Habían pasado dos años y el equipo ya se había acostumbrado a ellos, por eso se dieron cuenta: la tensión y la frialdad de las palabras que se dirigían, escasas y corteses; los integrantes de Seidou entendían la situación a la perfección y querían que acabara. Pronto.

Por suerte para ellos, Miyuki cada día entrenaba menos con el equipo, los exámenes de admisión estaban cerca y tenían que comenzar a acostumbrarse a jugar sin él; lo que sinceramente, era bastante complicado y algo triste, pero preferible a la incomodidad que se generaba en el ambiente cuando Furuya debía lanzar.

Habían peleado. Pocas veces lo hacían porque en general, Furuya hacía lo que Miyuki le pedía, pero cuando sucedía, era una tortura para todos. Es decir, en las prácticas nada cambiaba demasiado, ninguno de los dos estaba dispuesto a entorpecer el ritmo de todos por sus disputas personales y trataban de trabajan como siempre. O algo así, a veces, daba la sensación que Miyuki no halagaba los tiros de Furuya como era habitual, o que este último estaba lanzando con más fuerza, pero podría ser tu imaginación. Como sea, las peleas no pasaban inadvertidas, simplemente no podían: Furuya se sentaría en el extremo opuesto que Miyuki en el comedor mientras le clavaba la mirada en la espalda, y Miyuki se limitaría a reír, a hablar más fuerte de lo normal mientras se colgaba del cuello de algún malafortunado. El único tiempo muerto era cuando salían del bullpen transpirados y agotados: Miyuki dejaría salir la preocupación de todo el día, haciéndola pasar como su deber de catcher; era el único momento en que su orgullo cedía, permitiendo una pausa de esas las discusiones que llevaban a días sin verlos susurrarse entre los cortos descansos del entrenamiento o sin darse esas discretas caricias en los hombros o el cabello.

Sinceramente, los demás preferían esa aura melosa que generaban a esa tensión espantosa cada vez que cruzaban la mirada por casualidad.

Un par de veces interfirieren terceros: Kuramochi acusaba a Miyuki de frío-robot-calculador-sin-corazón y, entre broma y broma, procuraba preocuparlo un poco; por otra parte, Sawamura apenas podía lidiar con Furuya que, más ausente que de costumbre, siempre era el que trataba de arreglar las cosas primero pero sin saber exactamente cómo. Pasaba días dando vueltas en círculos afuera de la habitación del catcher, hablando frente al espejo, juntando en el pupitre golosinas que no eran entregadas. Sawamura a veces trataba de animarlo diciéndole que qué importaba Miyuki, pero solo era ignorado. Obviamente, importaba mucho.

Todo terminaba en tres o cuatro días, y si tenían suerte, en menos. Generalmente, Miyuki se rendía y le daba un abrazo a Furuya en la fila de la comida, murmuraba unas disculpas y Furuya llegaba a resplandecer ahí mismo: tocando apenas las manos de Miyuki, con cuidado, con una sonrisita tímida. Era todo un espectáculo si tomas en cuenta que ellos, generalmente, no se dejan ver así, aunque Miyuki siempre iba por ahí presumiendo y hablando de Furuya sin vergüenza ni tapujos.

Después de la reconciliación, Furuya ignoraría un poco a Miyuki al día siguiente, pero él se lo tomaría a risas y al atardecer estarían comiendo un montón de comida chatarra juntos.

Nada de eso pasó esta vez.

Ni siquiera pudieron jugar a adivinar la razón de la discusión y sacarle a Furuya unos pestañeos nerviosos, tampoco lo vieron juntar dulces para Miyuki ni hacer viajes a su habitación porque

ya no estaban las cosas del capitán allí.

—Tal vez terminaron

—No…creo

—Ya sabes como es el bastardo de Miyuki, probablemente quiere enfocarse en escalar en ...cualquiera sea el equipo universitario al que quiere entrar

—Eso es un poco…

—No lo culparía

—Probablemente se reconcilien antes de que Miyuki se vaya

—Miyuki ya se fue, viene solo de vez en cuando a las prácticas y las clases están por terminar

—Ahí viene Furuya.

Caminaba mirando hacia el frente, sin suspiros cansados ni ojos somnolientos, estaba decidido. Bateaba y lanzaba como nunca, comía todo lo que podía, se daba un largo baño y a la cama; había estado así los últimos días, desde que Miyuki había venido por sus cosas y se las llevó tras una breve conversación entre ambos en la habitación.

—¿Qué? ¿Van a casarse apenas Furuya se gradúe?—babía bromeado Sawamura, levantando el meñique entre una ridícula sonrisa y otra. Pero tanto Furuya como Miyuki se fueron cada uno por su lado y no hicieron ningún comentario al respecto.

Furuya estaba furioso porque Miyuki.

Así tal cual.

Porque Miyuki le dijo, antes de llevarse sus cosas, con la cara sonriente y un tono cálido, que era mejor que terminaran; que quería concentrarse en entrar a la universidad y adaptarse a su nuevo equipo, que Furuya también debería darlo todo en lo que quedaba de la temporada y del año académico. En resumen: no eres tú, soy yo, es lo mejor para los dos. Usualmente, cuando discutían, Furuya no podía contestarle: lo miraba fijamente y trataba de entender, pero no hallaba las palabras correctas para responderle sino hasta uno o dos días después, cuando ya no servían para nada. Pero ese día tuvo que hablar, rápidamente y tomando su mano para obligarlo a mirarlo a los ojos, porque los estaba evitando y eso a Furuya le dio miedo.

Y también mucha rabia.

Se sentía el único ahogándose ahí en esa habitación, tan vacía de pronto. Miyuki recibió todas sus palabras, acusaciones acaloradas y llenas de ira, como si fueran lanzamientos.

Pero no le devolvió ninguno.

—Dejémoslo así, siempre puedes contar conmigo para cualquier asunto relacionado al baseball ya sabes…tienes mi número.—después de eso no había nada que decir, era como volver a esos días de jugar solo contra una pared. Siempre Furuya el que se pasaba días pensando cómo arreglar las cosas, al que le costaba quedarse dormido, el que quería pedir disculpas para que después Miyuki volviera cuando él lo estimara conveniente, dejando sus esfuerzos en el ridículo.

En medio del silencio, se movieron al mismo tiempo: Miyuki se acercó a él, probablemente a darle algún abrazo o beso de despedida, pero Furuya lo apartó y salió del cuarto para encontrarse a Sawamura que dijo algo a lo que no le prestó atención. Tenía puesta la ropa deportiva y corrió un buen rato, como si no lo hubieran dejado practicar lo suficiente o lo sacaran a mitad de un importante partido. Cuando se detuvo, había luna y no sol. Fue al baño mecánicamente, tratando de no pensar, mientras la mayoría estaba practicando en el campo de entrenamiento. La mayoría menos uno: en la soledad de una sombra patética estaba Miyuki, todavía frente a la puerta, sosteniendo algo que dejó caer cuando Kuramochi se burló de él en la lejanía de un par de cuartos más allá.

¿De cuándo eres tan emocional, Miyuki?

Y él se movió con el propósito de darle una patada, probablemente. Furuya volvió, caminó hasta ese lugar con la intención de esperar y disculparse, nuevamente, pero daba la impresión de que Miyuki no volvería. Los minutos pasaron. Se resignó a caminar y salir de ese lugar, pero pisó algo y se detuvo, seguramente era lo que se le había caído a Miyuki hace un rato. Se agachó para recogerlo y se quedó congelado, ahí, un segundo eterno con el pequeño esmalte de uñas color transparente.

—Oh.

Estaba nuevo, así que probablemente tuvo la intención de regalárselo ese día.

Furuya entendió.

Miyuki era en realidad, una persona muy cruel, sobretodo consigo mismo. Sin embargo, no sintió pena sino algo...de vergüenza, era un gesto muy cliché, ¿no?, sacrificar tu felicidad por otro y ese tipo de cosas. Antes no habría tenido tanta confianza en afirmarlo, pero ahora podía decirlo con claridad: Miyuki no quería que su relación terminara, seguramente estaba pensando que era lo mejor para él y el equipo pero, ¿quién regala esmalte de uñas transparente como regalo de despedida?

Furuya no sabía mucho de amistad para ese entonces, pero cuando Miyuki le regaló su primer esmalte de uñas al empezar su verano número uno en Seidou, hubo algo que no le cuadraba; una especie de curiosidad que se fue transformando en interés y ahora...

Bueno, él había ido con intenciones de encontrarlo allí, a él que podría atrapar sus lanzamientos, pero nunca había esperado terminar con él en este tipo de relación. O eso creía.

De hecho, también había empezado con un esmalte, esa relación extraña que no tuvo un nombre hasta que los demás empezaron a etiquetarlos; no había sido una cuestión que les preocupara, pero la extrañeza del equipo terminó por sembrar en Furuya inquietudes y Miyuki entre risas, como siempre, le dijo que sí, que qué otra cosa podían ser sino novios. Pero mucho antes de eso, el primer acontecimiento que marcó una agenda de confusión y vértigos, fue cuando vieron a Miyuki con un infame frasco de esmalte en las manos y empezaron a insinuar que tal vez, tenía novia.

—Es para Furuya, que es algo así como una novia, en todo caso—todos los presentes se rieron menos Furuya, que lo quedó mirando desde su lugar en ese cuarto que apestaba a transpiración y a ropa sucia.

Más tarde, cuando se acercó a entregarle el obsequio, la mayoría había dejado la habitación, así que se le hizo más fácil rechazarlo—No era necesario, yo puedo comprarlos.

—Oh, Furuya, qué cruel. No rechaces mis intentos de sellar nuestra amistad—la sonrisa que no se le iba de la cara, los ojos cerrados, estaba disfrutándolo en grande.

—Los amigos no se regalan esmaltes de uñas—no quiso mirarlo a la cara, tuvo miedo de haber dicho algo inapropiado; ¿de verdad se molestaría por haberlo rechazado?, ¿seguiría atrapando sus lanzamientos?.

—¿En serio?—pareció dudar un momento—Entonces, dejémoslo como algo entre un pitcher y su catcher.—Furuya guardó silencio, no creyó que debiera agregar nada más. Pensó que Miyuki dejaría su ropa sucia y se iría tomar un baño, pero se quedó ahí.—Y no te preocupes, no volveré a tratarte como mi novia ni haré ese tipo de chistes.

Se iba, eso era todo, podría respirar adecuadamente cuando atravesara la puerta y se uniera a los demás. Se podría desvestir tranquilamente, quizás ir a guardar el esmalte antes de eso pero—No es realmente un problema—su boca se movió rápida, casi en un murmullo, pero Miyuki le dejó de dar la espalda con una sonrisa que no había visto antes y que le sorprendió. Bastante y algo más. De pronto, él estaba muy cerca y ahí hacía un calor del cual no quería escapar: solo era la mano de Miyuki en su hombro, pero se quedó grabada hasta el fondo de su ser. Miyuki volvió a darle la espalda hasta abrir la puerta y desaparecer de su vista.

Ese día se bañó muy tarde: estuvo un buen rato en su habitación, contemplando el esmalte, poniéndose capa tras capa y después arrepintiéndose al ver que el contenido disminuía rápidamente. Se maldijo por haberle dicho que él los compraría en el futuro. A la mañana siguiente y a la que siguió de esa supo lo que quería: más de eso, más de ellos dos juntos, más huellas de sus manos, más de esas sonrisas extrañas e hipnóticas. Empezó tomando sus manos después de calentar y enfriar el cuerpo, al inicio, casi por casualidad, pero después sosteniéndolas entre las suyas; en un principio, solo buscando esas extrañas sensaciones y después

—Es mejor que me digas lo que quieres de una buena vez—Miyuki terminó por encararlo una noche, en el pasillo.—Yo no haré el primer movimiento si es lo que estás esperando—se quedó estático, ahí, entendiendo muchas cosas a la vez.—Mira, no te obligaré a nada porque no deseo afectar tu desempeño en el equipo. Además, no me suelen pasar estas cosas, de hecho yo diría que es la primera...—se quedó callado cuando Furuya le acarició la mano, suavemente, apenas palpando la superficie de su piel.

—Hoy estás hablando mucho—se atrevió a tomarle la mano con más firmeza y escuchó un resoplido, lo miró, Miyuki estaba conteniendo la risa.

—Y tú, últimamente tienes menos ganas de ignorarme. Supongo que los dos estamos extraños.—suspiró y se apoyó en él, relajado, rodeó lentamente su torso hasta abrazarlo por completo. Devolvió el abrazo con el corazón desbocado, tragando la saliva que se acumulaba. Esa fue la primera despedida larga que tuvieron, unas noches después empezarían a decirse adiós con besos en la boca; breves o largos, dependiendo del ánimo. Casi siempre largos.

¿Cómo supieron los demás? Durante una de esas despedidas, Sawamura pasaba por ahí.

Pero había pasado hace tanto tiempo, se dio cuenta de eso mientras sostenía el esmalte abandonado. Trató de deshacerse de la nostalgia y la angustia, se dedicó esos días a entrenar sin descanso, a ignorar los comentarios de los de primer año y a reírse de los intentos de subirle el ánimo de Eijun.

Despidieron a los de tercero, poco y nada antes de los exámenes. Furuya no asistió.

Cuando Miyuki volvió a aparecer, lo hizo junto a varios de tercero, un viernes invernal en que habían suspendido la práctica por la lluvia. Fueron a darle las noticias de sus admiciones exitosas al entrenador y después tuvieron una pequeña charla con los de años inferiores, una especie de celebración que terminaría en un partido amistoso en el gimnacio techado. Furuya no estaba ahí tampoco. Frustrado de perder una oportunidad así, Miyuki salió a buscarlo por los pasillos: estaba decidido a aprovechar esa última ocasión para ser equipo. Lo encontró frente a lo que había sido su habitación.

Lo observó sin saber qué decir ni cómo llamarlo, qué tono usar, qué cara poner. No le salía ninguna de esas sonrisas fáciles y su boca tenía una mueca amarga que se negaba a irse. Fue Furuya el que, al notar que lo miraba, habló primero—Se te quedó esto—dijo sin rodeos, entregándole el frasco de esmalte de uñas.

—Te lo iba a regalar de todas formas —se rascó la cabeza con aire ausente, otra vez sin mirarlo. Su garganta parecía atorada con algo de angustia, un poco de decepción.

—Los amigos no se regalan esmaltes de uñas.

—Sí, me habían dicho eso antes—una risa lastimera salió de sus labios. Miró las manos de Furuya, al menos seguía cuidando sus uñas, cambió su peso de una pierna a otra. Incómodo.

—Estaremos bien, no bajaré mi rendimiento y prometo no intervenir con el tuyo—Miyuki levantó la cabeza por reflejo y abrió la boca para decir algo, pero Furuya se adelantó y le dio un beso rápido, para evitar el rechazo.—Estas semanas...lo hemos hecho bien, esto de no estar juntos.

Levantando las cejas y después frunciéndolas, Miyuki parecía indignado y Furuya lo disfrutó un poco.—Podrías haberme llamado, preguntarme cómo me fue…

—Tú también fuiste muy cruel—señaló el esmalte. Miyuki dejá salir un gemido quejón y luego arrastró los pies, lentamente, hasta estar tan cerca de Furuya como se lo permitían sus cuerpos; afirmó su frente en su hombro y lentamente abrazó su torso.

—Hoy estás...hablando demasiado—apenas podía escuchar la voz de Miyuki, por otra parte, lo había logrado: fue y dijo lo que planeó durante todos esos días, Furuya se sintió orgulloso de sí mismo. Siempre temió que un día Miyuki eligiera el baseball sobre él, pero parecía que ambos podían convivir por el momento. Respiró con alivio y después lo besó mientras él se daba el lujo de enterrar los dedos en su cabello, con fuerza, una especie de castigo que no le molestó.

Minetras los demás estaban ocupados en el comedor, ellos entraron a la habitación de Furuya para comer las golosinas que él había juntado de todas formas, en secreto.

—Entonces, ¿vas a seguirme a la universidad también?—y al no tener respuesta:—¿Me estás ignorando todavía?—refunfuñó.

—No, solo pensaba en lo bien que se sentiría volver a formar una battery contigo.

Y así terminó la discusión más larga que tuvieron. Los demás no tardaron en enterarse, extrañados de ver a Furuya con un celular, todo tuvo sentido cuando le sonreía a la pantalla durante los descansos.