No sé en realidad como llegue hasta aquí, solo sé que estaba siguiendo a una chica rubia que caminaba deprisa y se me perdió de la vista, nunca estuve en este lugar o en alguno parecido y eso que yo pago la mitad de él. Una biblioteca enorme e imponente, el olor a libro se siente en cada célula del cuerpo y un extraño presentimiento de que estoy atrapado entre la infinidad de libros ordenados en los estantes, mire por todos lados, me he perdido otra vez y ¡no tengo escapatoria!
El rubio jefe de la mafia camino pasillo tras pasillo buscando dos cosas:
1-Una salida
2-La chica que perseguía rubia, vestida de blanco, presuntamente francesa
Algo que le había hecho costumbre al Cavallone era hablar con las mujeres, lo hacía demasiado bien quizás. Un jefe de la mafia atraía muchas mujeres en especial uno como el, bien pareció, seductor y sobre todo, un genio con las mujeres, no había ninguna mujer que no cayera en sus manos pero aun así él sabía escoger bien las mujeres, sólo aquellas que no dirían nada sobre aquel encuentro o al menos nadie le creería, nunca nada muy serio. Y ahora él Cavallone estaba atrapado en una biblioteca llena de libros antiguos, de repente divisó una chica con una camisa blanca y una falda oscura con el cabello en un bollo, piel pálida y tras sus gafas unos ojos verdosos, parecía una simple bibliotecaria acomodando algunos libros. Bruscamente la tomó de los hombros y ella le empujó con el ceño fruncido tratando de apartarle inútilmente.
-¡¿cómo salgo de aquí?!
-silencio en la biblioteca-dijo con el ceño fruncido
-necesito salir de aquí, tú no entiendes
-no, usted no entiende, silencio en la biblioteca
-creo que no me conoces-dijo con una sonrisa galante- necesito salir de aquí, pronto hermosa señorita
-silencio en la biblioteca-suspira molesta-sigue al final y dobla a la izquierda hasta el final del pasillo
-gracias
Iba a salir y chocó con el carrito de los libros que había arrastrado la mujer hasta el lugar, cayendo sobre él y botando los libros lo que generó un gran escándalo. La mujer le miró furiosa así que rápidamente se encogió y recogió los libró como pudo, él se encogió también para coger algunos libros, se acercó a un libro castaño y un leve roce hubo entre sus manos, sonrojando a la mujer que rápidamente se paró y se apartó
Esta mujer...
Tiene algo especial, no sé qué es pero lo sentí al tocar su mano, un simple toque fue suficiente. La mire y ella enojada me echó de la biblioteca sin dejarme decirle nada. Me senté en las escaleras pensando en el roce de su mano, trate de hablar con Tsuna por teléfono pero estaba ocupado, mi hermano pequeño siempre está ocupado, hace poco que se volvió jefe, es normal que algo así sucediera.
Doy un suspiro largamente, Romario me mira desde lejos lo confundido que estoy. Volveré mañana ya que una mujer enojada es terrible, ya he tenido experiencias con otras mujeres, golpes, rasguños, incluso sillas me ha tocado enfrentar de una mujer enojada.
Sin importar lo que los demás dijeran solo se fue de la reunión con algunas familias de la mafia directamente a cenar a la mansión Cavallone. Miró con tristeza la enorme mesa vacía donde comía solo, se lo había repetido mil veces, tenía que conseguir una esposa, una mujer fuerte para engendrar al próximo heredero de la familia Cavallone, una familia de las más importantes de Italia. Miró su plato de fina comida que en realidad no le llamaba la atención a pesar de su apariencia, hace varios años que no comía una comida hecha en casa y realmente lo deseaba. Nada le importaba en la mesa en ese momento así que montó su hermoso caballo blanco y para salir a un paseo seguido por sus subordinados hasta la mansión Vongola, entró tranquilo y saludo a todos como siempre para irse hasta la oficina del jefe donde se sentó tranquilamente esperando a que el terminara de hablar por teléfono algo nervioso.
-Dino-san ha pasado tiempo-dijo el castaño al levantarse
-bastante Tsuna ¿cómo va todo?
-difícil... pero vamos avanzando ¿cómo va todo para ti?
-algo extraño... dime hermanito ¿cómo se siente cuando tocas a Kyoko?
-¿c-cómo?-dijo sonrojado apoyándose en la silla
-me refiero-dijo algo avergonzado- cuando tocas la mano de Kyoko... ¿que sientes?
-pues... se siente muy bien, es como si solo Kyoko-chan y yo estuviéramos en el lugar... ella es el amor de mi vida-sonríe para sí mismo pero al mirar a el rubio dijo nervioso resbalando con la silla- ¿p-por qué me preguntas eso Dino-san?-dijo al levantarse del suelo
-bueno... conocí a una chica en una biblioteca
-¿Dino-san en una biblioteca?-dice riendo levemente
-fue un accidente, venía siguiendo a otra chica pero cuando entre tropecé con el carrito de libros y sin querer toque su mano… sentí eso mismo que dices... pero ella no es mi tipo, no es de las chicas que acostumbro salir
-si sentiste eso, deberías intentarlo Dino-san
-¿debería ir con ella?... parece muy estricta
-eso no lo has sentido antes ¿cierto?-el rubio asiente-entonces no pierdas la oportunidad
Tsuna tiene razón, cuando mi madre seguía viva me decía cómo conoció a mi padre, ella era solo una panadera, me dijo que cuando toco a mi padre sintió que su estómago se revolvía y eran solo los dos aquella vez en el lugar, desde entonces se volvió la señora del jefe, lo mismo que sentí yo hace unas horas, esas cosas solo se sienten una vez en la vida y no puedo perder la oportunidad de seguir al amor de mi vida.
El rubio se miró al espejo al salir de la ducha al siguiente día, se golpeó levemente las mejillas con las palmas de las manos y se miró decidido, hablaría con ella sin importar el que. Primero se cambió de ropa, comió rápidamente su desayuno y se fue caminando hasta la biblioteca, entró nervioso y de nuevo el olor a libros golpeo su nariz pero esta vez era agradable el olor a papel antiguo y a tinta. Buscó por todos lados a la mujer y no la encontró, se acercó a otra chica que trabajaba ahí y la describió, una mujer de pelo oscuro en un bollo, con gafas y ojos verde claro, le mostró la tarjeta de identificación de la chica y era ella.
Sarafina B. Dalbello
Por unos euros la chica le dio una lista de libros que la chica estaba leyendo ya que era lo único que sabía de esta, se puso a buscar algunos, el que más le intrigó fue un libro de amor muy antiguo, así que dejó los demás de lado y se fue con él, mañana volvería a leer ahí para buscarla. Pero cuando salió tranquilo de la biblioteca chocó con una chica, cayendo al suelo junto con ella, se levantó rápido para ayudarle caballerosamente a levantarse pero ella miró con curiosidad el libro que estaba en el suelo
-ese es el libro que iba a llevar-musito
-ah...-le mira los ojos-¡la chica estricta!-dijo emocionado
-no se puede gritar en la biblioteca-dijo molesta
-oh... perdona-dijo entregándole el libro- podemos tener una cita así yo puedo verlo otro día pero por ahora ¿un café?
-no-dijo devolviéndole el libro- tú lo has tomado antes
-un café no hace daño-sonríe-vamos, no hay problema
-tú no eres de los que leen libros ¿porque lo intentas? deberías ir a un bar, ahí te irá mejor que aquí
-oye puedo intentarlo, al menos dime tu nombre, hermosa señorita
-Sarafina
-¿y trabajas mañana?
-trabajo aquí medio tiempo
-¿entonces... mañana?
-tengo turno de tarde, si gritas nuevamente te echaré de aquí y no podrás volver
-volveré mañana entonces, Sarafina...ah por cierto, me llamo Dino
-adiós...-dijo con un suspiro
La chica se fue rápidamente con el libro en las manos que era exactamente lo que fue a buscar, ahora venía con un sombrero escondiendo su cabello, por eso no la reconoció en ese momento, solo dos mechas escapando a cada lado y su flequillo. La miro bajar corriendo las escaleras con el libro presionado en su pecho, luego el bajó por las escaleras rodando por ellas. Pero escucho la risa de la chica al alejarse del lugar y eso hizo que la caída valiera la pena.
