Naruto no me pertenece a mí, sino a Masashi Kishimoto. Esta historia la hice como un fin de mostrarle a Masashi que las historias de amor y de ninjas SÍ pueden funcionar!
¡Mi primera historia sin suspenso!
¿O no…?
Después de ver el espectáculo que sus invitados habían dado, la heredera de nueve años corrió a refugiarse en su habitación para que ningún ojo curioso la viera llorar por lo que Sasuke le había hecho; y Kazu, que tenía como obligación permanecer siempre en la habitación de su ama, vio cuando la niña se tiró en la alfombra a llorar en silencio, y sin esperar a que la heredera del imperio Hyuuga se tranquilizara, fue ella quien se arrodilló a un lado de la pequeña Hinata, asustándose al ver que no se movía, que seguía pasmada por lo que había pasado minutos antes en la entrada de la fortaleza, tal como repetía sin parar la niña, pero Kazu no preguntó nada. Sólo se ocupó de levantarla del piso para poder inspeccionarla y cerciorarse de que el daño hubiera sido verbal. Error. A esa inocente criatura le habían propinado un fuerte puñetazo en la mejilla.
–Hinata, fue Sasuke-sama, ¿verdad? –La niña asintió–. ¿Qué pasó? ¿Por qué te pegó?
La ojiblanca limpió con las manos sus lágrimas y aclaró su garganta.
–Cuando S-Sasuke me quiere golpear… N-Neji-kun me defiende, pero… U-Uchiha-san se enteró de que N-Neji estaba en la zona a-agrícola con Otou-san y aprovechó que yo estaba sola para decirme cosas.
–¿Qué cosas?
–Él… Él me e-empujó y me gritó que él era mi único a-amigo; que yo era propiedad suya. Yo también le grité. L-le dije que yo podía t-tener los amigos que yo quisiera, y que yo quería a N-Neji-kun más que a él. Él se enojó más y…y…
–Dilo, Hinata.
–Sus… Sus o-ojos se volvieron rojos. Me asusté y lo e-empujé para salir de ahí, p-pero me agarró y me golpeó en la cara. Yo no me había levantado del piso c-cuando escuché otro golpe, y vi que N-Neji-kun y Uchiha-san se estaban peleando.
Kazu asintió levemente y se paró para cerrar la puerta, pero antes de poder hacerlo, escuchó gritos y se asomó, pudiendo ver así al par de niños con los que Hinata jugaba desde que era una bebé, ser llevados a sus respectivas habitaciones por los mismos sirvientes que los habían separado antes de que se mataran a golpes por los celos que les causaba a cada uno de los muchachos saber que tenían competencia.
Kazu sonrió con ternura mientras le acariciaba el ahora corto cabello a Hinata: Su cabello se veía mejor cuando lo tenía hasta los hombros, pero esas viejas maestras Miko se lo habían reducido hasta la oreja en su primer día de clases. Hinata había llorado por días enteros al pensar en que habían sido esos mechones los que su ya fallecida Oka-san cepillaba con tanto esmero. Y de nuevo, Hinata no paraba de llorar y de provocarse toses a causa de su entrecortada respiración, pero ¿qué podía hacer ella? Hinata la veía casi como a una madre, pero por más cosas que le dijera, ella no encontraría consuelo en su persona; debía ir a los brazos de su padre.
Tras muchos intentos ponerla en pie y hacerla caminar hasta la habitación de su padre, a donde entró de inmediato al levantar la mirada y verlo dedicándole una mirada penosa y con los brazos extendidos en su dirección. Kazu no vio más. No le pareció correcto vigilar un momento tan especial entre padre e hija.
Sin nada más que hacer, decidió asomarse en la cocina. Quizás necesitarían manos extras al tener que alimentar al consejo de ancianos, al emperador, su sobrino y su hija mayor y por último a los dos visitantes que ya casi eran parte de la familia Hyuuga por la frecuencia en que se hospedaban ahí: Los Uchiha.
Kazu no sabía si sonreír o entristecerse al recordar lo que había pasado entre el sobrino del emperador, Neji Hyuuga, y el hijo de quien negociaba siempre con Hiashi a puerta cerrada. Kazu había visto varias veces a los niños, y aunque los dos sin duda se convertirían en muchachos apuestos, el único que le agradaba lo suficiente como para ser una buena pareja para Hinata, era Neji, y no era sólo porque era de la familia, sino porque tenía modales. Era un caballero en todo el sentido de la palabra. Le hablaba bien a Hinata, la ayudaba, la protegía y lo más lindo de todo, la hacía sonrojar con sus comentarios; mientras que Sasuke la ponía en ridículo, la tachaba de tonta y la regresaba llorando después de cada juego.
Tantos enredos se remontaban a la primera visita que hizo el emperador de los territorios del Norte junto a su hijo a los territorios del Este con fines de negocios. Sasuke y Hinata eran de la edad, y aunque ambos eran orgullosos, supieron llevarse bien durantes varias "visitas", pero el año en que Hinata empezó su entrenamiento como Miko, pareciera que alguien había llenado la mente del pequeño Uchiha con ideas en contra de las sacerdotisas. Ahí comenzó el maltrato aún cuando sólo eran unos niños. Sin embargo, este verano, teniendo Hinata y Sasuke nueve años y Neji diez, el señor de los territorios del Oeste, Hizashi Hyuuga creyó adecuado enviar a su hijo a que constatara que los sistemas económicos no son los mismos en cada dominio, y de paso, para aprovechar para que conociera a la otra parte de la familia Hyuuga.
El pequeño llegó en la madrugada y de inmediato él y la heredera quedaron prendados. Todo el día estaban juntos e inventaban juegos que sólo ellos comprendían a la perfección. Durante las primeras tres semanas del verano las risas de esos dos pequeños invadieron la fortaleza y hasta los empleados trabajaban más felices. Entonces, los Uchiha se presentaron dos meses antes de la fecha que habían dicho en que regresarían, tomando al emperador y a su familia desprevenidos, pues el emperador quería pasar más tiempo con los dos pequeños, tiempo que ahora tendría que pasar hablando con el Uchiha; y respecto a los niños, a Hinata, Sasuke le caía cada vez peor y Neji ni siquiera lo conocía, pero no se llevó ninguna buena impresión por el hecho de que el niño llegara gritando el nombre de Hinata, llamándola como si fuera un perro.
Los días pasaban y ambos niños pedían la atención de Hinata, que no tenía idea de cómo partirse en dos, y notando Sasuke las atenciones que tenía Neji con Hinata y viceversa, unos precoces celos aparecieron, unos que no eran nada usuales para esa tierna edad. Hasta entonces los niños sólo habían llegado a disputas verbales y a competencias como quien le daba la flor más bonita a Hinata y cosas así… pero ciertamente a los golpes nunca habían llegado, ni siquiera a levantarse la mano.
Kazu dejó de cortar el pescado al ver a la pequeña Hinata entrar a la cocina con los ojos rojos, pero sin una sola lágrima. Seguramente habría estado buscándola. La niña se le acercó y Kazu le acarició las mejillas pensando que, si esos dos crecían enamorados de Hinata, sin duda la niña estaría en una situación privilegiada, pero no soportaría ver a su pequeña sufrir por los frecuentes enfrentamientos entre estos y menos aún al verse obligada a escoger a uno, aún cuando esto no le sirviera de nada, porque su obligación era casarse con quien su padre creyera pertinente para beneficiar las relaciones con los imperios más lejanos y poderosos.
–Hinata… –la niña le sonrió en señal de que contaba con su atención–. En el momento en que naciste se decidió. Tú no debes enamorarte de ningún hombre.
La pequeña la miró extrañada, seguramente al no saber a qué se refería, sin siquiera sospechar que ese sería el mejor consejo que alguien le podría dar jamás para lograr sobrellevar su vida como la futura emperatriz del imperio Hyuuga del Este.
Desde que dio su primera respiración se selló la promesa: Tendría que estar siempre consagrada al pueblo, incluso antes que ser persona.
Antes que ser mujer.
