Mi nombre es Bella Swan,

Algunos me consideraban una friki porque me encantaba todo lo relacionado con el mundo apocalíptico, libros, series, películas; incluso disponía de una mochila de emergencia motivo el cual había suscitado tomaduras de pelo y cachondeo entre mis conocidos y había servido como idea en algún que otro regalo navideño.

Ahora ya no hay risas.

Desde que empezó la plaga todo aquel que está alrededor busca mi consejo, como si yo fuera una especialista en la materia, como si tuviera las claves para sobrevivir.

22 de febrero de 2016

En Sant Andreu de la Barca, una pequeña población situada a 20 km de Barcelona. España

Población: 27.327 habitantes A.P. (antes de la Plaga)

No solía ver las noticias, ya no. Desde que mi hija Renesmé de 6 años se proclamara dueña y señora del mando de la tv y por ende de lo que se veía en casa, el Disney Channel era lo único que mostraba la pantalla de mi televisor, por lo que una vez sentada en el bar para tomar mi café tras dejar a la pequeña en el colegio, era cuando ojeaba algún periódico que pudiese haber en el local o me sumergía en Facebook para enterarme qué estaba pasando en el mundo.

Aquella mañana era otra igual que tantas otras, mientras me arreglaba para comenzar el día Renesmé desayunaba viendo Los siete E, unos dibujos de dudoso gusto que no sé por qué extraña razón le fascinaban. Podía pasarse la cerca de media hora que duraban con la cuchara en la mano y la boca abierta mirando sin pestañear fijamente a la pantalla mientras los cereales se le iban escurriendo poco a poco sin darse siquiera cuenta. Pero aquella mañana protestó:

Mamiiiiiii , no sé qué le pasa a la teleee se ha cambiado sola de canal…

Resoplé, porque aunque nos levantáramos dos horas antes siempre íbamos con el tiempo justo para llegar al colegio.

Dejé el cepillo de dientes en el vaso y me dirigí a la cocina mientras me ajustaba la correa del reloj.

¿Has tocado algo cariño?

Noooo, nada – balbuceó con morritos de "arréglamelo porque estoy a punto de llorar"

Cogí el mando de la tv dispuesta a buscar el canal pensando que seguramente le habría dado a algún botón sin darse cuenta, pero al fijar mi vista en la pantalla vi que el canal era el correcto, salvo que allí no estaban los dibujos sino un boletín informativo: habían interrumpido la emisión por una noticia urgente.

" … repetimos altamente contagioso… virus de una cepa gripal hasta ahora desconocida…. La OMS aconseja…. El gobierno español formará un gabinete de urgencia…"

Y no pude oír más, ya que Renesmé se puso a lloriquear. Al cogerla en brazos para intentar calmarla noté que estaba un poco "calentucha". No había pasado buena noche y el jarabe que me recetó su pediatra parecía que no estaba haciendo mucho con sus mocos.

Ay mi niña!, parece que alguien tiene un poquito de fiebre hoy ¿eh? –

Con ella aún en brazos fui hasta el armario de la cocina que me hacía las veces de botiquín y cogí el termómetro. La senté en el mármol junto a sus peces, porque la tía aunque peque pesaba ya lo suyo! Con una mano le puse el termómetro mientras acariciaba su cabecita.

BIP BIP BIP, el sonido del termómetro me informaba que hoy no habría colegio. 38,4

Llamé por teléfono a Eduard, mi marido, para indicarle que hoy no pasaría por la oficina y que la nena no iría al colegio. Lo bueno de tener tu propio negocio se notaba en estas situaciones, podía organizarme mi trabajo sin dar explicaciones a nadie. Llevábamos más de quince años trabajando los dos de autónomos, incluso teníamos personal contratado. Nos dedicábamos a las instalaciones y aunque siempre estábamos con el agua al cuello teníamos la suerte de poder ir pagando e ir tirando.

Cogí del botiquín el ibuprofeno. Mierda! El bote estaba vacío. Tendría que ir a la farmacia.

Le puse el abrigo a mi pequeña y bajamos al parking. Aunque la farmacia estaba a dos calles decidí ir en coche porque hacía un frío que pelaba, este invierno estaba resultando uno de los más fríos que yo recordara. Vivíamos en un bloque de pisos con parking comunitario y aunque eran cinco pisos con tres viviendas por escalera, rara era la vez que me cruzaba con algún vecino, por lo que, como de costumbre el parking estaba desierto. Llamé al colegio para avisar que Renesmé no iría mientras maniobraba a duras penas con el coche entre el mar de columnas cercanas a mi plaza, y es que aunque conducía diariamente el coche no era lo mío, era bastante torpe y admitía sin ningún pudor que yo conducía porque no tenía más remedio, no porque me gustara o se me diera bien.

El camino hasta la farmacia fue corto. Dejé el coche en doble fila con los intermitentes puestos y nos encaminamos hacia el establecimiento. Estaba hasta los topes. La gente compraba antigripales y mascarillas, aquello me hizo recordar vagamente el boletín informativo que no había podido oír con claridad. Cuando llegó mi turno le pregunté a Marga, la dependienta:

¿Qué es lo que pasa hoy?

Nena lo de la noticia ésa.

¿Qué noticia? – pregunté

¿no te has enterado? – me miró con cara de tener tres ojos y la cabeza azul

Pues algo he oído pero no me he enterado bien

Pues la gripe rara, que dicen que es muy contagiosa y ea, todo el mundo a comprar Frenadol y mascarillas! Hay hasta muertos!

Le pedí el medicamento para Renesmé junto con unos caramelos para la garganta y salí de aquella locura. Recuerdo que pensé: Ni que lo regalaran!, cuando me dirigí hacia el coche la cola para comprar antigripales ya daba la vuelta a la manzana.

Aprovechando que ya estaba en la calle decidí pasarme por el supermercado a comprar un par de tetrabriks de caldo de pollo y alguna chuchería para la peque. Siempre que se ponía enferma la mimaba con algún huevo de chocolate de ésos que vienen con un juguete en el interior, era como una tradición. Aparqué y salimos a coger un cesto.

Si la farmacia estaba llena el supermercado parecía el primer día de rebajas. Gente con carros hasta los topes, carreras para coger una barra de pan e incluso dos señoras forcejeando por un salchichón. ¿la gente se ha vuelto loca? Paseé mi mirada por el lugar hasta que di con la causa de todo aquello. En la pantalla de televisión donde solían poner las promociones salían unas imágenes del ejército español en el centro de Barcelona. Saltaban de los camiones militares ataviados con el traje que me recordó cuando los casos de Ébola se extendieron hacia Europa, los NBQ, pero lo que más llamaba la atención eran los rifles que sujetaban como si la vida les fuera en ello.

A partir de ahí todo se desmadró.

Al mismo tiempo que Renesmé me apretaba la mano que sujetaba se oyó un grito seguido de un estruendo y unos gruñidos. Todo el mundo empezó a correr de un lado para otro, y yo no pude más que soltar el cesto que aún agarraba con la otra mano, alzar a mi hija en brazos y salir pitando. Lo último que atisbé con el rabillo del ojo fue como un tipo con cara de loco saltaba encima a otro y le mordía la yugular.

Las manos me temblaban tanto que pese a que mi coche tenía cambio automático no dejaba de ir a trompicones. Al salir del parking comprobé que la locura vivida en el supermercado se iba extrapolando como una marea al resto de personas que se hallaban en las calles.

Arañé todo el lateral del coche al entrar en mi parking que por suerte seguía vacío. Lo dejé como buenamente pude y mis nervios me permitieron aparcado en mi plaza y corrimos hacia el ascensor. Una vez llegamos a casa cerré la puerta con llave y el sencillo pestillo que habíamos instalado cuando Renesmé aprendió a abrir la puerta sola, no es que fuera a detener a nadie si quisiera entrar ya que se podía abrir fácilmente de un empujón, pero mi salud mental en aquellos momentos me decía que se estaba mejor con él puesto. Puse la tv en busca de algo de información mientras llamaba a mi marido, me contestó al primer tono:

Cariño, estáis bien?- su voz era nerviosa, como la mía

No… si… habíamos ido a la farmacia, y luego al súper y… aquel tío se tiró encima del otro.. y la sangre! Por Dios la sangre… - Estaba empezando a hiperventilar, Renesmé se agarraba a mí con todas sus fuerzas mientras lloraba, con la histeria y los nervios no me había dado cuenta de que mi pobre niña llevaba llorando a media voz desde el supermercado. La abracé y susurré que todo iba a ir bien, que mami la cuidaría.

No salgáis de casa! Nena!, yo iré en cuanto pueda.

¿dónde estás?

Estoy en la nave con los chicos, hemos cerrado el portón porque fuera … fuera la gente está rara nena. – su voz era nerviosa, angustiosa. Tragué en seco y respiré hondo. Mis ojos nublados por contener las lágrimas enfocaron el rótulo de las noticias de tv:

" … cerrar puertas y ventanas …. a toda la población se avisa….altamente contagioso…. Rabia….muerte….resurrección….ataques….."

Cariño. Está pasando. – susurré incrédula con miedo a que si lo decía en voz alta pudiera ser realidad. Había leído tantos libros fantásticos sobre el tema que me parecía subrealista.

Lo sé – contestó. Y la llamada se cortó. Intenté contactar con él pero había sobresaturación de líneas, así que decidí ocuparme de lo más urgente, mi niña.

Como no quería estar sola en la habitación la acosté en el sofá, la tapé con su mantita de Frozen, le di el medicamento para bajarle la fiebre y le puse un DVD de una película de dibujos.

Cariño mami tiene que cerrar bien la puerta. – Renesmé era una niña muy madura para su edad, abrazó a su osito y asintió. La besé en la frente y fui a la cocina en busca de mi caja de herramientas, no es que fuera gran cosa pero como aficionada a las manualidades algo tenía. Cogí el martillo y unos clavos, como no tenía listones de madera desmembré una par de sillas y me dediqué a la tediosa tarea de clavarlas entre el marco de la puerta y ésta. Mejor esto que nada.

Cuando hube terminado los improvisados pestillos, me senté junto mi pequeña que se había quedado dormida. Aproveché para buscar información en la tv de lo que estaba pasando, ya no hacía falta buscar el canal de informativos, la noticia estaba en todos y cada uno de los canales:

La gente estaba muriendo.

Moría y luego…

Resucitaba.