Capítulo hablado desde la perspectiva de Rachel. Es el único capítulo desde la perspectiva de un personaje.


Para ser un día donde todo lo que conocíamos cambiaria de un modo drástico e inimaginable, el clima estaba bastante templado. El día no prometía mucho calor ya que a mediados de Diciembre se suponía que el invierno no estaría en todo su apogeo en la pequeña ciudad de Lima en Ohio, pero el aire frio sobrecogía la zona haciendo que más de uno tomará una ligera chaqueta para no pescar un resfriado.

Suspiré colocándome una chaqueta (que me cubriría hasta llegar a la escuela) frente al espejo de cuerpo completo que reflejaba mi imagen somnolienta. Tallé mis ojos sin tratar de arruinar el delicado maquillaje colocado minutos atrás en mi rostro y acomode mi cabello sobre mis hombros.

Eché un último vistazo a mi habitación color carmín, un poco desalineada y cerré la puerta tras de mí.

Bajé despacio las escaleras precaviendo el ruido sordo que producía mi calzado y agitando un poco las manos en cada movimiento de mis piernas. Al terminar de bajar las escaleras me dirigí a la pequeña sala de estar. De hecho no era tan pequeña, estaba compuesta por una sala de cuero negro beige con 3 piezas y en medio de éstos adornaba una mesa de vidrio, sobre ella se encontraba mi celular y las llaves del auto. Tomé ambas cosas con cuidado, tratando de no hacer ni el más mínimo ruido, asegurándome que la puerta del garaje no fuera abierta. ¡Clack!. Un pequeño ruido se logró cuando solté las llaves cayendo de lleno en el vidrio de la mesa.

-Ni pienses que lo llevaras.- La rubia me observaba y trataba de formar una mirada molesta, pero yo sé que no podía molestarse conmigo.

-Quinn, ha estado guardado más de dos años.

-Puede seguir guardado otros dos.- La miré incrédula frunciendo el entrecejo mientras me quitaba las llaves del auto para colocarlas sobre un bol donde se encontraban llaves de la casa.

-¿Esperar casi hasta los 18?-pregunté.

Me ignoró por un tiempo. No me miraba, no hacía nada más que revisar unos cuantos libros en su mochila.

-Es ilegal que conduzcas sin permiso.-cuando por fin habló sin mirarme aún, hizo una seña que perfectamente pude distinguir. Quería que saliera de la casa.

Yo más que nadie sabía en qué consistían sus reglas e incluso las mías, sin embargo ¿Qué es la vida sin un poco de riesgo y desobediencia? Eso era claro que no le gustaba, no permitía que la desobedeciera o que pusiera mi vida en riesgo. Una vez armó un drama cuando me hice una pequeña herida en el índice al tratar de abrir una lata de refresco.

No negaré que me parecía fantástico que me prestara tanta atención y que me acostumbre muy rápido a todo eso, y gracias a ello era que me molestaba cuando no era yo su centro de atención. ¿En poco caprichoso? Tal vez. En mis venas estaba el drama, ¿y qué sería de Rachel Berry sin un poco de drama?

Pasó por un lado mío sin dirigirme palabra con su semblante tranquilo. Lo hacía para molestarme y ¡Vaya que lo hacía!

¿Siempre conseguiría molestarme con el mismo juego?

La respuesta era sencilla. Sí.

Cuando caminé por el pasto del jardín descubrí que Quinn había dejado la puerta del copiloto abierta, pero su mirada no se dirigía a mí, si no al lado contrario. Vi como siguió con sus ojos a una chica en una bicicleta que pasaba por el lado opuesto de la acera. Una vez adentro del carro cerré la puerta con cuidado para no dañarla debido a la molestia de su indiferencia que sentía en estos momentos

-Además podrías estrellarlo o chocarlo.- dijo fija en el volante de su precioso Beattle rojo. ¿Qué acaso el volante era más interesante que yo?

-Ni que fuera tú, Fabray.- inmediatamente noté un cierto color en sus mejillas que iba aumentando por toda su cara. Emitió una ligera carcajada y me miró con sus brillantes ojos ámbar.

-Solo fue una vez y el árbol se atravesó en el camino.- reclamó con una mueca en sus labios viéndose en el espejo retrovisor. Daba la impresión de estar mirando al automóvil detrás de ella, pero la conocía tan bien que lo hacía para revisar con lujo de detalle la hermosura de su rostro. Logré comprobar que mi teoría era cierta cuando paso suavemente su dedo meñique por sus labios quitando el exceso de labial.

-No fue una vez si no tres-comenté jugando con un papelito que encontré en el asiento, justamente debajo de mi-, y el árbol no se atravesó, tú irrumpiste su tranquilidad.

-De cualquier modo... Aprendí.- concluyó dando por terminado nuestra pequeña riña para dar paso a un silencio un poco incomodo por mi parte, puesto que no me gustaba quedarme callada cuando tenía tantas cosas que decir. Pero decidí hacer lo más prudente que podía. Callarme y no mirar a Quinn, aunque era bastante difícil no voltear a ver a semejante belleza.

Con rapidez trascurrieron veinte minutos en los cuales mi cabeza se encontraba recargada en el vidrio del auto con mi conciencia y mente más apagada que despierta. Incluso me pareció brusco el que Quinn estacionará el auto ya que al frenar mí inconscientemente moví mi frente sin darme de que el vidrio estaba ahí. Solté un pequeño gemido de dolor del cual Fabray no se dio cuenta. Lo agradecí.

-No quiero que te pase nada- volteé aturdida hacía mi izquierda y descubrí que aunque mi preciada rubia seguía hablando y no se disponía a bajar del auto-, mi familia no fue lo más grato que pude tener. Me dio la espalda cuando más la necesite.-ladeó su cabeza para mirarme, cosa que me dejó desconcertada puesto que a pesar del dolor con el que hablaba también lo reflejaba en su mirada perdida.- Después de Beth eres la persona que más cuido y quiero, así que pórtate bien y entiéndeme.- Finalizó para quitar las llaves del auto y saltar los seguros de todas las puertas para dejarme salir.

-Te quiero.- susurre encontrándome con ella y le besé delicadamente la mejilla- Tratare de esperar un poco más. Pero solo un poco -indiqué con mis dedos -, no puedes cuidarme por siempre.

-De acuerdo.-contestó bajando el auto a lo que yo realicé la misma acción, sin embargo al tratar de abrir la puerta no cedió como yo quería y termine golpeándome nuevamente la frente. Abrí con más cuidado la puerta del copiloto y salí tallándome la zona afectada. Quinn una vez afuera me preguntó con la mirada que me pasaba a lo cual moví mis hombros quitándole importancia.

Nota mental. Dormir mejor.

-Quinn ¿dónde está Beth?-pregunté una vez ya recuperada el golpe que me dejó un poco mareada.

- En la guardería, la llevé esta mañana cabeza de chorlito.-golpeó cariñosamente mi cabeza. Hubiera dado lo que fuera para que no me golpeara en esa zona. Rápidamente comenzó a arderme el cerebro.

-Puede que tenga una cabeza de chorlito pero tú…- abrió la boca en forma de pregunta incitándome a hablar, pero no tenía nada en su contra. Solo el golpe que me había dado segundos antes -, porque no tengo nada en mente no creas que te saldrás con la tuya Fabray- dije amenazadoramente y empujé la puerta de la entrada para pasar.

Solo esperaba no golpearme con esa puerta.

Suspiré con fuerza cuando pase sin problemas por aquella puerta de vidrio y Quinn solo volteó a verme de modo extraño.

-Tranquilízate Rachel.- dijo pasando su brazo por mis hombros de modo protector.

Eso era lo especial de Quinn. Además de hermosa y gentil, dejando de su carácter cambiante y algunas veces bipolar, era una estupenda persona. Se preocupaba por los demás, o solo por Beth y por mí. ¿Pero qué importaba todo lo demás cuando entrabas a la escuela con semejante belleza tomándote por los hombros y susurrándote que estés tranquila? Sin duda uno de los mejores remedios para mi cabeza.

-Hobitt, Juney.

-Santana deja de joder tan temprano.-regañó Quinn mirándola desafiante apretándome aún más a su cálido cuerpo.

-Hola santana, yo también te quiero.- saludé tratando de no formar parte de la conversación. Las peleas entre Quinn y Santana eran catastróficas. Aún no podía creer que eran amigas.

-Fabray baja tus ansias –pronuncio con tono despreocupado restándole importancia a las palabras de la rubia-, es solo un juego. ¡Vez! ella no lo toma a mal y solo mide metro y medio.

Y así era Santana López, cuando creías que iba a decir algo bueno azotaba con su incomoda honestidad. Era buena persona en el interior y no trataba de hacerle daño a nadie, pero lo que nadie contaba era que de la boca de esa chica salían nada más y nada menos que puras y eficientes verdades. Algo que la gente no tomaba muy bien.

-¡Tengo quince y medio Santana! aún seguiré creciendo.

-Es bueno que guardes esperanza, pero acepta la realidad Rachel.- tomó mi hombro fingiendo pena.- Así que hasta que crezcas seguirás siendo un elfo para mí.- Quinn miró furiosa a Santana, podía sentir como quería traspasarla con la mirada e intimidarla como lo hacía con todos, pero Santana era Santana, la perra más perras de todas. Incluso un poco más que Quinn.

-Quinn, está bien.- le di un beso en la mejilla de despedida y abrasé a Santana, que gustosamente me correspondió el abraso.- Solo hasta que crezca permitiré que me llames de esa forma.-susurré jugando al oído de la morena.

-¿Ya es hora de los abrazos?-Pregunto una voz a nuestras espaldas. Una voz tan peculiar y dulce que sabría reconocer en cualquier lugar. Brittany S. Pierce.

-Adiós Britt- salude alegremente, pero en cuanto vi por encima de su hombro, que no veía mucho claro porque ella era más alta que yo, pude tonar una cabeza rubia de pelo corto que se dirigía hacía el gimnasio, mi primera clase.- Tengo que correr, ¡Sylvester va a matarme!- di media vuelta y corrí en esa dirección.

-Con cuidado elfo.- gritó santana ganándose unas risas a mí alrededor. Así era ella y me encantaba su actitud, después de todo Santana, Quinn y Britanny eran lo más parecido que tenía a una familia. Aunque en ocasiones eran ellas las causantes de que mi vida no fuera normal, pero en ellas encontraba la felicidad y alegría que perdí durante un lapso de mi vida. En pocas palabras y aunque sueñe extraño, sus peculiaridades me devolvieron a la vida.

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-¡Demonios!- bufé enfadada sentándome y tirando con enfado mi charola con unas pocas frutas en su interior.

-¿Qué paso Rach?- pregunto Brittany sentada a un costado mío comiendo con tranquilidad una fresa, al igual que todo el resto de la mesa.

-¿Sue?- repitió santana tomando un pedazo de fruta con el tenedor y sonriendo sin quererlo. Aquella latina le gustaba mi sufrimiento.

-.-contesté dejando caer mi cabeza en la mesa, cerrando mis ojos al contacto de la suave pero fría madera. Me relaje cuando Brittany acaricio mi cabeza con su mano libre, puesto que la otra aún tenía la minoría de la fruta que degustaba.

-Mira, llevas unos meses aquí, descuida con los años baja la practica- escuché a lo lejos la inconfundible voz de Quinn que logró relajarme aun más de lo que ya estaba.

El entrenamiento había sido agotador, cada día Sue sylvester se convertía en un monstruo. Sus rutinas de entrenamiento a cualquier alumno podían cansarle, pero estaba tan encimada en mi que cuando me miraba automáticamente quería que estuviera sobre las líneas de carrera olímpica para poder dar más de diez vueltas. Después de eso que parecía ser un calentamiento de su parte, seguía el verdadero entrenamiento. Todos los días.

-Eso espero.- dije levantándome para tomar un poco de jugo que Brittany me ofrecía.

-Además no eres porrista y como mínimo a las nuevas son veinte vueltas olímpicas y tú diste diez vueltas. Sue te debe de adorar.

-Si como no, me adora.-dejé sarcásticamente fulminando con la mirada a Santana que solo frunció los labios y continuó su ligero almuerzo.

-Deja el drama Rach.

Sin duda era algo que por nada del mundo podía dejar. El drama formaba parte de mi alma, de mi esencia, de mi sangre. Toda Rachel Berry era una porción pequeña de drama, y era algo que nunca iba a negar. Al contrario cada vez que podía lo daba a recordada con mis acciones y palabras.

-¿Qué pasa hot mamá?- inquirió Noah sentándose al igual que Mercedes, Tina, Mike, Kurt, Blaine, Finn y Sam en dispersos lados de la mesa. Sin duda era la hora tópica donde todos salían de sus clases dispuestos a comer y a descansar un poco del agobio de la escuela. Por lo menos era lo que yo hacía.

-La princesa se queja del calentamiento de Sue.- intuyó Santana mirando a Puckerman. Él se rasco el poco cabello que le cubría la cabeza y sonrió con pena.

-Rachel no es para tanto.- dijo Brittany tomando de la mano a santana por debajo de la mesa. Sorprendentemente no podía dejar de pensar como aquellas dos chicas podían lograr tanto por nada. Desde que Santana dirigió a Mike y Sam una mirada de "quítense idiotas, estorban" ambos chicos se levantaron sin decir nada y dejaron que la porrista se deslizará hasta quedar a centímetros de Birttany. Nuevamente como si nada Sam y Mike volvieron a tomar asiento.

-Hoy Sue tenía un humor de los mil demonios.- Santana bufo susurrando ¿cuando no?Enserio, temo por ustedes en los entrenamientos de hoy.- moví mi cabeza en dirección de las Cheerios que solo sonrieron para después continuar comiendo al igual que todos.

Artie comía en silencio un emparedado (seguramente preparado por su madre) leyendo un libro del cual no alcanzaba a leer el título porque él mismo lo tapaba con la mano. Mike y Tina estaban tan encimados en su mundo que no veían como Puck y Santana lanzaban comentarios de burla a la feliz pareja y Brittany trataba de detener a Santana mirándola de manera molesta, cosa que hacía que la latina doblegara su instinto asesino y obedeciera a regañadientes a la rubia. Mercedes y Kurt hablaban sobre sus necesidades de divas discutiendo sobre lo que debían de cantar en el Glub Glee y Sam conversaba con Quinn de algo que no quería prestar atención.

Cerré los ojos y agache la cabeza suspirando con pesadez sintiendo cada musculo de mi cuerpo tensarse y doler. Era tanto el sentimiento de dolor que ni siquiera podía mover mis manos o las piernas. Solo sentía correr la sangre a través de las venas y como mi cerebro comenzaba a sobrecalentarse como si de una maquina se tratase.

Hace años que no sentía eso, y no era nada bueno que me pasara ahora.

-Rachel… Rachel – no atendí el llamado de la persona que me llamaba. Como pude focalice mi mirada en el gran vidrio que daba como pared y mi sentido auditivo se perdió concentrándose en un zumbido bastante fuerte que penetro hasta lo más interno de mi mente.-¿Qué...- la pregunta de Quinn quedó en el aire al verme.

Me olvide de todo.

Comencé a escuchar murmullos afuera que poco a poco crecían a una velocidad impresionante empezando a crear una atmosfera no grata de disfrutar cualquier día, una atmosfera de caos, ese caos que hace despertar la histeria en cada persona que te hace imposible pensar con tranquilidad.

Escuche los gritos de algunos estudiantes de Mckinley que ante la alarma de incendios que procedió un grito ensordecedor, corrieron fuera de la cafetería como si de un toque de queda se les impusiera.

-¿Qué demonios está pasando?-gritó Santana mientras que Brittany y ella se levantaban de la mesa para caminar a donde todos se dirigían. Uno por uno todos los que estaban en la mesa se fueron levantando. Excepto yo, que me encontraba absorta en mi propio mundo.

Finalmente el pánico rompió su punto límite y se convirtió en un desastre total cuando el estallido de los vidrios de la cafetería dio paso a un largo brazo mecánico que se movía con toda la libertad posible, era bastante flexible a pesar de ser de metal. Lo peor era que aquella cosa solo servía para tomar a cualquier persona que se le ponía enfrente.

Me quede idiotizada mirando aquel objeto que parecía unirse a un cuerpo hexagonal que daba la impresión de que se trataba de un platillo que se sostenía con esos brazos que salían de sus partes superiores. Era tan gigante y magnifico, tan perfecto que parecía imposible que eso estuviera ahí frente a todos, mostrando su gran habilidad en matar gente, más bien pude ver que la encapsulaba en unas jaulas que se mantenían flotando al cuerpo hexagonal.

Un fuerte estirón hizo que saliera de mi ensoñación y callera al piso cubriéndome con ambas manos la cabeza para evitar que los cristales que se acaban de romper no me hicieran ningún daño.

-¿Eres idiota?... ¡Corre!- gritó Puck ayudándome a levantarme para salir corriendo de la cafetería vacía, desolada y destrozada con sus bancas volteadas, la comida hecha un desastre, sangre era lo que más contrastaba con el fino piso color hueso. Puck no parecía soltarme hasta que pasamos por el pasillo principal.

La gente se aglomeraba por salir de la escuela, alguna bastante lastimada, otra llorando, algunas más hablando por celular bastante histéricas que no podían mencionar nada o solo le gritaban al pobre aparato que terminaba destrozado en el suelo. Era terrible el panorama de histeria en el ambiente, y no podía creer aun seguía corriendo a pesar del cansancio que tenía, sin embargo de un momento a otro paso algo por mi mente y paré en seco aun sujetando la mano de Puck.

-¿Dónde están los demás?-pregunté inquieta mirando a ambos lados para no seguir huyendo de algo.

-No lose, todos corrieron menos tú, te quedaste viendo a esas cosas… creí que nos seguías detrás de Quinn- cerré los ojos y talle mi mano con ellos, chasquee la lengua pensando en algo rápido y efectivo que muy posiblemente lograría salvar a cierta rubia que tenía en mente.

-¡Corre!-Puck intentó tomar mi brazo de nuevo pero yo lo impedí.

-Reúne a todos y no se alejen de McKinley, en media hora vuelvo.- El chico de la mohawk tomó mis brazos con fuerza impidiéndome huir, y vaya que me la ponía difícil. Tener a semejante cuerpo musculosos contra mí era difícil, pero no imposible. Forcejee un poco antes de golpearlo y gracias a mi baja estatura salí de sus brazos corriendo en sentido contrario de donde estaba "MEDIA HORA PUCK" grité antes de empujar a varios estudiantes.

Llegué a la puerta de salida, sin embargo había un sinfín de problemas. El principal, la puerta estaba cerrada.

No le di importancia y tomé un banco ligero de madera y lo estrellé contra el cristal de la puerta. El primer golpe no logró hacer mucho, pero el segundo rompió el cristal entero haciendo que la gravedad surgiera su efecto y callera de lleno en el piso. Acto seguido tome el banco, me subí en él y con dificultad y unas cuantas cortadas pase por el orificio donde solía estar el vidrio.

En el momento que deje a Noah me miro impaciente como si no pudiera moverse, viendo el caos pasar y observándome correr. Golpeó al aire con enojo y dio media vuelta moviendo sus piernas con rapidez observando a cualquiera que se tratara del Glee Club o algún conocido pero no reconocía a nadie que pasara por ahí, hasta que cierta rubia de ojos verdes, por cierto un poco asustada chocó contra él.

-Puckerman ¿Has visto a Rachel?, llevo alrededor de 5 minutos buscándola.- Su tono de voz detonaba desesperación, y no solo su voz, sino también su rostro y cuerpo. Quinn temblaba tratando de contener la respiración y las lagrimas que luchaban por salir. Tenía varios cortes en ambos brazos de los cuales salían unas pequeñas gotas de sangre y se movía con ímpetu frente al judío.

-Yo... la saqué de la cafetería y se fue -espetó nervioso tartamudeando y moviendo sus manos con rapidez-, dijo que en media hora estaría aquí, que reuniéramos a los demás. -Quinn abrió sus ojos desmesuradamente vomitando incredibilidad y en un impulso abofeteo al joven tan fuerte que algunos alumnos que pasaban por ahí se detuvieron a comprobar que la rubia había sido quien se atrevió a golpear a Noah Pukerman, él cual, la miraba entre sorprendido y enojado por la reacción de la rubia.

-¡¿Y LA DEJASTE QUE SE FUERA?!- Noah asintió bajando la cabeza- ¡¿POR QUÉ DEMONIOS HICISTE ESO?!- Gritó escandalosamente dándole una mirada felina que le daba a entender que quería matarlo en ese mismo momento.

-Volverá. –comento Puck preocupado o eso creo, debemos reunir a todos los de club y ocultarnos aquí- los ojos verdes de Quinn no tenían crédito a lo que veían. A puck tratando de ayudar a alguien sin pedir a cambio sexo o querer escuchar al alguien sin mucha lógica en sus palabras.

-¡NOAH, ES UNA NIÑA NISIQUIERA CUMPLE LOS 16!… ¿y si le pasa algo? ¡Esas malditas máquinas toman a cualquiera que les pasa por el frente! ¡¿No pensaste eso?!- grito la rubia siendo llevada por la fuerza hacía un lugar seguro que por ahora era, el aula de Club Glee.

-Tiene carácter, no lo demuestra pero lo tiene, es como Santana- La rubia no daba crédito a lo que oía-, no demuestra que puede sentir amor pero mira esa con Brittany. Así que debemos esperarla aquí y buscar a los demás.- la joven lo observaba. Solo se quedo pensando por un momento hasta que su cerebro reacciono. De una u otra manera Rachel se había ido, e iba resultar difícil si no imposible que volviera.

-Si no vuelve con vida, iré a buscarla al infierno para matarla yo.- repuso con firmeza antes de correr en busca de los miembros del club Glee.


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