Título: Trato cerrado.
Pareja: Luis/Ada.
Palabras: 647.
Advertencias: pre-RE4. Onesided.
Notas:escrito para Serena M. Lupin en umbrella-es.


—¿Entonces es un trato cerrado?

—Siempre y cuando consigas la muestra, sí.

Luis fingió hacer pucheros ante la respuesta aséptica que la espía le había dado. Alzo la mano, ofreciéndosela para darse un apretón a modo de punto y final; pero Ada no se movió un ápice.

—Muy bien, señorita. Haremos las cosas a tu manera —se resignó Luis, dejando escapar un suspiro. Se acomodó en el sofá, tieso y rígido, y dio un trago largo a su bebida. El hielo se resquebrajaba a través del cristal y el licor empezaba a aguarse.

—La semana que viene volverás al pueblo y conseguirás la muestra. Yo te estaré vigilando —informó Ada, dedicándole una pequeña sonrisa. Luis tuvo que tranquilizarse mentalmente.

—La conseguiré. No te preocupes. —Dio un último trago y saboreó el gusto amargo de la bebida mientras bajaba por su garganta.

—No me preocupo; pero no sé si puedo fiarme de ti —dijo, con mirada inquisitiva. Luis lanzó una carcajada para relajar el ambiente y pasó un brazo alrededor de los hombros de Ada. Se acercó a su oído y volvió a reír. Luis empezó a sospechar que estaba algo más ebrio de lo que creía.

—No te fíes de mí nunca.

En un momento, Luis había dejado el vaso tirado encima de la mesa y cubría con sus labios la boca de la mujer. Notó que su aliento olía a alcohol, pero Ada no intentó apartarlo en ningún momento. Luis no supo cuánto tiempo estuvo así; se sentía un poco mareado. Sin embargo, sus manos se paseaban con libertad por el cabello de Ada, bajaron hasta cuello, el nacimiento de sus pechos hasta llegar a la cintura y las piernas. Incluso se atrevió a acariciarle uno de los muslos por debajo del vestido azul oscuro que lucía esa noche. Ada apenas se movió; respondió a su beso, pero sus manos no fueron más allá del cuello de la camisa de Luis. La última mujer con la que estuvo ya habría estado desnuda, pensó Luis con ironía. Se imaginó que esta vez no iba a ser tan fácil; y había algo en Ada que le abrumaba.

Entonces ella bajo la mano hasta su pecho y le empujó en suavidad, obligándole a separarse de ella. Luis la miró a los ojos, un poco desconcertado y no sin cierto sentimiento de humillación en su expresión. Rara vez una mujer le había echado a un lado.

—Eres encantador —dijo ella en tono conciliador—; pero tengo que irme.

Luis se apartó y la dejó ponerse en pie. Vio como se colocaba el abrigo y cogía su bolso con tranquilidad. Esbozó una media sonrisa amarga sin poder evitarlo.

—Eres la primera mujer que me da calabazas —suspiró, sin esconder un atisbo de esperanza en sus palabras. Ada se giró hacia él, devolviéndole la sonrisa, y arqueó una ceja.

—Quizás no viene mal que te rechacen de vez en cuando —respondió ella, encaminándose hasta la puerta del apartamento.

En el umbral, Luis se atrevió por última vez: la tomó de la barbilla y depositó un beso fugaz sobre la boca de Ada. A pocos centímetros de distancia, Luis la intentó desarmar con su sonrisa más perfecta. Pero Ada inclinó la cabeza hacia un lado y le miró casi divertida.

—¿Estás segura de que quieres irte?

Ada le lanzó una última mirada y se giró.

—Nos veremos la semana que viene. No falles, Sera.

Con esas últimas palabras, Ada desapareció en la oscuridad del pasillo. Escuchó el sonido de sus zapatos en las escaleras, el golpe de una puerta y después silencio. Luis lanzó un suspiro de derrota y volvió al interior del apartamento, se sirvió un trago más y se quedó observando por la ventana la mezcla de luces y oscuridad que regalaba la noche. Se echó la melena hacia atrás, con gesto cansado.

—Parece que has perdido puntos, Luis.

-fin-