¡Hola a todos! ¿Cómo los ha tratado la vida? Antes que nada, deseo disculparme con todos y cada uno de los seguidores de "Let It Go", pues he decidido borrar la historia para volver a formarla. Tendrá la misma trama, obviamente, pero me he dado cuenta del centenar de errores, tanto ortográficos como de redacción, que he tenido, al igual que inconsistencias en la trama; también he decidido hacer la historia un poco más larga, al igual que los capítulos.
Espero, de todo corazón, que tanto a la historia como a mí como autora nos den una segunda oportunidad, pues hemos vuelto con las pilas bien puestas B]
Sin más qué decir, los dejo con el capítulo.
Disclaimer: Tanto Naruto como Naruto Shippuden son propiedad de Masashi Kishimoto. Sólo utilizo a sus personajes para mis historias, sin fines de lucro. Las historias aquí presentadas son completamente mías; cualquier robo de éstas, ya sea parcial o en su totalidad, será considerado como plagio.
Título: The Carriers of the Kyūbi [Los Portadores del Kyūbi].
Rate: T.
Pareja: Será un MultiSaku (Sakura x Harem) por ahora, después se elegirá una pareja definitiva.
Advertencia: Lenguaje vulgar o grosero. Violencia moderada. Este fic está basado en el Universo Ninja, más no será completamente apegado a éste, por lo que habrán ciertos cambios que más tarde notarán.
Summary: Verla a punto de perder la vida había hecho que le hirviera la sangre: no pudo controlarse. —¡No toques a Sakura-chan!— el Chakra del Zorro se había liberado y ella se encontraba entre sus brazos. —¿Sakura? ¿El Jinchūriki del Nueve Colas?— era demasiado... la sofocaba. MultiSaku.
Capítulo 1: El Encuentro.
El amor hacía mejorar a las personas; las hacía sonreír, provocaba en ellas sensaciones tan exquisitas, dándoles la capacidad de realizar hazañas impresionantes; como pelear con una mínima cantidad de fuerza— suspiró al recordar a un extraño y enérgico joven de vestimentas color verde, y la vitalidad que parecía nunca agotarse en él—, o incluso dar la vida por las personas que de verdad importan— como si fuese una clase de fila, los rostros de todos aquellos a quienes conoció hicieron aparición en su mente, todas personalidades con la valentía que a ella le faltaba—.
Pero no cambiaba a las personas.
Todavía podía sentir el odio que emanaba del joven de cabellos azabaches, más específicamente, de sus ojos: aquellos irises del más hermoso ónice irradiaban tal ira que permitían que el negro se desvaneciera para dar paso a un violento carmesí. De sólo recordarlo, le hacía temblar de miedo y, a la vez, de una profunda tristeza.
Su mente se sacudió, intentando despejar aquellos orbes plagados con sed de venganza de sus pensamientos. No quería, ni necesitaba, evocar aquellos recuerdos. Pero, como si de alguna clase de burla se tratase, dichos ojos plagados de odio la atravesaron con fuerza, como si pudiese ver todos y cada uno de sus pecados y, al mismo tiempo, la juzgara por ellos. Lo tenía de frente, pero poco reconocía del muchacho del que alguna vez se enamoró: su cabello era más largo, y ella podía jurar que incluso más rebelde, como si el mismo fuese a la par con la naturaleza caótica de su dueño; sus manos eran más grandes y un par de fuertes venas podían verse saltar desde la palidez de su piel, producto del ejercicio y el esfuerzo físico. Alguna vez, ella añoró que los finos dedos de él la acariciaran con cariño.
Pero ella sabía, y lo sabía perfectamente, que la única caricia que recibiría de aquellas manos sería la de un Chidori atravesando su corazón.
Sin embargo, muy en el fondo, la presencia del heredero Uchiha seguía teniendo efectos sobre ella, aunque intentara luchar contra la parálisis que le provocaba. Y él, conocedor de dicho impacto de su persona en la joven de ojos esmeralda, aprovechó para posicionarse a sus espaldas, casi como si hubiese leído la mente de la misma, formando la tan temida esfera de electricidad en su mano. Estaba listo para ponerle fin a la existencia de su antigua compañera de equipo. Kakashi se encontraba demasiado lejos, incluso con su endiablada velocidad le sería imposible llegar a ellos antes de que el Chidori impactara en su espalda. Era su fin; y, de cierta forma, ella esperaba que así fuera.
Pero Naruto no.
Esperó ver su vida pasar frente a sus ojos, como tantas veces había escuchado de personas en sus últimos momentos; esperó el sentimiento de su mente ser saturada por los rostros de todas aquellas personas que alguna vez había amado en vida. Pero no llegaron. En cambio, pudo sentir cómo su propio estómago se encogió frente a la sensación de ser alzada del suelo en el que se encontraba; sus ojos se encontraban cerrados, mas los apretó con fuerza al sentir el tirón, mordiendo a su vez su labio inferior para evitar que el chillido emergido de su garganta saliera a la luz. Los brazos que la sostenían la estrujaron con fuerza, como si éstos tuvieran miedo de dejarla caer.
—No... toques... ¡a Sakura-chan!— la fiera voz del rubio la obligó a abrir los ojos, sólo para encontrarse con los zafiro de él; se estremeció, a pesar del hermoso color que los teñía, llameaba en ellos una rabia que sólo podía compararse a la del Uchiha. Ésa no era la mirada de Naruto, por lo menos, no la de su Naruto. No quería que el mismo odio lo embargara a él también. El Chakra del Kyūbi explotó a su alrededor; el Uzumaki no podía mantener a raya su enojo, y eso era precisamente lo que alimentaba a la bestia.
El Chakra de Naruto siempre había sido cálido, reconfortante, pero éste lo era demasiado. La sofocaba.
Y ahora entendía por qué: varios hilillos de Chakra, mismos que emanaban del rubio, se introducían dentro de su cuerpo; algunos se adherían a su piel, otros por debajo de sus uñas, incluso en sus ojos podía sentir serpentear algunas líneas. Eran demasiados y todos se clavaban cuales agujas en su anatomía; no conformes con apuñalarla, también la quemaban por dentro al perforar la fina capa de piel. Su respiración comenzó a agitarse al sentir cómo su corazón era estrujado con tal fuerza que pensó que la mataría de una forma fulminante, y fue en ése momento en que éste se detuvo.
Sus labios se entreabrieron, dejando escapar el que pensaba era su último aliento. Hasta que una fuerte punzada se hizo presente en un punto estratégico de su frente.
"Vaya, vaya... ¿qué tenemos aquí?", una voz, que ni siquiera en sus peores pesadillas había imaginado, se hizo presente en todos los rincones de su mente. No era nada parecido a su otra entidad, su Inner: eso rebosaba maldad. Otra punzada siguió a la anterior, seguida de una estridente carcajada, misma que resonó en todas las paredes de sus pensamientos. No sabía si todavía le quedaba alguna clase de energía para intentar combatir aquél ente que se hacía con su cerebro, por lo que se limitó a concentrarse en el punto de Chakra en su frente; no debía liberarlo, pues todavía era demasiado pronto.
Y entonces... un latido. Su corazón volvía a latir, pero su preocupación regresó cuando éste comenzó a acelerarse, incluso más de lo que estaba hace algunos segundos atrás. Fue cuando cayó en cuenta de que había vuelto a cerrar los ojos; al abrirlos, deseó no haberlo hecho: como bienvenida, los orbes del rubio la recibieron con ira, pero la misma no estaba destinada hacia ella. Éstos eran completamente rojos, con ciertas nebulosas en tonos dorados y naranjas, pero lo que le provocó cierto temor fue la pupila: ésta se encontraba alargada hacia los extremos superior e inferior, con una apariencia afilada que le hacía recordar a la felina mirada de los gatos al encontrarse frente a su presa. Un chirrido atrajo su atención hacia los delgados labios del Uzumaki, encontrándose con una hilera de colmillos que, al rozarse los unos contra los otros, provocaban el rechinido que le erizaba la piel.
Descendió, entonces, la mirada hacia su propio cuerpo, pero no lo reconoció como suyo: sus manos, sus piernas, su torso... todo se encontraba rodeado por el Chakra de la bestia, deformándose a la altura de sus manos, como si se tratara de alguna clase de proyección de lo que eran las garras del Zorro. Por su apariencia, Sakura entendió la razón de aquella sensación de calor: el Chakra que la rodeaba simulaba hervir sobre su cuerpo; algunas burbujas se formaban a partir de éste y, cuando se hacían lo suficientemente grandes, estallaban y cubrían a las otras, provocándoles la misma reacción. Era como estar rodeada por aceite hirviendo.
Un nuevo estremecimiento recorrió su columna vertebral, mismo que la llevó a retorcerse entre los brazos de Naruto. Pero éste, lejos de soltarla, clavó sus recién modeladas garras en la fina piel de la joven de cabellos rosados, haciéndola gritar de dolor. Ella sabía que no aguantaría mucho tiempo en aquel estado, ella no era tan fuerte como el rubio. Nunca lo había sido, ni de lejos.
Y fue entonces cuando todo se tornó oscuro.
Ya no se encontraba en el claro donde su vida estuvo a punto de extinguirse, y tampoco había señales del rubio: ninguno de ellos estaba ahí, se encontraba completamente sola. O, al menos, así lo era por el momento. Estaba parada en lo que parecía ser un santuario, uno muy antiguo, dadas las condiciones del mismo. Se estremeció, aunque no estaba segura de si la razón era por la repentina corriente de aire frío... o por miedo.
Caminó con pasos trémulos por el lugar, como si no se sintiera en las condiciones óptimas para andar. Sus brazos, en un débil y vano intento de protegerse a sí misma, rodearon su torso, mientras caminaba por el sombrío monasterio. El suelo se encontraba iluminado por una neblina de color verde brillante, lo que le permitió notar las enormes inscripciones y sellos adheridos en una gastada tinta dorada. Suspiró, comprobando por el vapor que sus labios expedían, que la temperatura había descendido unos cuantos grados desde que se encontró a sí misma en el lugar; frotó sus brazos con ambas manos en respuesta, buscando que la fricción le proporcionara un poco de calor. El templo, conforme avanzaba, parecía adquirir cierto aspecto de calabozo, lo que automáticamente le puso la piel de gallina. ¿Dónde se encontraba?
Fue entonces cuando una niebla roja, parecida a la esencia del Kyūbi, comenzó a serpentear por sus piernas, como si bailara al ritmo de los pasos de la joven Haruno. Aquella neblina parecía provenir de una enorme celda justo frente a ella; los barrotes de la misma poseían un aspecto formidable y se encontraban clavados firmemente al suelo, al elevar la mirada se encontró con que éstos, seguramente, no tenían fin. Tragó saliva al encontrarse frente a frente con uno de los pilares de acero, intentando despejar el nudo que se había formado en su garganta. Alargó la mano para rozar las puntas de sus dedos con el frío metal, recibiendo un gruñido como respuesta.
Una sombra tomó forma frente a ella, haciéndola retroceder de terror. Era una pata, cubierta por millones de pelos que variaban del rojizo al naranja; tan sólo una de las garras que la conformaban era el doble de su tamaño, no quiso imaginar el resto del cuerpo de aquella bestia. Aunque realmente no tuvo que hacerlo, pues una segunda sombra tomaba lugar justo arriba de aquella pata: Sakura pudo apreciar, horrorizada, la cabeza del Zorro de las Nueve Colas justo frente a ella.
—K... K-Kyūbi— sus labios tartamudearon al reconocer la forma de la bestia frente a ella. Éste soltó una carcajada, complacido por aquellas emociones que provocaba en la joven ninja; Sakura no pudo evitar evocar a su mente la malévola risa que minutos antes había atestado su cerebro, comparándolas y, para su terror, confirmando que se trataban de la misma. Los ojos del Zorro parecían inyectados de sangre, y sus colmillos la hacían temblar y paralizarse en el sitio donde se encontraba de pie. El color de aquellos orbes le recordó a los del Uzumaki justo antes de caer inconsciente; pero ella se negaba a pensar que eran iguales: ella conocía la mirada del rubio y no tenía nada que ver con la del monstruo frente a ella, los del Zorro brillaban con una ira que parecía satisfacerle, como si aquél sentimiento le complaciera. Era la mirada de un asesino.
Quiso gritar, pero incluso para eso sus labios permanecían sellados, paralizados. Fue entonces que sus ojos jade se desviaron hacia los barrotes, intentando reconfortarse con el alivio de saber que aquella bestia se encontraba atrapada por los mismos; pero el horror provocó en ella un chillido al comprobar que había una puerta que no había notado anteriormente. ¿Lo peor? Aquella se encontraba abierta.
—¡Silencio, mocosa!— aunque su voz resonaba en todo el recinto, y realmente no tenía la necesidad de elevar su tono, la bestia de Nueve Colas la reprimió con fuerza, visiblemente fastidiado. Como buscando secundar sus palabras, las enormes e imponentes colas que portaba se impactaron en el suelo; Sakura pudo jurar que éste se resquebrajaría en cualquier momento. El temblor, fruto del miedo, volvió a sacudir el cuerpo de la joven ninja.
Y, entonces, como si alguien hubiese encendido un interruptor en su cabeza, lo entendió todo: los sellos dorados en el suelo, la niebla roja, el Kyūbi en una celda...
—Estoy en la mente de Naruto— susurró impactada, mientras sus ojos se agrandaban aún más de lo normal y su labio inferior era atacado por sus propios dientes, buscando con desesperación reprimir el chillido de sorpresa y terror que amenazó con inundar su garganta. Algo dentro de ella, aunque la situación le sonara lógica, se negaba a creer lo que estaba viviendo en esos momentos. Y la risa de la bestia se lo confirmó, mientras negaba rotundamente con la cabeza.
—No lo entiendes, niña...— la mirada de la Haruno volvió a concentrarse en el enorme Zorro, mientras sus ojos brillaban con cierta confusión e incredulidad, emociones que parecieron divertir a la bestia a juzgar por la macabra sonrisa que formaban sus temibles colmillos. Y para aumentar el terror que la embargaba, el Bijū acercó tanto su hocico que incluso éste podía salir por los barrotes de la prisión—: soy yo el que está dentro de tu mente.
Sakura trastabilló al mismo tiempo que su cuerpo era impulsado hacia atrás, haciéndola caer de espaldas. Sus dientes castañeteaban y su visión comenzó a tornarse borrosa, mientras las lágrimas anegaban sus ojos. Temblaba con tal violencia, como si le hubiesen arrojado un balde de agua fría.
—¿Qué?
Muy, muy fría.
El ojo visible del Hatake observaba la escena sin dar crédito alguno a lo tenía enfrente; Yamato, a su lado, no se molestaba en disimular el impacto que todo aquello producía en su persona. Sai había ido tras de Sasuke, quien decidió emprender un rápido escape ante las órdenes de un hombre que ninguno de ellos pudo visualizar. El hombre de plateados cabellos se decidió por descubrir su ojo izquierdo, aquél en el que poseía el Sharingan, en un intento de no perder ni el mínimo detalle de lo que presenciaba. Pasaron unos cuantos segundos antes de que pudiese reaccionar y alejar sus ojos heterocromáticos de la escena, para clavarla en su compañero castaño.
—Trae a Sai, lo necesitamos— sin esperar a que el aludido respondiera ni siquiera con un asentimiento, agregó—: y convoca a la Quinta, ella tiene que saber de esto— el castaño lo miró por un par de segundos que se le hicieron años, para después asentir una sola vez y desaparecer en una nube de humo, dejando al Hatake gruñendo de impotencia, como un león enjaulado. No podía apartar los ojos de sus estudiantes y, por alguna extraña razón, sentía que todo aquello había sido culpa suya. Lo peor de todo, es que no podía hacerle frente a la situación por su cuenta.
Frente a él, todavía ardiendo en rabia, se encontraba el hijo de quien hace años había sido su profesor, tratando de contener al Kyūbi dentro de él, mismo que amenazaba con salir. Gracias a sus gruñidos, el Ninja que Copia sabía que le estaba costando un esfuerzo enorme, mismo que intentaba aliviar clavando sus garras en la delicada piel de su otra estudiante. Ya contaba con tres colas libres.
... En sus brazos, Sakura había liberado su segunda cola.
Tsunade Senju se paseaba por su oficina a pasos ágiles y rápidos, llegando a los límites de la habitación en cuestión de segundos, para después dar la vuelta e iniciar de nueva cuenta el recorrido; su brazo izquierdo cruzaba su torso, justo por debajo de sus prominentes senos, aferrándose a su costado derecho, mientras que su codo derecho reposaba en aquél agarre, permitiendo que su cabeza se apoyara en su mano. Kakashi la observaba paciente, cruzado de brazos en uno de los rincones del despacho, lo más alejado posible de la Hokage.
"Nunca han existido casos de este tipo... nunca", afirmaba la rubia en su mente, sin detenerse ni un segundo. Los recuerdos de sus batallas se mezclaban con sus conocimientos en Medicina y la información que había obtenido de los Bijūs. Pero nada de eso era suficiente; físicamente no era suficiente. Mentalmente... imposible.
El proclamado "Gran Ninja que Copia" no estaba en las mejores condiciones; se pasaba, de vez en cuando, los dedos por su alborotada melena platinada, intentando vanamente contener la ansiedad y la impotencia que amenazaba con embargarle desde hace un par de horas atrás, cuando inició todo. Estaba tan sumergido en sus pensamientos que estuvo a punto de no conseguir cubrirse el rostro a tiempo, antes de que la gruesa madera del escritorio de la Hokage le impactara directamente; en cambio, ésta se hizo pedazos al colisionar contra el frío metal que cubría sus antebrazos. A pesar de la gravedad del golpe, el cuerpo del ninja no se movió un sólo milímetro, a excepción de sus rebeldes cabellos, los cuales se mecieron contra el aire que generó el choque.
Pudo escuchar un gruñido, casi rugido, proveniente de la Quinta. Al posar su único ojo visible en ella, comprobó que no había sido el escritorio entero el que se le había sido arrojado, simplemente una mitad que se había despedazado gracias al fuerte puño de la rubia.
—No lo entiendo...— escuchó cómo la mujer susurraba, justo antes de dirigirse a él con una mirada centelleando de furia, como si la miel de sus orbes se hubiese encendido completamente en llamas— ¡¿cómo, dónde y, sobre todo, por qué carajo sucedió esto?! ¡Responde!— a pesar de sus fuertes palabras, la Hokage no esperó una respuesta del Anbu, pues no tardó ni dos segundos en arrojarle la otra mitad de su escritorio que, como la primera, fue detenida por su objetivo antes de ocasionarle daño alguno.
Tal parecía que la explicación por parte del Hatake no le convencía para nada, a pesar de haberla escuchado ya tres veces seguidas. Pero ella simplemente se negaba a creerlo; no su alumna, no su Sakura... la hija que nunca tuvo y con la que siempre añoró. Ante el escozor que sus ojos sintieron al estar a punto de ser anegados en lágrimas, la fuerte mujer prefirió morderse la lengua con fuerza, para después escupir con rabia antes de que el metálico sabor de su propia sangre le provocara náuseas.
"Naruto", fue lo único en lo que pudo pensar. Naruto, Naruto, Naruto... el nombre del impetuoso rubio se repetía una y otra vez en su cabeza. La sacudió con fuerza, casi con desesperación, mientras intentaba apartar los pensamientos plagados de odio; no contra el rubio, sino contra sí misma. Sus ojos se cerraron con fuerza, en una búsqueda desesperada por regular su respiración y los desbocados latidos de su corazón. No quería dejar al rubio con toda la carga de su ira, ¡pero ese maldito chaval! "Mira que cargarla en ese estado... yo misma me encargaré de que nunca se reproduzca", sus pensamientos se desviaron de forma violenta a un destino no tan agradable para el pobre joven hospitalizado, pero que parecían aligerar la carga de odio que la Hokage cargaba sobre sus hombros.
En la habitación, cada quien parecía manejar con el estrés y la impotencia a su propia manera. Tsunade estuvo a punto de seguir la masacre de muebles, de no ser por el par de golpes propinados firmemente a la madera de su puerta. La rubia, acomodando los claros cabellos de sus coletas, carraspeó de forma audible, mientras se apresuraba a tomar asiento frente a los casi inexistentes restos de su escritorio.
—Adelante— se sorprendió de lo templada que su voz se escuchó al lanzar la orden; de forma automática, la desgastada puerta rechinó a causa del impulso tan tortuosamente lento que se le brindó al pasar. El recién llegado caminó con paso firme y decidido hasta encontrarse a tan sólo un metro de distancia de la rubia, colocando ambos brazos por detrás de su espalda y brindando la mejor de las reverencias que el Hatake había observado; el hombre de cabellos plateados estaba seguro que, de no haberlo conocido antes, habría jurado que se encontraba en presencia de un señor feudal y no un ninja.
—¿Me necesitaba, Hokage-sama?— su tono de voz tan sereno y fuerte iba perfectamente de la mano con la profundidad de la misma, Tsunade podía afirmar que, bajo otras condiciones, la voz del joven probablemente le calmaría. Pero, dadas las circunstancias, el tono tan serio del joven le hizo tensarse en su lugar; él no era idiota, sabía que el llamado de la líder de la aldea sólo podía significar una emergencia. Por un momento, la rubia se replanteó su propia decisión de hacerle partícipe de sus planes.
Kakashi, por otra parte, sonrió debajo de su máscara. La Quinta no pudo haber elegido a una mejor persona para el trabajo.
Despertó sobresaltada, con la mayor parte de su anatomía adornada por pequeñas gotas de sudor; sus ojos, justo al momento de abrirse, se tiñeron de un profundo color rojizo, adornado por nebulosas doradas y una tenebrosa pupila afilada. Tan rápido como el parpadeo que sobrevino después, aquellos siniestros orbes dignos de una bestia desaparecieron, dejando un par de claras y brillantes esmeraldas en su mirada. Su respiración se aceleró, probablemente debido a la pesadilla de la que había sido víctima. "Otra vez... ése sueño", suspiró pasando sus delgados dedos por las hebras de sus rosados cabellos, algo húmedos a causa del sudor.
Se levantó de la cama, tropezando con las finas sábanas que se habían pegado a su cuerpo debido a la misma transpiración de éste y, entre trompicones y gruñidos, logró llegar al baño. Éste tenía un aspecto sencillo, nada de lujos o un inmobiliario costoso que su salario de ninja no pudiese cubrir; se trataba de un cuarto pequeño, lo suficiente para albergar una tina de porcelana en uno de los rincones del mismo, además de un lavamanos de madera— cortesía de Yamato— y un retrete a juego con el modesto juego de azulejos verdes que adornaban las paredes.
Se apresuró a desvestirse y regular la temperatura de la bañera, el calor volvía a asfixiarla. Después de esperar un par de minutos que se le antojaron una eternidad para que la tina se llenara completamente, se adentró en ella y suspiró, cerrando los ojos de forma inconsciente; la pureza y tibieza del agua parecían refrescar su piel, haciéndole pensar, por un momento, que el vapor que emanaba de su propio cuerpo provocaba un siseo parecido al de una sartén al rojo vivo ser puesta debajo de un chorro de agua fría. Exhaló de forma lenta y continua, como si esperaba que toda la fatiga y el estrés salieran a través de sus labios, para después inspirar con la nariz aire puro, antes de adentrar por completo su cabeza en el agua.
Debajo del agua, todo parecía más sencillo. Bajo el agua podía pretender que era una simple entidad que se mecía con las pequeñas olas que se formaban en la diminuta bañera a causa de los movimientos de su propio cuerpo, podía imaginar que dejaba el mismo y flotaba, haciéndose una con la brisa de un inexistente océano. Tan sólo tenía que... tenía que quedarse debajo del agua.
"Ni sueñes que será tan fácil", el nuevo inquilino en su cabeza gruñó fastidiado, mientras sentía cómo era elevada con violencia hasta emerger hacia la superficie, donde su propio cuerpo se vio obligado a inspirar con fuerza todo el aire que había perdido estando debajo del agua. Como acto reflejo, su espalda se arqueó hacia adelante, tosiendo un par de veces a causa del agua que logró filtrarse por su esófago, mientras tallaba sus ojos con una fuerza mayor a la necesaria para eliminar los restos de humedad en ellos.
—No esperaba que lo fuera— susurró derrotada, al mismo tiempo que sus brazos abrazaban sus piernas, permitiéndole reposar su mentón en la unión de sus rodillas. Fijó su vista en un punto muerto de la habitación, mientras las gotas de agua que resbalaban de su cuerpo tintineaban una desconocida sinfonía al caer en la tina; decidió levantarse y proceder a secar su cuerpo, pues no sabía a ciencia cierta si el temblor que le sobrevino fue a causa del enfriamiento del agua o por algo más... interno. Al pasar el paño seco por su húmeda piel, intentó por todos los motivos el evitar mirar su reflejo en el espejo afianzado al azulejo sobre el lavamanos de madera. Falló.
La extraña mujer en el espejo le devolvió la mirada. Confusión. Angustia. Incredulidad... al menos esas emociones compartía con su reflejo. Pasó las yemas de sus dedos por el curioso delineado en sus ojos y la mujer en el cristal la imitó; era tan grueso y oscuro que resaltaba sus orbes jade casi con violencia, también complementaba armoniosamente con la espesa hilera de pestañas rosadas que se alzaban sobre éstos. Con un bufido, tomó las tijeras del estante para cortar con rabia las largas hebras de aquella melena rosada que tanto la caracterizaba; después de un par de minutos volvía a tener el cabello tan corto como antes. Conteniendo su respiración, prosiguió a cerrar los ojos y apoyar ambas manos en la fina porcelana del lavamanos; conforme su respiración se normalizaba, los mechones recién cortados de su cabello crecían a una velocidad ridículamente rápida, hasta mecerse justo por debajo de sus caderas. La joven médico exhaló con alivio al verse ligeramente liberada de la enorme cantidad de Chakra que ahora poseía y amenazaba con destruir su control perfecto del mismo.
"Me necesitas", afirmó la bestia dentro de ella. No era una petición, y mucho menos una súplica. Era una sentencia.
—Ya lo veremos— la mujer en el espejo la retó con la mirada.
—"Es mucho más complicado que un simple traspaso de Chakra..."— Tsunade recordó las palabras que le dedicó a su joven discípula cuando tuvo la serenidad mental como para visitarla después de habérselo pensado durante horas— "nunca había sucedido esto... y el problema radica en que te encontrabas en los brazos de Naruto justamente cuando el Chakra del Kyūbi intentó liberarse"— había estirado la mano hacia el frágil rostro de la joven Haruno, tomando entre sus delgados dedos el par de mechones que habían escapado del agarre de la liga que mantenía el cabello de la joven a raya, pasándolos por detrás de su oreja. Ésta se limitó a verla, en silencio.
Aquél comportamiento era por demás extraño en la Princesa de las Babosas; además, Sakura no estaba acostumbrada a caricias o amor materno, a pesar de que, contrario a sus antiguos compañeros de equipo, ella sí tuvo la presencia de su madre tanto en la infancia como a principios de la pubertad, hasta que ésta falleció por causas naturales. Su padre, en lugar de permanecer a su lado, prefirió expandir su negocio hacia el exterior, encontrándose con un fatídico final a manos de ladrones. Después de años ejerciendo como ninja bajo el mando de la Quinta Hokage, se había olvidado de lo que era una verdadera muestra de cariño. Tsunade lo sabía perfectamente, por lo que seguía exigiéndole cada vez más, con el fin de que la joven canalizara su odio y dolor en seguir creciendo tanto como ninja como persona; Sakura no venía de ningún clan poderoso, no poseía un Kekkei Genkai impresionante y, hasta hace un par de días, no era un Jinchūriki. Lo único que ella tenía era su fuerza y dedicación, además de un preciso control de Chakra. La joven Haruno se había ganado el respeto de la Aldea por sus propios méritos, a pesar de haber sido siempre desplazada, incluso por su propio Sensei, debido a sus formidables compañeros de equipo.
—"Realmente no puedo culpar a Naruto por haberse molestado tanto, mira que aquél imbécil intentara..."— la rabia comenzaba a crecer conforme se acercaba al final de la oración, mas se detuvo abruptamente al ver a su discípula agachar la cabeza; la joven mantenía una sonrisa tan triste que le partía el alma, mientras sus ojos se concentraban en las finas sábanas de la cama— "Sakura, imagina la situación: un momento de distracción perfecto en el que Naruto baja la guardia por primera vez al verte a punto de morir... era el momento idóneo para que el Kyūbi escapase"— aunque Sakura permanecía callada, ella sabía que lo entendía. Comprendía ahora las implicaciones y las consecuencias de lo que había ocurrido— "el Chakra, aún si es el de un Bijū, forma parte de todo lo que nos rodea"— como una demostración de sus palabras, la rubia concentró una pequeña cantidad de éste en sus manos, permitiendo que se iluminaran con la característica aura azul, para después dejar que se expandiera por el aire, dándole a éste una grata sensación de frescura y agradable aroma a menta— "Cuando el Kyūbi intentó escapar, tuvo que dejar salir su Chakra poco a poco para que éste lograra hacerse con el ambiente, darle una forma. Pero había algo, o mejor dicho, alguien con una presencia más fuerte que la del medio donde se encontraban... así que el Chakra se concentró en ese cuerpo, adentrándose por donde podía"— los claros y fuertes ojos miel de la rubia se fijaron en los esmeralda de la joven, dando a entender el resultado de aquella explicación. Sakura inmediatamente recordó el cúmulo interminable de hilillos de Chakra rojizo que se adentraban en su cuerpo, haciéndola estremecer.
Fue una manera sencilla de explicarlo, aunque era más complejo de lo que sus palabras habían plasmado. El Zorro liberó su Chakra, el cual debía haberse alojado en su entorno para existir como un cuerpo nuevo, matando a Naruto en el proceso. Aún si Sakura hubiese estado a milímetros de él, sin tocar al rubio, la esencia de la bestia no hubiera tenido oportunidad de hacerse con el cuerpo de la Haruno. Pero los "hubiera" no existen, y fue por la misma razón de que ella se encontrara en contacto directo con el Uzumaki que sucedieron las cosas.
Y luego... estaba el cambio físico. La presencia de un Bijū en un cuerpo humano desencadena una cascada de reacciones genéticas en las que las características tanto físicas como psicológicas de la bestia tienen una influencia directa en el ADN del contenedor; en muchos casos podría suceder un rechazo, como si fuese una clase de virus autoinmune que termina con la vida del contenedor, pues el cuerpo de éste se ataca a sí mismo intentando deshacerse del invasor... pero gracias a Kami, el cuerpo de Sakura parecía haber aceptado perfectamente la presencia del Zorro al ver el dominio de éste en ella. Igual que en el caso de Naruto con las marcas en sus mejillas, Sakura sufrió una clase de delineado permanente alrededor de sus ojos, parecido al de la bestia. Tsunade agradeció mentalmente que fuese sólo eso y no tuviera que ver a una Sakura con orejas o bigotes de zorro.
—"Ahora tienes la mitad del Zorro de las Nueve Colas y eso es una enorme responsabilidad, al igual que un gran peligro"— nunca había pensado que presenciaría algo parecido, mucho menos que lo sufriera alguien tan cercano a ella. Sakura, ahora un Jinchūriki. Ninguna de las dos médicos parecía asimilar completamente la situación, mucho menos los riesgos reales que aquello conllevaba.
Ahora se encontraba en su oficina, completamente sola; algo natural, siendo que ya era la una de la madrugada. La puerta se abrió lentamente, como si la persona detrás de ella estuviese evaluando la situación y preguntándose si era buena idea adentrarse en ella; la nieta de Hashirama esperó con paciencia, mientras concentraba sus ojos en la boca de la botella de sake que se encontraba bebiendo tranquilamente. Shizune pudo haber peinado toda su oficina en busca de alcohol del cual deshacerse, pero la Hokage todavía tenía ciertos trucos bajo la manga.
—¿Me buscabas?— reconocería esa voz en cualquier lugar y cualquier momento, más aún el tono burlón que le caracterizaba y siempre utilizaba al estar en presencia de ella. La rubia asintió lentamente, sin despegar su mirada del líquido que se mecía a causa del movimiento de su mano; el hombre se limitó a cruzarse de brazos, sin perder la burla con la que la miraba. Fue entonces que ella bajó la botella y apoyó sus codos en la gruesa madera de su nuevo escritorio, apoyando su mentón en sus manos, mirando al hombre con seriedad.
Sakura lo necesitaba, Naruto lo necesitaba... muy en el fondo, ella también le necesitaba. Por el bien de ellos y de su Aldea, debía hacerlo.
—Necesito un entrenamiento fuera de la Aldea, entre más lejos mejor. Para u-...— pero conforme hablaba, se interrumpió a sí misma. Un nuevo plan se formulaba en su cabeza— dos personas.
El famoso ninja frunció el ceño, visiblemente confundido. Pero así como aquella mueca apareció, se fue con una enorme sonrisa cargada de diversión y genuina curiosidad; ¿qué era lo que planeaba ahora la Hokage? ¿Qué era lo que maquinaba aquella perversa mentecita?
—¿Qué tipo de entrenamiento?— apretó los labios, ansioso por escuchar y seguir las órdenes de la mujer frente a él; aún si realmente no quisiera hacerlo, sabía que tarde o temprano se vería obligado, por el bien de su propia salud y bienestar emocional. La nieta de Hashirama sonrió, visiblemente satisfecha ante la complicidad que comenzaba a suscitarse entre ambos. Los dos se miraron fijamente: negro contra castaño. No hubo necesidad de alguna otra palabra más, sabían perfectamente qué tipo de entrenamiento sería— Así que eso es lo que quieres... bien, partimos cuando quieras— el ninja sentenció con voz gruesa, mientras la sonrisa volvía a adornar sus delgados labios.
Pero fue la presencia de alguien más la que aligeró un poco más la palpable tensión y connivencia entre ambos personajes. Al abrir la puerta, después de haberla tocado insistentemente durante un par de segundos, la pequeña cabeza de su asistente la atrajo de vuelta a la realidad.
—Tsunade-sama, estamos listos— la recién nombrada cerró los ojos, visiblemente preocupada por lo que venía a continuación. Se limitó a asentir una sola vez y a concentrar su clara mirada en quien había sido y, probablemente seguiría siendo, una de las personas importantes en su vida.
—Al amanecer— sentenció con voz firme, mientras sus orbes ardían con una nueva determinación. Jiraiya sonrió al verla de esa manera, dedicándole una pequeña reverencia con la cabeza, provocando que la rubia bufara como respuesta. Había marcado el destino de su única discípula.
Para siempre.
¿Y? ¿Qué les pareció? ¿Creen que siga teniendo el potencial de antes? Esta vez me dediqué a hacerlo más largo y a incluso fusionar dos capítulos para darle un poco más de sentido a la trama, al igual que recuerdo que varios reviews que había recibido antes se quejaban un poco de que los episodios eran bastante cortos.
Realmente espero que este "renacimiento" del fic les haya dejado un buen sabor de boca. Estaré esperando sus comentarios, sugerencias, incluso quejas y observaciones, pues me motivan y me hacen crecer como escritora. ¡Muchas gracias a todos!
Lee Lee out!
