Capitulo 1.
"¿Quién iba a decir que un beso pudiera ser así, capaz de alterar el paisaje interior hasta tal punto de desbordar los mares, de empujar los ríos montaña arriba, de devolver la lluvia a las nubes?"
Jandy Nelson
Capítulo 1.
En cada paso que daba su corazón latía a mil por horas, tanto que su pecho dolía, su respiración se entrecortaba, el frío de la noche le recordaba que el invierno estaba en todo su esplendor, ya en la avenida principal hizo detener un taxi y sin mirar atrás se subió, le indico al chófer la dirección de la casa, con demasiada lentitud el vehículo comenzó su recorrido, no habían pasado ni cinco minutos de viaje cuando el móvil comenzó a sonar de manera intermitente, Isabella se debatía en atender o no, rendida ante la insistencia deslizó su dedo en la pantalla del móvil y contestó.
—Dime —susurro mirando por la ventana del coche.
—¿Dónde estás? —pregunto Edward, su voz rasposa sonaba distorsionada por culpa de las varias cervezas que había consumido horas antes.
—Acabo de tomar un taxi —respondió Isabella dejando salir un suspiro.
—¡Maldición! —refuto Edward, Isabella sabía a la perfección el significado de aquella palabra, no hacía más de 30 minutos que ellos se habían besado en la oscuridad del recinto cerca de la biblioteca de la universidad. Isabella suspiro nuevamente sin saber que decir, quizás no había tomado la mejor decisión, pero de lo que estaba segura era que no haría nada más solo por una calentura de un momento, al contrario ella buscaba algo serio, un compañero que la apoyara en los momentos más oscuros de su vida, un amigo que la abrazara cuando más lo necesitaba y en los peores momentos la hiciera sonreír.
—No te despediste —acusó Edward trayendo a Isabella de vuelta al coche, ella podía escuchar la música a todo volumen en el fondo y también la voz de ella llamandolo para que la fiesta continuara.
—No te encontré —respondió Isabella con una mentira, sabía a la perfección que él no se creería aquella excusa, para ella la conversación era completamente innecesaria, pero no sabía qué más hacer, Daniel por otro lado optó por corta la llamada sin decir nada al respecto.
Isabella se quedó mirando el móvil con la mente en blanco, no sabía cómo actuar frente a él luego de lo sucedido, la calidez de sus labios sobre los de ella aún estaban grabados a fuego en su memoria, temía que aquella sensación no se fuera nunca.
El coche llegó a su destino e Isabello canceló la tarifa, se bajó del coche mirando de manera extrañada un coche gris estacionado frente a su casa, con paso lento se dirigió hacia la entrada, su casa consistía en dos pisos, 4 habitaciones, y dos baños, una cocina amplia, comedor y un living. Al Entrar en la casa dejó caer su bolso junto a la puerta como siempre lo hacía, pero hoy había algo raro, era diferente, cerró la puerta con cierto enfado al escuchar la voz del dueño de aquel auto. Su padre.
—Bells, al fin llegas —saludo su madre con una sonrisa forzada al ver la expresión de enfado en el rostro de su hija.
Isabella miro a todos en el living, allí estaba su madre, una mujer en sus 40 años, una sonrisa envidiable, cabello rizado y de color rubio, ojos castaños y de piel clara, a su lado estaba sentada su hermana de 10 años, una niña de tez blanca igual al de ella, de cabello castaño cobrizo y de ojos negros, pero frente a ellas estaba él, aquel hombre que las abandonó hace más de 7 años, de piel blanca, cabello castaño y de ojos café claro, Isabella siempre dudaba si ella hija biológica de sus padres ya que ella completamente opuesta a todos en esa casa.
Isabella no era como las demás chicas en su trabajo, ella era con unos kilos demás, piernas rellenitas y de cintura pequeña, piel clara como la nieve, sus mejillas siempre estaban coloreadas por un leve tono rosado, algunas pecas adornaban su rostro, cabello castaño hasta la cintura, con el reflejo del sol sobre su cabeza se podían ver destellos de cabellos rubios, sus ojos eran de un profundo color verde, como la esmeralda, una réplica exacta de aquella piedra preciosa.
—Sí, hola, iré a mi habitación —saludó Isabella con una sonrisa falsa, subió a su habitación, buscó sus cosas y entro al baño para darse una ducha. Trataba de entender el motivo de aquella visita, su padre se había ido sin despedirse ni siquiera dar algún motivo, pero lo peor no era eso, sino que aquel hombre que estaba en su casa sentado en su living había decidido irse justo en el día del cumpleaños de Isabella. Bajo el agua caliente todo le daba vuelta, aquella visita inesperada y todo lo ocurrido durante el día en el trabajo comenzó a tensar su cuerpo.
Su mente comenzó a recordar lo duro que fue comenzar de cero junto a su madre y su hermana pequeña, Isabella comenzó trabajando en un supermercado apenas terminó el instituto, allí estuvo dos años ayudando a reponer la mercadería en los estantes, luego por recomendación de una amiga de su madre entró a trabajar en la universidad como secretaria y ayudante del jefe de estudios. Nada había sido fácil, lo que ganaba siempre ha sido para ayudar en la casa y sobre todo para los estudios de su hermana pequeña, Isabella cerró los ojos para olvidar cada momento difícil que había sucedido en el pasado, pero lo que no podía olvidar era aquel beso.
El rector de la universidad había invitado a todos los trabajadores a una parrillada que se haría en el interior del recinto festejando el comienzo de las vacaciones de fin de año, todos compartían y reían de cada chiste, otros bailaban y algunas mujeres sentadas en media luna comentando lo duro que se estaba siendo el año escolar. Entre los que estaban bailando se encontraba Edward, un profesor de literatura, un hombre en sus 30 años, de piel clara y de ojos claros, cabello negro, con una sonrisa que a cualquiera enamoraría, una de ellas era Isabella, algunas de sus compañeras de trabajo sabían de aquel enamoramiento y no desaprovecharon la oportunidad de bromear, Isabella avergonzada solo reía y sentía que sus mejillas se volvían cada vez más rojas.
La música estaba fuerte, pero a nadie parecía molestaba, por el contrario les daba más ánimo para seguir festejando, Edward entre bromas se acercó a Isabella y tomándola de la cintura, simulando movimientos al ritmo de la música comenzó a moverla hacia un costado de la biblioteca, donde nadie los podía ver gracias a la oscuridad de la noche, así sin meditarlo ni pedir permiso Edward estampo sus labios contra los de ella besándole suavemente.
Isabella aun podía sentir las frías manos de Edward colándose por debajo de su blusa acariciando perezosamente su cintura, cohibida por aquella caricia, Isabella se alejó lentamente de Edward y con una tímida sonrisa, él la volvió a besar abrazándola a su cuerpo, en aquel abrazo Isabella podía sentir los latidos agitados del corazón de Edward, pero sobre todo de su corazón que cada vez latía con más fuerza y rapidez.
—Bells date prisa —gritó su madre desde el otro lado de la puerta, Isabella asustada volvió al presente con el corazón acelerado. Cerró la llave del agua caliente y salió de la ducha con lentitud, quería evitar a toda costa aquella cena familiar que suponía que habría. Al terminar de ponerse el pijama bajo las escaleras sin ánimo, el día había sido difícil y tenso.
En el comedor ya estaban todos sentados solo faltaba ella, sin decir ni media palabra se acomodó entre su hermana y su madre comenzando a comer, el ambiente estaba tenso, por ende el silencio era incómodo para todos, pero Isabella no quería preguntar nada, no tenía ánimos de saber los motivos que su padre tiene para estar en su casa. La cena terminó más rápido de lo que ella pensó, en completo silencio y en una que otra pregunta de su hermana, Isabella decidió lavar los trastes mientras todos se arreglaban para dormir, para su sorpresa, su padre estaba muy cómodo recostado en el sofá cubierto con varias frazadas, negando con la cabeza subió hasta su habitación y cerró la puerta con cerrojo.
Recostada sobre su cama cerró sus ojos y una lágrima recorrió su rostro perdiéndose entre sus cabellos, la tensión del día habían hecho estragos en la mente de Isabella, se sentía abrumada, confundida, triste y sola. Mientras su mente navegaba en los pensamientos depresivos, su móvil anunció la llegada de un nuevo mensaje, sin ganas de nada, Isabella tomó su móvil y abrió la aplicación de mensajes, allí estaba el nombre de Edward.
"No sé dónde estoy"
"¿Es una broma?" pregunto Isabella haciendo una mueca, tan mal estaba después que ella se habia del lugar que ni siquiera podía ubicarse en la ciudad.
"Que mierda se yo"
"Supongo que aún no has llegado a tu casa" Isabella se sentó en la cama debatiéndose si salir de su casa para ir a buscarlo, pero no tenía mucho sentido si él mismo no sabía dónde se encontraba.
"Creo que no" la respuesta de Edward no dejaba a Isabella tranquila, como era posible que sus amigos y compañeros de trabajo lo hayan dejado irse solo en las condiciones en la que estaba.
"Avisame cuando llegues por favor, cuidate" escribió mordiéndose el labio, miro la hora en el reloj de su muñeca izquierda y suspiro, faltaba poco para que fueran la una de la madrugada.
Los minutos pasaban y nerviosismo se apoderaba del cuerpo de Isabella, aunque ella ya se había tomado su medicamento para dormir, el sueño se había esfumado por completo cuando comenzaron a llegar los mensajes de Edward.
"Llegue a mi casa" aviso Edward, Isabella soltando un largo suspiro se recostó en la cama un poco más aliviada, sabía que él había llego entero a su casa.
"Ve a dormir para que se te pase la borrachera, nos vemos mañana" tecleo en respuesta, espero a que algún mensaje llegara, pero nunca llegó, resignada se acomodó en la cama cubriéndose hasta la cabeza y cerró los ojos para descansar.
La mañana llegó mucho antes de lo que hubiera deseado, los débiles rayos de sol que se colaban entre las nubes anunciaban un nuevo día, Isabella estaba sentada en la cama mucho antes que la alarma de su móvil sonará, nuevamente los ataques de pánico y ansiedad habían vuelto a atormentarla. En el momento en el que pudo tranquilizarse se levantó, se duchó y se cambió de ropa, bajo a la cocina buscando algo de café que le ayudara a subir el ánimo y despejar su mente, con la taza servida miro hacia el living buscando alguna señal de su padre, pero él no estaba, todo estaba ordenado y el coche ya no estaba frente a su casa, Isabella se llenaba de dudas y de muchas preguntas, pero era demasiado temprano para debatirlas y buscar alguna respuesta, al terminar de beber su café, tomó su medicamento y salió de la casa poniendo su bolso sobre su hombro y comenzó su caminata hacia la avenida principal. Al llegar a la parada de autobús se detuvo a pensar que iba a suceder con ella y Edward, qué clase de relación era la que iban a tener o era un simple beso, con aquellos pensamientos rondando su mente se subió al bus, durante todo el camino hacia la universidad aquella pregunta nunca la dejo.
Cuando entro en el edificio principal de la universidad se acercó a la máquina para poder registrar su entrada, al darse vuelta chocó de frente a Edward, avergonzada por su torpeza saludo tímidamente, él por otro lado sonrió divertido y dio un paso a un costado permitiendo el paso a Isabella, con el corazón galopando a mil por horas camino hacia los casilleros, todos los trabajadores tenían un lugar donde guardar sus cosas, allí nuevamente se encontró con Edward a ella todo esta situación le resultaba incomoda, además no sabía si él se acordaba de lo sucedido el día anterior.
—No estaba tan mal ayer, me acuerdo de todo, por si quieres saber —susurro Edward guardando sus cosas en el casillero junto al de Isabella. Al escuchar aquellas palabras se quedó inmóvil sin saber cómo responder, él por otra parte soltó una risa dejando el lugar yendo hacia donde estaban los demás profesores, dejando a Isabella sonrojada y llena de muchas preguntas.
Este es el primer capítulo de una gran historia, ojala les encante y dejenle mucho amor. nos vemos el próximo capítulo.
