Disclaimer: Miraculous Ladybug y sus personajes no me pertenecen.
Acondicionador
por Nam Min Hee
Chat noir nunca se había parado a analizar el vestuario de Ladybug, ni mucho menos, cómo de ceñido era. Así que, en cuanto su mirada se escurrió a su figura embutida en aquél traje moteado, se arrepintió al instante. Se hizo más consciente de ciertos detalles que, antes, habían pasado desapercibido. El material del traje se ceñía a su anatomía como una segunda piel, revelando la forma esbelta y delgada de su silueta. Su pelo medianoche peinado en esas dos clásicas coletas que se balanceaban levemente con cada movimiento, sus ojos azul celeste y su piel de marfil hacían resaltar el llamativo tono rojo que predominaba en su vestimenta. No sabía si era spandex, pero se adhería a su cuerpo con la misma facilidad. Quizás, incluso, demasiado. Su cintura era estrecha, sus piernas largas y tonificadas, y el suave contorno de sus pequeñas caderas que, aunque no muy anchas, eran redondeadas, perfectas. Incluso podía distinguir sus clavículas y la inclinación de su pecho, donde sus dos montículos estiraban el material del traje.
Chat noir se mojó los labios, absorto en el análisis que estaba llevando a cabo, apenas reparando en el tinte carmín que manchaba sus mejillas. No había notado, tampoco, sus labios semi separados, su respiración filtrándose por de entre estos, o el martilleo de su corazón. Sus ojos continuaron escaneándola, subiendo y bajando por su cuerpo con lentitud, absorbiendo su imagen.
Desde una cierta distancia era capaz de apreciar la ligera forma arqueada de su espalda, descendiendo por su columna erguida hasta la curva de su culo. Ladybug tenía un buen culo. Firme, un poco respingón. No era muy grande, pero ella era menuda. Probablemente podía ahuecar sus nalgas en sus manos; y él tenía manos de un tamaño decente. Quizás, incluso, habría alguna que otra peca-
—¡Chat! —La voz de la superheroína le hizo respingar. No se había dado cuenta de que su cabeza se había ido inclinando hacia un lado. Carraspeó, irguiéndose. Le sorprendió descubrir que la muchacha lo contemplaba con atención, ceñuda, con las mejillas ruborizadas y los labios apretados—, ¿me estabas mirando el-... ?
—¡El pelo! —la cortó, entre horrorizado y azorado. Y como para hacer énfasis, reposó su mirada en su melena oscura, incapaz de mirarla directamente—. Te estaba mirando el pelo —confirmó, con un tono estrangulado, mortificado—. Por curiosidad, ¿qué acondicionador usas?
FIN.
N/A: Echaba de menos escribir sobre este par, ah.
