el llanto potente de un bebé atraviesa el aire, convirtiéndose en ondas sonoras tan fuertes que parecen taladrarle la cabeza con cada segundo que pasa, con cada respiración que toma el pequeño pecho para darle más volumen a sus demandas.

Natsuhi siempre asoció el llanto de un bebé con días felices, con el comienzo de una familia que, aunque nunca soñó, ahora le pertenece. Natsuhi siempre pensó que cuando escuchara a un bebé llorar, resonando la tierna voz por los pasillos de la solitaria mansión Ushiromiya, sería feliz. Pero como siempre, como si el destino se empeñara en mofarse de ella una y otra vez, primero con ese matrimonio arreglado y luego con días de infinita desesperación, las cosas no son como las planeó, como las imaginó en ilusiones rosas de recién casada. Y el llanto de ese bebé, aún alejado de ella, aún separado por varios muros y puertas, no le parece alegre, sino molesto. No le causa felicidad, sino dolor.

Ése no es su hijo, carne de su carne y sangre de su sangre, pero aún así se le ha impuesto cuidarlo como si lo fuera, se le ha humillado con su presencia, un ser impropio de la familia, de sangre impura, origen desconocido y pasado oscuro. ¿De dónde viene ese bebé? ¿Quiénes son sus padres? ¿Por qué lo abandonaron? Padre no le ha dado ningún detalle, no ha respondido ninguna pregunta relacionada con su origen, en cambio, sí le ha pedido imposibles que ella no puede tolerar: cuídalo y ayúdalo a crecer.

¿Cómo podría? El solo pensamiento le destroza el orgullo. Ese niño es un extraño, pese a su cabello rubio como el de su esposo y los ojos castaños que bien podría haber heredado de ella. Ese niño es un extraño, su cuerpecito no le es familiar ni cálido, sus llantos no le causan ternura. Es un extraño y ella no puede aceptarlo, por mucho que padre lo diga, por mucho que ella sea una mujer inservible, incapaz de tener hijos...

De pronto, el escenario ha cambiado drásticamente sin que ella se de cuenta. De pronto, los pasillos de la mansión Ushiromiya, laberínticos y para nada acogedores donde había estado escondida, le han dejado paso a la libertad del bosque, la brisa salada del mar en sus mejillas y el cielo nublado, pero infinito, sobre su cabeza. Antes siquiera de que pueda llegar a preguntarse cómo llegó ahí, mucho menos el porqué, Natsuhi ve interrumpido su recién creado ensueño por el llanto que tanto detesta, que resuena como un balazo a los vientos tormentosos de ese día de verano.

¡El bebé, siempre el bebé! ¿Por qué tiene que seguirla hacia todos lados, en recuerdo, presencia o sonido? ¿Por qué quiere recordarle una y otra vez lo inservible que es como esposa?

Los contornos del bosque se desdibujan rápidamente mientras Natsuhi avanza siguiendo el sonido del llanto, que también consigue opacar a las gaviotas. No puede soportarlo, no quiere soportarlo. Lágrimas de rabia empapan sus mejillas y nublan sus ojos mientras avanza por el bosque, mientras divisa figuras extrañas entre las ramas, figuras que se ríen de ella, que tienen el rostro de ese bebé bastardo, cuyos gritos cada vez son más potentes.

—¡Cállate! —grita Natsuhi, pensando en cómo su hijo no será así, pensando en que si fuera suyo, tendría mejores modales—. ¡Cállate! —repite, cuando llega al final del bosque, delimitado por algunas rocas que llevan directamente hacia la muerte.

Allí está él. Allí está el bebé que impide todos sus sueños, que roba sus noches tranquilas y su orgullo. Llora, sigue llorando. Incluso lo hace cuando ella lo empuja, en brazos de una pobre sirvienta, hacia su muerte, del otro lado del acantilado.

¿Por qué llora? Natsuhi no lo entiende. Es el comienzo de una nueva vida y de una nueva oportunidad, así que no hay porqué llorar.

.

El lugar todavía no está amueblado para contener a un bebé. No hay pañales, ni leche, ni mantas de colores, mucho menos ropita curiosa. Ese bebé ha llegado de improviso a la familia, a la mansión, como un recuerdo de lo inservible que es para darle un heredero a Krauss. Ese bebé ha llegado usurpando la tranquilidad del lugar, sus noches de sueño y su rutina. Y aún así... aún cuando no es deseado, cuando no lo llevó en su vientre durante nueve meses, algo en Natsuhi no puede evitar cuidarlo. ¿Obligación, quizás? ¿Respeto? Padre ha sido muy explícito en cuanto a sus órdenes: cuídalo y ayúdalo a crecer. Por mucho que le duela, por mucho que su orgullo se sienta herido cada vez que observa su pequeño rostro que casi podría ser una mezcla del suyo y el de su esposo, Natsuhi a veces se descubre cuidándolo, dejándose llevar por sus instintos maternales, bien escondidos bajo su fachada serena.

El bebé siempre llora. Es un sonido potente y extraño en el lugar, anhelado y a la vez un poco molesto. ¿Por qué llora? Se pregunta Natsuhi, mientras lo sostiene con ambos brazos, temiendo tirarlo por error, al ser ella inexperta. ¿Por qué llora? ¿Extraña a sus verdaderos padres? ¿Se siente alejado de ellos, del lugar al cual pertenecía? Natsuhi siempre se responde que sí, que ese bebé es como ella y que no tiene la culpa. Ambos introducidos a la familia sin preguntar, ambos forzados a un destino impredecible, bajo la tiranía de otros, bajo el odio de otros.

—Y tú no tienes la culpa —piensa ella, cuando el pequeño deja de llorar y suelta un bostezo, que rápidamente lo sume en el mundo de los sueños—. Tú no tienes la culpa —a ella la trataron mal cuando llegó a la familia, como un estorbo, como alguien indigno. Al principio, ella planeaba hacer lo mismo con ese bebé, mostrarle que no era deseado, que no era su hijo, que no era su carne. Pero ahora, cada vez con más constancia, ese pensamiento va desapareciendo.

Él no tiene la culpa. Yo no tengo la culpa.

Ése no es su hijo, no es carne de su carne ni sangre de su sangre, pero le recuerda a ella en muchos aspectos. Y ese sólo hecho la decide a conservarlo a su lado, a hacer a un costado todo pensamiento malo y todo orgullo roto para volver a comenzar.

—Bienvenido a la familia, Ushiromiya Lion, mi hijo, mi nueva oportunidad y mi nueva vida.