Disclaimer: Este fic participa en el reto "Solsticio de invierno" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Personajes: Lysander Scamander/OC/Lorcan Scamander

Te quedas en silencio, observando como ellos dos sonríen. Esa noche es de navidad, y por una parte, quieres pensar que es una buena época. Y en el fondo, seguramente que lo es. Una sonrisa aparece en tu rostro, carraspeando ligeramente mientras que ellos sonríen.

Recuerdas la primera vez que la conociste. Fue en la habitación de tu hermano. Y no fue difícil confundiros. Al fin y al cabo, erais gemelos. Y esa era vuestra marca. Pero con eso solo lograste enamorarte de ella. Fue un flechazo, o quizás su forma de presentarse.

Porque seamos sinceros, te sorprendió que ella se presentase ante ti desnuda y después prosiguiese como si fuese lo más normal del mundo. Como si fuese lo más común conocer al hermano de tu novio en ese panorama. Pero eso fue lo que te gustó de ella. Lo que te enamoró. Lo que te hizo sentirte bien.

Y ahora estabas allí, en la cena familiar con ella sonriendo encantadoramente al chico. Su sonrisa era radiante, e incluso felina. Lo pensaste. Lo saboreaste. Sabías que era verdad por mucho que quisieses negarlo. Te encantaba poder presenciar sus gestos cálidos, y sus ojos negros posándose sobre los tuyos, azules como el mar.

O eso te decía siempre ella, cuando charlabais ajenos a todo. Ajenos a la existencia de tu hermano. Fingiendo que todo estaba bien cuando no era así. Cara a cara, sonriendo para saber que todo era una mentira. Que eras feliz con un solo momento a su lado, y a su vez, te destruías cuando ella estaba con él.

Y deseabas ser el chico para poder saborearla, para poder besar sus labios en un arranque de pasión arrebatador. Dejarte llevar por un delirio que creías que en cualquier momento te podría. Querías que todo eso prosiguiese. Deseabas que todo aquello no volviese a suceder. Que nada ni nadie te hiciese mentir. Que solo te perteneciese a ti.

Es la dueña de tu corazón, y a veces crees que lo va a patear con fuerza, haciéndote caer al suelo. Y gruñes con dolor. Quieres perderte en todo momento que no sea al lado de ella. Quieres alejarte de su lado. Quieres preguntarle "¿Quién te crees que eres tú?" e irte. Marcharte y alejarte.

Dejar de fingir que todo está bien. Es lo que más ansías, es lo que tu mente te pide toda la noche que pasas sin ella. En todo momento en el que saboreas la amargura de su ausencia. El dolor de que ella no te quiera a ti.

Lloras. Sollozas como un pequeño niño cuando no vienen los reyes por navidad. Y en esa cena aparentas que eres feliz. Sonríes. Comentas que el trabajo te va bien. Y que has conocido a una chica interesante.

Te gustaría que ella reaccionase de mala forma, pero lo único que hace es brindar por ti. Sonreír y después besar los labios de su novio con cariño. Tu madre les felicita por la maravillosa pareja que hacen, y aunque sabes que la forma de ella siempre es un tanto extraña, a la mujer que te ha robado el corazón no le importa. No porque le cae bien. No porque es perfecta.

Y sabes que no existe la perfección. Que te gustaría conocer sus mayores fallos y así dejar de amarla. Pero ni siquiera con eso lo conseguirías. Sin embargo, te gusta engañarte a ti mismo, aunque eso signifique volver a llorar por la noche al darte cuenta de que no merece la pena seguir fingiendo. Fingir por algo que no eres capaz de ocultar.

Pero ya no te queda más remedio que proseguir con la misma mentira que has comenzado.

― ¿Te encuentras bien? ―Percibiste una mano apoyándose en tu hombro.

Levantaste la mirada para encontrarte con la mirada de él. Sus ojos eran grises, para sorpresa de los dos. Erais exactamente iguales. Con el cabello oscuro como vuestro padre. Y sin embargo, vuestros ojos eran completamente distintos. Los suyos grises. Los tuyos azules. Los suyos sin gafas, y los tuyos con ellas. En ellos plasmados la felicidad…En los tuyos ya no.

Sonríes igualmente. No quieres que el sufra. Y eso es de verdad. No quieres que llore como lo haces tú. No le deseas esto ni a tu peor enemigo. Por eso tus labios se transforman en una sonrisa, quizás una mueca, pero él lo interpreta como tú deseabas. Te gusta pensar que él no sufre como lo haces tú. Y por eso asientes.

―Estoy bien. Estaba pensando solamente.

―Puedes contármelo a mí si quieres. Sabes que puedes contar conmigo, hermanito. ―Sonríes amargamente ante esas palabras.

Claro que lo sabes. Porque él es muy buena persona. Y tú te sientes fatal por quererla a ella. Pero no puedes evitarlo. No. Nunca quisiste quererla, pero en cuanto te fijaste en ese cabello castaño oscuro, comprendiste que así sería. Era tu destino. Tú marca. Algo que te acompañaría para toda la vida.

―Lo sé, pero no ocurre nada, de veras.

―Será esa chica la que te tiene embrujado. ―Bromea con una sonora risa de por medio―O puede que sea que estás enamorado, ¿eh pillín?

Y sonríes apenado. Tu hermano te conoce mejor de lo que piensas. Y solo puedes tragar saliva y mirarle a los ojos. Y aunque al principio te sonríe como él sabe, ese gesto desaparece. Parece comprender, aunque el silencio os invade y solo os veis capaces de quedaros así, callados, sin nada más que añadir al respecto. Las miradas lo decían todo. Pero también comprendiste lo que quería decir su silencio.

Los dos se fueron antes a su habitación, riendo por las copas que llevaban encima. Y tú te quedas observando cómo se marchan a lo lejos. Y lo detestas. Detestas quedarte allí para acabar percibiendo un beso de tu madre en tu mejilla. Y no puedes evitar sonreír. No puedes hacerlo. Casi riendo por lo bajo.

Y Luna Scamander te ofreció un bastón de caramelo. Pero tú seguirías fingiendo después de todo. Incluso en navidad.