¡Hola! Soy nueva en este fandom en cuanto a fics, porque he seguido SnK desde aproximadamente 3 años, debo confesar que el JeanKasa no es mi OTP, aún me sigue gustando el EreMika un poquito, pero tengo una amiga que me está haciendo ganarle el gusto a este ship. Y esa amiga eres tu SumSum R.L, este fic es un regalo para ti, espero que te guste :D perdóname que le haya metido algo de EreMika, es solamente con la finalidad de meter más angustia para sufrir un poquito más, pero prometo que esto tendrá un final feliz.

Trató de no poner spoilers grandes, sobretodo porque no he leído lo último del manga, más que nada porque el año pasado anunciaron el regreso del anime y esperaba que llegaran más lejos, aún así mantendré esto como un universo semi-canon porque tengo idea de los spoilers más grandes de los últimos meses, si, me encanta meterme a ver spoilers.

Como la "advertencia" lo dice, este es un fic slow burn, no esperen que Mikasa se enamore de Jean de la noche a la mañana, mucho menos que se olvide de Eren. Sin más por el momento les dejo leer.


Heaven is a Place on Earth with You

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Capítulo 1:

It's you, it's you

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El paso del tiempo era algo difícil de comprender, era algo incontrolable, a veces imperceptible, Jean no podía creer que los años se habían pasado frente a él y no se había percatado de ello, no hasta que había vuelto a esa playa en donde parecía que el tiempo se había detenido, a diferencia de con el resto del mundo.

Era casi hipnotizante ver la manera en que las olas iban y venían tranquilamente, como la arena seguía igual de blanca, lo único que hacía imperfecto este momento eran los incesantes graznidos de las gaviotas, que opacaban el relajante sonido de las olas. Lo único que había cambiado en esa playa después de haber llegado a ella por primera vez era el muelle de madera y la base militar que no estaba muy a la vista.

Había huido como el cobarde que siempre fue, justifico su ida con el deseo de acompañar a Armin en su tan soñada aventura por el mundo. No se arrepentía de haberse subido a ese barco con tantas otras personas, ni tampoco se arrepentía de haberse quedado hasta el final de esa expedición, realmente aprendió a apreciar la belleza del mundo que se le había negado. Llegaron hasta territorio selvático, pero tuvieron que retirarse debido a que muchos cayeron debido a una enfermedad que nunca antes habían visto, más de uno murió.

En estos momentos Jean se preguntó cómo es que habían sobrevivido a tanto: A los titanes, a enfermedades nuevas, a animales salvajes y a plantas venenosas.

Quizás Armin era demasiado suertudo, y se le había transmitido un poco de la suerte de su amigo rubio, quien había enfermado y se recuperó de manera sorprendente, lo que a otros les tomo casi dos semanas al rubio le tomo unos cuantos días. Eso o Armin hizo un pacto con una entidad desconocida que le garantizará su supervivencia hasta que llegará el momento.

Supervivencia.

Era una palabra que llevaba mucho tiempo sin rondar en su cabeza, no desde el año ochocientos cincuenta, cuando tomo la mejor y peor decisión de su vida: Unirse a la Legión de Reconocimiento. Antes y después estuvo presente, pero no de manera tan latente como en esos momentos, no hay manera de comparar el deseo de largarse al interior de la muralla Sina o evitar animales salvajes a ver como tus compañeros son devorados por criaturas perturbadoramente humanas.

Muchos murieron, otros desaparecieron de la nada. Llevaba mucho sin ver a los otros siete supervivientes de la Quincuagésima Octava expedición, hasta le daba miedo pensar en lo diferentes que podían verse, pero siendo sincero, hubiera preferido que el momento de volver a esta playa nunca hubiera llegado, porque solo había una razón por la que habían vuelto.

Eren Jaeger iba a morir.

Los años habían pasado, lastimosamente la mayoría de estos se perdieron en la guerra; el plazo de tiempo estaba por concluir. La maldición de ser un titán ya le había alcanzado.

Pensar que el idiota suicida estaba a punto de morir le hacía sentir un nudo en la garganta, porque sonaba irreal. Eren Jaeger, el titán cambiante, la esperanza de la humanidad se estaba muriendo.

En este momento a Jean no le importaban todas las peleas, la rivalidad, los problemas en que se metió por culpa de él, ni siquiera le importaba que le hubiera ganado en lo único que deseaba realmente, amaba a Eren como a un hermano.

—Es extraño estar aquí de nuevo ¿verdad?— escuchó hablar a Armin, su voz era completamente distinta a la aguda que poseía a los quince años, ahora sonaba como un hombre, sin embargo, jamás dejó de percibir la suavidad de sus palabras—. Es como si el tiempo se hubiera detenido aquí.

El tiempo con ellos no había hecho lo mismo, Armin había crecido hasta el metro setenta y cinco, dejó su cabello crecer aún más, casi hasta los hombros (algunas mujeres de la expedición le envidiaban por lo bien que se veía que lo tenía pese a que ni siquiera lo cuidaba), aún conservaba algunos de sus rasgos infantiles, sobretodo porque se rasuraba todas las mañanas porque apenas y tenía vello facial, no tenía el suficiente como para tener una barba o bigote decente.

Él había sido más afortunado, podía arreglarse bastante bien la barba con una navaja, además de que había llegado casi al metro ochenta, conservaba ese mismo corte, más que nada porque era más sencillo mantenerlo que pensar en uno nuevo.

Eran bastante populares entre las pocas mujeres entre la expedición, aunque Armin definitivamente se llevaba el premio gordo, incluso uno que otro varón caía rendido. El rubio recibía constantemente mensajes de admiradoras, así como propuestas "indecentes". Armin no era de los que aprovechaban el árbol de limones, para la desesperación de algunos de sus compañeros, incluso el mismo se había dejado llevar por los placeres carnales, pero Armin permaneció firme.

Cuando su amigo le contó que no quería tener una relación romántica le pareció que estaba loco, aún hoy le parece descabellada esa idea.

— ¿Jean?

De nuevo la voz de Arlet le trajo de vuelta al mundo físico, sonrió algo incómodo tratando de encontrar que responder.

—Hubiera sido bueno que el tiempo se detuviera, no tendríamos que pasar por esto.

Armin cerró los ojos mientras sentía como el viento jugaba con sus cabellos y le acariciaba la piel ahora un poco más tostada.

—Pero la vida es una desgraciada, no muestra piedad a nadie.

—Prefiero definirla como una perra— Jean se encogió en hombros, tratando de aliviar un poco la angustia de su amigo, quien sonrío tristemente.

—De nada sirve maldecirla, Jean. No hay manera de devolverle los golpes.

—Una lástima, si me lo preguntas.

Armin asintió, con la mirada perdida, viendo el mar como si se estuviera despidiendo de él.

— ¿Ya es tiempo, verdad?— Jean se agachó para tomar la mochila donde llevaba sus pocas pertenencias.

—Sí, toma tus cosas y prepárate, que es un viaje largo a caballo.


Armin conocía bien a Shiganshina, pero no a esta nueva y reconstruida Shiganshina. Las calles estaban aún más ajetreadas, y había casas en dónde antes hubo áreas verdes, y por aquí y por allá había nuevos comercios. Así que tanto Armin como Jean estaban completamente perdidos.

Y por más mala idea que sonaba la idea, Jean había aprendido que darle la contraria a Armin de nada servía, sólo por eso le dejo irse entre la multitud mientras le esperaba en el mercado de lo que parecía ser el centro del distrito. ¿Qué podía salir mal? Además de que sospechaba que había una razón por la que quería ir solo, a dónde sea que fuera.

Sin embargo, estar parado en ese concurrido mercado no era agradable, se había acostumbrado al murmullo de las olas y el chirrido de los grillos y el cantar de sus compañeros para iluminar los momentos aburridos, había olvidado por completo lo que era escuchar a tantas personas hablar al mismo tiempo.

Pero había cosas que jamás se olvidaban, entre esas estaba el color del cabello de Mikasa, oscuro como una noche sin estrellas.

Por eso la vio, aún en medio de tantas personas y que ella estuviera de espaldas.

Jean sintió como si fuera el destino quien le estaba mostrando su camino hacia la felicidad, hacía la mujer que deseo que fuera para él y nadie más.

— ¡Mikasa!—Ella volteo, algo sorprendida, quizás debido a que la voz le salió más ronca de lo normal. Se veía tan bonita, con las mejillas más regordetas, probablemente debido a que dejo de llevar la vida de un soldado, sus pequeños ojos eran más brillantes que antes, pero sus labios seguían igual de sonrosados, y para su gran placer se había dejado crecer el cabello mucho más largo que cuando la había conocido.

Cuando conoció a Mikasa cuando eran adolescentes le había parecido guapa desde la primera vez que la vio, pero ahora era una autentica belleza.

— ¡Jean!— ella dejo caer la canasta en donde tenía las verduras recién cortadas para dirigirse corriendo en su dirección, le abrazo suavemente, casi con timidez—, por fin haz vuelto.

Casi había olvidado ese tierno timbre, el cómo hablaba siempre calmada. Le hacía sentir como si el mundo fuera un lugar seguro.

Ella sonrió levemente al separarse de su cuerpo, y Jean se sonrojo como si fuera el mismo muchacho de quince años otra vez.

—Es bueno verte— llevo su mano a su nuca, avergonzado por tener esa clase de sentimientos aún. Pero él de verdad estaba feliz de verla.

— ¿Vienes por…?

Bajo la mirada, ocultando sus oscuros ojos, no quería decir en voz alta su realidad. Jean la entendía, hacía mucho que había entendido que Eren ocupaba un lugar mucho mayor en la vida de Mikasa.

—Déjame ayudarte con esa canasta— trató de cambiar de tema, caminó a donde ella antes había estado y comenzó a recoger los alimentos que habían sido casi olvidados por ella.

—Gracias— ella le sonrió de nuevo con esa misma dulzura, y se sintió tremendamente afortunado de haber podido volver a verla una vez más. Ella bajo la mirada, ya se había percatado del sonrojo en el rostro del hombre frente a ella, pero no realizó esa acción debido a esto, sino porque toda su atención se dirigió a su vientre.

Solo entonces Jean se percató de que este estaba abultado.

—Mikasa, ¿Tu...?

—Está pateando, es una bolita de ira igual que su padre— ella sonrió mientras pasaba su mano sobre sus ropas, acariciándose, y Jean juro poder ver su mirada llena de amor, quizás solo comparable a la manera en que su propia madre le veía a él—. ¿Quieres sentirlo?

— ¿Eh?— ella ni siquiera espero que le respondiera, con mucha naturalidad tomó la mano de Jean y la puso unos cuantos centímetros a la derecha de su ombligo, donde fue la última vez que sintió una patada.

Esta clase de contacto era extraño, jamás se había imaginado algo como esto. Ellos dos en medio de un mercado, con la mano de él sobre la de ella, con Mikasa embarazada de otro hombre y él tratando de sentir algo que no estaba seguro de querer percibir.

Entonces paso, fue como sentir algo estallar de manera muy débil, fue un movimiento casi imperceptible. Pero aun así a Jean le pareció mágico.

— ¿Lo sentiste, verdad?— ella sonreía como nunca la había visto hacerlo. Asintió maravillado, tanto porque ella se veía tan feliz como por saber que había vida nueva por venir.

Por la cabeza de Jean había pasado la idea de ser padre, muchas veces, incluso se imaginó tener un hijo con Mikasa. Pero jamás creyó sentir lo que sentía en estos momentos.

De alguna extraña manera sentía que amaba a este bebe, de igual manera en que a la madre y al padre.

Le amaba, de la manera más pura que alguien se pudiera imaginar.

Él iba a protegerlo de todo y todos.

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