Cuando Sharon Carter, mejor conocida como la Agente 13, vio por primera vez a Steve Rogers se cerca, sintió un ligero cosquilleo y una extraña sensación en la boca del estómago.
En ese momento lo atribuyó a los nervios. Nervios por fallar en su misión de vigilar al Capitán América. Nervios por tener que trabajar de forma cercana a alguien tan célebre.
Pero ahora, habiendo transcurrido un tiempo de el desmantelamiento de SHIELD, durante el cual ese sentimiento lejos de desvanecerse se había intensificado, no estaba tan segura.
Llevaba varios minutos en el velorio de su tía Peggy cuando lo sintió: la mirada de Steve en ella.
Sabía cómo él debía sentirse pues consideraba que descubrir que la mujer de quien estuvo enamorado en los cuarenta era la tía abuela de la Agente que se había hecho pasar por su vecina Kate, con el fin de mantenerlo vigilado, no debía ser fácil.
Por eso, y por muchas cosas que no estaba dispuesta a admitir, no pudo evitar que su mirada se dirigiera al rubio, quien se hallaba sentado junto a su fiel e inseparable compañero Sam Wilson.
Cuando la ceremonia terminó, armando se de un valor que no sabía que poseía, Sharon se acercó a donde creía que se podía encontrar: dentro de la iglesia.
Asomó la cabeza por la puerta y vio una escena que la llenó de desesperanza: él, Steve, estaba abrazado no a su "mejor amiga", la Agente Romanoff.
Y sintió como una oleada de algo hasta entonces desconocido la invadió: celos.
Solo entonces pudo admitir lo innegable: se había enamorado del Capitán América.
Y allí estaba, como una tonta, ayudando a Steve a huir con su amigo Barnes, arrastrándose por migajas, por aunque fuera un poco de gratitud.
Negó con la cabeza, avergonzándose de lo que se había convertido, deseosa de la cercanía del rubio aunque fuera para preguntarle datos acerca de su tía o pedirle ayuda.
No era la primera vez en el día en que se preguntaba que demonios hacía allí, posiblemente arruinando su carrera en la CIA por alguien que estaba enamorado del recuerdo de su tía abuela.
Y luego, cuando la besó sin importarle que Barnes y Wilson estuvieran mirándole, ella perdió los papeles.
Entonces, cuando el beso terminó y pese a que sin duda se trataba de uno de agradecimiento pues el Cap creía que se lo debía después de lo que había hecho por ellos, la Agente Carter no pido evitar sonreír con tristeza y desear otro pronto.
