"Porque bebo para olvidarte"
Disclaimer: Inuyasha pertenece a Rumiko Takahashi.
Capítulo I:
Caminaba cabizbaja por las atestadas calles de Tokio. Sus descalzos pies la llevaron, involuntariamente, al bar de aquel hombre que conoció hace unos días.
Bankotsu, así se llamaba. Decía ser la antigua pareja de Kikyo, la novia de su mejor amigo, Inuyasha. Aunque claro, para ella su amistad pasó a ser algo más años atrás. Un sentimiento se fue alojando en su corazón de manera lenta e imperceptible, y cuando se dio cuenta, era demasiado tarde. Se torturó durante años con la idea de que, finalmente, él se daría cuenta de que ella lo quería en serio, y no como las otras que sólo buscaban dos cosas: sexo y dinero. Pero, por supuesto, eso nunca sucedió.
Y no es que ella llegara a derrumbarse de manera tan repentina; era fuerte, había sobrevivido con ese sentimiento no correspondido durante mucho tiempo. Pero la razón de su desespero y tristeza había podido con su fortaleza.
Se iban a casar. Inuyasha y Kikyo. Y lo peor de todo es que Kagome sabía que su amigo era feliz con la relación que tenían. Además, Kikyo no era tan mala. Sólo que no era la mejor opción.
Conoció a Bankotsu en una fiesta de año nuevo, y "congeniaron" al instante. En verdad, no tenían nada en común, pero ambos parecían querer olvidarse de los demás. Y decidieron darse una oportunidad.
Pero cuando Kagome se enteró de su antigua relación con Kikyo, se dio cuenta de que no podían tener nada. No podía obligarlo si él quería dejar ir los sentimientos que guardaba por ella. ¿Por qué todos la amaban? ¿Qué tenía de especial?
Levantó la mirada y observó detenidamente el estropeado cartel de neón del local, preguntándose si sería buena idea buscar a Bankotsu después de todo. Una corriente de congelado aire pasó a su lado, pero no se inmutó.
Se mordió el labio inferior, confundida. Pero, justo cuando se decidió a dar el primer paso hacia adelante y entrar al bar, su teléfono vibró en el bolsillo de su pantalón.
Detuvo sus acciones y tomó el pequeño aparato, llevándolo a su oreja.
― ¿Diga?
― ¡Kagome! Gracias al cielo. Te hemos estado buscando toda la noche.-la muchacha observó su reloj de muñeca. Eran las dos de la mañana. ―Después de que Inuyasha comunicase lo de su compromiso con Kikyo, desapareciste.
Kagome quiso llorar, pero se contuvo.
Izayoi se golpeó mentalmente por su pequeño desliz. ¡Claro que no obtendría respuesta de la amiga de su hijo si le recordaba lo del compromiso!
―Sango está preocupada, ¿dónde estás?
― Señora Izayoi…-se detuvo un momento, buscando las palabras para expresarse. ―Usted sabe lo mucho que quiero a su hijo…quizás de la manera incorrecta.-hizo un esfuerzo y tragó el nudo que se empezaba a formar en su garganta. Los ojos se le llenaron de lágrimas y comenzó a sollozar. ―Pero quiero superarlo. Tengo que hacerlo.
Se limpió el rostro con el dorso de la mano.
―Deberé alejarme por un tiempo. Necesito pensar.-y sin esperar respuesta, cortó la llamada y apagó su teléfono celular.
Entonces, libre por fin de distracciones, entró al bar.
Una preocupada Izayoi caminaba de un lado a otro, con las manos en las caderas, mientras esperaba que su hijo y su esposo volvieran con noticias de la muchacha desaparecida.
Sango, sentada en el sillón, se mordía los labios, y luego las uñas, y luego los labios nuevamente. Al lado de ella estaba Kikyo, mirando su reflejo en una cuchara de manera distraída.
― ¡Se me corrió el rímel!-exclamó, horrorizada. Izayoi y Sango miraron incrédulas como empezaba a rebuscar en su bolso su maquillaje, para después arreglar el daño a su imagen.
―Kikyo, no eres superficial. No sé porque te preocupas en fingir tanto.-gruñó Sango, cruzada de brazos. Izayoi negó con la cabeza, en desacuerdo y miró por la ventana. ― ¿Qué le dijo Kagome, señora Izayoi?
―Quiere alejarse.
―Estoy totalmente de acuerdo.-dijo Kikyo. Las otras mujeres volvieron a mirarla y ella se encogió de hombros ― ¡Por Dios, está enamorada de MI novio!
― ¡Nunca intentó nada para quitártelo!-exclamó Sango, defendiendo a su mejor amiga. ―Y nunca debiste hacer lo que hiciste.
Izayoi dejó de examinar el exterior y se dio vuelta. ― ¿Qué hiciste?
―Sólo le dije que se mantuviera alejada.-dijo en respuesta, mientras se observaba las uñas.
La mujer iba a responderle, pero entonces una fuerte luz se filtró por la ventana y el sonido del motor del auto de su esposo inundó la casa. Olvidó la discusión y se encaminó a recibir a los recién llegados, corriendo a la puerta principal.
Un hombre alto se bajó del automóvil rápidamente y rodeó a Izayoi con sus brazos. Temblaba y sus ojos dorados reflejaban un poco de preocupación.
―La hemos buscado en todos los lugares que se nos ocurrieron, pero no la encontramos.-dijo, apenado.-Lo lamento, Iza.
Inuyasha, quién también venía en el auto, cerró la puerta del copiloto con fuerza y gruñó.
―Acabo de hablar con ella por teléfono, Inu No.
El recién llegado corrió al encuentro con su madre y, desesperado por obtener información, la zarandeó por los hombros, alejándola de su padre.
― ¿Qué te dijo?
Izayoi sonrió débilmente, pero no dijo nada.
― Vamos adentro.
La estridente música moderna le taladraba los oídos, pero no le dio importancia. Se encaminó a la barra. El barman le dirigió una mirada, esperando algún pedido por su parte.
― ¿Sabes si puedo hablar con Bankotsu?
El hombre levantó una ceja, pero no dijo nada. Señaló a un punto en la pista de baile, y entonces finalmente habló.
― Se fue a bailar hace un rato.-Kagome pareció desilusionarse. El barman se aclaró la garganta. ―Estaba solo.-declaró.
Kagome sonrió y le agradeció por la información. Se dio la vuelta, pero antes de que se fuera, el hombre le ofreció un trago. Ella declinó a la oferta de la mejor manera posible y caminó a la pista de baile.
Lo divisó con la mirada. Él se encontraba a unos cuantos metros de distancia, y a pesar de estar mirando en su dirección no se dio cuenta de la presencia de la muchacha. Bebía un trago distraídamente, pero no estaba bailando.
Kagome llegó a su lado y le tocó el brazo. Bankotsu saltó casi imperceptiblemente y la miró. Ella sonrió.
―Yo…pensé que debía darte una explicación.-él levantó una ceja. ―Ya sabes, por no haberte llamado nunca…y haber evitado tus llamadas.
Bankotsu la miró fijamente y suspiró.
―Ya lo sé.-ella se tensó. ―Lo supe unos días antes de llamarte por última vez. Quería decirte que no te molestaría más, pero no contestaste…-sonrió. ―Eso no importa ya. Gracias por haber venido, de todas formas.
―Aún así, me gustaría ser tu amiga.-se aclaró la garganta. ―Empezar de cero.
―Creí que no querías acercarme a Kikyo.
―Me alejaré de ellos por un tiempo.
―No me sentiría muy cómodo sabiendo que tomaste esa decisión por culpa mía.-dijo Bankotsu, encogiéndose de hombros y mirando su trago.
―Es algo que decidí hace unos días.-miró el techo. ―Kikyo habló conmigo. Me quiere lejos. Y yo no estoy segura de querer volver, y verla casarse con Inuyasha.-ocultó su mirada bajo su flequillo. Bankotsu la observó y sonrió.
―Entonces, tienes razón. Hay que empezar de cero.-dio una vuelta graciosa, buscando donde dejar su copa y finalmente la encaró. Su cara tenía una expresión extraña, como si quisiese ir al baño. Extendió una mano. ―Mi nombre es Bankotsu. Encantado, señorita.-hizo una reverencia.
― ¿Tienes que hacer pipí?-rió Kagome, recibiendo su saludo de buena gana.
―Cállate.-gruñó. ―Bueno, ya que somos amigos, y prácticamente ambos estamos de fiesta hoy, debo comentarte que soy casi alcohólico, y cada vez que salgo a estas cosas, tomo muchísimo.
―Ya somos dos.-exclamó ella. De pronto comenzaba a sentirse mejor. El ambiente empezaba a animarla, y el hablar con Bankotsu le estaba haciendo bien. ¡Parecía que sí tenían algo en común!
―Pero salgamos de aquí. No quiero emborracharme en mi propio local. Demasiado seguro para mí.-hizo una mueca de disgusto. Se acercó a Kagome y habló en su oído. ―Además, conozco un lugar en dónde los tragos son mejores.-se alejó de ella. ―No le digas a nadie. No quiero que dejen de venir aquí.
Kagome se burló de él y corrió a la salida, con más ánimo que antes.
― ¡Apresúrate!
Inuyasha caminaba de un lado a otro, como su madre minutos atrás, solo que él usaba ambas manos para agarrarse el cabello, y murmuraba cosas sin sentido.
― ¿Dónde creen que se haya metido?-dijo Inu No.
― ¡Pregúntenle a Kikyo!-gritó Sango.
Inuyasha detuvo su andar e Izayoi se cubrió la boca, espantada. Percibiendo el inicio de una discusión, se interpuso entre su hijo y la novia de éste.
―Ya, cálmense. Los dos.
―No, no.-dijo Inuyasha, esquivando a su madre. Se detuvo frente a Kikyo y la miró directamente a los ojos. ―Kikyo, ¿qué sucedió con Kagome?
Kikyo se encogió ante la mirada acusadora de su prometido. No lograba entenderlo, ¿qué le importaba esa mocosa? ¿No era ella, su prometida, más importante?
―Kikyo, te hice una pregunta.
―Yo…le dije que se alejara.-respondió.
Inuyasha levantó una mano, pero luego volvió a bajarla. Le gruñó a la mujer que tenía en frente, bajó la mirada y apretó los dientes, intentando no lanzarle un griterío de insultos. ¿Qué rayos había dicho? Kagome era su mejor amiga, había estado con él en todos los momentos de su vida, lo había apoyado a tomar todas las decisiones que quiso, y le corrigió cuando te equivocaba.
Abrió los ojos desmesuradamente. Era cierto, ella había estado ahí para él en todo momento.
Se alejó de Kikyo y subió las escaleras rápidamente. Se encerró en la biblioteca de su padre y comenzó a caminar de un lado a otro, tal como estaba haciendo momentos antes en el salón. Sólo que ésta vez era diferente.
Estaba quitándose la venda de los ojos.
Cada vez que pensaba en un momento determinado de su vida, pensaba en Kagome. No recordaba solo los sentimientos que tuvo, sino que también la veía a ella.
¡Incluso en recuerdos con la propia Kikyo! Como cuando supo que su abuelo tenía cáncer, y se iba a morir. En esa época, él y Kikyo llevaban medio año saliendo como pareja oficial, pero no lograba recordarla a ella.
No, recordaba a Kagome.
Recordaba haber ido a su departamento. Estaba encerrado en su alcoba, acurrucado en su cama, intentando con todas sus fuerzas no llorar, porque llorar era para débiles.
Entonces Kagome apareció. Sintió unos golpecitos en la ventana, y la vio a ella, sosteniéndose como podía del marco de la ventana, con la cara roja por el esfuerzo.
Ella hizo lo posible por ayudarlo en esa ocasión. Ese día, ella le enseñó que estaba bien llorar, le ayudó a reír y expresarse. La parte más difícil fue ver morir a su abuelo, pero fuera del hospital estaba ella, con los brazos abiertos y una sonrisa triste.
Kagome no solo estaba ahí con él, sino que también sufría a su lado. Se preocupaba. Pero en esos últimos meses no había hecho más que alejarla de su lado, por Kikyo.
Se sintió como un idiota. Se arrepintió de todo, y se dio cuenta de que quería estar con ella. Porque, irónicamente, la única persona que podría ayudarlo con una pérdida como ésta, era ella.
Nunca estuvo seguro de sus sentimientos por Kikyo, pero él deseaba pensar que allí había algo. Cuando estaba con su prometida, todo se sentía tan…falso. Pero con Kagome era diferente.
Ella era todo para él. Y ahora, tal vez, la había perdido para siempre.
Una vida sin Kagome se le antojaba triste y deprimente, pero no podía hacer nada para remediar sus errores.
¿Qué era este sentimiento? ¿Querer estar con ella todo el tiempo, tanto que no le importara disgustar a su prometida?
Si bien era cierto que hubo un tiempo en que sintió algo muy fuerte por ella, él creía haberlo superado. Había querido superarlo, por eso conocer a Kikyo fue la oportunidad perfecta para llevarlo a cabo.
Aunque ahora no estaba muy seguro de haberlo logrado.
Kagome y Bankotsu caminaron en silencio durante un largo trayecto. El local se alzaba en frente de ellos de manera majestuosa. Era más limpio de lo que se esperaba. Debió de haber reflejado su pensamiento en su rostro, ya que Bankotsu rió de buena gana y dijo:
― ¿No es lo que esperabas?
Kagome rió con él, pero ya no estaba tan feliz como antes. Él sonrió débilmente, entendiendo el repentino cambio de actitud que sufrió. Le tomó la mano en señal de apoyo.
―No te preocupes, entiendo.
Ella sonrió y se adentraron en el bar.
No estaba tan repleto como el de Bankotsu. De hecho, su aspecto era deprimente.
― ¿Acaso quieres emborracharte de pena?
Él asintió divertido.
―Sí. Ambos estamos tristes, ¿no?
―Tienes razón.
Se acercaron a la barra, sentándose en dos taburetes desocupados. Estaban algo sucios, pero a ninguno le pareció importante. El barman, un hombre viejo pero musculoso se inclinó a hablarles.
― ¿Qué se les ofrece?
―Lo más fuerte que tenga.-dijo Kagome. Bankotsu rió. El barman sonrió.
―Señorita, no espere compasión.-tamborileó los dedos en la barra. ―No se preocupe. Entre su acompañante y yo nos encargaremos que ningún viejo verde abuse de usted.
―De hecho, yo tampoco espero quedar bien hoy, Myoga.
El anciano rió, divertido.
― ¿Qué se te ofrece, entonces?
Bankotsu sonrió de lado.
―Lo mismo que Kag.
Luego de una hora, ambos se reían de manera escandalosa y golpeaban la barra. Myoga los miró desde el otro lado, en una combinación extraña de burla y asco.
― ¡Ni se les ocurra vomitar aquí adentro!
Kagome se carcajeó. Myoga encendió la radio y subió el volumen.
― ¡Adoro eza canción!
Bankotsu sonrió.
― ¿Te gusta este tipo de música, munieca?-le guiñó el ojo, pero con lo borracho que estaba pareció como si tuviese un insecto dentro del ojo.
― ¿Acaso tienes un…-se detuvo un momento, conteniendo el vómito que le subió por la garganta. ―…ojo en el insecto?-terminó de decir. Luego rió, al darse cuenta de su equivocación.
―Cállate, boba.-exclamó Bankotsu.
Kagome comenzó a tararear la canción, mientras le indicaba a Myoga con la cabeza que deseaba otra bebida. El anciano negó con la cabeza.
― ¡Myoga, dame un poco de vodka!-extendió un billete en la barra, y el hombre refunfuñó, pero se encaminó a cumplir con el pedido.
―Malditos jóvenes borrachos.-murmuró.
― ¿Y cómo fue que se conocieron…?-preguntó Bankotsu. Kagome se dio cuenta de a qué se refería, ya que bajó la mirada.
―No sé.
―Hmp.-se llevó un dedo a la barbilla.-Me pregunto si lo hicieron en cuatro.
― ¡Cállate, no me lo quiero imaginar!-se llevó una mano a la cabeza y empezó a sacudirla, intentando borrar la imagen de su mente. El joven a su lado rió incómodo, un poco molesto al imaginarlos también.
Myoga dejó el vaso con vodka en la barra, frente a Kagome, pero cuando ella vio que se alejaba le gritó:
― ¡Deja la botella!
El anciano intercaló unas miradas entre Bankotsu y la botella, pensando que no era una buena idea, pero finalmente se encogió de hombros y la dejó junto al vaso.
Kagome se bebió de un trago el contenido del vaso, y en lugar de servir más del líquido allí, comenzó a beber directamente de la botella.
― ¡Como todo un hombre!-gritó Bankotsu, arrebatándole la botella. ―Guárdame un poco.
Se entretuvieron otro rato más, entre bromas sin sentido y más botellas de alcohol, cuando a Kagome se le ocurrió la grandiosa idea de salir del local.
― ¡Vamos, bebón!-exclamó, jalando a Bankotsu de la manga de su suéter. Él se encogió de hombros y lanzó una gran cantidad de billetes a la barra. Myoga se relamió los labios, tomándolos entre sus manos.
― ¡Vayan con cuidado!
― ¿A dónde vamos, Kagome?-preguntó Bankotsu.
―Primero, a una cabina telefónica. Llamaremos a Inuyasha y a esa… yegua.-hizo una pausa. ―Y luego iremos a un prostíbululo.
Él se aclaró la garganta.
―Primero que nada, recuerda que esa "yegua" es mía. Segundo… ¿Qué?
Introdujo dos monedas en la ranura del teléfono público.
―Cuidado con ectrelulularte.-exclamó Kagome, inclinada junto a Bankotsu. Él tenía el aparato en una oreja, esperando a que alguien contestara.
―Ya, como si fuese posible.
― ¿Hola?-se escuchó la adormilada voz de Kikyo al otro lado de la línea.
― ¡Yegua!-gritó Kagome.
― ¿Qué mierda…? ¿Kagome?
La aludida rió de buena gana. Se pegó como una lapa a la oreja de Bankotsu, para escuchar la respuesta de la joven.
― ¡Las yeguas no hablan!
― ¡Mierda!-gritó Bankotsu.
― ¿Bankotsu?
― ¡Me ectrelululé!-Kagome rió de buena gana. Bankotsu gruñó. ― ¡Tenemos una pregunta, yegua!-se dirigió al teléfono.
― ¡Te dije que era una yegua!
― ¡Cállate!
Kagome se movió de un lado a otro dentro de la cabina, pero pareció olvidar que era un lugar estrecho, ya que se golpeó la nariz con el vidrio.
―Maldición.
―Yo y Kahome tenemó una duda.-Kikyo esperó. ― ¿Inuyasha y tú lo han hecho en cuatro?
― ¡Bankotsu, te dije que no quería saber!
Kikyo rió al otro lado de la línea al escuchar a su "rival", y, esperando que su respuesta la alejara definitivamente, dijo:
―Oh, no solo en cuatro. Hemos intentado en muchas posiciones.
Bankotsu hizo una mueca.
― ¡Se acabó, nos vamos al protsílubulo!
Kagome le quitó el teléfono de las manos. Su cuerpo temblaba.
― ¡Puta! ¡Zorra! ¡Inuyasha es mi megor amijo! ¡Se darrá cuenta de su egorr y no se casará contigo!
― ¿Yo soy la puta?-interrogó Kikyo, indignada.
―Oh, tienes razón.-se llevó un dedo a la barbilla. ―Es cierto, tu eres una yegua.-y cortó.
― ¿Por qué mierda insistes con la idea de la yegua?
― ¡Porque quiero un poni!-se subió a la espalda de Bankotsu. Kagome gritó guiiii mientras se aferraba con fuerza a sus hombros. Él aceleró el paso y extendió un brazo, como si fuese un superhéroe.
― ¡Al súper prostíbulululo!
Notas de autora:
¡Hola!
Bueno, primero que nada, debo decir que quería subir esto ayer, pero por ciertos motivos no pude. Así que… aquí está.
¿Cómo decir esto…? Me siento un poco intimidada u.u Aún así, la pase muy bien escribiendo esto, y espero que les guste. Si no les gustó, pues no me interesa (nah, mentira, háganmelo saber).
―Gato bicolor
