'Créanlo o no, yo puedo desobedecer a Rukia en casi todo lo que me pida. Menos eso. Por que HA! Nadie en el mundo, excepto yo puede cumplir ese favor.'

Tampoco es como si permitiera que alguien mas tratara de hacerlo. Nunca. Ademas, nadie conoce a la pelinegra si no hace ese favor que pocas veces en su vida desde que eran pareja le ha pedido ya que no solían darse muestras de afecto en publico.
Había aprendido la lección desde aquella ultima vez. Explicó la situación de forma alterada a el de cabello rojo, mejor amigo de la chica que sonreía divertido.
'- Rukia, vamos! Sal de una maldita vez del placar, hace dos días que estás ahí adentro!' Lo peor era que no le contestaba, ni siquiera un simple 'No jodas' ni para comer. Era lo peor del mundo, el silencio de la teniente, y se sentía malditamente culpable, pero lo que no sabía era que ella desde dentro estaba lo mas cómoda posible con una enorme sonrisa triunfante, ya que sabía que aun que el cabeza de zanaoria se negara, también lo quería. Pero no le había hecho caso por orgullo, y Rukia Kuchiki iba a enseñarle sobre orgullo. De pronto sintió romperse la puerta del placar guiando su mirada al shinigami sustituto que se encontraba con ambos brazos estirados a ambos lados de su cuerpo, el ce o fruncido y los pu os apretados.
Mantuvo el contacto visual unos segundos inexpresiva unos minutos en los que el otro iba desarmando de a poco la dura expresión que antes ten a ante otra mas nerviosa con un leve sonrojo y se había acercado rápidamente, tragando en seco, a la cara de la de menor altura. Suspiró tratando de relajarse cuando la chica posó sus brazos entre el cuello del otro que no parecía negarse por nada depositando un suave beso en los labios del contrario haciendo que el otro, al separarse saliera de la habitación totalmente sonrojado sin mirarla.

Ciertamente siempre terminaba haciendo lo que ella quería, de un modo u otro. El peli-naranja era tan inocente, que le divertía!