No estaba muy segura de por qué seguía en esa celda, una semana después del incidente, todo había sido investigado: Los inocentes fueron liberados y muchos de sus compañeros metidos a prisión.

Y, sin embargo, Vi seguía allí.

Bufó pateando las sabanas, una cajita de chocolates vacía cayó al suelo: Un regalo de una de las personas que salvó en la mina

—Oye, tu— retiró la vista del suelo para mirar al policía, parecía un niño con el uniforme de su padre —ponte contra la pared, vamos a dar una vuelta.

Aunque para Vi no habría sido difícil resistirse, sentía curiosidad por saber que harían con ella, así que obedeció, soltando una risa sarcástica cuando el joven se acercó para ponerle un par de esposas hextech

— ¿Qué te hace tanta gracia?

—Que seas más pequeño que yo, si te doy un putazo podría tirarte un par de dientes— eso lo hico temblar, pero logró controlarse lo suficiente para lucir profesional

—Deja de hablar tonterías y vámonos.

La hizo caminar hasta el ascensor, apretando el botón del quinto piso. Sí, habría sido bastante sencillo darle un golpe en la cara, pero si lo pensaba, no era una medida demasiado inteligente, además, tenía curiosidad por saber dónde iban.

Por los pasillos corrían montones de policías llevando documentos, respondiendo llamadas o bajando desesperados a atender quien-sabe-qué emergencia. Finalmente, se detuvieron frente a una puerta de roble

—Sheriff…la he traído.

—Pasen.

La oficina tenía las paredes blancas y estaba llena de estantes con documentos muy bien ordenados, también habían algunos figurines de adorno como si quisieran alegrar el lugar y un pequeño cuatro de un paisaje otoñal colgando del muro, pero lo más llamativo era una gigantesca ventana desde la cual podía verse casi toda la ciudad.

Caitlyn estaba sentada en el escritorio ojeando documentos, levantó la vista para mirarles, en vida la pelirosa había visto ojos más fríos

—Carver— apenas frunció el ceño, pero pareció ser suficiente para hacerlo temblar

—Di-Diga.

—Recuerdo haberte pedido que no la esposaras.

—Lo siento, yo consideré que…— lo detuvo con un solo movimiento de la mano

—Quítaselas.

Cumplió la orden como si le apuntaran a la cabeza con un arma

—Ahora puedes retirarte.

— ¿No quiere que…?

—No necesito guardias. Puedes retirarte— al chico solo le faltó hacerle una reverencia.

Vi silbó

—Los tienes bien adiestrados, ¿eh? — habló en tono burlón, la sheriff no le sonrió, pero tampoco había repulsión o superioridad en sus ojos

—Por favor, Vi, toma asiento.

La silla era mucho más cómoda de lo esperado

—Si gustas puedes tomar un dulce, también hay chocolates.

Sobre el escritorio había un cenicero con golosinas. Vi se rió

— ¿No tienes un cigarro? A mi esas mierdas no me hacen nada.

Sin quejarse, como si hubiera sido una petición de alguien importante, Caitlyn sacó del cajón de su escritorio una caja de cigarrillos, tenían un fuerte olor a menta y lucían costosos

—Si gustas puedes sacar más de uno, estoy tratando de dejarlo.

—Como quieras— Vi se puso uno en la boca luego de sacar otros tres y guardárselos en el bolsillo, la otra se lo encendió —entonces, sheriff.

—Puedes llamarme Caitlyn, si gustas.

—De acuerdo, cupcake, ¿qué mierda tengo que hacer aquí?

La castaña no respondió enseguida, solo se dedicó a mirarle por un momento, Vi apartó la vista casi con nerviosismo, aquella mujer no daba miedo, al menos no a ella, pero si imponía un respeto inmediato. Finalmente, la sheriff se levantó, observando por la enorme ventana de la oficina

—Vi.

— ¿Qué mierda quieres?

— ¿Sabes en qué consiste mi trabajo?

—No sé, supongo que en hacer "pyum pyum" con ese armatoste tuyo y meter a los malos en la cárcel, ¿no?

La otra soltó una risa suave y corta, aunque genuinamente divertida, pero pronto recuperó su habitual serenidad

—Casi haz acertado, Vi. En efecto hay algo de "pyum pyum" en mi trabajo, pero no es mi labor principal— siguió mirando por la ventana un momento —cuando estaba en el entrenamiento, mi profesora de natación dijo algo que nunca olvidaré: "A veces van a encontrarse con gente que solo patalea, grita y te tira cuando tratas de ayudarla. Es mejor dejarlos que se ahoguen, porque todo lo que conseguirás si lo intentas es que te hundas con ellos" — en verdad parecía recordar aquellas líneas de memoria —"pero cuando vean a alguien a quien si pueden salvar…no lo duden ni por un segundo".

Se acercó al escritorio

—Mi trabajo, Vi, no es meter a los criminales de la cárcel: Es sacarlos de las calles— tomó uno de los expedientes y lo puso abierto frente a la pelirosa —Lisa Thompson, mató a un niño de 10 años, lo apuñaló 52 veces luego de torturarlo por más de una hora. Hubiera recibido cadena perpetua.

— ¿Pero…?

—Su madre la prostituía desde los 5 años, fue violada por su padrastro desde los 8 quien, además, tenía como hobby apagarle cigarrillos encima y golpearla hasta que se desmayara. Pedí que recibiera tratamiento psiquiátrico y cumpliera su condena allí— Vi miraba la foto del expediente: Una adolescente con una mirada muerta y montones de cicatrices en la cara —hoy está casada, tiene un hijo y trabaja como voluntaria en centros de rehabilitación, no ha vuelto a hacerle daño a nadie.

Tomó otro, esta vez en la foto se veía a un chico cuya edad rondaba por los 17 o 18, flaco como un perro callejero

—Lucas Mieville. Fue detenido por consumo y tráfico de drogas, su padre lo había metido en la heroína para poder usado como camello, fue trasladado a un centro de rehabilitación. Lleva limpio cinco años y hoy trabaja como asistente en el instituto de tecno magia.

Abrió el último que tenía sobre la mesa, ese era prácticamente un niño pequeño, maldita sea, no pasaba de los 12 años

—Es difícil pensar que Harold Becker pudo haber torturado, matado y sodomizado a 4 niñas. Pero es aún más difícil calcular que tantas vejaciones sufrió en el orfanato ilegal donde se crio, cuando el lugar se cerró se encontraron unos 14 cadáveres— Vi tragó saliva —estuvo viviendo en mi casa durante tres días hasta que quedó al cuidado de Vincent Maloy, un psiquiatra de la universidad de Piltóver que lo adoptó luego de su tratamiento. Cuando cumplió los 18 pidió dinero a Vincent y abrió una tabaquería, me mandó hace un par de días los cigarrillos que estás fumando.

Volvió a sentarse

—Hay personas a las que no puedes salvar, Vi. Pero hay algunas a las que sí, hoy, creo haber encontrado a otra de ellas— dejó frente a ellas una carpeta con varias hojas de papeleo.

— ¿Qué mierda es eso?

—Un contrato para que empieces tu entrenamiento policial a partir del lunes, aunque trabajarás como apoyo cuando yo lo estime conveniente— se levantó tan rápido que tiró la silla y casi se tragó el cigarrillo, las cenizas quedaron regadas por el inmaculado piso límpido

— ¿De qué putas estás hablando?

—Creo que esos puños tuyos podrían llevarte muy lejos, serías una boxeadora excelente, aunque con ese físico podrías llevarte el oro en cualquier deporte. Sin embargo, creo que serías una oficial muy buena.

Vi soltó una risa casi histérica

— ¿Estás de joda, verdad? ¿Por esta mierda me tuvieron en la celda?

—Me temo a pesar de que soy la sheriff, entregar un indulto a una posible criminal está más allá de mis libertades, debo convencer a una junta directiva. Lamento que hayas esperado en un sitio tan incómodo.

— ¿Y qué si no firmo? ¿Me mandarás a la puta cárcel porque no firmé tu mierda de contrato?

—Eres zaunita, ¿verdad? — la otra se quedó helada —entonces todo crimen que hayas cometido está fuera de mi jurisdicción, tampoco hay alguien llamado "Vi" en los registros, si no firmas no hay razón para que no regreses a casa.

A casa.

No había una casa a la que volver.

— ¿Y…qué dice esa mierda de papel?

—Básicamente dice que a partir del lunes formarás parte de los nuevos cadetes, aprenderás todo lo que se necesita para ser policía en Piltóver pero formarás parte de mi propio escuadrón personal de una sola persona, solo yo estaré capacitada para darte órdenes, mientras te encuentres en el entrenamiento deberás participar en trabajos de investigación cuando yo lo estime necesario aunque se te pagará por caso. Mientras estés allí, te será asignado a uno de los departamentos individuales que pertenecen a la comisaría si así lo quieres, no son mucho, pero es algo.

Vi agarró la silla y se sentó moviendo las piernas nerviosamente

—Tengo un problema.

—Adelante.

—No puedo firmar eso.

— ¿Por qué?

—…No sé escribir. O leer.

—Tu nombre.

— ¿Eh?

—No creo que te llames "Vi" — la otra gruñó un poco

—No te atrevas a decirle a nadie, ¿está claro? Y tampoco me digas así o te partiré la-

—Será un secreto.

Hacía tantos años que no se presentaba de esa forma que le resultó extraño, ajeno. Con cuidado, Caitlyn lo anotó en un papel, con una letra ordenada y elegante

—Así es como se escribe, ten— le entregó la pluma. Vi hizo un esfuerzo por copiar los caracteres en el espacio indicado, los trazos eran una vergüenza comparados con los de la sheriff, pero debían servir

— ¿Te apetece los viernes durante la noche? ¿O prefieres los sábados?

— ¿Ahora de qué putas hablas?

—Me temo que no pasarás el entrenamiento sin saber leer o escribir adecuadamente, así que te enseñaré.

—… ¿Por qué mierda te tomas tantas molestias?

—Ya te lo dije, Vi— Caitlyn sonrió con suavidad —la mayor parte de los criminales solo patalean y te ahogan cuando tratas de ayudarlos, pero frente a mi hay alguien a quien sí puedo salvar, además, no me perderé de tener a un buen oficial a mi lado— le extendió la mano —bienvenida a la comisaría de Piltóver.

Todavía sin poder procesar del todo la conversación, Vi devolvió el gesto

—Que te quede claro porque no lo diré de nuevo. Gracias.


Siempre me ha gustado imaginar como se formó este duo, al menos, nunca he pillado un cuento oficial donde se hable del tema, así que terminé haciendolo yo.