Unos ojos

-Deberes, deberes, deberes… todo es deberes. –Pocas cosas se saben de las alumnas de Slytherin, quizá sólo se conocen dos seguras, Millicent Bulstrode y Pansy Parkinson; pero lo cierto es que existen más, otras cuatro de ese mismo curso.

Esa tarde cinco alumnas verdes habían dejado a la sexta la conclusión de un importante trabajo en equipo para la clase de Transformaciones, confiadas en que la chica, que tanto solía jactarse de astucia, se las ingeniaría para cumplir con su tarea; el problema es que llevaba más de cuatro horas sentada en la soledad de la biblioteca y continuaba sin saber bien a bien dónde iba una coma tal. Además de cargar con el abolengo de su casa, Pansy Parkinson tenía que cargar con el vacío frecuente de su cráneo y peor aún, con un instinto de perfección tan grande, como si fuera una diosa con máxima inteligencia, belleza y poder, cosas que no podía presumir en totalidad.

Cuatro horas, habían dado las doce y en cualquier momento la señora Pince ordenaría, a los pocos que todavía esperaban por ahí, que salieran de una buena vez por todas y entonces sería quedarse perdida por algún pasillo, porque llegar a su dormitorio para admitir que no había terminado no era una opción; la mala opción había sido salir esa tarde a los jardines con Blaise, sabía que iba a ser entretenido, eso era cierto, siempre le pasaba cuando salía con él, pero no había podido dejar de lado la mención a tener miedo, por eso había salido y no por algo más.

Sí, Pince le echó de la biblioteca y ahora, confusa y desesperada, andaba por los pasillos buscando un rincón que le diera al menos una hora más para pensar en qué poner y dónde. Esa maldita coma la estaba volviendo loca, es que cambiaba el sentido de toda la frase (falso) y si la ponía en un lado aseguraba un mínimo aceptable para la tarea (absurdo) pero si lo ponía del otro lado, quizá significara subir el promedio de todas (mentira!). Lo que Pansy no quería admitir era que lo que consideraba ya una conclusión, eran en realidad dos líneas rebuscadas y emborradas que sólo decían una cosa:

Finalmente este trabajo, es finalizado de la siguiente forma Terminal.

Tuvo que aceptar que era una piedra para las Transformaciones, para las Pociones, Herbología, Defensa Contra las Artes Oscuras y si recordara más materias, seguramente descubriría que también para esas; desolada se sentó en el rellano de una escalera, mirando sus notas y revisando otra vez las dos líneas de letra enorme y descontrolada, de ninguna forma podría volver con eso. Decepcionada, tomó su mochila, su pergamino y echó a andar de regreso a su sala común, berreando por dentro por no tener buenas clases o maestros que fueran capaces de sacar de ella esa inteligencia que sabía existía, pero que nadie nunca había sabido despertar y mucho menos valorar.

Volvió al pasillo de la biblioteca con la esperanza de recortar camino hacia su sala, cuando vio a alguien más en el pasillo, a mitad de su camino; un chico alto y delgado que, por la penumbra, no pudo reconocer pero sí pudo escuchar, berreaba igual que ella por las constantes tareas.

-Deberes, puros deberes. –Farfulló pocos pasos delante y sin querer, se le ocurrió apoyarlo con un suave…

-Sí, como si de algo fueran a servir. –Él se sorprendió pero no dejó de caminar y aunque más erguido, procuró estar al pendiente de los pasos convencido de que podría ser alguien conocido.

-Sirven aunque uno no pueda hacerlos siempre bien. –Sentenció seguro de eso, no por consciencia propia, sino por influencia de alguien más.

-Cómo no. –Carcajeó divertida agachando la cabeza. –Quien piense eso es un verdadero idiota.

-¿Por qué dices eso? –Se frenó en medio del pasillo y ella fue a chocar directo contra su espalda por no estar poniendo atención hacia dónde andaba.

Era más de media noche y Pansy Parkinson con sus notas, su mochila, su cabello castaño y su ceño fruncido digno de un can, miraba a Ronald Weasley quien la había hecho tropezar sin querer, llevando en las manos sus cuadernos y un libro de Transformaciones; no se decían nada pero a ella se le notaba en los labios fruncidos que estaba muy enojada y él dejaba ver, en el sonrojo de sus mejillas, que estaba avergonzado. No se atrevía a ponerse de pie porque implicaba terminar muy pegada a él y no quería siquiera rozarlo ni un poco; se sentía obligado a tenderle la mano y ayudarla a levantarse, pero no estaba seguro de que lo fuera a tomar amablemente.

Cuando le tendió la mano se quedó de un palmo, tocarlo implicaba tener contacto con un Weasley, un traidor patético y pobre; miró sus dedos delgados, su mano fuerte y tensa y sintió risa de tan simple y absurdo que parecía; subió lento su mirada por el brazo envuelto en la camisa blanca impecable, si la riqueza dependiera de la limpieza, él habría sido el más rico del Colegio entero, pero era una lástima que a nadie le importara la pulcritud; sus hombros eran anchos y delgados y aunque andaba encorvado tenía el cuello fuerte y la barbilla firme, hundida en un orgullo estúpido; subió hasta mirarle las pecas y la nariz afilada y no pudo evitar sentir un dejo de asco, uno profundo y corrosivo que no le permitía aceptar esa mano y sobre la nariz, en un intento por dejar de ver ese rasgo de la familia Weasley, buscó los ojos para burlarse más de todo él y al tenerlos frente a los suyos se perdió.

No tenía los ojos que él pensaba, los que solían comentar todos, esta era distinta a la que estaba acostumbrado a ver, ¿sería que estaba sorprendida de que él tampoco fuera el de siempre?, le miraba a los ojos y parecía como si no lo reconociera; le dio la mano y pudo ayudarla a levantarse y aunque él ya no le miraba a los ojos, sino que le ayudaba con sus cosas, sí podía sentir todavía la mirada de Pansy, casi indiscreta, casi sofocadora. Le dio sus cosas, su pergamino, sus cuadernos y mochila y cuando volvió a verla, tuvo que hacer que sus ojos salieran corriendo porque le parecía que se lo iba a devorar con un parpadeo.

Echaron a andar sin decirse nada y Ron pudo percibir cómo apretaba sus cosas entre las manos, como acometida por una ansiedad horrible, dedujo que era él el que la alteraba y palideció; un orgullo asesino le brotó en el cuerpo y para demostrarle que no le afectaba se irguió más y alzó la barbilla, ella le miró de reojo interesada, casi sonriendo con un cinismo venenoso.

-¿Vas a tu casa, gatito? –Escupió para herirlo, con la plena intención de hacer que volviera a encorvarse, de hacer que se sintiera más pequeño que antes, pero él apretó los dientes y se le quedó viendo fiero como un león.

-No te importa, Parkinson. –Arremetió acelerando el paso y ella, impulsada por el instinto, lo siguió para seguir molestándolo.

-No pudiste terminar tu tarea, eh… ¿qué harás ahora?, vas a buscar a la sangre sucia de Granger, ¿no? –Era todo, soportaba cualquier cosa menos que le dijeran de esa forma a su amiga, no calculó su fuerza, no pensó lo que hacía y volviéndose hacia ella estiró la mano y le soltó un empujón que a Harry apenas habría hecho tambalear, pero que para ella había sido tan fuerte que fue a dar hasta el muro y cayó al suelo sentada y sofocada; azotado por la magnitud de su arrebato, convencido de que otra vez era un bruto inconsciente se puso en cuclillas y revisó que ella estuviera bien.

Estaba sorprendida, sentía el frío de la piedra en sus piernas y el raro adormecimiento del golpe en la espalda, pero sobretodo sentía una rara necesidad de reír; era la primera vez que un hombre le tocaba para lastimarla sin querer, la primera vez que un chico la callaba como si fuera otro chico y más allá de eso, era la primera vez que alguien que le hacía daño se tiraba luego a su lado para ver que estuviera bien. Se echó a reír, no podía contenerlo, tenía que reír porque él estaba ahí asustado tratando de levantarla y ella estaba ahora recargada en el muro, pensando en lo tonto e idiota que se veía, tratando de disculparse por el empujón que le había dado.

-¿Estás bien? yo no quise… ¿por qué te ríes, Parkinson?... no es gracioso… ¿te dolió?... ¡¿Por qué te burlas?, esto es serio, ¡No es gracioso! –Escupió molesto, haciendo rabieta y rojo como un tomate, ella volvió a reír más cínica aún y él se puso de pie de un salto dispuesto a largarse. -¡Maldición! –Dio media vuelta y ya se iba cuando ella sin dejar de reír habló al fin.

-No me dolió, no eres tan fuerte, me han dado mejores empujones las chicas de mi dormitorio… que por cierto, me darán algunos en cuanto cruce la puerta. –Se le estaba yendo la risa y Weasley, que le miraba sorprendido de que le estuviera hablando así, se detuvo y regresó hasta ella curioso como buen gato que era.

-¿Por qué? –Preguntó poniéndose en cuclillas al notar que ella se sentaba con más soltura, como si pudiera quedarse ahí sentada toda la noche.

-Porque debí terminar yo el trabajo de Transformaciones para mañana, pero… estuve tan ocupada toda la tarde que no he podido escribir nada. –Mintió para no decir que no sabía qué escribir. –Ahora no tengo ninguna conclusión qué entregar y seguramente van a matarme. –Mientras hablaba todavía riendo, Weasley había tomado el pergamino y leía lo que había puesto por conclusión, infló las mejillas y luego dijo.

-Las conclusiones normalmente las hace Hermione cuando trabajamos en equipo, a mí siempre me toca hacer cosas menos elaboradas, como leer lo que vamos a resumir o marcar materiales… soy bueno para recordar cosas que nadie nota, ¿sabes? –Pansy no le hacía caso, estaba reprendiéndose por estar ahí sentada con él a la posible vista de todos, peor aún, porque seguro estaba despeinada y se le había roto una uña. –Pero mira, ¿por qué no repites estas líneas al final y pones esta también?… y esta. –Cuando se volvió a mirarlo se dio cuenta que Weasley le estaba ayudando, de la nada y sin interés alguno, no supo qué hacer ante esas palabras y él, inquieto le miró. -¿Qué?

-No te estaba poniendo atención, ¿qué dijiste Weasley? –Preguntó despectiva, como si aquel muchacho fuera una mosca a la que nadie prestaba atención.

-Que pongas esto y esto al final, trascríbelas para que no queden igual y tendrás una conclusión medianamente buena… o al menos mejor que eso que tienes ahí. –Dijo molesto poniéndose de pie, Pansy no le dio importancia a su comentario sobre sus líneas y se enfocó en leer lo que le había dicho y ponerlo al final de una forma más rebuscada, Ron la vio escribir y se decidió a dejarla ahí sola, mejor eso que volver a sentirla soltar veneno; estaba a punto de dar vuelta en un pasillo cuando lo alcanzó y le dio un codazo que apenas y lo hizo tambalearse.

-Weasley bobo… no eres tan tonto como creí. –Hizo un guiño y se perdió por el pasillo camino a su sala común, Ron se sintió idiota de haber pensado que le daría las gracias, pero al menos ahora ya no le debía nada.

La profesora McGonagall había entregado los resultados del trabajo esa misma tarde, las notas no habían significado grandes sorpresas para los rojos de siempre que habían salido bien, tampoco para los Ravenclaws que solían tomar aquello como simples requerimientos de clase o los Hufflepuffs con la preocupación de siempre, pero el ánimo y la entereza acostumbrada; la verdadera sorpresa de los verdes había sido la nota del equipo de Pansy, por primera vez en muchos meses las chicas podían presumir de haber subido calificación. Aunque todas sabían que se lo debían a que al fin Pansy había puesto algo más que sólo una línea confusa como conclusión, ninguna le agradeció, y por mucho que Weasley la miró en el pasillo luego de ver las notas en el tablero de anuncios afuera del aula de maestros, ella no se dignó mirarlo; cuando Parkinson quiso al menos verlo a los ojos como la noche anterior, luego de que Hermione diera a conocer que eran otra vez de las mejores notas, él se enfocó en la castaña y ella prefirió escabullirse de inmediato.

Weasley se fue enfurruñado a su sala común siguiendo como siempre a un Harry preocupado por sus conversaciones con Dumbledore, y Parkinson siguió los pasos de las demás verdes, que planeaban pasar la tarde criticando; cuando dieron vuelta en los pasillos que los dividían se preguntaron por un momento por qué el otro no le había hecho caso, resolvieron que era lo normal y no necesitaban del otro para nada. Los días pasaron, tres para ser exactos y una noche en que Hermione había querido quedarse en la biblioteca estudiando, Ron y Harry decidieron retirarse temprano; habrían llegado juntos a su habitación de no ser porque Harry tenía muchas cosas en la mente, cosas que quizá a Ron no le convenían saber.

Solo, el pelirrojo decidió dar algunos rodeos y pensar bien a bien en su situación con Hermione, que ya empezaba a ponerse en un punto sin retorno, la desesperación le ganaba y por mucho que se reprendía, la ansiedad le jugaba en contra; suspirando y echando aire entre la lengua y los dientes dando de silbiditos, dio vuelta en un pasillo y a medio camino, sí, a mitad de camino como la otra noche, topó con Parkinson y las cosas cambiaron como el color del cielo en el ocaso.

-Solo tan tarde… se te hace costumbre, Weasley. –Escupió mirándolo con un dejo de ironía en el rostro, él frunció el ceño y le sacó el camino por el otro lado, ella se movió para detenerlo.

-¿Qué quieres, Parkinson? –Preguntó cansado, ella rió divertida de su cara de niñito emberrinchado.

-No sé… se me ocurrió que podría dar contigo si me desviaba un poco, ¿no se te hace raro que coincidamos tanto? –Actuaba como si se divirtiera molestándolo y así era, pero a él no le causaba gracia, a él le molestaba de sobra.

-El Colegio no es tan grande y tampoco estamos en un pasillo poco transitado. –La miró a los ojos y la volvió a ver como la otra noche, era un brillo distinto, casi fugaz que lo obligaba a desviar la mirada como escapándole.

-Es cierto… mira, y yo que pensaba que me buscabas. –Soltó de golpe y Ron se sonrojó como un polvorín, a lo que ella reaccionó riendo a carcajadas.

-¡No te burles de mí! –Exclamó mirándola y pegándosele lo más que pudo para intimidarla con su tamaño.

-¿Me estás amenazando? –Preguntó frunciendo la nariz en una mueca de asco que lo hizo sentirse estúpido.

-Quítate de mi camino, Parkinson. –No estaba dispuesto a ser su burla, no estaba dispuesto a que jugaran con él, menos ahora que tenía tantas cosas en la cabeza sobre Hermione.

-Me tienes miedo, ¿verdad? –No podía negarlo, necesitaba ver esos ojos azules, todo el tiempo, siempre; eran como un imán, algo que le hacía olvidar incluso a quien pertenecían, los necesitaba y por eso había ido a buscarlo, no porque esperara algo, no para verlo a él, sino para ver sus ojos.

-¿Miedo? –Quizá era eso exactamente lo que no le gustaba a un Weasley, que le hirieran el ego, miedo no le tenía, no era miedo era inquietud; no entendía que fuera tan hueca, tan tonta, tan contraria a Hermione, como dos caras de la misma moneda; algo le dijo que la mejor forma de herir a Parkinson era dándole lo que ella no querría darle a él nunca, además le serviría de práctica para cuando Hermione apareciera en su camino más decididamente; no lo pensó dos segundos, la tomó de la muñeca la llevó contra el muro y le miró a los ojos. -¿Miedo?

Tembló entera sin dejar de reírse de él, el leoncito estaba haciendo cosas que iban contra su propia personalidad y las hacía por ella; sonrió con más ganas sintiéndolo pegado a su cuerpo, pero sabía bien que no se atrevería a lo demás, se burló con la mirada y disfrutó de verle los ojos aguijoneados por su actitud. Cuando Ron intentó inclinarse para besarla, ella volteó la cara, no quería tener contacto así con él, ella quería mirar sus ojos, eso y nada más, él era desagradable en todo lo que no fuera azul en su cuerpo.

-¿Por qué te besaría? –Preguntó alzando la cara para mirarlo a los ojos y echando la cara atrás, huyéndole como si estuviera apestado. –Me daría asco tenerte tan cerca. –Escupió claridosa y mordaz, pero sincera hasta el punto en que siempre lo era y terminaba metiéndose en problemas; él se turbó hasta ponerse negro de rabia, la soltó de un empujón azotándola otra vez contra el muro y prefirió echarse a andar acometido por la ira; algo en el pecho le dolía igual que si lo hubiera mordido una serpiente.

Se sentía pasmada, algo en esos ojos le había producido un sentimiento de tristeza; al alejarse de ella, habían dejado de brillar como antes.

took my heart to the limit, and this is where i'll stay