"Sólo un poco más. Si consigo pasar esta noche, habré dado un paso en la dirección correcta", pensaba sin guardar las esperanzas. Cada noche, sin excepción desde el último año, las pesadillas lo agobiaban incansablemente. A veces, era un prisionero en su celda. Otras, era un simple caminante en la estación del tren. En ocasiones, se hallaba en escenarios inverosímiles como el interior de un camión o una habitación iluminada sólo por pantallas de ordenador… Pero en cada ocasión, sin que hubiera remedio, un sentimiento inquebrantable de fatalidad se apoderaba de él y comenzaba el conteo. Cuarenta segundos exactos para sentir que el corazón se le salía del pecho, constriñendo cada instante hasta que la muerte se cerniese sobre él y finalmente fuera capaz de despertarse bañado en sudor y lágrimas.
Satoshi lo había intentado todo. Practicó todo tipo de técnicas de relajación, entró a clases de yoga, boxeo y meditación. Cambió la disposición de los muebles en su cuarto, utilizó otras sábanas, puso nuevas cortinas en su ventana. Acudió a escondidas de su familia con un psiquiatra y consiguió medicamentos para combatir el insomnio. Cuando todo esto falló, se decidió a no dormir más y tras las primeras 24 horas de abstinencia las pesadillas inundaron su percepción, desconectándolo de la realidad y generando tal caos que recibió una nota de la escuela donde condicionaban su permanencia mediante sesiones de terapia. Asistió para cumplir con el requisito, pero su experiencia fue demasiado aburrida: no había psicólogo capaz de hacer frente a sus juegos de ingenio, de eso estaba seguro. A veces parecía que le tenían miedo.
Pese a tal calvario, ahí estaba, una noche más. Las luces ya estaban apagadas y él, recostado en su cama, no quería rendirse ante sus terrores nocturnos hasta la llegada oficial del día siguiente: 28 de febrero. Un año completo desde que las pesadillas llegaron, justo en su cumpleaños. Probablemente la falta de descanso ya había hecho mella, pues mientras contaba los segundos para llegar al siguiente día, más se convencía de que las pesadillas desaparecerían, sin más. Quizás bajaría algún espíritu lunar y le diría "tu suplicio ha terminado"… No, eso ya era demasiado. Se entretuvo mirando el segundero del reloj, mientras intentaba mantener la coherencia dentro de sus ideas.
Diez.
Su habitación, modesta pero inmaculada, apenas si recibía una hebra de luz proveniente de la calle. Tal vez… guardaba la obscuridad en su interior.
Nueve.
¿Pero qué clase de persona se detenía con esas ideas? Él, Satoshi, no podía permitirse flaquear y perderse del rol dominante que había decidido para él. Con o sin pesadillas.
Ocho.
"Probablemente me estoy volviendo loco. No hay otra explicación. Aunque la medicación…"
Siete.
"¿Y si acaso… hice algo terrible y estoy pagando por mis pecados?"
Seis.
¡Absurdo! En casi 17 años no había hecho más que esforzarse por ser un estudiante ejemplar. "No tiene caso…"
Cinco.
"¿Será que mi destino sea perder el juicio?"
Cuatro.
"Con tal de ahuyentar las pesadillas…"
Tres.
"… y poder seguir con mi vida…"
Dos.
"…haría…"
Uno.
"… lo que fuera."
…
—¡Ah, Raito! ¡Tanto tiempo sin verte! ¿Tienes una manzana?
A/N: Bienvenidos a Karma, un fic tan malo que no merece que sigan leyendo. Si estás buscando un second-fic-ever, éste es tu fic. Si quieres ver a los protagonistas confrontándose como suelen hacerlo, pero por razones distintas, éste es tu fic. Si quieres afterlife, éste es tu fic. Si buscas yaoi no puedo prometer nada... por ahora.
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