Perverso
Entornó los ojos y se llevó una mano a la frente. Tembló un momento.
"Esto es increíblemente estúpido" –pensó Severus con un suspiro.
Y es que se encontraba en medio de una situación extrañísima para él, apoderado por aquella fuerza oscura, poderosa, irracional que estaba nublándole la mente, esa fuerza que lo hacía actuar de modos torpes, casi peligrosos…
Algunas gotas se deslizaron por su barbilla, rodaron por su pálido cuello y se perdieron por su pecho debajo de las ropas. Un escalofrío recorrió su espalda.
Increíble, en realidad, lo que el deseo provoca en las personas, porque el amor es solo una cruel trampa disfrazada con la ilusión de la felicidad. –Pensó entrecerrando los puños con furia- Y en realidad es una materia oscuramente mortal y alucinante, que trastorna, confunde, y traiciona a la voluntad más determinada y descarrila a las mejores mentes de la vía correcta. El deseo puede cambiar absoluta y radicalmente la personalidad, y aquello era aterrador.
Era ese mismo odiado sentimiento que lo hacia pensar y hacer cosas ridículas, como anotar su nombre en las esquinas de los cuadernos para luego tacharlos furiosamente con la pluma, o agregar un ingrediente demás a una poción facilísima y arruinarla por completo solo por ver su nuca un par de asientos más adelante. Y esos solo eran los pequeños detalles, porque lo más perverso y horrible de toda la situación era que con cada recuerdo de su voz y de sus ojos estaba un poco más poseído por esta fuerza desconocida, y la odiaba, deseaba odiarla… y mientras más la odiaba, más se aparecía ella en el umbral de los sueños, aquellas horas de la duermevela en que su mente vulnerable la dejaba entrar del todo en sus células, su médula, su piel…Y se despertaba a sobresaltos, sudoroso, ardiendo, queriendo desgarrarse el pellejo con las propias uñas, odiándose y odiándola por aquella tortura inevitable, perversa. Estaba perdiendo el dominio de si mismo, actuaba de modos que él jamás se hubiera permitido, como en ese momento, estando parado junto al lago como un imbécil bajo la lluvia torrencial que lo tenía empapado hasta los huesos, temblando de frío. Sin embargo no podía escapar, aquel sentimiento lo clavaba en la tierra y lo obligaba a esperar y se odió a si mismo por eso. Y volvió a odiarla a ella también.
De pronto, a lo lejos, vislumbró un borrón rojizo que se acercaba a él. Su estomago se apretó dolorosamente y comenzaba a costarle respirar. Perversa era su imagen por provocarle aquella inesperada tensión.
Llegó junto a él, cabizbaja, respirando fuerte luego de correr bajo la lluvia, con su figura también empapada, desdibujada por las gotas de lluvia. Tenía mechones de cabello pegados en la cara y por un segundo, la mano se Snape hizo un movimiento involuntario de acercarse a su rostro y apartarle el cabello, mas se castigó a él mismo haciendo la mano un puño, clavándose las uñas en la palma hasta enterrárselas y sentir gotas de sangre.
Ninguno dijo nada.
Ella levantó sus relucientes ojos verdes hasta encontrarse con los de Snape, y apoyó su mano suavemente sobre del pecho atribulado de él. Algo caliente bajó por la garganta de Severus y el corazón le dio un vuelco.
"Perverso" –pensó cerrando los ojos.
