Advertencia: tanto los personajes como las situaciones descritas son propiedad intelectual de George R.R. Martin.
Cuando dices adiós
Le habían desnudado entre risas, la ropa volando a su alrededor, sonrisas joviales, pícaras. La música sólo era una confusión de notas. Sus ojos claros la buscaban a ella, a su esposa. Quería decirle que no debía llorar, que él la cuidaría, que era hermosa, mucho más de lo que jamás iba a esperar.
La tenía entre sus brazos, un alboroto descontrolado de besos y lágrimas, y la melodía que se fundía por la puerta de la habitación. Demasiado alta, demasiado descontrolada, caótica, sin razón. "Las lluvias de Castamere" no deberían de sonar en el día de su boda. Y, por encima de las notas dispares el aullar de mil almas, gritos de espanto, de horror, de sangre cayendo sobre las losas del salón, cuchillos danzando entre tambores y flautas.
Los chillidos de su hermana rasgaron el cielo, lacerantes, llenos de un dolor que dejaba señales, que arañaba la piel. Y, de repente, el silencio lo inundó todo, dejando tras de sí un adiós que no se había podido pronunciar.
