Note. Nada de esto me pertenece, es de la magnífica Jotaká (si fuera mío muchas cosas cambiarían)
Este fic participa en el Reto solsticio de invierno del foro La Noble y Ancestral casa de los Black.
.
Muñeco de nieve.
Levantarse en la mañana de Navidad tarareando es ya casi una tradición para el Sr Granger. Su sonrisa ilumina todo su rostro y sus ojos parecen brillar verdaderamente felices. La Sra. Granger no puede resistirse a la imagen de su marido entrando en la cocina con un pijama de renos mientras tararea "Dulce Navidad" y corre a abrazarle con fuerza, a depositar cariñosos besos en sus mejillas, mientras él rodea su cintura con las manos y la alza un par de palmos por encima del suelo para después comenzar a dar vueltas con ella por toda la cocina. La risa de la Sra Granger se mezcla con el villancico y el olor a tortitas y a café recién hecho inundan la cocina y no hay momento para sentirse triste o afligido por las facturas o por alguna cosa parecida, porque ese día es especial, porque es navidad y…
Porque Hermione tiene siete años y les observa, sonriendo, desde el marco de la puerta, con sus pies descalzos encogidos, mientras su pijama de guirnaldas mantiene calentito su pequeño cuerpo. El Sr Granger, nada más verla, sonríe aún más ampliamente y comienza a cantar a todo pulmón otro villancico, da igual el que sea, lo único que importa es que su pequeña está riendo a carcajadas mientras corre hacia ellos con la clara intención de unirse a ese baile tan raro que por poco tira al suelo el desayuno que con tanto amor ha preparado la Sra Granger.
Los tres ríen y son verdaderamente felices y no hay nada que pueda enturbiar esa felicidad. Al menos por el momento, se dice el Sr Granger mientras, y después de haber dejado de bailar, se sirve un buen plato de tortitas y una buena taza de café. Hermione le mira desde el otro extremo de la mesa, con una tierna sonrisa en el rostro.
-Cuando termines de desayunar, abrimos los regalos que Papá Noel ha dejado bajo el árbol, ¿vale?-la naricilla de su pequeña se contrae en un pequeño mohín, que al Sr Granger le parece encantador, y antes de que pueda añadir nada más Hermione ya ha empezado a comer tortitas con verdadera calma y educación. El Sr Granger no puede evitar reír por lo bajo al ver el esfuerzo que hace su pequeña para aparentar tranquilidad y no impaciencia que es lo que demuestran sus ojos cada vez que se vuelven hacia la puerta, hacia el salón, hacia el árbol de navidad que no hace mucho decoraron entre los tres. Es divertido ver como Hermione intenta comportarse como una adulta y no como una niña, que es lo que es, por lo que el Sr Granger no puede evitar comportarse como lo hace y antes de que Hermione o la Sr Granger puedan reaccionar él ya les ha quitado el plato del desayuno de delante y se ha puesto en pie, sin dejar de sonreír en ningún momento.
-Ya desayunaremos luego…¡Vamos a abrir los regalos!-por un instante juraría que el rostro de su pequeña Hermione se ilumina de pura felicidad, pero es incapaz de saberlo con seguridad pues antes de darse cuenta la alborotada maraña de rizos de su hija ya ha desaparecido por el quicio de la puerta y la figura de su mujer está haciendo lo mismo en esos momentos.
-Se la ve verdaderamente feliz-murmura la Sra. Granger mientras él entrelaza sus manos con las de ella para ir juntos al salón, donde Hermione les espera, sentada en frente del árbol, esta vez sin molestarse en ocultar su impaciencia.
-¡Vamos, papi!- el Sr Granger sonríe abiertamente y se dirige hacia su hija, sin soltar la mano de la Sra. Granger, que tampoco ha podido evitar sonreír ante las palabras de su hija.
-Es feliz-dice el Sr Granger mientras mira a su mujer de reojo y ella sonríe como solo ella sabe y el día de navidad parece aún más bonito de lo que es y…
-¡Papi, este es para ti!-Hermione le tiende un paquete pesado y voluminoso y él no puede dejar de reír al darse cuenta de que es el mismo libro que él mismo ha regalado a Hermione y ella, al darse cuenta, secunda las carcajadas de su padre mientras su madre les fotografía.
-Los recuerdos siempre hay que mantenerlos-el Sr Granger está convencidísimo de que su hija, que ahora mira a su madre con admiración, va a atesorar esas palabras durante toda su vida. Está seguro de ello porque él va a hacer lo mismo.
El papel de regalo cubre casi todo el suelo de debajo del árbol y su pequeña hija no deja de acariciar los lomos de sus libros nuevos como si fueran el mayor tesoro que una niña pudiera tener. A él y a su mujer les hubiera gustado regalarla alguna muñeca, un vestido quizás, pero ambos saben que su pequeña no es como las demás niñas. No, ella jamás desearía tener cosas tan superficiales.
La han educado bien.
-Muchas gracias-los delgados brazos de Hermione rodean de pronto su cuello y el Sr Granger, sentado en el suelo, no puede ni quiere evitar abrazarla, así que bajo la atenta mirada de la Sra Granger ambos se funden en un cálido abrazo que dice mucho más que las palabras.
-Oh, mira cariño. Ha nevado-la voz de la Sra Granger devuelve tanto al Sr Granger como a Hermione a la realidad y ambos corren hacia la ventana para comprobar, no sin cierto asombroso, que es verdad, que ha nevado y que su jardín está cubierto por una espesa capa de nieve que tardará varios días en fundirse.
-Vamos fuera a jugar-comenta entusiasmado el Sr Granger y la Sra Granger por toda contestación, sube al piso de arriba a por los abrigos y a por las botas de nieve para los tres. Y así, una vez equipados contra el frío del invierno, la familia Granger sale corriendo al jardín.
La pequeña Hermione sonríe abiertamente mientras el Sr Granger intenta caminar por la nieve sin caerse. La Sra Granger se abraza a sí misma mientras sigue los pasos de su marido, mientras la risa parece titilar en sus ojos, que no dejan de observar la figura de su pequeña hija, que corretea al lado de su padre.
El Sr Granger le revuelve el pelo y se agacha para coger nieve y, bajo la penetrante mirada de Hermione, le da forma hasta que la masa de nieve se convierte en una pequeña bola y entonces el Sr Granger comienza a hacer rodar la pequeña la bola por la nieve del suelo. Rueda que te rueda, casi por todo el jardín, hasta que consigue una bola de proporciones considerables, casi tan alta como su pequeña hija, y cuando da por finalizado el proceso deja descansar la bola en un lado del jardín y ayudado por la Sra Granger comienza a hacer lo mismo, rueda que te rueda, por casi todo el jardín, hasta que consiguen crear una bola un poco más pequeña que la anterior. Ambos sonríen mientras cargan con ella hasta la otra bola y una vez allí, colocan la más pequeña sobre la grande, a modo de cabeza. Luego tanto el Sr como la Sra Granger comienzan a buscar palos y piedras para poder decorar a su creación, seguidos muy de cerca por los ojos de Hermione, que no deja de observarles y cuando ambos le dan la espalda sonríe, con dulzura, y sin que ellos la vean…
-¡Mira, Hermione!-el Sr Granger le da los últimos retoques a su obra maestra y aunque le falta nariz, la creación sin duda tiene su encanto, y no es porque la hayan hecho su mujer y él, sino que…
-¡Papi!-el grito de su hija le hace girar la cabeza casi con brusquedad y lo mismo le pasa a la Sra Granger, ambos preocupados por si a su pequeña le ha pasado algo, pero lo que se encuentran es algo totalmente distinto y es que Hermione ha copiado a la perfección lo que antes hacían y ahora sonríe verdaderamente contenta mientras les mira, esperando una respuesta por parte de (él) ellos.
-Hermione, cielo, es precioso- la Sra. Granger es la primera en reaccionar y sonríe a su hija como sino existiese un mañana, solo como las madres saben a hacer, y no duda en acercarse a ella para besar su mejilla con infinita ternura mientras el Sr Granger…Bueno, él simplemente no puede dejar de sonreír como un estúpido mientras sus ojos van de su hija al muñeco de nieve que ella ha hecho y que descansa junto al suyo, como si ambos muñecos fueran un reflejo de ellos mismos.
Y justo en ese momento es cuando el Sr Granger se promete no olvidar jamás de los jamases la sonrisa de Hermione, que corre hacia sus brazos con los ojos brillando por la felicidad que parece embriagarla para refugiarse en el cálido abrazo que solo el Sr Granger puede proporcionarla.
Promete no olvidar jamás de los jamases esos muñecos de nieve que adornan su jardín.
.
end chapter one.
