UN DÍA A LA VEZ...

Cuando toda esperanza nos abandona, solo nos queda disfrutar cada momento como si fuera el último.

Nota 1 : Este capítulo tiene una escena fuerte, favor de tomar en cuenta la advertencia antes de leerlo. No me gustaría dañar la sensibilidad de nadie.

Capítulo 1: La elección de ambos

Candy estaba sentada sobre la rama más alta del padre árbol, entre sus manos sostenía una carta, debía tomar una decisión pronto. La mayor parte del tiempo estaba silenciosa y aquella espontaneidad, que la caracterizara en otros tiempos, se había desvanecido, ahora solo hablaba a medida que sus pensamientos vagaban por su mente.

El atardecer se aproximaba, dejo la carta sobre su regazo y levanto la cara. Su rostro era tranquilo y atento. Por el camino, visualizo una pareja de enamorados, el joven murmuraba algo en el oído de su novia y ella se ruborizaba hasta los cabellos, el rostro de Candy se ensombreció levemente.

Candy tenía 18 años y aún conservaba su aspecto virginal, era una joven hermosa, pasiva, de miembros y piel suaves. Ese día llevaba un vestido de tela sedosa azul oscuro con fruncidos de encaje de hilo azul y verde en el cuello y manga.

Estaba de visita en el Hogar de Pony, tenía una licencia, su jefa y amiga, Constance o Connie como solían decirle, preocupada por la obsesión de la rubia para con el trabajo le sugirió, o mejor dicho ordeno, que se tomara unos días para descansar y recuperar energías.

Muy a su pesar Candy termino por aceptar la "propuesta" y, siendo que no tenía otro lugar a donde ir, visitó el hogar de su infancia.

El atardecer ya se encontraba en todo su esplendor, Candy continuó en silencio teniendo en cada momento ese extraño brillo de una llama esencial que hubiese sido cazada. Vivía en gran medida gracias a sí misma, y para sí misma, trabajando, pasando de un día a otro y pensando siempre, intentando sujetarse a la vida, aferrada a su propio entendimiento.

La hora de la merienda estaba por comenzar, sin dudarlo guardo la carta una vez más y se dirigió al hogar con pasos lentos.

Trascurrió la semana de vacaciones. El sábado se presento una suave llovizna que se detenía de vez en cuando. En uno de los intervalos Candy decidió visitar la mansión de las rosas. La atmósfera era gris y translúcida, los pájaros cantaban agudamente sobre las ramas jóvenes, la tierra comenzaba a darse prisa en su crecimiento. La rubia caminaba rauda, alegremente, debido a la brisa sutil de la mañana que llenaba la niebla húmeda.

Cuando Candy llego al portal iba saliendo una figura blanca, que logro asustarla.

- ¡Albert! ¡Qué susto me has dado! – dijo poniendo una mano sobre su pecho, el rubio comenzó a reír a carcajadas.

- ¡Candy! Te mereces eso y más por no venir a visitarme antes – contestó sonriente, pero con un dejo de reproche.

- Yo... lo siento... no... – la rubia no sabía cómo explicarle que toda la semana había estado pensando en abrir o no la misiva y por eso se le había ido el tiempo.

- Descuida... ¿quieres tomar algo o prefieres caminar? – preguntó al ver que ella estaba algo incomoda con su pequeño reclamo.

- Preferiría caminar, no quisiera otro enfrentamiento con la tía abuela – comentó Candy con una sonrisa de medio lado.

- No se encuentra en casa, salió con los hermanos Leegan.

- Me alegro, pensé que me retaría de nuevo – exclamo la ojiverde sorprendida.

- Entremos pequeña – ambos se dirigieron al salón para tomar un poco de té.

Había pasado más de dos años desde que Albert le revelara que él era el famoso tío abuelo William y también, el príncipe de la colina. Como muestra de agradecimiento, Candy acepto conservar el apellido Andley, muy a pesar de Elroy, Elisa y Neil quien seguía molesto por el rechazo de la rubia.

Durante un año, Candy decidió recluirse voluntariamente en el Hogar de Pony, Albert se dio cuenta de que ella aún conservaba cierta jovialidad, tanta gracia picante o sugestión irónica, pero también tanta reserva porque por dentro se veía enfrentada a un abismo vacío y aterrador, como si hubiese estado más allá del borde en más de una ocasión.

El joven patriarca pensó que ella pronto se repondría, siendo que desde siempre había superado cosas aún peores; pero esta vez ella no hablaba, estaba guardando todo en su interior y su cuerpo lo resentía, no comía mas que lo necesario, dormía pocas horas y siempre tenía la mirada ausente.

Durante ese tiempo, Annie, Archie, Patty y él mismo intentaron sacarla de su mutismo, pero ella no cambiaba en lo más mínimo su posición, la razón de este comportamiento por parte de la rubia era simple, Candy había aceptado su separación con Terry, más su corazón se negaba a olvidarlo, por el contrario parecía que en lugar de querer solucionar el problema ella se aferraba a mantenerlo ahí.

- ¿Cuándo partes? – le preguntó Albert.

- Mañana por la tarde – contestó

- Muy pronto...

- Quería despedirme antes... – la rubia evitaba el contacto visual con Albert, éste lo noto y decidió no preguntar nada, durante un par de horas hablaron de sus planes para el verano próximo.

Al caer la noche el ojiazul llevo a Candy al Hogar de Pony.

Candy volvió a Chicago la tarde siguiente, era de noche cuando arribo a su departamento, regalo de Albert, el cual, estaba sobre un edificio en una calle de clase media, pero bellamente decorado.

Candy se recostó, pero el dios del sueño hacía mucho que no se apiadaba de ella; como si de repente recordará algo se levanto y busco entre su maleta. Ahí estaba la carta que un par de semanas atrás había recibido. ¿Qué diría? ¿Debía guardar alguna esperanza? ¿Y si eran malas noticias? El alba llego mientras la ojiverde cavilaba, aún así, ese día tampoco abrió la misiva de Susana.

En Nueva York, Terry, en compañía de Karen, iba caminando despacio hacia su casa. ¡Su casa!, era una palabra demasiado cálida como para aplicarla a aquella fastidiosa conejera. Pero también era una palabra que habría tenido su momento. Cancelado de alguna manera. Todas las grandes palabras, le parecía a Terry, habían quedado canceladas para su ser: amor, gozo, felicidad, hogar, madre, padre, prometida, todas esas grandes palabras dinámicas estaban ahora medio muertas, e iban muriéndose día a día. El hogar era un sitio en el que se vivía, el amor era algo con lo que ya no podías engañarte, el gozo una palabra que se aplicaba a una gran satisfacción obtenida sin esfuerzo, la felicidad un término hipócrita que se utilizaba para epatar a los otros, el padre un hombre que disfrutaba de su propia existencia, su prometida una mujer con la que había que vivir y darle ánimos.

Estaba asustado, su corazón gritaba todo el tiempo como si se encontrara en medio de alguna ordalía: "Quiero irme, quiero no saberlo, no saber que ella existe" Pero debía seguir adelante. Karen, a su lado, podía percibir su sufrimiento.

- Odias esto, ¿verdad? – preguntó la castaña.

- No puedo evitarlo, pero tampoco puedo cambiarlo.

- Terry... – repuso Karen.

En ese momento una súbita y feroz rabia se apoderó del actor. Odiaba ir a su casa, más que su casa, la de Susana.

- Ojalá no hubiera vuelto – dijo de repente con tal decisión que Karen se detuvo inmediatamente, giró y se sentó en la banqueta a unos pasos de la gran puerta.

Karen lo contemplaba. Su boca estaba cerrada, su rostro apartado. Se arrepentía amargamente de haber regresado. La joven actriz lo miró y pensó en lo sorprendentemente apuesto que era arrebatado por la turbación. Se quedaron mucho tiempo ahí, sentados, en silencio. Terry despertó de su trance cuando vio aparecer un carruaje y lo detuvo.

- ¿Karen? – llamó el dueño de los ojos verdiazules – Gracias por la compañía, pero es hora de que vayas a casa.

- Pero... – no termino, la mirada fría de Terry la atemorizo, la actriz lo abordó deseándole suerte a su compañero y amigo.

Terry deseaba estar solo, liberado de la tirantez y el cerco de la presencia de cualquiera.

Dos horas permaneció afuera contemplando y en ese tiempo se hizo consciente de la casa, del hogar que lo rodeaba ¡Y Terry odiaba ese lugar sórdido y demasiado familiar! Le daba miedo la profundidad de su sentimiento hostil a la casa, al medio, a toda la atmósfera y las condiciones de esa vida anacrónica. Sus sentimientos lo asustaban.

Al final, como muchas noches antes, se decidió entrar medio aturdido.

Donovan Crich era un joven pintor que se sentaba a primeras horas del día en una banca cerca de la calle más transitada de aquella cuidad.

Donovan siempre observaba cuidadosamente, con curiosidad objetiva. Veía a cada persona como una figura completa, como el personaje de un libro, como el tema de un retrato, una creación terminada. Le encantaba reconocer sus variadas características, situarlas a su verdadera luz, proporcionarles sus propios ambientes, definir a esa gente para siempre según pasaban delante de él siguiendo su camino. Donovan les conocía, ninguno tenía algo desconocido, sin resolver, hasta que ella apareció. Entonces se despertó su interés. En ella había algo no tan preconcluido.

Donovan era un tipo apuesto, tostado por el sol, por encima de la medida en altura, bien hecho y casi exageradamente bien vestido. Pero había a su alrededor también la mirada extraña, guardada, el brillo inconsciente, como si no perteneciese a la misma creación que la gente a su alrededor.

Donovan veía atentamente a Candy. Había en ella algo septentrional que lo magnetizaba. En su clara piel y en su rubio cabello había un destello solar refractado por cristales de hielo. Y su aspecto era tan nuevo. Su resplandeciente belleza, jovial y sonriente. Desde el primer momento en que la vio le torturo el deseo de verle otra vez, una nostalgia, una necesidad de verle a cada momento, de estar seguro de que no era todo un error, de que no se estaba engañando, de que sentía realmente esa sensación extraña y abrumadora a causa de ella, ese conocimiento de ella en su esencia, esa poderosa aprehensión de ella.

Después de unos minutos Candy salió de su edificio, rubia, hermosa, saludable, con una gran reserva de energía. Se mantenía completa, había algo extrañamente furtivo brillado a través de su aspecto amistoso, casi feliz. Donovan se levanto bruscamente y partió. Deseaba estar solo.

Candy camino al hospital, que a esa hora estaba atiborrado por enfermeras, doctores, camilleros y pacientes, al parecer hubo un accidente. Las enfermeras daban vueltas algo confusas.

- ¿Qué pasa, Dana? – preguntó Candy a su compañera.

- ¡Un accidente, Candy! – exclamo nerviosa.

- ¿Accidente? – repitió Candy con las manos en la boca.

- Sí... – Dana se tranquilizo un poco y comenzaron a caminar hacia el área de urgencias – Un joven caminaba distraídamente por la calle y un autobús trato de esquivarlo, pero no pudo y atropello al joven, además el trasporte se estrello contra un muro y algunos pasajeros tienes heridas graves.

- Qué tragedia – Candy estaba preocupada por el joven.

- ¡Candy! – la llamó una voz conocida - ¡Has vuelto tan pronto!

- ¡Connie!

- ¿Has escuchado lo qué paso? – la rubia asintió – El doctor Messi operara al joven, por favor, Candy, asístelo. Dana – dijo refiriéndose a la otra enfermera – ven conmigo a urgencias – ambas mujeres se retiraron mientras Candy se dirigió a los quirófanos.

El doctor Messi era un hombre de edad madura y bonachón, quien desde que Candy fuera aceptada en el hospital Beldover, había hecho una mancuerna perfecta.

- ¡Al fin regresaste, Candy! – le comentó el anciano Messi – Espero que hayas descansado.

- Si doctor, muchas gracias – la operación continuó por un par de horas más.

Después de un día duro de trabajo Candy se recostó en uno de los sillones de su oficina, para el pesar de muchos, la rubia a sus 18 años ya era jefa de enfermeras y solo le rendía cuentas a Connie, jefa de cuidados intensivos y al mismo doctor Messsi, director general del hospital Beldover, durante sus primeros meses como jefa todos lo atribuyeron a nepotismo por parte de Messi y Connie, pero el impecable trabajo de Candy convenció a la mayoría y ahora, a un año de su jefatura, era querida y admirada por muchas enfermeras, incluso doctores.

A causa de su falta de sueño, hizo una ronda nocturna y entró a la habitación de Donovan Crich, quien dormía placidamente. Extrañamente ese joven le pareció familiar.

- Terry... – escucho su nombre desde lo alto de la escalera.

- Dime, Susy... – suspiro.

- Anoche llegaste muy tarde – comentó seria.

- El estreno está cerca, Susy, ya conoces a Robert lo quiere todo perfecto.

- ¿Seguro? – repuso distraídamente, el asintió aún sin mirarla – Terry... – llamó de nuevo con su voz tan dúctil para los cambios – quiero que me lleves a cenar esta noche.

- Susana, no...

- Por favor – rogó, pero el castaño no dijo nada – después del accidente – dijo poniendo énfasis en esta palabra – no he disfrutado de la ciudad, y yo...

- Te recogeré a las 8 – zanjó derrotado Terry, no podía negarle nada cuando mencionaba el accidente en el que por salvarle la vida había perdido su pierna.

Terry partió y Susana lo miro a través de su ventana, él nunca usaba su auto, siempre caminaba o usaba los carruajes. La ojiazul suspiró profundamente.

Flash Back

La noche en que intentó suicidarse, Terry le dijo que se quedaría con ella. Susana pensó, en ese entonces, que había ganado el corazón del castaño, pero no fui así. Meses después Terry desapareció y ella se sumió en una profunda tristeza. Y un día sin esperarlo, Terry llamó a su puerta.

- ¡Terry, regresaste! – dijo al borde de las lágrimas

- Susana, tenemos que hablar – le respondió seriamente, ella acepto, ya era algo que hubiese vuelto – He hablado con Robert para pedirle una nueva oportunidad – comenzó el castaño - él aceptó renuente, estaré a prueba durante unos meses – tragó saliva – no te puedo ofrecer nada...

- Terry... yo no...

- Déjame terminar – sonrió por encima de su hombro y volvió la vista a la ventana – no te amo – dijo de pronto y Susana sintió una opresión en su pecho, las lágrimas de nuevo brotaron de sus ojiazules ojos – pero lo intentaré – cada palabra lo alejaba más de Candy – quiero aprender a amarte, Susy... yo... vivamos juntos por un tiempo – al fin lo había dicho.

Así después de esa conversación, Terrence Grandchester se mudo a la casa Marlow, a pesar de su madre quien no aceptaba tal tontería, habían pasado casi dos años de eso, y aunque aprendió a dominar al castaño, éste aún no le pedía que se casaran, ni muchos menos hablaba de formalizar su compromiso.

Sabía que Candy aún vivía en su corazón y decidida a no perderlo, le escribió una carta, donde sutilmente le decía que se alejara de él para siempre.

Fin Flash Back

Pero Candy no había respondido...

Candy guardo la carta durante unos meses más, tenía miedo de lo que se dijera ahí, durante ese tiempo hizo una buena amistad con Donovan quien poco a poco hacía que el dolor de sus ojos fuera borrándose, no por completo, pero el pintor lo intentaba.

- Candy – le dijo un día en que salieron al parque – quiero pedirte un enorme favor.

- Dime Don – así le llamaba de cariño.

- Pronto tendré una exposición y me gustaría que...

- Sabes que con gusto aceptaré ir contigo – sonrió la pecosa.

- No, bueno, gracias, pero no es eso...

- ¿Entonces?

- Me gustaría pintarte en un cuadro – dijo por fin y ella lo miro expectante.

- ¿Pintarme?

- Sí, tal vez no te des cuenta de tu propia belleza, pero sería un honor para mí que seas mi modelo.

- Déjame pensarlo, Don.

- Claro, Candy.

Candy lo consulto con Albert, quien a pesar de no confiar en Donovan la animo, sabía que el joven Crich era hijo de unas de las familias acomodadas de Chicago, pero que Donovan, rebelde como era, no quiso acatar las órdenes de su padre y huyo de casa. Moviéndose con sus amigos artistas en diferentes niveles sociales, había llegado a conocer ya a muchas personas de renombre y posición. Además había hecho retratos de varias personas que pertenecían a la clase alta ociosa que se mantenía en contacto con las artes, una de ellas la señora Elroy Andley.

Después de esa llamada con su tutor y amigo, Candy acepto modelar para Donovan.

El joven Crich, tenía a un viejo amigo que trabajaba en la utilería de un teatro, así que le pidió prestado un vestido para Candy.

Donovan le dijo que le tomaría solo unas horas tener la esencia del retrato y después solo le daría toques para embellecerlo. Acordaron reunirse en el departamento de la joven el día descanso de ésta.

Así Donovan trasladó sus bastidores, pinturas y cajas y depositó el vestido en uno de los sillones que estaba en la estancia.

Mientras almorzaban, Donovan notó un sobre en la mesa de centro.

- ¿Enviarás una carta? – preguntó sin mucho interés.

- No... es mía... yo – dijo titubeando – no he tenido tiempo de abrirla – contestó al fin.

- ¿Por qué no lo haces ahora? – la animo, quería saber de quién era.

- No sé... yo...

- Vamos – Donovan tomo la carta y se la tendió a la rubia – si son malas noticias me tienes a mí para darte valor – sonrió y Candy extrañamente se sintió bien.

- Está bien... – abrió lentamente el sobre.

"Querida Candy:

Espero que te encuentres bien.

Lamento mucho la forma en la que tuviste que dejar Nueva York, estoy segura de que venías con muchas ilusiones.

No puedo evitar sentirme culpable por lo que pasa, sin embargo yo al igual que Terry y tú, soy una victima de las circunstancias.

¿Sabes? Ya no puedo caminar en lo absoluto, Terry me comento que eres enfermera, así que tú entiendes lo que es para mí vivir así porque lo ves con tus pacientes cada día. Lo único que me aferra a la vida es el amor de Terry, él vive conmigo y juntos estamos aprendiendo a amarnos mutuamente. Terry guarda un lugar muy especial en su corazón para ti, pero sé que pronto lograre que él me ame. Esperare el tiempo que sea necesario porque él es mi vida y yo ¡lo amo tanto!

Te reitero la promesa que te hice, lo haré feliz y estaré a su lado para cuidarlo.

Cuídate.

Atentamente, Susana Marlow, pronto Grandchester"

Candy comenzó a temblar, Donovan no entendía el significado de esas palabras, la abrazo tiernamente durante unos minutos.

- ¿Quieres hablar? – murmuro, ella negó con la cabeza – Entiendo – Donovan de pronto se sintió molesto "¿Quiénes son Terry y Susana? ¿Por qué Terry tiene un lugar especial para Candy?" Esas preguntas torturaban la mente del pintor.

- Es una historia muy dolorosa – le escucho decir a Candy – Terry y yo éramos pareja, pero Susana le salvo la vida... – fue lo único que dijo antes de comenzar a llorar.

Donovan, analítico como era, unió los cabos sueltos, y no dijo nada más.

- ¿Crees que deba responderle? – preguntó Candy, desde que Albert se encargaba de los asuntos familiares casi no se veían, además de que ella ya no le contaba sus cosas como antes por temor a delatar su dolor interno y preocupar innecesariamente a su amigo.

- Tal vez ella está esperando una respuesta tuya, sería descortés no hacerlo.

Influenciada por la melancolía, Candy decidió contestar, seguramente Susana no le había dicho a Terry que le había escrito, pensando en eso se sintió más aliviada.

Al terminar Candy se dispuso a usar la prenda que Donovan había dispuesto, la joven inocente de las intenciones de su acompañante, se metió a su habitación para cambiarse, mientras un lujurioso Donovan la espiaba sigilosamente.

Candy salió portando un vestido de terciopelo sedoso y frágil, color guinda y con listones por debajo del busto y en las mangas de color amarillo mostaza. Los zapatos hacían juego con el vestido y su cabello estaba suelto en todo su esplendor.

Donovan comenzó con los trazos de lo que sería su obra maestra, muy noche se retiro del departamento de la rubia, quien por sugerencia de Albert invito a Dana a quedarse con ella esa noche, la joven llego pasadas las 6 de la tarde para disgusto del joven pintor.

Dos semanas después, Donovan invitó a Candy para que viera el retrato terminado, ciertamente se veía hermoso y los detalles del terciopelo le daban un aura mágica, casi celestial al cuadro. Sabía que él nunca conservaba sus cuadros, y que Albert lo compraría como regalo de Navidad para ella.

Era el año de 1917 y Septiembre hizo su aparición y la exposición de Donovan sería en unas horas más.

El joven pintor, invito de nueva cuenta a Candy para que viera el cuadro, pero esta vez ella no usaba el hermoso vestido guinda, estaba completamente desnuda.

- ¿Qué significa esto, Donovan? – preguntó entre molesta y confundida.

- Te dije que te dibujaría en todo tu esplendor, Candy – contesto sin inmutarse.

- ¡No puedes exhibir esto! – ordenó la ojiverde.

- Tú me diste tu autorización, preciosa – Donovan estaba como ausente, parecía drogado, a Candy le atemorizo su estado y trato de calmarlo.

- Donvan, te lo pido, no me puedes hacer esto, recuerda que soy una Andley, esto desataría un gran escándalo, la tía abuela, Archie, Annie ¡Por Dios, Albert! Donovan, no lo hagas por favor.

- Y dime, Candy, ¿qué estarías dispuesta a darme si sacrifico mi cuadro más importante? – le dijo lascivo, Candy sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.

- To... – dudó, pero pensó en la salud de la tía abuela, la boda de Archie y Annie estaba próxima y Albert, no, no le podía faltar de esa manera a Albert, sería perjudicar a la familia que tanto le había dado – Todo – dijo al fin y Donovan se acerco peligrosamente a ella.

- Te espero después de la exposición.

La exposición resulto un gran éxito, Albert se extrañó de no ver el retrato de Candy, pero no dijo nada. Durante todo el evento notó a la rubia ausente y demasiado nerviosa, parecía que se rompería en mil pedazos si le preguntaba lo qué le sucedía.

Por la noche, Candy, enfundada en una capa amplia que escondía la mayor parte de su cara rondaba las calles de Chicago, llego a un edifico rojo, entró temblando.

El joven la vio entrar, sabía que ella se opondría a sus deseos, pero no quería tomarla a la fuerza, es decir, no deseaba dañar a Candy con golpes, pensando en esto, decidió tener su cuerpo y tratarla como una marioneta, en un vaso con agua coloco una pastilla que la mantendría inmóvil hasta la siguiente mañana.

Donovan la recibió alegremente, Candy tomó asiento y derramo una lágrima. El pintor la miro aprensivamente. Ella había vuelto el rostro y lloraba ciega, con toda la angustia de lo que a continuación sucedería.

Crich le puso la mano sobre la rodilla.

- No deberías llorar – le dijo indiferente – Toma – le dio un poco de agua.

Candy la bebió, pero entonces se llevó las manos al rostro, sintiendo que tenía el corazón realmente destrozado y que ya no importaba nada. Donovan le puso la mano sobre el hombro y comenzó a recorrer hacia abajo la curva de su espalda, con la otra mano acariciaba sus piernas. Regreso su mano y la poso sobre la de ella, con un movimiento brusco la levanto y la condujo rápidamente a la recamara. Ella le miraba a la cara mientras permanecía en silencio. La cara de Candy se hallaba pálida y sin expresión, como la de alguien que estuviera sometiéndose al destino.

- Acuéstate – dijo como una orden y cerró la puerta, todo quedó a oscuras.

Con una obediencia insólita, ella se recostó en la cama. Luego sintió la mano desesperadamente ansiosa que a tientas iba palpándole el cuerpo, buscando su cara. La mano le acarició el rostro con firmeza y por fin se produjo el fuerte toque de un beso sobre sus labios, lastimándola y reclamándole.

Candy, yacía completamente inmóvil, en una especie de sueño, en una pesadilla, sentía su cuerpo adormilado "Qué me dio"se preguntaba. Luego se estremeció al sentir que la mano de él tanteaba fuertemente entre sus ropas. La mano de Donovan sabía cómo desvestirla allí donde lo deseaba. Sin mucho cuidado, le bajó la leve funda de seda y se la saco por los pies. Entonces, Donovan con un estremecimiento de placer y urgencia, tocó el suave cuerpo de Candy y en el acto, penetro en la paz terrenal de un suave cuerpo virginal.

Candy no se movió, grito de dolor y lloro de impotencia, se sentía fuera de sí. Donovan la movía a su gusto y hacia suyos todos y cada uno de los orgasmos, minutos después sintió el efluvio de su germen dentro de ella.

El hombre yacía en una quietud misteriosa, ahí con sus brazos en torno a ella, su cuerpo húmedo sobre el de Candy.

- ¡Qué delicioso es tocarte! – dijo al acariciar con sus dedos la deliciosa, cálida y secreta piel de su cintura y caderas. Deslizándose con la cara frotó su mejilla contra su vientre y contra sus muslos una y otra vez. Y de nuevo a ella volvió parecerle que estaba en una pesadilla.

Candy sentía repulsión, cuando el deslizaba su mejilla por sus muslos y glúteos. No le daba tiempo de nada, estaba atemorizada. Donovan de nuevo la penetró con una intensificación de la descarga y una consumación que eran pura paz para él. Candy seguía sin moverse, sintiendo cómo se movía dentro de ella, el hondo sumergimiento de su dedicación, el estremecimiento súbito que él experimento al derramarse. Candy lo vio terminar y recostarse a su lado, la sostenía estrechamente.

Donovan no había desnudado completamente a Candy, con un movimiento brusco rompió la ropa que cubría su cuerpo.

- No estaba tan equivocado – dijo haciendo mención a su cuadro.

La penetró por tercera vez, el alba estaba a punto de despuntar, la noche fue infinitamente larga para Candy, por más que intentaba oponerse su cuerpo no le respondía, Donovan la había drogado. Mientras se movía tomo uno de los suaves senos de Candy. Pero eso había provocado que concluyera demasiado a prisa. Descanso un poco con la intención de tomarla una vez más, pero ya no podía endurecerse.

Se levantó de golpe y la miro con ira. Se vistió rápidamente y salió de la habitación. Los ojos hinchados de Candy al fin tuvieron un momento de paz, aún no podía moverse, una hora más tarde, y con el mayor de sus esfuerzos logro vestirse. La luz del día entraba por la ventana, vio que el cuadro estaba roto, Donovan cumplió su promesa, pero a un alto costo. Estaba desecha moralmente, en su departamento se lavó hasta casi raspar su piel, se sentía sucia y así permanecería por siempre.

La siguiente semana, Candy renunció a su trabajo y se fue a recluir, nuevamente, al Hogar de Pony.

Pasaron dos meses, hasta que Candy al fin se sinceró con Albert, quien enterado del estado de su querida amiga, busco la forma de acercarse a ella.

- Pequeña – la abrazo - ¿estás bien?

- ¡No, Albert, no estoy bien! – Dijo sollozando - ¡Nunca he estado bien!

- ¿Qué pasa, Candy? – el joven patriarca estaba de verdad muy preocupado.

- ¡Estoy embarazada, Albert! – contesto lanzándose a sus brazos para llorar de nuevo, el ojiazul no pudo evitar abrir sus ojos enormemente.

- ¿Em... ba... ra... za... da? – Repitió lentamente, ella asintió hundida en el pecho de él – Candy... ¿Acaso Terry...?

- ¡NO! – gritó inmediatamente, interrumpiendo el pensamiento de su amigo - ¡No fue Terry! Fue... – miró fijamente a Albert que la miraba ansioso - ¡Donovan! – un piquete de celos sintió el ojiazul al escuchar ese nombre.

- ¿Cómo...? – Candy comenzó a explicarle lo sucedido, Albert sentía arder su sangre cada vez más, ¿cómo se había atrevido a chantajearla? Y hacerle semejante atrocidad. No, Donovan Crich sabría quién era William Albert Andley.

Susana tenía en sus manos la carta de Candy, se congratulaba. Leía una y otra vez esas palabras que borrarían a esa simple mujer del corazón de Terry.

- Susy – escuchó al otro lado de la puerta - ¿Puedo pasar?

- Adelante, Terry... – dijo y al momento que la puerta se abrió fingió esconder la carta y puso cara seria.

- ¿No nos acompañaras a cenar? – Terry se sintió un tanto curioso por esa carta, ella negó y comenzó a llorar – Susy, ¿qué pasa?

- Nada, no pasa nada – contesto limpiando sus lágrimas.

- ¿Y por eso lloras? – el castaño se puso de cuclillas y tomo la barbilla de la ojiazul – Dime, qué te tiene así.

- Hace unos meses yo le escribí a... Candy – le costaba decir ese nombre, el rostro de Terry se tensó – me contesto y... – la rubia le mostró la carta y él la tomo con ansiedad.

"Querida Susana:

No he de negarte que tu carta me ha sorprendido.

Yo estoy bien, vivo mi vida como he elegido hacerlo.

Me da gusto que las cosas con Terry estén bien, debo confesarte que te odié porque tú pasabas más tiempo con él, sin embrago siempre pensé que yo lo amaba más que tú... Cuando fui a Nueva York y me enteré del accidente, mi intención era reclamarte por chantajearlo de esa manera, pero tú perdiste tu pierna y no solo eso, también tu vida... sí, cuando casi te suicidas por su felicidad supe que en verdad lo amas desde lo profundo de tu ser. En ese momento entendí que mi amor por él nunca podría superar el tuyo y es ahora que entiendo que tome la decisión correcta, en realidad tú lo amas, de eso no hay duda.

Cuando leí que Terry había dejado el teatro me di cuenta de que eran ustedes los que tenían problemas y no yo. Vivo y disfruto cada momento, porque así lo elegí y en ningún momento me he arrepentido.

Cuida mucho de Terry, apóyalo para que sea de nuevo un gran actor.

Ojalá algún día nos veamos y podamos ser amigos, Terry es parte de mi pasado y yo no vuelvo la mirada atrás.

Con cariño, Candice White Andley"

- Terry... – dijo Susana – sé que tú aún la amas, le escribí para saber qué sentía por ti, yo no te quiero a mi lado por obligación, pero al leer la carta me di cuenta de que tú lloras por alguien que ya te olvido, lo siento tanto, Terry – el castaño explosivo como era la miró fríamente, ella se asustó.

- ¡Es mentira! – gritó al borde del colapso.

- Terry, por favor... – Susana no pensó que le afectaría tanto y por un momento se arrepintió.

- ¡Ella me ha olvidado! – dijo para sí – Tanto dolor, tanta tristeza... ¿para qué?

- Terry... – el castaño sintió que cada parte de su ser estaba muriendo poco a poco, de nuevo leyó la carta y sintió como su corazón se rompía en mil pedazos.

- Susy... ¡Te amo! – dijo limpiándose las lágrimas que ya corrían por su bello rostro.

- Terry, no me lo digas por despecho – le reprobó la rubia – te lo ruego, no juegues con mis sentimientos.

- No, Susana, esto es lo que necesitaba para darme cuenta de que tú eres la mujer que quiero a mi lado... ¡Te amo! ¿no lo ves? No podía decírtelo antes porque me sentía atado a un pasado, pero ahora ese pasado se quedará atrás y tú y yo iniciaremos una vida... juntos – Terry beso tiernamente los labios de Susana, quien sonreía internamente, había ganado. Terry estaba consiente de que nunca amaría a Susana como lo hizo con Candy, pero lo intentaría, ella era amorosa, tierna y muy hermosa, esperaba que no fuera difícil y así, poco a poco, olvidaría a la mujer que tanto amaba y que lo había olvidado.

Albert utilizo todo el poder de su influencia, nunca pensó que llegaría a esos extremos, con la policía, siendo amigo del alcalde, todo se hizo sigilosamente y sin escándalos, Donovan fue arrestado, no sin antes jurar venganza.

Llego diciembre y con el, la boda entre Annie Britter y Archibald Cornwell, Candy acompaño a su hermana en todo momento, fue la madrina y con Donovan en prisión se sentía tranquila y más con lo que había platicado con Albert.

Flash Back

Candy se encontraba en el Hogar de Pony, desde que le había contado lo sucedido a Albert estaba más animada, se entero de la detención de Donovan, desde que él la había tomado vivía asustada, sintiéndose seguida y observada, razón por la que dejo su trabajo sin ninguna explicación.

Una mañana, Albert la mando llevar a la mansión de las rosas.

- ¡Annie! – exclamo emocionada al ver a su hermana en la entrada .

- ¡Candy! – contestó la morena igualmente emocionada - ¡Tanto tiempo!

- Sí, ¿qué haces aquí? – preguntó sonriente.

- Antes de la boda el novio no puede ver a la novia – dijo avanzando hasta la entrada y sonriendo – vine a la casa de campo de mis padres y Albert me dijo que estabas en el Hogar de Pony.

- Debes estar muy emocionada, Annie – estaban en el salón.

- ¡Sí, imagínate, me voy a casar con el hombre que amo...! – Annie se tapo la boca y miro angustiada a la rubia – Candy... yo, lo siento, hable de más.

- Annie, descuida yo estoy muy bien – sonrió y Annie se dijo que ahí estaba otra vez la faceta impenetrable de Candy.

La conversación siguió, hasta ya entrada la tarde, hasta que George las interrumpió.

- ¡Señorita Candy! – dijo amablemente la mano derecha de su padre – El señor Andley quiere verla, la espera en su despacho.

- Annie, disculpa – dijo refiriéndose a su hermana.

- Descuida, Candy, tengo que irme, mis padres deben estar esperándome.

La morena se despidió y Candy entró al despacho, Albert estaba sentado mirando por la ventana, la rubia sonrió al recordar la misma escena cuando descubrió la verdad.

- ¡Hola Albert! George me dijo que querías verme.

- Sí, Candy – sonrió - ¿estás bien?

- Sí... ya estoy más tranquila, todo gracias a ti – Candy notó una sombra en el rostro de su amigo - ¿te encuentras bien, Albert?

- No, Candy, estoy muy preocupado por ti, ¿has pensado qué harás cuando nazca tu hijo? – ella negó – Te tengo una propuesta.

- Te escucho.

- Niel está tratando de convencer a la tía abuela para que me presione y acepte el compromiso, en tu estado será más fácil que la tía abuela pueda casarte con Neil...

- ¡No puede! – dijo segura de sí – Ya soy mayor de edad.

- Lo sé, Candy, pero en los Andley nadie tiene voluntad, todos deben seguirlas órdenes del patriarca y sé que la tía abuela hará todo con tal de deshacerte de ti – dijo esto un poco apenado – Sé que Terry aún esta en tu corazón y la tía abuela no deja de molestarme con que debo contraer matrimonio.

- ¿Qué quieres decirme, Albert?

- Esto es muy descabellado, pero he analizado cada punto de la situación, Candy yo te quiero mucho, nos conocemos desde hace tiempo y entre nosotros siempre ha existido esa confianza... – guardo silencio – Candy, ¿te casarías conmigo?

- ¡Albert!

- Sí, la situación será así. Permanecerás en la cabaña del bosque hasta que nazca tu hijo, nos casaremos tres meses después y para que nadie sospeche nada fingiremos adoptar al pequeño y le daré mi apellido. Ese bebé no tiene por qué sufrir carencias y nacer en esas circunstancias. Nuestra relación no tiene por qué cambiar...

Candy escucho con atención la propuesta de Albert, y tenía razón, tal vez con el tiempo ese cariño se volviera amor, Terry nunca regresaría por ella, además tenía que pensar en su bebé, con los Andley el pequeño no sufriría como lo hizo ella.

- Albert – lo llamo para después lanzarse a sus brazos – Te quiero mucho y te agradezco infinitamente lo que estás haciendo. Yo... acepto casarme contigo.

Albert se sintió feliz de escuchar a Candy, él ya sentía que ese cariño se estaba volviendo amor dentro de su ser. Recordaba los días que vivieron juntos y cómo se enamoró de ella, pero sabía que no tenía esperanzas porque existía Terry, sin embargo, la situación de ambos había cambiado y haría todo para que Candy lo amara.

Albert precavido como era, saco un anillo con un bello diamante en forma de rosa, la rubia sonrió y estiro su mano delicadamente.

- Te quiero, Albert – dijo Candy sonriente, era hora de ser feliz.

- También te quiero, Candy – se agacho un poco y beso los cálidos labios de la pecosa.

Candy no quiso ser egoísta, así que anunciarían su compromiso después de la boda de Annie y Archie.

Fin Flash Back

- Estoy tan feliz por ustedes, Annie, Archie – Candy abrazaba a sus amigos y sonreía, en unos meses más ella esperaba ser tan feliz como lo era Annie.

- Gracias, y no dejes de visitarnos, gatita – le dijo Archie.

- Se los prometo – sabía que no podría cumplir con esa promesa, pero cuando anunciara su compromiso todo estaría bien.

1918 llego pronto, Candy y Albert anunciaron su decisión a la tía abuela, quien no estuvo de acuerdo, pero el patriarca le dijo que lo haría con o sin su aprobación. En una pequeña reunión Albert le informó a los demás familiares su próximo enlace, gracias a los Leegan un reportero logró colarse.

El cuerpo de Candy era esbelto y bellamente formado, a pesar de tener casi 4 meses de embarazo su vientre se disimulaba muy bien, el doctor Messi le había dicho que eso era perfectamente normal.

Para finales de enero, Albert se fue para arreglar algunos negocios, Candy se quedó en la cabaña del bosque, con 3 guardaespaldas, una cocinera, el hijo de ésta, quien la ayudaba a cuidar su jardín, y una dama de compañía.

Terry anunciaría su compromiso en mayo, Susana lo había dispuesto así. Después de su plática, decidió hacerse de una casa propia a las afueras de Nueva York, su consagración como actor la había logrado hacía unos meses con Otelo, la noche siguiente a descubrir que Candy ya lo había olvidado, hizo la presentación más sublime de su carrera. Todo el público lo ovacionó con un aplauso de pie que duro más de un minuto. Sólo Susana sabía que todo ese odio, celos y la duda vivían en su ser y que lo único que hizo fue desquitar su rabia y dolor con la actriz que daba vida a Desdemona.

Esa mañana el mayordomo, le sirvió un desayuno ligero y le entrego la correspondencia del día. Dos cartas en especial llamaron su atención, la primera sin remitente y la segunda con el logo de los Andley. Sintió un escalofrío.

Dudoso abrió el sobre que no tenía remitente, inmediatamente la leyó:

Disfruta la noticia del año.

Era lo único que decía, busco en el sobre "la noticia del año", era un pedazo de periódico de no más de dos semanas.

Era de un diario amarillista y la foto central era de Candy y Albert, ambos sonrientes, la rubia mostraba su anillo de compromiso.

Releyó el encabezado una y otra vez, su alma y corazón se murieron en ese instante y para siempre.

Como si de pronto lo regresaran a la realidad de golpe, la sangre de sus venas fue sustituía por cólera. Mientras Terry avanzaba a su habitación, pateaba y tiraba cuanta cosa se cruzó en su camino. Grito mil maldiciones, arremetía en contra de su mejor amigo y de ella tachándolos de traidores, el mayordomo, Riquemel, se asusto, pero no hizo nada para detenerlo, se limito a cerrar la pequeña cantina y mirar a Terry paternalmente. El castaño llego a su habitación y continuó con su tarea de destrucción, muy entrada la noche, las lagrimas encontraron la salida por los verdiazules ojos. En silencio, Terry le reprochaba a Candy su olvido y la traición del que consideraba su mejor amigo, pero al mismo tiempo se reprochaba él mismo. Estaba celoso, horriblemente celoso y por momentos pensamientos malvados surcaron su mente. Lo que quedaba de amor por ella desapareció aquella mañana.

Recordó la otra carta y movido por una fuerza exterior, salió hacia el comedor y busco en el desorden. Ahí estaba, con la insignia de los Andley, la tomo en sus manos y la abrió desesperadamente.

"Estimado Terry:

Tanto tiempo, ¿verdad? Parece que fue ayer que te ayude a pelear en ese barrio bajo de Londres, desde entonces te volviste mi mejor amigo. Cuando me fui a África sabía que cuidarías de Candy, nunca imagine que pasarían por tantas cosas.

Te confieso que desde que tenía 12 años me enamore de esa pequeña pecosa, pero me alegre, no puedo escoger a nadie mejor que tú. Cuando perdí la memoria y ella se hizo cargo de mí, este sentimiento maduro, sin embargo, Candy te amaba solo a ti.

No me mal entiendas, Terry, me caso con Candy porque la amo, pero ella tiene otra razón, muy poderosa, para aceptar mi propuesta y quise informártelo antes de que te enteres por otro medio, eres mi amigo y en ningún momento pretendo causarte un dolor muy grande.

Terry, te prometo cuidarla y protegerla como sé tú lo hubieses hecho si las circunstancias no hubieran sido tan devastadoras para ambos.

Con toda mi estimación, William Albert Andley"

Terry no sabía qué pensar, él estaba en el pasado de Candy y ella en el suyo, ambos merecían ser felices. Susana era una mujer magnifica y Albert, él era la mejor persona, ideal para hacer feliz a la pecosa.

Aún sentía celos, pero decidido a olvidarla tomo su armónica y salió de casa.

Sus pasos lo llevaron al muelle, donde tocó la melodía de despedida y al terminar arrojo el instrumento.

"Tengo que dejar mi pasado atrás, porque ella ya me dejo a mí"

Continuará...

Espacio para charlar

No quería retomar este fic, sabía que si regresaba para publicar mis fics tendría que terminar este y Algún día es hoy y no quería sentir la presión de tener que escribir y no encontrar el tiempo para hacerlo, pero éste último mes que he retomado este pequeño hobby me he dado cuenta de que puedo cumplir y regalarles un final a mis historias, al menos estas que prometí no dejar tiradas y que por 8 años no cumplí.

Voy a demorar 3 semanas en publicar cada capítulo, me faltan 4 para el final y eso me dará tiempo suficiente. Sé que el tema de este fic no es del agrado de nadie y me disculpo si a causa de ello he lastimado susceptibilidades, pero también les recuerdo que es ficción y no que no deben tomarlo tan enserio.

Espero que les agrade este capítulo y nos leemos de nuevo el 14 de julio.

Ceshire...

23 - jun - 2017