Disclaimer: One Piece y sus personajes son propiedad de Eiichiro Oda

Hola, gracias por entrar n.n

Hacía mil años que no publicaba nada para este fandom, y cuando terminé de ver la historia de Corazón más o menos expulsé esta escena de mi interior todo conmovido. Demasiado sencilla y sin mérito alguno, como siempre u_uU

Recordé una novela de Pablo De Santis, Lucas Lenz y el Museo del Universo, un policial juvenil. No es una GRAN historia, pero en ese Museo se conservan cosas extrañas, como por ejemplo el silencio. Y vaya si el silencio es raro de encontrar.

Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D


Nuestro territorio


El mar se agitaba contra los peñascos, atronador como el cielo sobre su cabeza. El ramaje de los árboles se sacudía ruidosamente con el viento y los animales de la foresta, impacientes por las inclemencias del clima, articulaban sus discordantes modulaciones según su naturaleza.

Demasiado estrépito, poca capacidad de concentración.

-Room… –profirió Law, intentándolo de nuevo-. ¡Shambles!

Y falló. Había conseguido avanzar mucho, pero entrenar ese curioso y siempre complejo poder le venía costando tiempo, determinación y observación. Cada vez descubría algo nuevo y debía tomar nota mental para recordar desarrollarlo.

En ese momento y en esa isla deshabitada, a punto de desatarse una tormenta, Law decidió que por ese día había sido suficiente. En todo caso, lo que ya no podía practicar con ejercicios lo compensaría erigiendo su plan, pergeñando alianzas, imaginando su propia tripulación.

Todavía era un niño para muchas cosas, pero los atisbos de la madurez ya se reflejaban en sus ojos oscuros y escrutadores. Desde que perdiera a Corazón había logrado reponerse a numerosos reveses, aunque dentro de sí la decisión tomada permanecía inamovible.

-No te habrás olvidado de mí, ¿verdad, Doflamingo?

El susurro se perdió en medio del fragor de la naturaleza. Los elementos se desencadenarían de un instante a otro, estridentes, invasivos, amenazadores. El ruido a veces lo rasgaba todo. Su Room no podría preservarlo de eso como lo había hecho el poder de Corazón.

Si lo pensaba, en algo ambos coincidían: podían fabricar su propia zona, su propia burbuja, el territorio donde sólo ellos podían obrar y modificarlo todo. Aislados del resto del mundo, sí, pero a fin de cuentas un territorio privado, íntimo, uno que podían regular más allá de la incertidumbre de la enrevesada existencia y la complejidad del inevitable acontecer.

Pensándolo de ese modo, al menos, sería capaz de sobrellevar el legado. Sólo pensándolo así lograría sobrevivir.

-Cora-san…

Detenido al borde del acantilado, el murmullo quebrado fue devorado por los truenos, el viento, los árboles, el oleaje. Y pensar que aquella vez había sido el silencio el que contuviese su llanto… Law se mordió el labio, tembloroso. Así estaba bien. Lo suyo había sido desde el silencio, nunca desde la proclama.

Mientras sentía en el rostro el impacto de las primeras gotas, en su mente evocó de nuevo aquella entrega, la generosidad, el sacrificio y la sonrisa. Porque así lo había salvado. No cuando le dio la fruta, sino después. Así le había obsequiado un futuro, le había dado una razón.

Jamás podría olvidarlo. En medio del ensordecedor cataclismo climático, entre los ahogados gritos del corazón que aún lo llamaba, Law guardó silencio en su propio territorio, en su burbuja, en su zona. El silencio era la vía para conectarse con él, para sentirlo de su lado. Porque entonces todavía estaba ahí, escudándolo, igual que antes, igual que siempre. Como cuando el silencio lo había protegido.