Escarpines en nueve meses.
Era una cálida mañana de Agosto en la casa de los Lupin, y el día no dejaba nada sobre qué desear, pero aún así, Nymphadora Tonks, ahora Lupin, caminaba de un lado a otro en la pequeña cocina, tratando de no dejarse dominar por el pánico, como jamás en su vida había hecho. Tenía que controlarse, si no, él se daría cuenta de que algo andaba mal. Bueno, nada andaba mal, simplemente era que estaba nerviosa, más nerviosa de lo que había estado desde que había entrado al Cuartel de Aurores, a decir verdad.
-Buenos días, amor -exclamó con una sonrisa en voz baja, para no delatarse demasiado, cuando su marido entró a la cocina y se sentó en la misma silla desvencijada en la cual se sentaba todos los días. Rutina.
-Buenos días, Dora -respondió él cansinamente. Hacía un par de noches había habido Luna Llena, y el hombre seguía agotado. No era lo mismo recuperarse de la transformación tranquilo en la casa de uno, que recuperarse en medio de hombres lobos salvajes, y misiones para la Orden.
-Este... tenía pensado en salir un rato hoy, no sé qué te parece -comenzó a hablar ella, sacando confianza en si misma sabe Merlín de dónde (o dónde había puesto la que normalmente tenía).
-Tonks -llamó Remus, mirándola como si estuviera incubando una extraña enfermedad-, ¿te has dado cuenta de que estamos en medio de una guerra?
-Sí, claro -sonrió aún más, y su marido rodó los ojos.
-¡No podemos salir sin autorización de la Orden, bien que lo sabes! Somos de los más buscados de la lista negra, no nos podemos arriesgar.
-¡Qué aguafiestas eres, Remus! Venga, solo por hoy.
-Eres increíble -resopló él-. ¿A las peliaculas muggle?
-Películas, Rem, películas -resopló ella también.
-¿Y, qué dices? No pensarías que te iba a llevar al Callejón Diagon, Nymphadora -se asustó el hombre lobo. Hablando de su mujer, no había cosa que fuera imposible.
-El cine está perfecto, pero pensé que al menos podríamos ir a por un par de escarpines -suspiró la joven, y el hombre que tenía en frente apenas la miró, concentrado en "El Profeta", y su taza de café habitual.
-Pídele a Molly que te teja un par, no creo que se haga problema -le dijo distraído, y ella rió.
-No son para mi.
-¿Entonces? ¿Es que acaso no puede esperar?
-Sí, claro que puede esperar.
-¡¿Entonces?! -se exasperó él, levantando la vista del periódico y mirándola fijo. Definitivamente su mujer se estaba volviendo loca.
-Tenemos nueve meses para comprarlos -explicó en pocas palabras, torciendo la boca en un gesto que Remus no supo interpretar.
-¿Tenemos? No te entiendo.
-Tonto Remus Lupin, ¿es que acaso quieres que cuando nuestro hijo nazca ande descalzo? ¡Va a pescar un resfrío! -ante esto, Tonks volvió a sonreír, un poco más tranquila.
-¿Hijo? -todo color en su cara se esfumó. Si hubiera tenido un pergamino cerca, hasta se los habrían confundido-. ¿Un hijo, Dora? -y ante esto, un miedo que jamás se había apoderado de la metamorfomaga lo hizo. ¿Y si su marido no quería un hijo? ¿Si no la quería a ella como madre? ¿Si él mismo renegaba de ser padre?
Pero como siempre, Remus la sorprendió. Una sonrisa rejuvenecida afloró en su rostro, y abrazó a Tonks.
-Un hijo -confirmó ella, y volvió a sonreír.
