Prólogo
Juvia
La inmensidad del océano le envolvía, el agua acariciaba la línea de su rodilla, sin embargo, no le importaba lo suficiente como para preocuparse. Su pelo azul ondeaba en el aire, pero… su mente, degradaba el movimiento, volviéndolo, trivial e insignificante.
Tragó saliva intentando contener el llanto, se obligaba a mirar el horizonte, deseando encontrar un atisbo de esperanza en el amanecer. Nada, la oscuridad permanecía envolviendo su corazón.
-Fairy Tail… -Susurró ella, cabizbaja, con un nudo en la garganta- todavía duele, después de tres años.
Los ojos se le empañaron y, sin poder controlarlo, una lágrima empezó a explorar el costado de su rostro. No soportó la presión de sus pensamientos, se hincó de rodillas en la costa, permitiendo que el agua llegara hasta su abdomen. El llanto se hizo y, en ese momento no lo pudo detener.
La nostalgia derretía su piel, el dolor hervía su sangre y el desengaño… quemaba su corazón.
-Juvia ya no… -le costaba hablar- Juvia ya no aguanta más.
Lucy
Aquel piso se veía vacío, no solo el piso, toda Magnolia había perdido el brillo y la fuerza. Para Lucy todo había perdido su color natural y había aprendido a vivir con esa emoción. Se sentó en la silla de una pequeña mesa, en la cual, antaño, solían comer sus amigos. Eso pasó hace mucho tiempo, demasiado.
Un trozo de tarta reposaba en la mesa con una pequeña vela puesta sobre la capa de chocolate.
-Bueno… -Susurró intentando parecer optimista, en aquel momento se dio cuenta de que no era buena como actriz- han pasado tres años desde… que… -tuvo que suspirar para poder continuar hablando- Fairy Tail se acabó.
La ira se acumuló bajo su piel, sus ojos se enmarcaron, y un movimiento le sorprendió. Volcó la mesa, y ni siquiera se había dado cuanta de ello, se mantenía de pie, frustrada y jadeante. Observándose a sí misma.
-Nunca podré ser la Lucy de antes, -Apoyó su espalda en la pared- ya no hay vuelta atrás.
Gray
Jadeaba, una fina capa de sudor cubría su piel y aquella camisa le molestaba. Todo le molestaba. Sin embargo, le mantenía la mirada a Lyon, el cual tenía una pícara sonrisa dibujada en la cara.
-Vamos Gray… -Dijo él sonriendo- si no entrenas más no podrás participar en los Grandes Juegos Mágicos.
-Me importan una mierda, -Aquel día estaba más molesto de lo normal- tengo cosas más importantes que hacer.
-Venga ya… -Dijo él- ya son tres años desde que estás en Lamia Scale y todavía no has podido ni igualar a Chelia.
-Ella es fuerte –Comentó él- "Al igual que Wendy… -Acabó pensando, sin querer, sin embargo no podía dejar de caer en la tentación de hacerlo- ¿cómo estarán todos?"
-Bueno, tomemos un descanso. –Propuso el amigo de Gray- "lo necesitas amigo".
Lyon se fue, dejando a Gray dubitativo, sin embargo, sus pensamientos desaparecieron cuando unos pequeños brazos envolvieron su cuerpo desde la espalda. Mya ronroneó un poco, haciendo que el mago de hielo se destensara durante un momento.
-Estás demasiado… -Dijo ella- distante.
No hubo respuesta, Gray solo, se giró para observar el rostro de su amiga. Se acercó con cuidado de no asustarla hasta que sus labios se rozaron y se unieron en un cariñoso beso. En cambio, un fugaz pensamiento pasó por la cabeza de Gray, un pensamiento con nombres y apellidos, Juvia Loxar
Wendy
Su cuerpo se había acostumbrado al uniforme de aquella escuela, la escuela de magia Sacrad. Sin embargo, no soportaba el peso de ser el as de la escuela, lo odiaba. Pensó que podría ser una más, pero una adolescente de quince años y, para colmo, Dragon Slayer no puede ser normal.
-Ojala estuviera Natsu aquí… -Suspiró mientras caminaba por uno de los pasillos- o Gajeel, hasta Laxus serviría.
-¿Has dicho algo? –Preguntó una joven chica morena que caminaba a su paso inquieta.
-Nada, solo… estaba recordando a unos viejos amigos…
