Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia pertenece al escritor Blue Jeans. Yo solamente la adapto.
CAPITULO I
Seis de la tarde de un día de marzo.
Mira de nuevo su reloj y se sopla el flequillo. Vistazo a un lado, a otro. Nada. Ni rastro de la flor roja.
Dos días antes.
Él: "Llevaré una rosa roja para que sepas quién soy".
Ella: "¿Una rosa roja? ¡Qué clásico!".
Él: "Ya sabes que lo soy".
Ella: "Yo llevaré una mochila fucsia de las Chicas Superpoderosas".
Él: "¡Qué infantil eres!".
Ella: "Ya sabes que lo soy".
Seis y cuarto de la tarde de un día de marzo.
"Idiota. Si al final resulta que estas van a tener razón…". Bella mira de nuevo su reloj. Suspira. Se ajusta la falda que se ha comprado expresamente para la cita. También lleva ropa interior nueva, aunque sabe perfectamente que no llegarán tan lejos.
Da pequeños golpecitos con el tacón en el suelo. Empieza a estar realmente enfadada.
Un día antes.
Ella: "¿Estás seguro de lo que vamos a hacer?".
Él: "No. Pero tenemos que hacerlo".
Ella: "Si no apareces…".
Él: "Apareceré".
Seis y media de la tarde de un día de marzo.
Bella se resigna. Si al menos le hubiese dado el número de celular… Se pone la mano en la frente. Está acalorada y eso que allí hace un frío que pela. No puede creer que él no se haya presentado. Vuelve a mirar a todas partes en busca de una flor roja. Nada.
—Eres un idiota —dice en voz alta, pero no lo suficiente como para que alguien la oiga.
La noche anterior.
Él: "Te quiero".
Ella: "TQ".
Seis y treinta y seis de la tarde de un día de marzo.
Bella se ha cansado de esperar. Tiene calor. Poco después tiene frío. Saca una goma de uno de los bolsillos de la mochila de las Chicas Superpoderosas y se coge una cola. Se había alisado el pelo para la ocasión, pero ahora ya le da igual. El tonto no se ha presentado. "Idiota".
"¿Y ahora?". Es pronto para volver a casa y por nada del mundo quiere estar cerca de su ordenador. Necesita un buen café con el que aliviar las penas. Justo enfrente ve un Starbucks.
Camina hacia el paso de cebra para cruzar la calle haciendo mil y una muecas de fastidio. Mientras espera que el muñequito del semáforo se ponga en verde, recuerda la conversación con sus amigas en el instituto.
Ese mismo día por la mañana.
Bella: "A las cinco y media".
Ángela: "Bella, no me lo puedo creer. ¿De verdad que has quedado con ese chico?".
Alice: "¡Qué fuerte me parece!".
Bella: "Creo que es el momento de que por fin nos conozcamos".
Rosalie: "Pero si ni siquiera se han visto en foto…".
Bella: "Ya lo sé, pero me gusta y yo le gusto a él. No necesitamos fotos".
Alice:"¿Y si es un enfermo o un depravado sexual de esos…?".
Rosalie: "Eso es lo que a ti te gustaría encontrar, ¿eh, Alice? Un loco que ande todo el día pensando en el sexo".
Todas ríen menos Alice, que intenta darle un golpe a Rosalie, pero esta lo esquiva hábilmente.
Ángela: "¿Y si no se presenta?".
Bella: "Se presentará".
Rosalie: "Puede que no".
Alice: "Puede que no".
Bella: "¡Les digo que sí!".
Señor Varner: "Señorita Swan, ya sé que le entusiasman las derivadas, pero haga el favor de contenerse un poco en clase. Y ahora, ¿puede usted salir a la pizarra a ilustrarnos con su sapiencia?".
La conversación termina y ahora todas ríen menos Bella que, de mala gana, se levanta y se dirige al encerado.
Seis y cuarenta de la tarde de un día de marzo.
Bella abre la puerta del Starbucks. No hay nadie haciendo cola. Un chico calvo y delgado, con barbita, la atiende con una bonita sonrisa. La chica pide un caramel macchiato, una especialidad con caramelo y vainilla. Paga la consumición y sube a la planta de arriba a tratar de poner un poco de orden en su desordenada cabeza.
La sala está prácticamente vacía. Una parejita tontea en un sillón cerca de uno de los grandes ventanales que dan a la calle. Bella los mira de reojo.
"Qué mala suerte, han cogido el mejor sitio…".
Cerca de la pareja hay otro sillón que le satisface, pero lo descarta al encontrarse demasiado cerca de aquellos novios. No es plan molestarles. Así que finalmente se decide por un lugar alejado y esquinado, cerca de otra ventana, pero con menos luz y peor vista.
Bella mira el tráfico de la ciudad. Está pensativa y triste: tiene que reconocer ante sí misma que confiaba en que él se presentaría. Tras dos meses hablando cada día, contándose cosas, riendo, casi enamorándose…, a la hora de la verdad, él había sido un cobarde. O quizá no era lo que decía ser y finalmente ha dado por concluida la relación.
"No, no puede ser. Eso no puede ser".
Da un sorbo a su caramel macchiato. Inevitablemente se mancha los labios y la espuma le deja una especie de bigotillo bajo la nariz. Intenta llegar con la lengua, pero es inútil. El caramelo ha hecho de las suyas.
"Mierda, no he cogido servilletas y paso de cruzarme delante de esos dos otra vez".
Mira en la mochila de las Chicas Superpoderosas, pero no encuentra pañuelos de papel. Suspira. Saca el libro que llevaba dentro y lo coloca sobre la mesa para continuar su rastreo con menos obstáculos. Nada. Y vuelve a suspirar.
Durante la exploración mochilera, un chico ha entrado en la sala y se ha sentado justo en el sillón que está enfrente de Bella. En el tercer suspiro, al levantar la cabeza, ella lo ve. La está mirando. Es guapo. Le sonríe. Bella recuerda que aún está manchada y disimuladamente arroja el libro al suelo. Cuando se agacha para recogerlo, aprovecha y con la mano se limpia la boca, los labios, hasta se frota la nariz por si acaso. Salvada.
Pero de repente su rostro bajo la mesa se topa con el rostro del chico guapo que se ha acercado y está agachado junto a Bella. Sin decir nada, el joven saca un pañuelo de papel de un paquete que llevaba en el bolsillo y se lo da.
—Toma —le dice mientras le ofrece un clínex con una amplia sonrisa. "Una sonrisa maravillosa", piensa Bella—. Aunque igual ya no lo necesitas.
Bella se quiere morir al escuchar las palabras del joven guapo de la sonrisa maravillosa. Se muere de vergüenza. Sus mejillas enrojecen y, al incorporarse con el libro en la mano, se da un cabezazo contra la mesa.
— ¡Ay!
— ¿Te has hecho daño?
—No. —Bella ve al chico de pie. Es bastante alto. Lleva una sudadera negra y unos pantalones vaqueros azules algo gastados. Tiene unos ojos grandes y verdes, y lleva el pelo un poco más largo que lo que a ella le hubiese gustado. Pero es realmente guapo—. Y tampoco necesito tu pañuelo.
El joven sonríe y se guarda el pañuelo en el bolsillo.
—Muy bien. Me vuelvo a mi sitio.
Bella agacha la mirada y espera a que el desconocido se siente de nuevo. Cuando intuye que el joven está otra vez sentado, levanta un poco la vista para comprobarlo. Así es.
"Qué guapo es… ¡Basta!, ¿en qué estás pensando, Bella?". Un leve dolor en la cabeza, justo donde se ha dado el golpe, le devuelve a la realidad, pero al tocarse no nota ningún chichón. "Menos mal. Era lo que le faltaba".
"Hija, si es que tienes la cabeza muy dura", le suele decir su madre a menudo. Mira por dónde, y sin que valga de precedente, tiene que darle la razón.
Bella sonríe por primera vez en toda la tarde. Da un nuevo sorbo a su bebida, esta vez con cuidado de no mancharse, y abre el libro por la página donde unas horas antes lo había dejado. Es Perdona si te llamo amor, de Federico Moccia.
Trata de una joven estudiante de diecisiete años y un publicista de treinta y seis que se enamoran. Bella no es una gran aficionada a la lectura, pero Rosalie le ha hablado tanto de este libro que finalmente decidió leerlo. Y le entusiasma. Le apasionan la madurez de
Niki, la protagonista, solo un año mayor que ella, y su capacidad para conquistar a un hombre mucho mayor como Alessandro. Sí. Ojalá ella algún día tuviera una historia de amor tan intensa como aquella, aunque le gustaría que el chico no fuese tan mayor, claro.
Entonces de nuevo le viene a la mente el plantón. Aquel idiota la ha dejado tirada.
"Ufff".
Casi sin querer, mira al sillón donde está el chico guapo de la sonrisa maravillosa. Esta vez él no la está mirando a ella.
—No me lo puedo creer —se le escapa a Bella en voz alta. El joven está leyendo un libro, prácticamente a punto ya de terminarlo. Bella inclina la cabeza para leer el título y cerciorarse de que no se equivoca: Perdona si te llamo amor.
En esos momentos, el chico se da cuenta de que los ojos de Bella están puestos sobre él. La observa, después dirige su mirada hacia la portada del libro, luego otra vez a ella y finalmente sonríe. Con esa sonrisa maravillosa de nuevo.
— ¿Te está gustando? —le pregunta el joven, alzando un poco la voz.
"Pues claro que me gusta, estúpido. Cómo no me iba a gustar esa sonrisa, si es la más bonita que he visto nunca…", piensa ella antes de responder:
— ¿Perdona? —pregunta Bella con cara de sorpresa como si la hubieran radiografiado la mente.
—He visto antes, cuando se te ha caído el libro…, bueno, en realidad, cuando he llegado y tú estabas buscando algo en tu mochila, he visto que estamos leyendo el mismo libro. Y te preguntaba que si te está gustando.
—Ah, eso. Sí, sí que me está gustando.
—Es una bonita historia. Espera…
Entonces el joven se levanta del sillón, coge su bebida y el libro, y se sienta al lado de Bella. La chica, sorprendida, vuelve a ponerse colorada. No es guapo: es guapísimo.
— ¿Te importa? Es para no estar gritando todo el tiempo…
—No, claro. Siéntate.
Pero justo en ese instante suena con fuerza Don't stop de music, de Rihanna, desde dentro de la mochila de las Chicas Superpoderosas. Bella da un respingo y se apresura a buscar su teléfono móvil.
Varios segundos después por fin da con él. Es Rosalie.
—Perdona, es una amiga —le explica en voz bajita al joven guapísimo que le vuelve a sonreír una vez más y le hace un gesto como de "contesta, no te preocupes". Ella se levanta y camina hacia otra parte de la sala. La joven pareja enamorada ya se ha ido.
— ¿Sí…?
—Cariño, ¿qué tal va la cosa? — Pregunta rápidamente Rosalie al oír la voz de su amiga—. No molestamos, ¿verdad?
— ¿"Molestamos"? ¿"La cosa"?
—Sí. Estamos aquí Alice, Ángela y yo reunidas. Espera. Digan algo chicas… —un escandaloso "hola", seguido de un insulto amistoso, se oye al otro lado del móvil—. ¿Ves cómo te queremos y nos preocupamos por ti? ¿Qué tal va la cita?
"Uff, la cita". Ahora cae. Pero no tiene ganas de dar explicaciones a sus amigas en ese momento, y menos tener que darles la razón. Así que se ahorra decirles que aquel idiota no se ha presentado.
—Bien, "la cosa" va bien. Pero no puedo hablar ahora mismo. Estoy muy ocupada y…
—¡Uhhh! Muy ocupada… Mmmm. Muac, muac, muac. Bueno, no te molestamos más, niña. Queremos que nos cuentes todos los detalles mañana. Chicas, colgamos. Despídanse…
Y con un sonoro "adiós, te queremos", seguido de otro improperio cariñoso, se da por finalizada la conversación.
Bella cierra los ojos. Suspira. "Están locas". Y se dirige otra vez a su sillón. El joven guapísimo está de pie y lleva el libro bajo el brazo.
—Me tengo que ir. Se me ha hecho tardísimo. En diez minutos empiezo las clases.
"Las clases. ¿Qué clases? ¿A estas horas?".
—Encantado de conocerte. Espero que el final del libro te guste.
Y sin decir nada más el chico guapísimo de sonrisa maravillosa sale corriendo de la cafetería. Bella entonces se vuelve a sentar mientras decide que ya es hora de regresar a casa, tomar un buen baño relajante y olvidarse por un tiempo de su ordenador. Coge el libro para guardarlo, pero percibe algo extraño. El separador no es el suyo y además está en la última página.
"Ese idiota se ha equivocado de libro y se ha llevado el mío".
Abre el libro por el final y arriba, escrito con bolígrafo azul, puede leer:
" . Por si quieres comentar el final del libro".
La nota le hace sonreír y Bella termina soltando una pequeña carcajada. Guarda el libro dentro de su mochila de las Chicas Superpoderosas y camina hacia las escaleras de la planta alta del Starbucks sin poder evitar una sonrisa tonta.
"Y este chico va y me dice que espera que el final del libro me guste. Qué tonto…". Pero, hablando de tontos…
En ese momento, otro joven alto, atractivo, sube a toda velocidad las escaleras de la cafetería. Va tan deprisa que no ve a Bella: al tropezar con ella, la chica cae contra el suelo y él casi se cae encima, pero consigue saltarla y termina de rodillas justo detrás. De sus manos resbala una rosa roja. Ambos se miran sorprendidos. Él sonríe al ver la mochila de las Chicas Superpoderosas en el suelo...
