Una cosilla rara. No cuestionen, estaba aburrida al escribirlo. Sólo lean si les da la paciencia. Algo muy parecido al humor, un tipo llamado Severus que sufre de histeria y Dumbledore absolutamente desquiciado :)
SLASH!! Si no lo toleras... SAL DE AQU!
Nada es mío, todo es de J.K. Rowling y no gano nada con escribirlo.
Para los que han leído cosas mías, supondrán que no podía escribir cosas aún MÁS estúpidas... pero, aquí estoy sorprendiéndolos. Si puedo!
De chocolates en un día de San Valentín
Día 14 de Febrero, Hogwarts, Gran Comedor
Sólo a Dumbledore se le podía ocurrir ese tipo de ideas. Ningún mago tenía el cerebro lo suficientemente senil como para siquiera insinuar semejante proyecto. Nadie. Ni el mismísimo Voldemort arriesgaría lo suficiente su vida casi inmortal como para tratar de hacer eso. Pero Albus era demasiado astuto e ingenuo a la vez como para temerle a las hordas de alumnos enfurecidos que en esos momentos gruñían en el Gran Comedor, ensayando todas las maldiciones conocidas posibles.
Nadie más que Dumbledore habría entrado con esa alegría despampanante, ridículo en su túnica rojo furioso y el gorro puntiagudo adornado por corazones de brillantina, dejando a su paso una estela de destellos escarlata, ante la mirada furiosa de los adolescentes. Pero claro, él era Albus Dumbledore, de la Primera Orden de Merlín, director del colegio más seguro del Mundo Mágico, el flamante amante de los muggles a quien hasta el Señor Tenebroso temía. Algunos de los presentes ya suponían porque podían temerle al anciano.
- Mis queridos alumnos... pueden comenzar. Este será el mejor día de San Valentín de nuestras vidas.
La sonrisa no titubeó en ningún momento, a pesar de la expresión de homicida en serie que tenía Severus Snape en el rostro. Los ojos negros jamás habían parecido tan aterrorizadores, ni siquiera Neville podía discutir eso. Y toda esa rabia bastante mal contenida iba dirigida al hombre que en ese momento palmeó vigorosamente al aire, haciendo que el Gran Comedor vibrara con una empalagosa balada romántica. Era casi hipnotizante.
- Severus, lo dejo todo en tus manos.
El aludido gruñó algo que sonaba mas a "Vete al demonio, vejestorio idiota" al "Por supuesto que sí, Albus, yo encantado" que el director pareció oír, a juzgar por la enorme sonrisa que el director le dirigió antes de abandonar la estancia, tarareando al ritmo de la melodía ambiental.
- Esto es horrible.- gimió Ron, golpeándose la cabeza repetidas veces contra el borde de la Mesa de Gryffindor, tratando de quedar inconsciente.- Creo que es una pesadilla.
- No exageres, Ron. Sólo es un juego.- trató de calmarlo Hermione. Por su lado, Harry le transmitió algo de apoyo moral palmeándole la espalda. Luego, hundió el rostro entre sus manos y se dedicó a imaginar los cientos de desastres que podrían suceder durante esa horrenda tarde de invierno.
- No estoy exagerando. Deberían de internar a Dumbledore. ¡Esto va en contra de la sanidad mental de cualquier ser humano!- chilló el pelirrojo con una voz varias octavas mayor de lo habitual.
Nadie podía culparlo por creer eso, a decir verdad, era lo que mucho pensaban en esos momentos. Unos pocos alumnos parecían excitados ante la idea de declarar su amor de la manera más romántica y pública posible, mientras se arreglaban los ridículos sombreros de chef con coquetería. El resto, se limitaba a idear las cien maneras de matar a Dumbledore sin levantar sospechas de las autoridades.
Es que tener que cocinar ya era de por sí una tortura para la mayoría del estudiantado. Hacer chocolates parecía ser demasiado difícil. Pero la idea de Dumbledore era otra. Muy diferente. Muy horrible. Muy espantosa.
- Bien, bien. Yo estoy igual de feliz que ustedes con esta penosa situación, así que más vale que comencemos de inmediato para poder verme lo antes posible lejos de toda esta parodia.- Severus hizo una mueca que mucho interpretaron como una sonrisa sádica y Neville sollozó audiblemente.- En parejas, ahora.
Sin levantar la vista de la mesa, Ron se acercó a Harry, quien se limitó a observar por entre los dedos como Hermione corría hasta llegar donde Padma Patil. Ya estaban las parejas y todos miraron expectantes al profesor de pociones.
- Sé que va a ser Hermione. ¿Qué voy a hacer Harry?- preguntó Ron a media voz, enrojeciendo violentamente.
- ¿Qué tal decirle que te gusta?
- ¡Es que no me gusta!
- Ah, y por eso das por sentado que te va a tocar ella. No seas idiota Ron.
- Lamento interrumpir esta muy interesante conversación, pero no estamos aquí para chismear, sino para cocinar.- la voz. A sus espaldas. Harry casi poda oír lo que diría después.- Es evidente que ustedes dos juntos no se pueden concentrar, asé que me veo en la gratificante obligación de separarlos.
Día 13 de febrero, hora del almuerzo, Gran Comedor
- Como mañana se celebra el día 14 de febrero, he decidido hacer algo especial para festejarlo, que estoy seguro a todos ustedes les encantará. La historia nos cuenta de un monje muggle que vivió en la época del Emperador Carlos III que no quiso seguir las leyes de Roma, que indicaban que nadie se podía casar bajo los diez mandamientos de Dios, sino que debían vivir bajo las enseñanzas de los doce dioses a los que él adoraba. El matrimonio era motivo de castigos y muertes. Pues bien, el obispo Valentín comenzó a casar a los jóvenes enamorados a escondidas, uniéndolos en la relación sagrada del matrimonio aunque eso le costara la vida... bueno, mucho blablá religioso muggle como verán.
- ¿Me alcanzas jugo de calabaza?- pidió Ron a Hermione, quien estaba imbuida en la historia patéticamente tediosa que narraba Dumbledore.- Esto es una tontería, te apuesto que nos dirá que si queremos escribamos una carta a la persona que nos guste.
- En un principio pensé que lo mejor sería que cada uno de ustedes, por libre voluntad, le escribiera una carta a aquella persona especial. Pero luego llegué a la conclusión de que muy pocos de ustedes participarían y eso no tendría gracia...
- A m no me gusta nadie...- comenzó a decir Harry.
- ¿Gracia para quién?- comentó Hermione con una ceja alzada.
- Por eso es que se me ocurrió otra cosa...
14 de febrero, Gran Comedor
- ... así que Weasley, vaya allá con Parkinson.- Severus se giró hasta enfrentarse al rostro asustado de su alumno más odiado.- Y usted, Potter. Con el señor Malfoy. ¡Ahora!
En otros tiempos, Harry habría reclamado y pataleado hasta el hartazgo por el hecho de estar con el bastardo Slytherin, pero luego de siete insufribles años ya casi era una costumbre tenerlo cerca. Seguían gritándose hasta la locura y probablemente seguirían haciéndolo siempre, pero era más por una cosa de costumbre. Harry no se levantó, considerando que no era su turno, y aguardó con toda la dignidad que fue capaz de reunir a que el rubio se acercara. Por su parte, Draco esperaba lo mismo, pero no estaba de tan buen humor como su compañero, por lo que terminó por abandonar a regañadientes la mesa de su Casa e ir junto al chico de anteojos. Ahora sí estaban todos en parejas.
- Ahora, van a leer las malditas recetas y hacer lo que dice ahí. Si estalla un caldero, serán cien puntos menos para la Casa a la que pertenezca. Nada de manchas. Comiencen y si tienen dudas, NO me pregunten, que soy pocionista y no cocinero.- el profesor de pociones admiró el resultado de sus gritos y se dejó caer en su silla en la mesa de profesores con un resoplido amenazante. Iba a ser una tarde larga.
- ¿Y a quién le regalarás el chocolate, Potter?- Draco bufó ruidosamente al momento de sentarse junto a Potter, mirando con aburrimiento la receta en sus manos. - ¿Quién será la Oh, gran afortunada?
- Cállate, hurón y trabaja.- Harry observó con horror que las recetas no eran para chocolates comunes y corrientes, sino que para unos muy complicados con veinte rellenos diferentes y diversos hechizos.- ¿A qué demonios se refiere con que la primera porción va en baño María?
- Déjame pensar. ¿Es la Weasley? S es así, vaya que tienes mal gusto.- Draco hacía caso omiso de las preguntas del chico a su lado, mientras encendía una llamita azul bajo su caldero.- ¿O es la sabelotodo de la sangre sucia? Ya ni sé cual es peor.
- ¿Por qué debemos dividirlo en tantas porciones? Sólo quiero hacer un miserable chocolate, no montar una pastelería.
- Sólo al vejete se le pueden ocurrir estas cosas.- farfulló Draco tratando de encontrar el chocolate negro suizo entre las montoneras de ingredientes de apariencia idéntica.
Da 13 de Febrero, almuerzo, Gran Comedor
- Y es por eso, que junto con el Profesor Flitwick.- el anciano señaló a la diminuta figura a su lado, que se encogió, temblorosa.- encontramos la forma perfecta.
- Hay veces en las que le tengo más miedo a Dumbledore que Al Que No Debe De Ser Nombrado.- susurró Harry.
- ¿Decías?- dijo Ron atragantándose con las patatas.
- Aquí tenemos al Sombrero Seleccionador y en su interior se encuentran los papelitos con los nombres de cada uno de ustedes. El día de mañana, al mediodía, todos vendrán aquí a divertirse cocinando... - Ron cogió su copa llena hasta el borde con jugo de calabaza.-... y prepararán chocolates con todo su amor y afecto, que luego entregarán a la persona que más os agrade, sin magia y utilizando sus conocimientos en pociones... - Ron acercó la copa hasta sus labios.-... pero como siempre sucede, el ser humano tiende a esconder sus verdaderos sentimientos por miedo de la burla y la humillación, así que... - Ron dio un largo y relajante sorbo del fresco líquido.- Mañana cada uno de ustedes sacar de aquí el papel que corresponde a su persona especial. Al sombrero no se le puede engañar y él sabrá a quien pertenece el corazón de cada uno y será parte imprescindible del juego, están obligados, a entregarle el chocolate a la persona que aquí se indique.- Ron escupió todo el contenido de su boca en el rostro de un atónito Harry.
- ¿De qué demonios está hablando? ¿Está bromeando? ¿Cierto?
- Y estoy seguro que muchos de ustedes son capaces de convertir una mesa en gato, pero son incapaces de cocinar, por lo que me he conseguido a la mejor persona para guiarles en esto. El profesor Severus Snape estará aquí con ustedes, dispuesto a ayudarles en todo lo que tengan problemas durante la preparación de sus chocolates.
La expresión del profesor de pociones fue de sorpresa absoluta. Luego pasó a perplejidad boquiabierta. Más tarde a rabia incomprendida. Luego a ira asesina. Después llegó el turno de una mirada al estilo de Tom Riddle frente a Harry Potter. Finalmente, quedó con un estilo resignado de hombre que sabe que va a morir injustamente pero que no puede hacer nada, aparte de vengarse con el primer incauto que se le cruce.
Y todos los alumnos temblaron.
14 de febrero, Gran Comedor
- ¡Que no, Malfoy! ¡Idiota!
Entre tanto grito descalabrado, risas nerviosas y chocolate chocando contra las paredes, nadie prestó demasiada importancia a los chillidos cada vez más desesperados de Harry Potter. Sentado en el suelo, con una pinta de que no estaba ahí por libre albedrío y el cabello cubierto por una mezcla pegajosa en color café, no se veía muy alegre. El chico rubio que, frente a él, lo observaba con los brazos en jarra, tampoco era lo que se llamaba festivo. Su ceño fruncido indicaba ciertas tasas de enfado.
- ¿Por qué no me avisaste que de ese modo iba a estallar?
- ¿Qué crees que es lo que te he estado gritando los últimos cinco minutos?
Severus Snape no podía ir en defensa de su alumno favorito y evitar que siguiera siendo verbalmente maltratado por el Salvador del Mundo. A pesar de haber amenazado que no iba a ayudar a nadie, se veía obligado en esos momentos a correr de un lado a otro por el Gran Comedor. No se sabía bien si era por temor de que los pedazos del caldero próximo a estallar de Neville lo alcanzaran o por miedo a que algo del chocolate de Ron se colara casualmente por sus labios con esa constitución desagradable y sospechosa que estaba tomando: el punto es que corra frenéticamente de un lado a otro, gruñendo maldiciones a diestra y siniestra en un vano intento por calmar las cosas.
- ¡Ayúdame, imbécil!- aulló desde el suelo Harry. Recibió de mal modo la mano embadurnada en dulce de leche que le extendía su compañero en la desgracia y se levantó, no sin cierta torpeza. Culpa de la leche condensada derramada, que haría trastabillar a cualquiera .- Ahora, creo que tendremos que unir fuerzas.
- ¿De dónde sacas la absurda idea de que yo voy a cooperar contigo?- Malfoy observó con una ceja alzada al otro que se encogió de hombros, dirigiendo su vista a Dean Thomas que trataba de sacar sus chocolates de los moldes a punta de Expelliarmus.- Oh, está bien. Tratemos de limpiar un poco este desastre.
- Es una lástima que Dumbledore no haya permitido que se use la magia para preparar estas cosas. Mira, a Snape lo deja.- se quejó el chico de anteojos, limpiando un poco con su manga la mesa embadurnada de caramelo.
Hermione parecía ser la nica que tenía éxito. La túnica estaba igual de impecable que siempre y el cabello no se vea más enmarañado de lo normal. Frente a ella, media docena de corazones de chocolates se enfriaban, cada uno con diferente tipo de chocolate, adornos y relleno.
- ¿Cómo puedes ser amigo de alguien así? Es... asquerosamente perfecta.- Draco abandonó su cómoda postura, desmadejado sobre una silla, y barrió con un paño todo el chocolate sobre su puesto, con la nariz fruncida en repugnancia.
- Ni yo mismo lo sé- admitió Harry, distraído.- Bien, comencemos de cero. ¿Cómo me dijiste que debía utilizar el chocolate blanco?
- Vete al demonio, Potter. No me gusta el chocolate blanco.
- ¡Hey! Es mi chocolate, no el tuyo... ¿Cómo se hace?
- Ni idea.- le despachó Draco con un gesto de la mano, para agregar con una sonrisa maliciosa.- Pregúntale a Snape.
Desde luego, cualquier intento de llevar a cabo ese plan era inútil, pues el profesor se encontraba enfrascado en un violento regaño a Ron Weasley, quien junto a Pansy estaba cubierto por crema de maní. Los bombones en sus manos eran una muestra de la guerra de chocolates que habían entablado. A juzgar por el rojo granate de su cara, Snape no estaba muy dispuesto a resolver dudas culinarias.
- Oh, no puedes. Hazme caso y hazlo de chocolate negro, del más amargo.
- ¿Amargo? ¿Qué gracia tiene eso?- Harry observó confundido la expresión deleitada en el rostro del otro.
- Es delicioso. Se ve que no tienes clase.- Draco ahora estaba indignado.
- Ya, ya. Lo haré como quieras, pero cállate. Chocolate negro... uf.
Noche de 13 de Febrero, mazmorras
Severus Snape estaba preparándose sicológicamente para lo que sucedería al día siguiente. Sumergido hasta el cuello en una tina a rebosar de burbujas, trataba de relajarse, repitiendo como un karma los ingredientes del veneno más poderoso que conocía. Nunca se sabía cuando iba a necesitar acabar de una vez por todas con Longbottom.
Apoyó la nuca en el borde resbaloso y trató de imaginar el infierno que acababan de asignarle para el día siguiente. Niños corriendo, chocolate derramándose, calderos explotando, chicos declarándose amor eterno, Longbottom tratando de cocinar. Si vivía para contarlo, iba a escribir un libro. En un último intento por sacar de su mente todo aquello, se hundió de espaldas, ansiando que toda esa agua llegara a sus pulmones y lo matara. Muy lentamente.
Las gotas de agua tibia se pegaban a su piel, tiernas lágrimas de rocío que besaban el camino siniestramente sinuoso de sus músculos, pero definitivamente no se estaba ahogando. Cerró los ojos y salió de su paraíso personal.
14 de febrero, Gran Comedor
- ¿Qué prefieres? ¿Manjar o almendras?- Draco abandonó su lugar de operaciones bajo la mesa, dirigiendo una mirada interrogante al otro chico.
- Demonios, Malfoy, yo que sé.
- ¿Manjar o almendras? ¿O nueces?- insistió el rubio, haciendo caso omiso.
- Mira, hurón.- Harry soltó la cuchara de madera, enfadado por todas las interrupciones.- No tengo ni la más mínima idea de qué preferirá tu chica especial para San Valentín y la verdad, es que no me interesa. Tu desgraciado chocolate negro no espesa, a pesar de que llevo veinte minutos revolviendo hasta sentir que se me va a caer el brazo a pedazos, además, mi caldero está derritiéndose por culpa del incendio que tú estás provocando. Haz lo que se te venga en gana. Pero apaga ese fuego o va a consumir toda la mesa, maldita sea.
- Potter... ¡Eres tan perceptivo! Con un demonio, sólo di qué prefieres.
- Caramelo. ¿Feliz? ¿Puedes ahora apagar eso?
- ¿Y CÓMO VOY A COCINAR TU CARAMELO SI NO ME DEJAS TENER FUEGO?- gritó el rubio, levantándose.
- ¡NO ES MI CARAMELO!
Draco bufó, definitivamente a Potter no se le daba muy bien lo de captar señales, tendría que comenzar a ser más directo. Tal vez con mímica el pobre Chico Dorado comprendería de lo que estaba hablando, Merlín sabía que era un poquitito idiota y necesitaba ayuda. Con gesto determinado, apagó lo que pudo del fuego (que ya, está bien, quizá estaba un poquito fuera de control y estaba consumiendo las cortinas) y se acercó hasta el rincón en donde Harry amenazaba furiosamente a un muy asustado Justin Finch- Fletchey para quitarle algo de crema.
- Potter... - lo llamó, jalándole suavemente del brazo.
No sólo estaba cocinando para tener que finalmente darse por vencido y admitir que le gustaba. También tenía que soportar que El Chico Que Vivió le gritara, justo en ese momento, para retomar su hostigamiento a Justin, cuchara en mano y ojos amenazantes exigiendo crema. Resopló y lo intentó de nuevo, pero esta vez lo cogió bruscamente del hombro para darle vuelta, tratando de captar la atención que el pobre Hufflepuff se había robado involuntariamente.
- ¿Qué quieres ahora?- masculló Harry, vigilando por el rabillo del ojo a su víctima.
Draco se acercó lentamente hasta estar a una distancia mínima de los labios entreabiertos, rozó con una mano el brazo en una caricia incompleta y tocó los otros labios con los propios. Todo esto, en el preciso momento en que el caldero de Justin explotó estruendosamente, bañando a todos los chicos más cercanos en chocolate hirviendo y trozos de peltre.
Noche 13 de Febrero, Torre de Gryffindor
- Te apuesto que antes de tres horas voy a estar gravemente lastimado en la enfermería.- exclamó Harry animosamente, tratando de alivianar la molestia de Ron.
- Yo apuesto a que ser culpa del hurón. Y antes de dos horas.- aseguró Ron, recuperando el buen humor.
- Me encanta que tengas esa confianza en mi suerte.- rió el otro chico.
- Y yo apuesto a que Snape también terminará en la enfermería.- dijo con voz alegre Seamus.- En dos horas.
Los presentes rieron, viendo de soslayo a Neville que no se dio por aludido.
14 de febrero, enfermería de Hogwarts.
La enfermera miró con preocupación a todos los que se aglomeraban en la enfermería. La mitad de los presentes estaban con una crisis de nervios, quemaduras de segundo grado y algo de chocolate pegado al cabello, el resto estaba discutiendo fervorosamente.
En una esquina, Ron y Hermione comían chocolates, los que ella había preparado tan primorosamente. Parecían ser los más felices con lo ocurrido y gracias a los conocimientos mágicos de la chica, estaban absolutamente limpios y sanos.
Justin reposaba en una cama, con los dos brazos vendados, con Hannah Abott sentada a su lado y sosteniendo su mano. Ambos estaban sonrojados y tenían los ojos fijos en un punto inexistente en el espacio.
Neville, recostada en su cama, comía feliz unos chocolates hechos por él mismo, inconsciente de la verdadera finalidad del juego de San Valentín.
Albus conversaba en voz baja con el Profesor de Encantamientos, los únicos medianamente presentables en ese lío de dulces.
En la última cama, oculto tras una espesa cortina púrpura, Severus Snape dormía. Y era feliz, al fin. Un trozo del caldero de Justin, lo suficientemente grande y contundente como para aturdirlo de por vida, le había alcanzado en la cabeza durante la explosión y le había obsequiado paz momentánea, en forma de coma. Tanto el Hufflepuff como el director esperaban que para cuando el hombre despertara, ellos pudieran estar lo más lejos posible, específicamente, en otro continente.
Pero lo importante sucedía en una cama algo apartada, cerca de una ventana. En ella se encontraba recostada un chico de alborotado cabello negro, con la cabeza parcialmente vendada, y a su lado, sentado a una distancia prudente y propia de una persona con decencia, un chico muy pálido. Harry aún estaba atontado por los últimos sucesos, apenas si poda recordar bien porque estaba ahí y se sostenía la cabeza con la ingenua idea de que así dejaría de sentir que un grupo de danza bailaba tap dentro de ella. Draco, quien había tenido tiempo de cambiarse la ropa cubierta de chocolate y caramelo, y tenía el cabello platinado destilando algunas gotas de agua por su ducha reciente, observaba con paciencia como el otro muchacho se quejaba a media voz de la jaqueca que había cogido.
En las manos de Draco Malfoy había un paquete. De envoltorio de seda blanca, era un obsequio primorosamente anudado con un listón color cielo. Lo pasaba de una mano a la otra, en movimientos nerviosos y en más de una oportunidad estuvo a punto de dejarlo caer de sus temblorosas manos.
- ¿Ya te sientes mejor?- preguntó sin demasiado interés.
- Oh, sí, claro que sí, estoy magnífico, en mi mejor momento. Sólo me siento como si me hubieran lanzado chocolate caliente encima y un caldero extra grande me hubiera golpeado en la cabeza. Ah y por supuesto, como si un imbécil hurón me hubiera arrojado al piso, con él encima.- comentó malhumorado el moreno. Draco tuvo la decencia de ruborizarse.
- ¡Oye! ¡No fue a propósito, Snape al desmayarse me empujó! Además, de no ser porque caí sobre ti, Potter, ahora estarías peor. Mi cuerpo te protegió. Eres toda una damisela en peligro, cuatrojos.- se defendió alzando la voz, no muy seguro de sus argumentos.
- Muy valiente de tu parte, culpar al pobre tipo, aprovechando que está inconsciente por una buena temporada.- se mofó Harry.- Ufff, siento como si me hubiera pasado por encima un tren.
Ambos se quedaron callados. En la enfermera comenzó una discusión entre Madame Pomfrey y el director, en la que todos los alumnos apoyaban a la mujer, quien alegaba que había puesto en peligro la integridad individual, física y emocional de todos, pero ellos dos no participaron. Dirigieron sus miradas al exterior, a ese retazo de cielo plomizo de febrero que aparecía salpicado por una ligera escarcha. Copos de suave nieve, finos y lentos, caían, formando un manto espeso en los terrenos del castillo. Era hermoso.
- ¿Aún no le entregas el regalo a Parkinson?- preguntó Harry como al azar, curioso al ver aún el regalo en manos del otro chico.
- No es para ella.- zanjó Malfoy.
- Oh. Yo no puedo regalar nada. Como recordarás, mi caldero se negó a cooperar en la producción de chocolates.
- Admite que eres un inútil, Potter. Ni siquiera sabes cocinar. Cualquier que probara tus creaciones se intoxicaría.
- No es cierto. Si tan sólo Justin me hubiera dado un poco de crema…- dijo Harry con tono rencoroso.- pero mira quien habla. ¡Tú fuiste quien casi incendió la mesa!- se defendi Harry, recordando entre risas la expresión anonadada de Malfoy cuando vio el mantel en llamas.- No entiendo por qué cocinabas bajo la mesa.
- Porque no quería que me copiaras las ideas, cara rajada. Detalles, detalles.- observó sus manos con fascinación unos minutos, en los que ninguno habló. Y después, tomando aire con decisión, le extendió el paquete a Harry.- Toma.
- ¿Humm?- Harry volví a la realidad de golpe. Miró el paquete y frunció el entrecejo, confuso.- ¿Para qué?
- Es tu regalo.
- ¿Mi regalo? Y por qué me darías un regalo? ¿Tú? ¿A mí?- Harry comenzó a preocuparse por el estado mental del Slytherin y consideró la posibilidad de alejarse, repentinamente consciente de la escasa distancia entre ambos.
- ¿Sigues insistiendo en decir que no tienes alguna especie de retardo? Creo que te afectó recibir un Avada siendo tan pequeño, esa cabezota tuya no funciona bien.- Draco se inclinó hacia el otro y susurró extremadamente cerca de su oído.- Feliz San Valentín, Harry.
- ¿Ah? ¿De qué hablas, Malfoy?
- ¿Cómo puedes ser tan lento?- hurgó en sus bolsillos, mientras Harry trataba de entender lo que pasaba. Sacó un papel doblado y muy arrugado y se lo entregó.- Lee.
- ¿Qué es esto?
- Los que quedamos conscientes y con nuestras facultades físicas y mentales intactas sacamos de todas formas el papel del sombrero. ¿Te importaría leer y tratar de estrenar tu cerebro?
Harry leyó. Lo leyó una segunda vez con los ojos tres veces más grandes de lo normal. Una tercera y comenzó a toser a causa de la perturbadora comprensión que había llegado repentinamente a él. Se ahogó de tanto toser y comenzó a perder el don maravilloso de respirar. Y se sintió morir.
HARRY POTTER.
Cuando Draco se inclinó y lo besó con suavidad, como tratando de no asustarle, pensó por primera vez que tal vez no hacía tanta falta el aire. Y se dio cuenta también que ya podía sospechar cual habría sido el nombre que le habría tocado de haber estado despierto. No era tan malo como pudo haberlo pensado.
Draco Malfoy. El hurón saltarín, la serpiente venenosa, el snob ridículo. Pero, Draco al fin.
Albus sonrió. La meta se había cumplido, su juego había servido. Quizá Severus estaría en coma los siguientes meses, pero al fin dos jóvenes habían podido darse cuenta de la verdad. Tal vez su profesor de pociones lo crucificara en cuanto lo encontrara, pero de todos modos, estaba muy satisfecho por los resultados. Que le cruciaran si no era ése el fin de San Valentín. Encontrar el amor. Aw, tuvo ganas de lanzar una lluvia de confeti con forma de corazón sobre la enfermería de pura felicidad. Todo haba valido la pena: quizá todo su alumnado tenía intenciones de lincharlo, pero, rayos, era San Valentín y dos chicos habían sido bañados en chocolate hirviendo para darse cuenta que se amaban. Ahh, como amaba la enseñanza.
En silencio, aprovechándose que el furioso alumnado estaba demasiado sorprendido viendo a los dos rivales besarse, se escabulló a su despacho. Tenía que preparar las maletas y largarse a las Bahamas antes que todos recordaran quien era el causante de todo el embrollo.
FIN
Eso.
