prólogo
Batman había huido. Y no lo habían pillado. Escapó saltando al mar para, planeando, descender hasta la lancha motora donde lo esperaba Alfred y cambiarse rápidamente de ropa. Bruce Wayne volvió a su casa después un nada productivo día de pesca.
De eso hacía ya tres meses.
Tres meses en los que Bruce y yo nos habíamos hecho inseparables. Más que amigos. La ciudad se había librado casi completamente de la delincuencia y Batman cada vez salía menos. Pero había un pequeño detalle que al principio no dejó de dar vueltas en la cabeza de Bruce: Joker.
Sí, Joker.
Porque cuando los policías subieron a por él a donde les indicaba el comisario lo encontraron allí colgado. Pero el Joker que encontraron medía cuatro por seis centímetros y el reverso era de rombos negros y rojos. En la parte delantera ponía: "me temo que tendré que usar un comodín; ja, jo, ji, je, ja".
Sin embargo no se sabía nada de él desde entonces. Absolutamente nadie sabía qué había sido del famoso Joker. Nadie. Así que, poco a poco, Gotam fue olvidándose de él… incluso Batman, con el paso de los días y las semanas y después los meses, fue relegando poco a poco a Joker a un segundo lugar en sus pensamientos.
Hasta que llegó aquel día.
Yo estaba en mi casa esperando a que Bruce me viniese a buscar para ir al teatro juntos, cuando de repente se fue la luz de mi casa.
En mi salón se oyó una risa…
