Disclaimer: Los personajes, algunas locaciones y demás de Saint Seiya no me pertenecen, pertenecen a Masami Kurumada y Toei animation.
El águila y el león.
Prólogo
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Ella.
Dicen que tiene sangre de traidor, nadie quiere acercársele.
Es portador de la armadura dorada de leo, aun así, decide no vestirla en todo momento. Es majestuoso, como un león. Yo creo que es noble, que es admirable. Un chico humilde, que carga un estigma que no debería.
Él.
Entre las amazonas, es la más estratega.
La he visto luchar. Es ágil y fuerte, como un águila. Me dijo que puede ver detrás de lo superficial, que no soy una mala persona, que me castigo demasiado por los errores de mi hermano.
En el santuario es la única que quiere hablar conmigo.
Ella.
Me descuidé, vio mi rostro.
La regla de las amazonas me da dos opciones: Debo matarlo o enamorarme de él.
Él.
Vi su rostro, es hermosa.
Esquivé todos sus golpes. La diferencia entre rangos me lo dejó fácil, pero no puedo decir que ella no luchó.
Yo no quería destruir su orgullo, así que también lo hice, pero sin usar todo mi poder.
"Es una regla sin sentido"
Le dije cuando ya la noté cansada.
Tenía que dejarle en claro que no sería yo quien le cortaría las alas.
Ella.
"Tu secreto está a salvo conmigo, nadie tiene por qué enterarse de lo que pasó"
Me susurró tendiéndome su mano para que me levante del suelo.
Yo tenía razón, él es un hombre amable.
Sin darme cuenta, en ese momento empecé a seguir la segunda opción de la regla.
Él.
Ese secreto nos unió más que nunca, por irónico que parezca.
Cada día la admiraba más. Ahora era maestra de un aspirante a caballero, un chico llamado Seiya.
Mi mente sólo podía pensar en su roja cabellera, en sus ojos cafés.
En volver a ver su rostro.
Ella.
Sus ojos verdes me daban calma.
Me dio fuerzas para soportar la batalla entre Seiya y Cassios por la armadura de pegaso. Mi alumno salió victorioso ¡Qué orgullo!
En ese momento le agradecí, para mis adentros, el permitirme seguir mi camino como caballero femenino.
Ahí me di cuenta. Yo no había violado ninguna regla, yo ya lo estaba amando.
Él.
No hubo necesidad de palabras.
Ella vino a mi templo y se quitó la máscara, me dejó ver sus bellos rasgos faciales una vez más.
No pude frenar mi impulso y la besé.
Ella.
Me besó, tuvo mi alma entre sus labios y, aun así, me dejó ser libre.
"Será nuestro secreto. No quiero que nada malo te pase, tampoco que dejes de ser una guerrera" murmuró.
Estábamos desafiando todas las reglas, poniendo nuestras vidas en peligro.
A los ojos del Santuario, él era el hermano y yo la maestra de la traición. La situación empeoraría si descubrían que éramos amantes.
Nos matarían a los dos.
Él.
Mi hermano no era un traidor. Murió en vano, a manos de un impostor.
Fui a desenmascararlo, con ella en mis pensamientos.
Si destruía la mentira, quizás podríamos ser libres.
Ella dejaría de sufrir la preocupación por su alumno y yo limpiaría el nombre del caballero de sagitario.
Ella.
Fue a luchar solo. ¡Detesto cuando hace eso!
Falló. La guerra contra el Santuario y el falso patriarca siguió, perdimos vidas muy valiosas.
La verdad siempre encuentra la salida, aunque sea tarde.
Todo volvió a la normalidad.
Él.
Por un tiempo no hubo motivos para luchar. Los caballeros de bronce habían vencido en Asgard y en la batalla contra Poseidón.
Vivimos días tranquilos, sólo pensando en nosotros, sin la presión de la guerra.
Nos pertenecíamos el uno al otro y nos lo dejamos en claro entre las sábanas.
Dicen que lo bueno dura poco y así pasó.
Hades no tardó en llegar.
Ella.
Tuvimos efímeros días felices hasta que las estrellas anunciaron el despertar de Hades.
Una nueva guerra iniciaba.
De nuevo muertes, destrucción; almas en pena que volvían para cumplir con una misión.
Él debía partir al inframundo y yo tenía que quedarme en el Santuario.
No hubo despedidas.
Él.
Ella odia las despedidas, por eso partí a cumplir con mi deber sin decirle adiós.
El enemigo es fuerte.
El juez del inframundo me derrota cobardemente, utilizando la barrera de Hades como escudo de mis ataques.
Perdí.
Ella.
Sentí su cosmos apagarse, luego volvió a encenderse unos segundos para la destrucción del muro de los lamentos…
La noticia llegó a mis oídos: Aioria de Leo pereció en la batalla junto al resto de los caballeros de oro.
Inundada en lágrimas, me autocastigué por nunca habérselo dicho.
Estaba claro, ambos conocíamos bien nuestros sentimientos. Pero no dejo de pensar...
Un "te amo" no hubiese estado de más.
Él.
¿Dónde estoy? ¿Qué hago con vida?
Lo último que recuerdo es haberme reencontrado con Aioros y con mis otros compañeros de armas fallecidos para romper el muro de los lamentos. Luego, sólo luz.
Ahora me encuentro en un lugar gélido, casi sin vida.
Estoy débil, las piernas me fallan y me desplomo entre la nieve.
Cuando vuelvo a despertar, escucho a una muchacha de cabellera celeste discutir con los guardias de la mazmorra en donde me encerraron. La oigo nombrar un lugar que yo conozco.
Estoy en Asgard.
Ella.
El rugido de mi león es inconfundible, puedo reconocerlo con cada uno de mis sentidos, con cada partícula de mi ser, a miles de kilómetros.
No sé cómo ni por qué.
Aioria está vivo. Está en Asgard y voy a ir a buscarlo.
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Notas de la autora:
Sí, lo sé. Tengo mil historias por terminar/actualizar. Créanme que en estos momentos estoy en eso. Pero a esta historia se la debo a alguien que me la viene pidiendo hace mucho.
Mi novio es fanático de Aioria, cuando empezamos a salir, descubrimos que Marín es de piscis- al igual que yo- y desde ahí nos dimos cuenta que teníamos muchas cosas en común con esta parejita.
Ahora sí puedo decir que soy la mejor novia del mundo (?)
Espero que les haya gustado. Este fic no será muy largo, como mucho será un two-shot, pero estoy poniendo todo de mí para que quede lo mejor posible.
Gracias por leer, dejar reviews y esas cosas preciosas que son el motor para que uno siga escribiendo n.n.
Erii.
