Holi! aqui de pasadita por ff trayendo una adaptación de una de mis parejas favoritas *v* espero q les guste como a mi.

Cabe recalcar que ni la historia ni los personajes me pertenecen, es una simple adaptacion sin fines de lucro

Título Original: The secret baby revenge

Género: Contemporáneo

Protagonistas: Roy Mustang y Riza Hawkeye

Argumento:

Por fin podría vengarse de la mujer que lo había abandonado… y a la que no había podido olvidar.

Roy Mustang obedecía a su origen xingnese: era orgulloso y apasionado y había conseguido recuperar la fortuna de la familia partiendo de cero. Pero seguía doliéndole que la bella Riza Hawkeye lo hubiera abandonado hacía cinco años y seguía deseando volver a hacerla suya.

Ahora se le presentaba la oportunidad de sacarse la espina: Riza estaba dispuesta a ser suya durante veintiséis noches si él pagaba sus deudas. Su talento para las inversiones inteligentes lo había hecho rico, y esa proposición prometía reportarle muchos beneficios…

sin mas distracciones... Disfruten la historia ;)


Capítulo 1

Era la noche de inauguración del Havana Club en Central, y Roy Mustang permanecía de píe en el ajetreado bar, contemplando a los bailarines que se deslizaban por la pista de baile mientras esperaba sus bebidas. Según su amigo Maes Hughes. consejero legal y soltero codiciado, toda la jet set estaría presente para ver y dejarse ver en el sitio de moda, y podría encontrar una compañera dispuesta a compartir con él algo más que unos bailes.

Sin embargo. Roy no había ido a la fiesta en busca de una relación sexual esporádica, sino para escapar del profundo aburrimiento que lo atenazaba. Recientemente había finalizado una relación muy poco satisfactoria, y no estaba seguro de querer complicar su vida con otra mujer de momento, ni tener una aventura de una noche. No estaba buscando posibles candidatas, sólo observaba mientras las parejas bailaban la salsa en un calidoscopio de color; los bailes xingneses estaban de moda gracias a varios concursos de televisión, y aquel club estaba capitalizando la nueva tendencia.

-Es la forma perfecta de conocer a gente -había dicho Maes-, todo el mundo va a exhibirse.

Un tanto perplejo ante tal exuberante y público despliegue de diversión y fantasía, Roy pensó que su amigo tenía razón. La mayoría de los asistentes se habían lanzado de cabeza a la moda del baile latino; los hombres vestían camisas entalladas de puños amplios y pantalones de campana, y las mujeres prendas ceñidas con grandes rajas laterales, pantalones negros ajustados con tops hasta el ombligo, o faldas con volantes y zapatos de tacón de aguja.

Estar allí era como visitar un exótico país extranjero; era una vía de escape a las presiones de la frenética sociedad del momento, un lugar donde la gente podía saltarse las normas, deleitarse con vestimentas desinhibidas, disfrutar del placer primitivo de bailar al son de la música, por no hablar de la excitación sexual… con la persona adecuada.

Una vistosa pareja llamó su atención. El hombre vestía de blanco, y llevaba el largo cabello rubio recogido en una coleta; resultaba espectacular, con su piel bronceada y sus facciones duras y atractivas. La mujer llevaba un vestido con gran escote en la espalda, y la falda ceñida terminaba en un volante ribeteado en blanco. Su cabello era largo y rubio, una masa de rizos que le llegaba por debajo de los omóplatos que le recordó a Riza Hawkeye… alguien a quien prefería olvidar.

-Sus bebidas, señor.

Roy pagó al camarero; los precios también pertenecían a un mundo de fantasía, en el que los clientes no prestaban atención a los costes. Era extraño, pero a pesar de la fortuna que había amasado, el valor del dinero aún tenía importancia para él; aunque hacía y compraba lo que quería, era imposible olvidar las lecciones que impartía la pobreza.

Con las bebidas en la mano. Roy se volvió para rodear la concurrida pista de baile hacia la mesa donde esperaban Maes y sus acompañantes, y se encontró con la mujer de pelo rubio girando justo delante de él. Tenía un cuerpo fantástico: sus pechos abundantes se apretaban contra la ceñida camiseta negra, la falda se abría hasta medio muslo y el cinturón enfatizaba una cintura que podría rodearse con las manos; sus caderas eran pura poesía y sus largas piernas asomaban con seductora elegancia. El hombre de blanco la agarró y la inclinó sobre su rodilla, y el grácil cuerpo femenino se arqueó de modo que la melena de rizos rubios rozó el suelo; sus magníficos ojos avellana brillaban con placer, su rostro entero estaba iluminado por una sonrisa… Roy sintió una sacudida tan fuerte, que derramó parte de las bebidas que llevaba.

¡Era Riza! El corazón le dio un vuelco y sintió un golpe en las entrañas. Era la sorpresa, intentó razonar tras contener el impulso de fulminar con la mirada al hombre de blanco y de sofocar la urgente necesidad de arrancar de sus brazos a Riza. No esperaba encontrarse con ella, pensaba que sus caminos no volverían a encontrarse jamás. Ella se había marchado al extranjero después de dar por finalizada su relación, y sin embargo allí estaba, en aquel club, justo delante de sus narices. Y con otro hombre.

Aquello era perfectamente razonable; ¿por qué no iba a salir con otros hombres? Él había estado con otras mujeres, aunque nunca había sentido la misma intensidad que con ella. Se había negado a involucrarse emocionalmente con nadie después del abandono de Riza; era más sencillo moverse en el mundo de los negocios sin aquel tipo de distracción.

Y era absurdo que le afectara verla; lo pasado, pasado estaba. Apartó la mirada de la pista de baile y. con cuidado de no derramar más las bebidas, se dirigió hacia la mesa de Maes. Se sentó al lado de Amber Piramo, que había pedido el refresco dando por sentado que él lo pagaría y se lo serviría, que se le concederían todos sus caprichos porque era una hermosa mujer de la alta sociedad con una adinerada familia de rancio abolengo.

-Oh, gracias. Roy, querido -dijo con efusividad-. Estoy deshidratada, totalmente deshidratada.

Él no era su querido, y a pesar de sus evidentes encantos físicos, su descarado coqueteo le parecía irritante. Roy tuvo que obligarse a sonreír cuando respondió:

-Siento haber tardado tanto en el bar.

-No importa -Amber le dio unas palmaditas en el muslo antes de continuar-: es divertido observar a los otros bailarines.

Los músculos de la pierna masculina se tensaron, repeliendo de forma instintiva el contacto, y Roy apretó con fuerza la mandíbula: la única caricia que quería… pero Riza estaba con otro.

Amber retiró la mano incitante y tomó su vaso; bebió demasiado, demasiado deprisa, delatando una despreocupación imprudente por el alcohol del cóctel. Roy esperaba que la mujer no estuviera armándose de valor para insinuarse de forma más directa; aunque pudiera parecer una actitud pasada de moda, consideraba que era prerrogativa del hombre ser el cazador.

Cuando la música paró, su mirada buscó instintivamente a Riza: su acompañante la acompañó a una mesa donde otro hombre acababa de dejar a una mujer con el cabello morado, que obviamente no tenía nada de tímida. Llevaba un top negro que le llegaba por el ombligo, y unos pantalones muy ajustados de color fucsia. Sorprendentemente, los tres se pusieron a charlar y a reír… dos mujeres y un hombre entre ellas, mostrando una gran cordialidad.

De repente. Maes se interpuso en su campo de visión, fingiendo cómicamente tener las piernas temblorosas y secándose la frente mientras se acercaba con su última conquista. Nina Salter-Smythe, desde la pista de baile.

-Necesito una rápida y enorme dosis de cerveza fría -dijo el hombre, y tras dejar a su pareja en la mesa, se dirigió al bar.

Nina sugirió a Amber una visita al tocador, y ambas mujeres se levantaron y dejaron a Roy libre de contemplar a Riza sin interrupciones. Intentó recordar que aquella mujer lo había rechazado, que no debería pensar más en ella, que no debería volver a mirarla. Era un esfuerzo inútil y frustrante, ya que todos sus instintos estaban al rojo vivo. Ella había sido su mujer, y Roy quería otra oportunidad. Si no estaba casada con el latin lover, que estaba desplegando su encanto sobre las dos mujeres de forma indiscriminada, tenía espacio de maniobra. Y pensaba maniobrar. Su cuerpo entero se lo exigía, demandaba que organizara su ataque, que Riza volviera a formar parte de su vida.

En cuanto Maes volvió a la mesa, listo para hacer de amable anfitrión ante sus amigos. Roy se puso de pie para interceptarlo antes de que se sentara.

-He visto a alguien con quien quiero hablar -explicó-: discúlpame, ¿de acuerdo?

-¡Espera! -protestó su amigo-, ¿qué hay de Amber? Te estaba comiendo con la mirada.

-No hay nada con ella -dijo Roy con sequedad, levantando la mano para evitar más comentarios mientras se dirigía hacia la única mujer que existía para él aquella noche.