Capitulo 1 - Demora

Lentamente su escritorio comenzaba a quedar vacío al tiempo que depositaba sus objetos personales en una caja de cartón. Sus lapices, bloc de notas y demás artículos de oficina eran guardados de manera ordenada para ahorrar espacio. El joven de mediana estatura, caucásico y cabellos tricolores mantenía su cabeza baja para no ver los rostros de los otros 3 oficinistas que aun permanecían detrás de sus escritorios; de alguna manera, sentía sus miradas juzgadoras clavarse en su nuca, en silencio, seguro ellos sabían lo que había ocurrido y no... ninguno de ellos se solidarizaría con él y sabia bien el por que. Continuó con su tarea cuando, sin darse cuenta, tuvo en sus manos su blanca taza de café, casi sin uso, con la inscripción: "Para mi super hermano"; la sostuvo un segundo recordando a su hermano que hoy regresaba a Tokio en el vuelo de las 18:00 horas, se imaginaba el encuentro y lo que le diría cuando le contara las novedades. Suspiró viendo de nuevo la taza notando, esta vez, una mancha roja sobre la blanca porcelana donde su mano derecha la había tocado; la limpio un poco y la guardó junto con los demás objetos.

Habia sido una mañana singular...

Entró a la oficina de su jefe, Dartz Paradius; quien estaba detrás de su escritorio revisando unos papeles. Esperó en silencio hasta que el hombre de cabellos verdes y ojos caramelo le prestase atención.

¿Que necesitas Yami? –preguntó su jefe al fin.

Señor, mi hermano vuelve hoy de Domino y... quiero pedirle si puedo salir antes hoy para ir a recogerlo al aeropuerto –presentó su solicitud con calma.

¿Quieres retirarte temprano? –preguntó lo obvio.

Si, por favor –decidió agregar una suplica.

Ay, Yami, Yami... –fue la respuesta de Dartz.

No recordaba bien que pasó pero Dartz comenzó a recriminarle un par de clientes que había perdido; que "él" había perdido. No fue su culpa; trato de mantenerlos satisfechos, como era usual, pero tampoco iba a rebajarse después de la manera en que uno de ellos lo llamó. Y él no era así; nunca accedió a "eso" para cerrar un contrato de su jefe; deseaba no haber agregado esa referencia en su resumé; pero de la nada se encontró de espaldas sobre el escritorio de su jefe y este entre sus piernas luchando por sostenerle los brazos.

¡Suélteme! –gritó el ojirubí tratando de quitarse a su jefe de encima.

¡Yami! ¡Tranquilo! –le ordenó tratando de contener al de cabellos tricolores que no parecía querer cooperar.

¡Suélteme! ¡No me toque! –gritó al tiempo que liberaba su mano derecha del agarre de el de cabellos esmeralda y la acción que siguió, esa fue la acción que lo llevó a lo que estaba haciendo ahora. Una sorpresiva trompada alcanzó el tabique nasal de su jefe haciendo que este retrocediera sosteniendo su rostro lesionado. Yami se quedó allí un segundo paralizado por lo que había hecho, miró el suelo y vio una gotas de sangre justo sobre el suelo que estaba pisando Dartz, alzó la vista y efectivamente, una catarata de sangre caía de las fosas nasales de este que intentaba vanamente contenerla con sus manos. El ojirubí comenzó a retroceder lentamente hacia la puerta mientras que la ira en el hombre de cabellos verdes iba en aumento. Yami, en su cabeza, imaginaba lo que Dartz le diría o gritaría

¡Tú! ¡Tú, maldito...! –bramó el de ojos caramelo.

Pero no... no le daría esa satisfacción.

¡Renuncio! –gritó con tanta seguridad, una seguridad que creía había perdido junto a su dignidad cuando comenzó a trabajar para esa maldita compañía. Salió de la oficina de su jefe con decidido rumbo a su escritorio y allí era donde estaba ahora.

–¿Me estas escuchando? –Una voz le estaba hablando, ¿qué acaso no podía recoger sus cosas en paz?– ¿Hola? –la voz lo reclamó insistente; y... reconocía esa insistencia.

–Si... –respondió fingiendo atención; alzó la vista a ver a aquellos ojos azules cuyo dueño alguna vez lo había rechazado.

–Dejaste esto en mi oficina para que lo firmara –dijo tirando sobre la mesa de Yami un grueso manojo de hojas que retumbó al chocar contra la madera.

–¿Si? –preguntó restandole importancia, no quería recordar esa ocasión pero estaba seguro que el castaño insistiría en recordarselo. Después de todo, esa era su costumbre, era la costumbre de todos los jefes de grandes empresas, pisotear a los subordinados.

–¿Esta Dartz? Vengo a rescindir su contrato; y decirle que enviar a sus prostitutas a endulzar la oferta no funciona conmigo –habló tratando de ser lo mas hiriente posible.

–"¿Prostituta?" –la palabra resonó en su cabeza. Yami bajo la mirada intentando no dejar escapar sus lagrimas pero los nombres le dolían. Aún cuando nunca había hecho nada merecer ese nombre, o al menos eso creia, a pesar de nunca haber traspasado esa linea, ¿así era como los demás lo veían? ¿cómo sus compañeros lo veían? ¿por eso eran tan fríos con él?

–¿Esta Dartz en su oficina? –habló ignorando por completo el alterado estado de animo de aquel secretario de cabellos tricolores frente a él.

–Si, supongo... –respondió regresando a su actividad inicial de ordenar sus pertenencias.

–¿Supones? ¿No eres su secretario? –preguntó con su paciencia puesta a limite; ¿acaso ese joven no sabia si su propio jefe estaba en su oficina o no?

–Recientemente... –acomodó unos papeles de manera nerviosa ganándose la atención del empresario frente a él, aun mas al ver la mano derecha del joven secretario cubierta de una sustancia roja que podía adivinar que era–, he rescindido de ese privilegio. Así que... –Yami se percató que su mano derecha estaba llamando la atención del ojiazul por demás, así que como casi un acto reflejo la apartó ocultándola.

–¿Estas llorando? –preguntó el ojiazul casi fingiendo interés y preocupación; no debia dejarse engañar, sabia por experiencia que Yami era muy bueno en fingir emociones, tenia esa habilidad de actuar; podría haber sido un buen empresario si no fuera que, a su parecer, era un don nadie y usaba su talento para beneficio de Dartz, quien lo habia convertido en su sumisa marioneta. Y eso le repugnaba.

–No... –mintió aunque no del todo.

–¿Tanto significaba para ti trabajar para ese sujeto? –preguntó, la verdad era que Dartz era un cretino como ejecutivo y como persona; por eso, no podía entender como aquel joven podía sentirse triste de abandonar un trabajo tan vacío como ser secretario de ese infeliz.

–No son lagrimas de tristeza es solo que... –ahogó una risa algo psicótica que puso en alerta al empresario– no importa –dijo mientras secaba sus lagrimas recordando lo que había hecho hacia instantes nada mas y que ese pomposo empresario fingiera preocupación en él aun después de que lo había insultado y llamado... era algo... cómico. Pero podía darle un fin aun mas divertido. Ante la mirada atónita de Kaiba; Yami tomó el contrato del castaño y sin decir una palabra lo colocó en la trituradora, que estaba sobre el cesto de basura a un lado de su escritorio, haciendo que las gruesas hojas se convirtieran en añicos frente a los azules ojos del empresario. Cuando la maquina termino de procesar las hojas, ahora hecha jirones, Yami tomó un manojo de esos pedazos y los colocó en los bolsillos del blanco abrigo del empresario, quien admiraba sin habla las acciones del joven frente.– A riesgo de dañar aun mas mi relación con Dartz, señor Kaiba, le digo: "pase, el señor Dartz lo esta esperando". –Dicho esto, el joven de cabellos tricolores tomó su caja de cartón con sus cosas y se retiró hacia el ascensor.

El joven empresario lo vio alejarse y desaparecer dentro del ascensor y no pudo evitar pensar en lo extraño que era ese joven. ¿Qué quería decir que riesgo de arruinar aun mas su relación con Dartz? ¿Por qué tenia sangre en su mano? No tenia idea de lo que se refería entonces, pero al abrir aquellas puertas del despacho del dueño de Industrias Paradius estaba seguro de que entendería y de alguna manera, sabia que desearía volver a ver a ese niño otra vez.


Se sentó en uno de los asientos de la terminal. Ya eran las 17:45, el vuelo en que venia Yugi debía estar por llegar. Ya hacia una semana que su hermano menor se había ido a casa de sus padres a visitarlos; ya lo había puesto al tanto de la situación en la que estaban ahora que había renunciado a su empleo, debía conseguir otro para pagar el alquiler y debía ser pronto. Maldición, seguro Yugi les contaría a sus padres y estos levantarían criticas contra él y su ridícula idea de abandonar a tranquilidad de Domino e ir a la céntrica Tokio. Se sostuvo la cabeza para pensar y tratar de ordenar sus meditaciones. Ya lo solucionaría, no debía seguir golpeándose con eso. Miró a su derecha, un enorme ventanal que daba a la pista de aterrizaje donde los aviones daban sus primeros pasos para el despegue; se quedó un rato viéndolos, estaba aburrido. Alzó la vista a la cartelera que anunciaba los horarios de llegada de los vuelos y las letras verdes y rojas que rodaban en el mismo formando la palabra: "Delayed" una y otra y otra vez. Se masajeó un poco la sien; el reloj marcaba las 18:47 horas, ya estaba cansado de esperar. Comenzó a leer la publicidad cuando una cartelera llamó su atención: "La vida no es más que una sombra que pasa. Macbeth. Sábado 22:00 horas en el teatro South Broadway" El ojirubí se llevó las manos a la cabeza; ¿podía ser que esa fuera su maldita suerte? De todos los lugares donde podía sentarse a esperar; ¿justo tenia que ser frente a ese condenado cartel?

–¿Demorado?

Una femenina voz acentuada, extranjera seguramente lo sacó de su ostracismo. Se escuchaba demasiado cerca ¿acaso le estaba hablando a él? Alzó la vista y ahí estaba de pie frente a él: una joven caucásica, de cabellos negros y rizados y labios delineados en un exagerado pero sofisticado rojo carmesí. Vestía un abrigo de piel negro engrosado el cual parecía brillar cuando la luz se reflejaba en el mismo. En sus pies llevaba una botas cortas de cuero negro y sus piernas estaban recubiertas por unas medias de nailon negras con un curioso detalle brillante. En una mano llevaba un bolso negro mientras que con la otra mantenía su abrigo cerrado evitando que los demás vieran lo que había debajo de este.

–¿Qué? –Yami se quedó sin habla un instante; a simple vista la joven parecía tener una avanzada edad si no se la observaba con atención; cuando la escuchó creía que era otra señora mayor que le pellizcara la mejilla pero... no parecía estar en sus intenciones. La joven lo veía como si lo conociera; y eso lo incomodaba un poco.

–Si estas demorado –volvió a preguntar la joven.

–Ah si... si ya hace un buen rato –respondió Yami sin dar mucho detalle.

La joven sonrió mordiéndose un poco el labio– ¿De veras? Por tu expresión.. –dijo al tiempo que daba un paso al costado y se sentaba en el asiento que estaba a la izquierda de Yami– diría que llevas años esperando. –Terminó su frase mientras se cruzaba provocativamente de piernas y sacaba un paquete de cigarrillos de su abrigo– ¿Quieres? –preguntó ofreciéndole la cajilla de cigarrillos al ojirubí.

–No, gracias. No fumo –negó gentilmente apartando los cigarrillos de su rostro.

–Me lo imagine –respondió la joven guardando la cajetilla –¿Sabes? Yo tampoco... pero nunca se sabe cuando te encontraras con alguien que si. ¿Curioso no? –preguntó moviendo un poco sus piernas.

–Si, supongo –respondió Yami sin darle demasiada importancia y volvió la vista de nuevo al cartel que anunciaba la llegada de los aviones; el letrero "Delayed" seguía ahí

–Así que... ¿qué te dejo plantado esta vez?

–¿Cómo? –la voz de la mujer otra vez se entrometió en sus meditaciones.

–¿Qué estas esperando?

–A alguien, a mi... –se detuvo ¿De veras quería entablar algo con esa extraña? No lo creía.. ni siquiera la conocía– A nadie.

–No te pregunte "quien", te dije "qué" –volvió a preguntar la joven.

–¿Cómo que a "qué"? –la mujer lo estaba poniendo nervioso No entendía hacia donde iban sus preguntas.

La joven sonrió –cuando te vi aquí sentado entre toda esta gente; no veía a alguien que estuviese esperando a otro alguien. Veía a un joven que estaba esperando algo; algo... quisiera saber ¿qué?

–No sé a que se refiere. ¿Acaso va caminando por el aeropuerto preguntándole a la gente que espera?

–No necesito hacerlo; ya te dije... veo a toda esta gente aquí y sé bien lo que cada uno espera. Cada uno de ellos pero tu... tu me impresionas... no eres como los otros.

–Mire, no quiero ser descortés pero, no sé qué es lo que quiere. ¿Esta bien? Ni siquiera la conozco

–Creo que sí. ¿Y sabes por qué? Porque yo te conozco... –respondió.

–No lo creo –estaba seguro que nunca la había visto.

–Si, tu eres... el actor... Yami Mutou. ¿No es así?

–Pues... si. –respondió asombrado ¿Cómo lo había reconocido? Su carrera había terminado antes de comenzar; no había llegado a ser tan popular para ser reconocido– ¿Cómo lo supo?

–Pues bien, joven actor. Uno reconoce a otro; si no lo haces... es porque no has estado suficiente tiempo con los de tu clase. –respondió insinuándole su naturaleza artística

–¿Usted es actriz? –preguntó, no la reconocía

–Eran otros tiempos. Ahora me dedico a otras cosas pero... no he perdido el toque ¿verdad? –habló con elegancia.

–Pues no, es muy buena –no sabia que decir.

–¿Y ahora? ¿En que estas trabajando? –preguntó la mujer indagando en la vida profesional del joven.

–No, no, yo... hace muchos tiempo que no... –no quería dar detalles de su abrupta salida.

–Oh, no me digas. Eso es... es como una puñalada para un artista –dijo con tono compareciente

–Si, bueno... no esta tan mal. Estoy comprometido –mintió.

–¡Agh! ¡Por Ra! ¿Comprometido? ¡Patrañas! Para un artista la única cosa con la que puede comprometerse es el escenario.

–Si, bueno... el escenario hace mucho rompió conmigo –trató de explicar con una triste sonrisa en sus labios.

–No, el escenario siempre sera parte de ti. Porque una vez que subes ya jamas podrás vivir alejado de él. ¿Sabes? Habrá una obra y se necesita un actor ¿te interesa? –ofreció la mujer.

–¿Como extra? –bromeó, aunque sabia que el único papel que podría conseguir sin trayectoria seria ese.

–¿Extra? –estalló en risa la mujer–. Que buen sentido del humor tienes. No cariño, un papel. Uno de verdad.

–¿Acaso usted tiene contactos? ¿Por qué me darían un papel? –preguntó tratando de averiguar quien era esa mujer.

–Pues digamos que soy una muy buena representante –respondió de manera evasiva pero a la vez mostrando su superioridad.

–¿Y haría eso por mi? ¿Por alguien que conoció en un aeropuerto? –se quedó un instante pensando– Bien, ¿y en que parte de la historia termino drogado y vendido como esclavo a China? –dejo expuestas sus obvias dudas. La situación era por demás extraña.

–Pues tendrás que confiar en mi...

–Su atención por favor, el vuelo 689 proveniente de Domino hará su arribo por plataforma 8 –habló una voz femenina por el alto parlante

Yami escuchó el aviso; ese era el vuelo en el que venia Yugi, debía retirarse cortésmente Se puso de pie dando por terminada la conversación con aquella mujer.– Mire, es usted muy amable. Pero no puedo... –

–Como quieras... será tu decisión –dijo la joven poniéndose de pie también y sacando una tarjeta del bolsillo de su tapado negro– ten mi tarjeta. Si cambias de parecer, llamame.

Yami tomó la tarjeta y leyó el nombre impreso en la misma con delicadas letras cursivas y trazos dorados: "G. L. Laveau" y un número de teléfono en el margen inferior derecho.– Gracias... –alzó la vista a saludar a la joven pero para su sorpresa, aquella mujer ya no estaba allí; miró a su alrededor buscándola con la mirada pero se había desvanecido.

–Su atención por favor, el vuelo 689 proveniente de Domino acaba de arribar por plataforma 8 –anunció la voz del altoparlante. Yami se quedó un instante tratando de localizar con la mirada a aquella mujer en ese océano de gente pero fue imposible. Guardó la tarjeta en su bolsillo y se dirigió a la plataforma 8 a esperar a su hermano.


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Hello, ¿qué tal? que nervios... (grita ante la presión) es mi primer fic oficial; tiene un poco de todo, asi para los que hayan llegado hasta aqui... sean compasivos por favor; y no se olviden de dejar reviews para saber que opinan ¿si? :)

Nos leemos.