Introducción
-Que maldito dolor de cabeza- balbuceo entreabriendo los ojos con desgano, cada parte de su cuerpo le latía víctima de un dolor punzante pero era precisamente su cabeza la que parecía a punto de explotar; sin mencionar la sed, sus labios estaban agrietados y sus garganta seca, sentía la lengua rasposa y en ese momento hubiera aceptado cualquier cosa con tal de beber un sorbo de agua, cualquier cosa menos lo que ellos deseaban de él.
El primer día que despertó en aquella celda grito, pataleo y amenazo, era inaceptable que alguien como él fuera tratado de esa forma. Se habían reído en su cara cuando escucharon su nombre, como si él no fuera nadie.
Estiro la pierna unos centímetros apretando los labios para ahogar un gemido de dolor. Imbéciles pensó al darse cuenta de que le habían roto la pierna, tal vez si lo hubieran hecho antes él hubiera podido sentirlo pero ahora con todo el cuerpo cubierto de heridas y quemaduras… sinceramente no había forma de saber que parte dolía más, era mejor no pensarlo, se sentía raramente aliviado , entumecido…
Si quedarse quietecito sobre este mugriento suelo es genial para las heridas, ironizo mientras se obligaba a sí mismo a seguir arrastrándose hacía la esquina donde su túnica le servía de cama, ellos lo habían dejado tirado en medio de la celda con apenas el pantalón cubriendo su cuerpo mientras su torso desnudo mostraba innumerables cicatrices, algunas infectadas, otras aún sangrantes que sobresalían en su pálida piel como un recordatorio de lo que vendría mañana, otro día de tortura, otro día de escuchar las mismas preguntas.
Vendrían por la noche a sanar las heridas más importantes y a la mañana siguiente regresarían a por él para llevarlo un vez más al cuarto de tortura donde lo atarían de pies y manos, primeros el látigo, después el cuchillo, le arrancarían las uñas una vez más…
Draco comenzaba a pensar que ellos realmente sabían que no obtendrían respuestas de él pero lo mantenían con vida para poder seguir usándolo como un pasatiempo, era su forma de entretenerse, su forma de castigarlo por sus errores. Nunca, jamás lo dejarían escapar…
