Fic inspirado en la pelicula "La Prometida del Diablo"

Advertencia: Mpreg, Slash y posibles escenas de muerte, tortura y violacion.

Hombres y monstruos

Capitulo 1

Escandinavia, Isla Aland, 1666.

Eran una mañana fría, el viento corría fuerte como siempre. A lo lejos de podía oír el rugir de las olas arremetiendo con fuerza contra las grandes rocas a la orilla del mar.

Entre los viejos e intimidantes arboles un solitario joven de cabello rubio y largo, su cabellera era tan suave y dócil que fácilmente lo controlaba en una coleta en su nuca, su rostro se enmarcaba por pequeños mechones perfectamente enroscados que le daban a sus elegantes y alargadas facciones un toque angelical.

Draco Malfoy era su nombre, en esta ocasión recogía hierbas, raíces y pequeños frutos los cuales colocaba gentilmente dentro del improvisado morral que atravesaba su pecho.

Caminando descalzo sigue su camino una vez que termino de recoger todo lo que necesitaba, con pasos ligeros siguió el sendero y a lo lejos pudo divisar una pequeña choza , enfrente de esta había una mujer con un muy avanzado estado de embarazo tendiendo ropa, la mujer era Raquel una conocida.

Con una sonrisa en los labios , Draco se acerco a la mujer y de su morral saco unas moras.

-Ten, las traje para ti.-dijo el rubio dejando caer las frutillas sobre una de las manos de la mujer.

-No te hubieras molestado, Draco.-respondió mientras tomaba una mora y la comía.- ¿No quieres quedarte un rato y comer algo?.-

-Gracias pero no puedo, tengo que ir al pueblo a vender esto.- dijo Draco señalando su morral.- Sera para la próxima.

La mujer sonrió y tomo una de las manos del joven.- Ve con cuidado, ¿si? Y muchas Gracias por las moras.- diciendo esto Raquel volvió a retomar su tarea con la ropa húmeda.

-Adiós.- se despidió el rubio y siguió su camino. Raquel lo vio alejarse "Que buen muchacho " pensó.

Draco siguió caminando hasta que llego al pueblo y noto que había mucha gente congregada alrededor de "La adivina Karin" , la anciana era una pordiosera de descendencia gitana que adivinaba el futuro de los transeúntes a cambio de un par de monedas. Junto a la gitana estaba la Señora Eva quien le preguntaba con voz desesperada "Adivina Karin, por favor dígame quien se robo mis atados de centeno" "¡Hable!" "¿Fue Elizabeth Jones?" "Por favor, dígame".

La pobre anciana solo convulsionaba con las palabras atoradas en la garganta.

Los gritos de la señora Eva eran cada vez mas fuertes. Ante el griterío apareció el juez Carlo Montt, un hombre alto y fuerte pero no muy corpulento de aproximadamente cuarenta años, con cabello castaño claro y ojos azules. Con voz queda pregunto.

-¿Qué esta pasando aquí?.-

La señora Eva soltó a la anciana, hacia pocos minutos había empezado a sacudirla con fuerza.

-¡Su señoría! ¡Alguien se ha robado mis atados de centeno!.- sollozo la mujer arrojándose a los pies del hombre, el cual dio un paso atrás.-¡Tengo cinco hijos! ¡Un esposo enfermo, esos atados son todo lo que tenemos de comida! ¡Y SE LO HAN LLEVADO!.-

El juez Montt tomo a la mujer por los hombros.

-¿Y por eso quiso preguntarle a una adivina?

-¡Si, ella puede ver quien ha sido!.-

Asqueado dijo:

-Le diré al alguacil que investigue esto.-

-¡Gracias su señoría! ¡Dios lo bendiga!.-

La mujer tomo las manos del juez para besarlas.

-Ahora vaya casa y espere ahí.- se soltó del agarro mientras en su mente nadaba la idea de que existiera rastros de hechicería en su nuevo hogar. El hombre recién había llegado a la isla Aland. Entendía la encrucijada de la mujer pero ¿Recurrir a la adivinación? Esa era una clara señal de hechicería obscura. El creía fervientemente en la evidencia judicial de Dios. Era necesario erradicar esas costumbres paganas para salvar las almas de los habitantes y la única manera de hacerlo era atreves de las leyes de Dios y del hombre.

Retomando a nuestro joven, Draco había decidido alejarse de toda esa agitación pensando en vender todo lo que había recolectado desde muy temprano en el bosque pero gracias a todo el tumulto de la Señora Eva la venta de sus raíces y plantas fue completamente nula, así que regreso a su hogar furioso.

Llego a su casa, la cual era una precaria choza de una sola habitación. No tenían muebles, solo una mesa de madera, un viejo armario donde guardaban trastos y su ropa, tenían unas tablas que hacían de cama las cuales eran cubiertas con paja y con unas muy remendadas cobijas. Su cama se encontraba a la derecha de la entrada y la cama de su madre estaba al otro extremo de lado izquierdo. En medio de la casa había un fogón y del techo colgaban plantas medicinales, su madre era la matrona del pueblo.

Al llegar se dio cuenta de que su madre no estaba por lo que con ganas de tomar aire fresco decidió llevar a pastorear a sus cuatro ovejas.

Cuando estuvo a unos metros de su casa se encontró con Augusto, su vecino y amigo de infancia, el chico era rubio igual que Draco pero sus ojos eran café a diferencia de los ojos grises casi plata de Draco.

-¿Ya conocido al nuevo juez?.- pregunto Augusto mientras estiraba los pies descalzos sobre el pasto para sentir lo.

-Si, lo conocí hoy de hecho.-respondió Draco.- Estoy pensando en ir y ver si necesita ayuda.-

Augusto sonrió y dijo.-Entonces, así podríamos trabajar juntos.

-Si, ya lo creo.-Draco se estiro cual largo era.-Sabes, hay algo que quiero decirte.

El otro rubio se recostó y coloco sus brazos bajo su cabeza.

-Bien, te escucho.-

-Volví a soñar con el.- suspiro Draco.

De un salto Augusto se volvió a sentar, con cara de preocupación miro hacia todos lados para ver Si no había nadie cerca y luego miro a su amigo.

-Draco, no hables de eso tan fuerte.-lo regaño

-Ya se…Ya se…pero no puedo evitarlo. Esta vez fue muy real.- el chico se abrazo a si mismo y continuo.- El venia hacia mi….sus ojos eran verde…verde como dos esmeraldas…¡Así sabré que es el!.- soltó una carcajada y levanto el puño en señal de triunfo.- El se acercaba a mi, casi pude sentirlo sobre mi cuerpo….-

-No debes de hablar así, Draco.- lo callo Augusto.

-¿Nunca sientes la necesidad…?.-cuestiono Draco mirándolo a los ojos.

-El reverendo predico que todos los corderos inocentes se ahogaran…-empezó a recitar Augusto.

-…."Si no viven piadosamente y bajo la naturaleza que Dios les ha encomendado." ¡Ya lo se, Augusto!.- Draco se levanto para quedar de pie de nuevo .

-Pero esta vez estoy seguro…¡Fue una premonición!¡El vendrá hacia mi! ¡Este hombre con el que sueño es con quien debo de estar!.- Augusto bajo la mirada dolido pero el otro rubio no se dio cuenta.

-Ya se que esto que siento, Augusto, no es normal. No entiendo si esto para Dios esta mal, ¿Por qué me hizo así?.- de dejo caer en el suelo.

-No lo se, amigo.- el otro chico se arrodillo frente a el y coloco su mano en el hombro de Draco.

El rostro del ojiplateado estaba muy cerca del suyo, casi podía sentir el dulce roce de su aliento. Ambos chicos se miraron a los ojos y poco a poco empezaron a juntar sus labios, estaban a nada del mortal roce….

-¡Draco, he vuelto!.- el grito de su madre hizo que saltara provocando que Augusto cayera hacia atrás.

-Yo…lo siento, debo irme.- y sin esperar a que su amigo dijera algo, desato a las ovejas del árbol donde las había asegurado y las jalo para que empezaran a seguirlo.

Después de dejar a los animales en el corral entro a la casa.

Su madre, Narcissa Malfoy, una mujer rubia de mediana edad que, a pesar de eso seguía siendo igual de hermosa que siempre, estaba arrodillada frente al fogón removiendo, según el olfato de Draco, sopa de cebolla en una pequeña y vieja cazuela.

-Hola, madre.

-Vendiste algo hoy.- preguntó su madre, mirándolo a los ojos. Draco desvió la mirada a su morral tirado.

-Lo siento, madre pero no vendí nada. Hubo un pequeño altercado y la gente se quedo sin ganas de comprar.- respondió mientras tomaba el viejo cuenco con sopa que su madre le ofrecía.

-Esta bien, cariño. No te preocupes. No es tu culpa.- a pesar de sonreírle para darle a entender que todo estaba bien, Draco sabia que no era así.

Apenas tenían para comer , desde que su padre fuera acusado y asesinado por ser un mago su madre y el había huido de Londres donde vivían. Antes vivían en una lujosa mansión y tenían dinero suficiente, eran miembros de una buena familia de magos sangre pura, sin eme Draco no recuerda mucho tenia apenas 5 años cuando huyeron.

Era una época obscura y difícil para los magos y brujas de toda Europa y todo gracias a una descuidada bruja que dejo al descubierto a los magos. Hechiceros y gente-no-mágica Vivian en relativa armonía por el anonimato de la magia. Sin embargo los no-mágicos al descubrir la magia iniciaron la ardua tarea de acabar con esos seres infernales llamados magos, seres que iban en contras de todo lo que Dios representaba y significaba. Pero había algo que los no-mágicos odiaban mas que a los magos y esos eran los homosexuales. Así que si, Draco estaba doblemente fregado, en primer lugar era homosexual, segundo era un mago, sin varita pero era un mago y para terminar de empeorarlo había grandes chances de que fuera un mago fértil, condición que le seria heredada por ser un mago sangre pura.

Los magos fértiles eran muy comunes hace siglos, eran así con el objetivo de preservar la pureza de la sangre cuando había escases de mujeres sangre pura.

Pero..¡No, no Señor! No dejaría que todo eso hiciera que su madre para hambre y mas penas por lo que decidido dijo de repente.

-Madre, planeo ir mañana donde el juez para pedirle trabajo.-

Narcissa con lagrimas en los ojos y con el orgullo latiendo en su pecho sonrió y dijo:

-Gracias, hijo mío.-

A la mañana siguiente Draco se levanto muy temprano y aseado y usando sus mejores ropas se dirigió hacia la casa del juez Montt.

Una vez ahí ,Annie la ama de llaves lo recibió, era una mujer muy amargada y fea.

-Una cara bonita no te será suficiente para trabajar aquí.- escupió la mujer.

-Quizá la familia Montt necesite ayuda en la cocina. Vera, soy muy bueno cocinando.- respondió Draco lo mas arrogante posible.

-Puede que si, niño. Pero la servidumbre ya fue elegidas, así que retírate.- la ama de llaves ni si quiera lo miro, solo hizo un gesto con la mano para que se fuera.

De pronto la puerta se abrió y de ella entro Eloísa Montt, madre del juez Carlo.

La mujer camino hasta quedar frente a Draco quien hizo una reverencia.

-¿Y quien es este apuesto caballero?.- pregunto mirándolo sin embargo la mujer cayo hacia el, la señora Montt tenia una condición medica que ocasionaba que en leves lapsos de tiempo perdiera el conocimiento. Draco la sostuvo y la sentó en un banco.

-Rápido, denme pimienta negra.- exigió el rubio.

Alguien, no supo quien le dio lo que había pedido y Draco coloco la pimienta en la nariz de la inconsciente mujer quien al inhalar el picante aroma de la especia recobro el conocimiento.

-¿Se siente mejor?-

Con voz débil la Señora Montt dijo.

-Gracias. Joven….-

-Draco Malfoy, señora.- inclino la cabeza.- he venido a preguntar si necesita ayuda.

-Pero Ya le he dicho, señora, que no es necesario su presencia.- interrumpió Annie.

-El joven Draco sabia que la pimienta sirve como método medicinal.-dijo la señora Montt ignorando a la otra mujer.

-Si, señora, así es. Conozco muy bien la tradición Herbolaria.-sonrió el rubio.

La señora tomo al chico por la barbilla y feliz dijo:

-Lo tomare como mi ayudante de cámara.

Había empezado a trabajar para la Señora Montt enseguida.

Parte de su tarea (aparte de cuidar a la señora) era recoger, clasificar y hacer conservas de todos los ingredientes médicos que conociera que pudiera ser útil para la salud de la señora.

Cierto día trabajaba en la despensa cuando escucho un grito.

-¡Atención! ¡Ahí vienen los barcos!.-

Salió rápido de la bodega y sin querer choco contra el juez Carlo Montt.

-Disculpe, Señor.- hizo una reverencia.

Carlo lo miro de arriba hacia abajo.

-Así que tu eres el nuevo ayudante de mi madre.-

-Así es, señor. Soy Draco Malfoy, su señoría.- y sin mas se dio media vuelta para seguir su camino al muelle.

Cuando llego todo el pueblo (o casi todo) estaba ahí. A lo lejos vio un gran barco y de este se alejaban cuatro barcos mas pequeños. El barco que iba hasta enfrente llamo su atención.

-Es el.- jadeo Draco, con el corazón palpitándole. En el bote había un hombre de piel dulcemente bronceada, cabello negro azabache el cual Draco no sabia decir si era de textura rebelde por naturaleza o si era así por la briza salada del mar.

Los ojos del hombre lo capturaron enseguida. Eran verdes, tan verdes que parecían esmeraldas.

El interior del rubio se estremeció y fue bañado por un cálido sentimiento.

El barco al fin llego a la orilla y el hombre de un salto bajo.

Seguido de el una mujer muy hermosa con el cabello calor de fuego, esta fue ayudada por el hombre a bajar ya que la mujer contaba con cuatro o cinco meses de embarazo (Draco gruño por dentro lleno de ira)

Ambos caminaron, la pelirroja iba tomada del brazo de el. Caminaron y pasaron junto a Draco, este los siguió con la mirada.

El hombre de la mirada de esmeralda lo miro a los ojos con un brillo intenso y le sonrió.

Era el…era el a quien Draco tanto espero.