Ni que decir tiene que los personajes de One Piece no son míos, y pertenecen a Oda sensei. Ya me gustaría que fueran míos... (risa maligna... una risa maligna muy larga, que roza la vergüenza ajena).
En fin, ¡disfrutad!.
La brisa del atardecer recorría su cuello como una lengua de fuego. Hacía un calor terrible en aquella zona, y el sudor en su frente así lo confirmaba. Se limpió con el reverso de la mano la frente y entornando la vista consiguió divisar algo en el horizonte.
¡Chicos!, ¡lo tenemos!- gritó mientras bajaba muy acelerada las escaleras de madera. Casi se podía ver la torre de vigilancia temblando con sus zancadas.
¿Estás segura, Nami?- preguntó Luffy mientras entornaba la vista y se tapaba los ojos del sol. Miró hacía el frente, y a su parecer allí no había nada.- yo no veo nada.
Pekoms – dijo la pelirroja ignorando a su capitán.- dijiste a 45 grados a la izquierda, ¿verdad?- preguntaba con impaciencia señalando hacia algún punto del mar.
Eso dije – Pekoms respondió nervioso. Había llevado a aquellos chicos hasta su jefa, y aún no sabía si esto era una traición, un favor que andaba devolviendo, o una encerrona en la que le habían metido. ¿Con qué cara enfrentaría ahora a Big Mom?. Miró hacia ese "punto", cada vez más visible, y confirmó sus sospechas. Habían llegado. Tragó saliva mientras las gotas de sudor resbalaban por su cara.
¡AL FIN!- gritó Nami, visiblemente feliz, contrastando con ese aura deprimente que desprendía Pekoms.
Luffy se chascó el cuello, mientras sonreía bajo su sombrero de paja. Nami no pudo evitar sentirse entusiasmada y segura con esa pose de pelea y convicción de su capitán. ¡Iban a patear unos cuantos traseros!, ¡qué confiable se había vuelto aquel pirata tan inmaduro!.
Veremos quien se queda con los dulces, Big Mom.- dijo Luffy mostrando sus ojos brillantes y un hilo de baba que le bajaba por la barbilla. Nami se acercó por detrás y le regaló una sonora colleja.
Yohohoho- rió Brook caminando hacia su capitán, quien ,aún recién golpeado, no se había movido ni un milímetro. - esos dulces irían maravillosos con este té verde – añadió llevándose la taza a la boca. Luffy esbozó una sonrisa aún mayor y cruzó sus brazos sobre su pecho.
Será mejor que te lo tomes enserio, Luffy. No comprendo como puedes estar tan tranquilo cuando es posible que un nakama esté en serios problemas.
Luffy sonrió de nuevo, sin apartar la mirada de aquel barco tan excéntrico, su forma de pastel, rodeado de dulces, no invitaba a la seriedad, pero trató de hacer alarde de su recién adquirida madurez.
No subestimes a Sanji, Nami.- dijo el moreno sin borrar la sonrisa- él dijo que no nos preocupásemos, y creo que es justamente lo que deberíamos de hacer...- le dirigió una mirada de soslayo a su compañera – sólo tiéndele la mano y disfruta de la aventura.
La chica suspiró profundamente cerrando sus ojos, en un gesto de rendición ante esas palabras. En cierto modo, no sabía si se había vuelto más temeraria por culpa de aquellos descerebrados, o es que en el fondo siempre buscó esa libertad que el mar podía brindarle; las aventuras, el olor a miedo, a adrenalina...el sudor en la batalla.
Hacía ya unos días que Sanji desapareció, atendiendo a la petición de Big Mom. Aquellas palabras rondaban en su cabeza desde entonces, sentía una incesante culpa que le impedía pensar con cordura: "chicos, voy a conocer a una mujer, estoy seguro de que volveré". Sanji, se iba a casar... aún no podía asumir aquella realidad. Era demasiado inesperada esa fiesta del té como para que pudiera aceptar, sin más, que un miembro de su tripulación les abandonaría, o en el mejor de los casos, todos pasarían a estar bajo el mando de Big Mom... o muertos.
Ella era la navegante de los mugiwara, cómo se supone que no iba a preocuparse si uno de ellos estaba desaparecido en medio de aquel infernal mar. Y porqué no admitirlo... Sanji contra una Yonkou, era algo de lo que preocuparse.
El sol seguía imparable su descenso por el horizonte, ocultándose poco a poco en el mar, dándoles una tregua ante ese calor tan extremo. Esos últimos rayos naranjas del día rodeaban la silueta de aquel barco de colores chillones, dibujando, lo que a su parecer podía ser el lugar de su muerte; pero al menos, pensó, no moriría sola... sino con sus nakamas, por proteger sus sueños, y sus vidas.
Así, sumida en aquella terrorífica realidad, Nami sonrió posándole la mano a su capitán sobre su sombrero.
¡Vamos, capitán, allí en frente hay una aventura, y no se va a vivir sola!.
- Piratas de heart-
El repiqueteo metálico se le clavaba en los tímpanos como si fuera la risa de una hiena. Para él, todo lo que les rodeaba en ese instante era una burla a su orgullo. Aún no alcanzaba a entender porqué tenían que ser ayudados por nadie más. ¿Alianzas?, ¿Amigos?, eso no tenía ningún sentido a su parecer.
Maldito Luffy. - murmuró entre dientes el espadachín, sentado con las piernas cruzadas en el suelo. Tenía los ojos cerrados y no había un solo murmuro, o sonido, que pasase desapercibido a su entrenado oído. La presión de aquel submarino le agobiaba demasiado. Todos los tripulantes iban de un lado para otro, haciendo preparativos, y dejándose llevar por la tensión que implicaba desembarcar en una isla en plena guerra, bajo el yugo de un Yonkou. Zoro no tenía claro si el repiqueteo metálico era más desagradable que los latidos acelerados de todos esos cobardes. - ¿No piensan estarse quietos jamás?.- preguntó en voz alta abriendo su ojo y fulminando con la mirada a uno de ellos que pasaba por ahí, que pegó un respingo y salió rápidamente de la escena.
Robin le miró de reojo frunciendo el ceño. Era posible que tuviera razón, ya que ella trataba de leer aquel libro sobre hirtoria de Wan-o y a esas alturas estaba empezando a perder la concentración. Sin embargo los modales de Zoro le resultaban escandalosos a veces.
Sólo intentan enfocar su ansiedad en algo... sé que piensas que no son aliados, y yo también tengo mis reservas... pero sólo tienen miedo.- le respondió Robin volviendo su vista al libro, que en ese momento mostraba una foto sobre el ritual tradicional del hara-kiri. Zoro pareció asumir las palabras de esta, y dirigió su ojo hacia el libro.
¡Qué bonito eso que lees, mujer!.- dijo irónicamente – En esa isla si que hay hombres de verdad, si no vales para nada, te suicidas... eso ahorra muchos problemas a los demás- añadió fulminando con la mirada de nuevo a dos tripulantes que caminaban ruidosamente frente a él, lanzando una directa con ligeros toques de ironía.
Robin no pudo evitar una ligera sonrisa sin levantar la mirada del libro. Era un maleducado, pero a veces tenía sus puntos.
Todo preparado- dijo Franky mientras se acercaba a sus compañeros, dándose pequeños golpes en el pecho, haciendo que un eco metálico resonase en su caja torácica.- estoy tan a punto que podría ser un reloj sueco.
Suizo- le corrigió Usopp sentado en una esquina con los brazos cruzados- los mejores relojes son los suizos.- Se sorprendió a si mismo en ese instante, primero por poder corregir a Franky con esa seguridad, y segundo por ser capaz siquiera de hablar.
Sentía algo de miedo, no iba a negarlo, pero no era igual que antes. De hecho cierta excitación le recorría la espina dorsal, el olor del metal de las katanas de zoro recién afiladas, el perfume de jazmín de Robin, o las soldaduras recién arregladas de Franky, todo aquello se multiplicaba por mil en esos momentos. Cada segundo se le grababa en la retina. Esto le pasaba desde Dressrosa, no era del todo consciente de lo que le pasaba, ni de porqué ahora todo a su al rededor parecía estar más lleno de matices, pero le resultaba un relajante mental y casi muscular. Podía controlar tantas cosas a su al rededor, que poco dejaba al azar, y con ello el miedo se reducía casi por completo. Solo la adrenalina bombeando su corazón, era todo en lo que podía regodearse. Estaba muy excitado, e imaginando su próximo tiro, esbozó una amplia sonrisa.
¿Cuándo demonios llegamos?... tengo la enfermedad de necesito- patear- traseros-en-esa-isla.- añadió en voz bastante alta.
Vaya, Usopp, parece que lo de "Dios" al final te viene perfecto- le respondió Franky cruzándose de brazos y sonriendo con orgullo- amigo, al final vamos a tener que repartirnos las presas.
Zoro sonrió, y un brillo centelleó en su mirada. Mientras inconscientemente se relamió el labio superior, en un visible gesto de excitación.
Prefiero no tener competencia cuando se trata de cazar- dijo con voz grave, mirando de soslayo a sus katanas. - Os podéis quedar lo que queráis, yo tengo clara la presa que quiero cortar.
Un escalofrío recorrió levemente a Robin, que estaba sentada a su lado. No le resultaba desagradable del todo, era una sensación que Zoro le inspiraba en las ocasiones que había tenido la oportunidad de verle luchar. Un frío helador, que le ardía las entrañas. Era siniestramente placentero para ella. Recordó momentáneamente la batalla con Monet en aquel mar de nieve, y cuando la protegió en Dressrosa. Había sido exactamente igual, esa sensación terrorífica que inspiraría la visión del mismísimo demonio. Miraba sin ver, esa foto, que mostraba a un samurai atravesándose el estómago con una katana, a su parecer, muy señorial, mientras pensaba en lo que estaría por venir.
Ella nunca sentía miedo, y esta vez no era diferente. Sin embargo tenía que reconocer que se sentía algo nerviosa, suponía que aquel episodio en Sabaody les marcó a todos del mismo modo... la necesidad de proteger a los demás, y el miedo a no dar todo de uno mismo, eran perturbadores. Querría poder proteger la sonrisa de todos cada vez que pisaban una isla nueva, y sus voces despreocupadas mientras surcaban ese impredecible mar. No podía concebir una vida sin alguno de ellos, por lo que más que miedo, sentía ira. Ira hacia cualquiera que osase arrebatarle de su lado a uno solo de sus nakamas. Por todo ello, tenía la mitad de sus pensamientos depositados en el Sunny, en el equipo que estaba yendo a buscar a Sanji. Respiró profundamente levantando la mirada hacia sus tres nakamas. Y decidió que lo más sensato era concentrar toda su mente en aquel grupo, que irremediablemente se dirigían, en el submarino de Trafalgar Law, hacia la isla de Wan-o.
Pekoms, ¡eres mi paciente, y tienes que hacer lo que te digo!- gritaba chopper tirando de la americana del Mink. - no puedes ir, no por ahora. Cualquier pequeña herida puede ser mortal.- le decía el doctor, francamente preocupado por su estado de salud. Pekoms le miró, sintiéndose algo conmovido por que alguien mostrase esa preocupación por él. Pero inmediatamente tosió varonilmente, y añadió.
¿Cómo se supone que un hombre pueda quedarse mirando sin hacer nada?, y más aún si es una situación que ha propiciado él mismo. - dejó de forcejear con Chopper, mientras miraba hacia el barco de Big Mom.- además no tengo claro a quién quiero ir a ayudar...- susurró más para sí mismo que para ser escuchado.
Los demás tripulantes del Sunny se encontraban subiendo al minimerry. Suspiró muy profundamente, aún dolorido por todas sus heridas.
La hombría de alguien no se mide por estar al frente siempre, de todos los problemas...- dijo Chopper soltando a Pekoms y dejando caer su brazo a un lado de su cuerpo.- la hombría se mide estando en el lugar adecuado cuando se le necesita- terminó, mirando a Luffy inconscientemente.
Pekoms se quedó en silencio, asimilando esas palabras, mientras miraba también a aquel crío del sombrero de paja.
Arg, demonios... puede que tengas razón...- se rindió, a lo que Chopper respondió con una gran sonrisa y un par de saltos de alegría.- pero cuando llegue el momento, estaré donde tengo que estar.
Ambos tenemos que estar donde debemos....- confirmó el reno, que le acercó una silla, muy sonriente.- Yo también soy un hombre, y he prometido cuidarte como es debido.
Mientras tanto, Nami se ponía a los mandos del pequeño bote, interpretando la escena entre Pekoms y Chopper correctamente.
Será mejor que nos vayamos, chicos. Agarraos.- dijo ésta acelerando inmediatamente.
¡¡Uooooo!- gritó Luffy agarrándose el sombrero – ¡ésto es muy divertido, Nami!.
Brook se sostenía con ambas manos a la tapicería del bote, por miedo a salir volando.
Unos minutos después se detuvieron a un lado del imponente barco, que instantes antes solo era un punto en el horizonte.
Nami tragó saliva, recordando que quizá era su última vez viendo el anochecer, o el mar... Respiró el aire cálido, y como quien se dispone a bucear contuvo el aire poniéndose de pié.
¡Adelante!- añadió Luffy con voz divertida- Ahí arriba hay un cocinero en apuros.
Se sonrió a si mismo mientras se disponía a extender su brazo derecho hacia la barandilla del barco, unos metros más arriba. No dejaba lugar a las dudas en su cabeza, él había decidido que nadie a quien apreciase sufriría de nuevo. Y esa era motivación suficiente para seguir levantándose una y otra vez, sin miedo. Él sabía que no era muy inteligente, ni siquiera el más fuerte. Pero nada de eso le importaba. No sólo tenía nakamas con cualidades que él jamás pudo soñar, sino que le hacían querer ser más y más confiable, para proteger sus sueños.
Gomu gomu no...
