Holu ~ Vengo apareciendo con un nuevo fic, ah :´D
Un fic como Dios manda(?) Cursi, demasiado xD Dedicado para todas esas personas que disfrutan de tanto amor dulce *v*
Shingeki no kyojin claramente no me pertenece. Por favor todos los créditos para Isa la llama, digo Hajime Isayama. La historia si es mía EwE
Disfrútenlo ~ —lanza bastoncitos de dulce y galletitas de animales deformes—Mas deseos de navidad al final (?)
—22 de diciembre—
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"No cuenta como error si recuerdas y aun sonríes"
Mañana a primera hora tendría que ir al centro comercial. Comenzaba a retrasarme con cada uno de los preparativos. Sé que debí haber comenzado todo desde la semana pasada ¿Una de las razones?
No es como si el tiempo al día me sobrara, y comenzar desde la semana anterior hubiera sido mucho mejor que estar lidiando justamente un lunes. Porque lunes es eso, un atareado lunes. Suspiré con pesar. Lo que al menos me permitía relajarme era la promesa que me hizo mamá —claro, después de prometerle primero que prepararía los muffins de chocolate que tanto le encantaban—. Ella se tomaría la molestia de viajar desde Alemania hasta aquí ¡Hasta Francia! ¿Lo pueden creer? Amaba a esa mujer. Igual, Armin y Mikasa también prometieron estar aquí ese día, a primera hora de la madrugada para ayudarme a preparar todo.
Una sonrisa gigante hizo presencia en mis labios, tenía personas grandiosas rodeándome.
Hoy, también fue un día bastante atareado pero no lo suficiente para un Jaeger. Claro que no. Y además me gané una gran sorpresa hoy. Irvin Smith —mi jefe y aparte de ello, mi más admirable enemigo— me ayudó adelantando mi paga por mis horas extras, cosa que agradecí de todo corazón. Incluso estaba dispuesto a hacer las paces con ese imponente hombre pero todo se fue a la reverenda mierda cuando se acercó y me dijo "Te doy unos cuantos dólares más para que le compres algo decente a Levi de mi parte". En serio, tuve que hacer unos esfuerzos colosales para no lanzarle el dinero a la cara y de paso la silla de su escritorio, que alardeaba de costoso y más que todo elegante. Solo tomé el dinero—tragando mi propio orgullo— y salí de la oficina hecho una furia.
Bueno, lo bueno de toda esa escenita fue que al menos logré conseguir el dinero suficiente para los regalos. Algo que me sacó una serie de risitas y saltitos alegres en todo el camino hacia la parada de taxis.
Al menos ya no tenía que preocuparme por aquello. Ni de mis niños y sus intentos de sonrisas al ver que no hay nada bajo el árbol.
Suspiré feliz. Este año sí que abría.
El señor taxista me sacó de mis ensoñaciones entusiastas preguntándome hacia donde debía girar en la siguiente intersección. Le respondí con gusto y levanté mi mano un poco ansioso. El pequeño reloj —regalo de mi lindo Levi—, mostraba sus diminutas manijas en movimiento. Un movimiento que me hacía desesperar cada vez más. Ya era bastante tarde y la nieve no es como si mejorara la situación. Apoyé mi frente en la ventanilla, observando a lo lejos varias personas caminando con urgencia, llevando en sus brazos enormes fundas de cartón y aun así apañándose para extender el brazo y pedir al algún taxi piadoso que se detenga.
Comenzaba a pensar que mi situación no hacía más que empeorar, pero tras pensarlo unos minutos caí en la cuenta de que mi situación comparado con muchas otras, estaba más que bien.
Tenía unos amigos asombrosos, una madre que me apoyaba y amaba, un trabajo decente —aparte de su molesto jefe, claro—, un lugar cómodo al que llegar después de una larga y pesada jornada de trabajo, a pesar de que no era grande y no tenía una de esas pantallas plasma o de esos jarrones bonitos en cada esquina de la casa, porque no gozábamos de dinero en exceso, pero sí que les podía asegurar que era un lugar perfecto para una familia pequeña y estrecha.
Y más que todo tenía a mis tres amores…bueno cuatro contando con Rubic, nuestro enorme perrito. Eran todo para mí, mi razón para vivir y sentirme el hombre más afortunado en toda la faz de la tierra. Mi propia familia.
Me incliné hacia delante, topándome con la mirada de aquel desmotivado taxista. No se veía feliz, mucho menos satisfecho con los estruendosos pitidos provenientes de los automóviles a cada lado del taxi.
Me relajé.
— ¿Sabe? Puede ser mucho peor—regresó a mirarme ceñudo y volvió a aplastar el centro del volante con fuerza.
Reí volviendo a acomodarme en mi lugar. Al parecer para el hombre esto no podía empeorar.
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Amaba con fervor las luces navideñas. Siempre he pensado que eran la parte esencial de cualquier adorno, casa o arbolito. ¿Y cómo no serlo? Eran brillantes, titilantes y alegres ¿A quién en su sano juicio no les gustaría? Incluso al árbol más decaído, triste y opaco podría darle vida con aquellos pequeños tubitos de cristal que resplandecían en la oscuridad. Solo por el simple hecho de para eso sirven.
Para dar luz y vida.
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Metí la llave a la cerradura con cuidado de no hacer ni el mínimo ruido y la giré. Podía verse cómico. Ya saben, un hombre adulto —demasiado alto— agarrando con un solo brazo al menos unas cinco fundas enormes de compras navideñas, aprisionando el maletín bajo el antebrazo libre e intentando meter todo dentro de la casa sin hacer ruido.
Ridículamente gracioso.
Al entrar lo primero que me invadió fue la intensa y fuerte sensación de comodidad. Comodidad acompañada por frescura y una necesidad de reír. Claro, luego todo aquello —como siempre— se vio interrumpido por los alegres ladridos de Rubic al fondo del pasillo.
Rayos a ese perro no se le escapaba nada.
— ¡Rubic! —Rayos, a ese hombre tampoco se le escapaba nada— ¡Hey, ya quieto!
Susurraba bajito pero con la suficiente energía como para que ese perro calmara su hiperactivo cuerpo y apagara sus ruidosos ladridos. Como siempre, al único que escuchaba era a Levi.
—Hola—murmuré al tiempo que se acercaba a ayudarme con dos de las fundas más pesadas. Me incliné a darle un rápido beso en la mejilla y tras un momento me giré a cerrar la puerta y lo seguí.
— ¿Cómo te fue? —me preguntó al llegar a la cocina dejando amabas fundas sobre la mesilla color crema, como si simplemente fueran un par de fundas llenas solamente de plumas.
—Bastante bien— respondí estirándome. Una de las tantas cosas que amaba de Levi, era su facilidad de relajarse y también la forma rápida en la que cambiaba ese carácter tan suyo.
No es que sea impulsivo. No, claro que no. Es solo que Levi puede pasar de ser un hombre serio, frío y calculador a un gatito demandante y necesitado de mimos y muchos abrazos. Pero uno nunca puede bajar la guardia, porque de esa adorable imagen puede pasar en un chasquido de dedos a ser letal, con la boca más afilada que una katana recién estrenada y una mirada capaz de matar a cualquiera que se atreva a contradecirle o simplemente mirarle más de lo debido.
Si, Levi tenía un carácter demasiado voluble. Es por ello que lo veo como una persona más vulnerable, eso no quiere decir que lo vea como alguien débil porque es más que obvio que Levi es mucho más fuerte de lo que aparenta. Solo que es frágil muy, muy en el fondo.
Si supieran lo que me costó exponer ese lado suyo a mí. Fue duro, pero nunca deje de insistir.
Luego estaba su apariencia contradictoria.
A mediodía, cada vez que llegaba a casa tras salir de su turno en la cafetería de la esquina, solía primeramente darse un buen baño. Luego—mi pequeño amor obsesivo por la limpieza— se ponía ropa holgada, la que encontraba más cómoda al fondo del armario.
Había días en lo que tenía que recordarme que teníamos hijos y que ellos sacaron la perfecta audición de su linda mami para no tener que abalanzarme sobre él y hacerle el amor el mismo segundo que lo encontraba usando mi ropa, que de por si le que quedaba gigante.
Y por último se ponía el delantal con volados que mi muy amigable madre le regaló, según ella, con fines "inocentes".
Aún seguía pensando que lo hizo a propósito. Mi mamá a veces podría permanecer con la apariencia de una mujer decente y tranquila pero cuando se trataba de mi vida junto a Levi, solía sacar esa parte alegre y muy en el fondo pervertida. Es por ello que no dejaba de pensar en el verdadero fin que escondía al haberle dado ese regalo. Siempre creí que lo hizo para ponerme a prueba.
Y también porque ella tenía un cariño muy especial y único hacia Levi.
Recuerdo que al principio, hace aproximadamente siete años, a mi mamá no se le daba muy bien tratar con personas desconocidas, sospechaba de cualquier y no dejaba que nadie se acercara a mí porque tenía el temor de que alguien me hiciera daño. Una situación absolutamente fundamentada.
Estábamos solos, papa nos había abandonado sin razón ni miramientos. Simplemente había desaparecido.
Obviamente tenía miedo.
Y bueno, un día llegó Levi.
Dos años mayor que yo, temido por casi todo el colegio, tachado de mujeriego y perteneciente a una familia de drogadictos. Incluso hubo veces en lo que escuché rumores acerca de sus caminatas hacia esos bares de mala muerte y cuanto cobraba por dejarse toquetear por los morbosos con suficiente dinero.
Oí mucho de esos rumores, lamentablemente mamá también lo hizo.
Resumiendo todo, fue demasiado complicado y duro desde el mismo momento en el que decidí ser su amigo, la naciente necesidad de protegerlo, mi enamoramiento, el noviazgo, luego mamá, decirle que estaba perdidamente enamorado de un hombre, que estoy saliendo con un Ackerman, el doloroso rompimiento, su viaje a su ciudad natal, tener que seguirlo, pedirle matrimonio, vivir con su frecuente rechazo, seguir insistiendo, el hecho de que me aceptara, mamá conociendo de a poco a Levi , encariñándose con él, la boda, aquella perfecta noche, convivir como una pareja a pesar de las constantes diferencias, el primer embarazo.
Por Dios. Fueron muchas cosas hermosas, de vez en cuando tristes, incluso dolorosos y agobiantes pero no fue suficiente ese hecho. No fue suficiente para quitarles el brillo y la luz y ante todo no fue suficiente para desaparecer la sensación bonita de vivirlas.
— ¡Eren!
—… ¿Qué? ¿Qué pasa? —Levi me miro con gesto molesto, no cualquier gesto molesto. Era de ese tipo de expresiones que solo me ofrecía a mí.
—Hasta que te dignas en responder—aun ceñudo terminó por quitarme las fundas restantes y ponerlo a un lado de las demás— Apresúrate, mocoso. Los niños ya están en camino junto con Kenny— se dio la vuelta pareciendo una tanto ansioso.
Lo pude ver en como jugueteaba inconscientemente con los bordes del delantal. En ese tipo de casos mi cuerpo ya se movía solo, era algo involuntario. Como si al realizar esas acciones su propio ser me estuviera lanzando una llamada silenciosa para que me acercara y lo reconfortara. Me volvía loco, más que todo por el hecho de saber de memoria cada uno de sus más detallados movimientos.
Conocía su cuerpo, al igual que él conocía el mío.
—Levi ~…—me ignoraba, seguía caminando hacia la salita de estar. Sonreí divertido sin dejar de seguirlo y seguí llamándolo— Levi, mi amor, mi tesoro, mi vida, mi algodoncito de azúcar, mi gatito, mi cielo.
Sabía que estaba sonriendo, seguramente ya exasperado. Pero no le di importancia, al menos no a sus signos de exasperación, pero tengan por seguro de que por moría ver esas sonrisitas escondidas.
— ¿No te olvidas de algo?
—No.
—Amor—lo dije en tono de súplica.
— ¿Qué?
—No te hagas del rogar.
—Y tú deja de hacerte el ofrecido.
—Solo me hago el ofrecido contigo—sus hombros se sacudieron. Me sentí satisfecho y feliz por tal logro.
—Amor…amor— ¿Cómo mas lograría llamar su atención? …¿Cómo? Ah, olvídenlo. La idea vino a mi mente sin pensar en más consecuencias— Amorcito… no quiero asustarte pero hay una araña en…—
— ¿Qué? ¡¿En dónde?! —Se giró rápidamente y ladeó la cabeza con gesto observador—Eren trae el frasco de insectos. Apresúrate o escapará.
—Pero…—
—Date prisa, mocoso.
—En el frasco aún sigue el escarabajo que Noah encontró.
—…Entonces mátalo.
—Emma se molestará si se entera.
—Mierda…Entonces trae mis guantes. Yo mismo lo cogeré y lo sacaré fuera.
—Levi.
—¡¿Qué?!
—Era…era mentira.
Creo que no era necesario dar detalles de las miradas letales y los insultos que me gané por tal chistecito.
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Nunca me ha gustado el café. Lo que si podía decir que amaba era la vainilla. Su aroma y su sabor, eran agradables y me tranquilizaba a cierto punto.
A Levi nunca le ha gustado la vainilla, por no decir que la odiaba. Lo que sí amaba eran las tacitas rebosantes de humeante y recién preparado café. Lo hacían sentir más relajado.
Fue un día cualquiera, en la cafetería en la que él trabajaba — incluso ahora trabajaba en una cafetería cercana a nuestra casa en Francia—, que después de mucho tiempo pedí café. El me atendió, bueno técnicamente yo lo obligué a que me atendiera y le pedí que se sentara conmigo.
Aun no éramos novios, pero el sí que sabía con creces cada uno de mis sentimientos. Se lo repetía las veces que se me era posible, cosa que a veces parecía molestarlo. Es por ello que me limité a robarle unos cuantos minutos de su trabajo por las mañanas, tan solo eso. Ni siquiera lo iba a ver al comedor del colegio como solía hacerlo un par de semanas antes, ni iba a sentarme junto a él en la biblioteca. Porque debo añadir que él amaba leer, no lo demostraba como muchos estudiantes del colegio, que llevaban los libros más reconocidos y aparentaban leer. Él se escondía tras esos enormes libreros y leía como si su propia vida dependiera de ello.
Sonreía de vez en cuando, un pequeño tirón de labios, un detalle tan diminuto. Tan solo eso bastaba para dejarme embobado y con el corazón latiendo con urgencia dentro de mi pecho.
Bueno, volviendo al tema. Dejé de acompañarlo o como él decía deje de "asfixiarlo".
Lamentablemente no era una persona fuerte cuando se trataba de mis sentimientos y mi determinación me gritaba que lo siguiera viendo sin falta cada día. Así que me di el pequeño lujo de visitarlo en su trabajo de cada fin de semana.
Como iba diciendo, ese día le había pedido que me acompañara mientras me tomaba el amargo café. Él sabía que me desagradaba, incluso cuando tomó mi orden, me preguntó una vez más si había pronunciado la palabra "café", yo simplemente asentí.
Ahora me veía un tanto extrañado a causa de la mueca que se formó involuntariamente en mi rostro al probar el primer sorbo.
—Esta…—
—Amargo— había completado mi oración, con gesto adusto.
—No iba a decir eso.
— ¿Ah, no? —un total tipo desbordante de sarcasmo. Ese era Levi.
—No, iba a decir que está triste.
— ¿Qué? —sonreí dejando la taza encima del pequeño platito. Había logrado sacarle la primera expresión de confusión a ese hombre.
—El café esta triste.
— ¿De qué mierda estás hablando?
—Ya sabes, le….le falta algo—respondí levantándome y dirigiéndome a caja. No regresé a mirar pero sí que pude sentir la mirada de extrañeza con la que me veía. Me detuve y le sonreí a la cajera—Disculpe, ¿Será que puede ponerle un poco de vainilla al café? Si no es mucha molestia, claro.
—Ah, no, no. No es ninguna molestia—tomó la taza de mis manos y se la llevó dentro con urgencia. Detrás mío escuché un leve "tsk" de parte de Levi y reprimí el deseo de girar junto una esa sonrisa divertida que el tanto odiaba.
Luego de unos cuantos minutos la chica regresó con la taza en sus manos y con sus mejillas un tanto sonrojadas.
—Aquí tiene.
—Muchas gracias—me encaminé hacia mi puesto con cuidado, sin dejar de observar el pequeño corazoncito dibujado encima del líquido. Estaba menos opaco que antes y el olor dulce de la vainilla relajaba mis sentidos, como siempre—Pruébalo.
—No
— ¿Por qué?
—No quiero.
— ¿Por qué no quieres?
—Porque no quiero y punto.
—Pero ¿Por qué no quieres?
—Ah.
—Solo prueba un poquito.
—Agh, mocoso tonto—murmuró tomando de mala gana la taza entre sus manos.
Esperé pacientemente a que diera el primer sorbo, incluso mi corazón parecía estar esperándolo porque no paraba de golpear mis costillas reiteradas veces. Como si quisiera escapar y así poder ver cada una de las expresiones de ese pequeño hombrecito gruñón y arisco.
— ¿Qué tal sabe?
Volvió a bajar la tasa y suspiró pareciendo resignado.
—Nada mal.
Le gusto, le había gustado. ¡Le gusto! Ah.
Apoyé el dorso de mi mano en mi mejilla, pensando, olvidando por un momento la promesa que me hice de dar distancia.
Y más que todo pensando en las diferencias.
A pesar de los gustos diferentes que existía entre las personas. Con un poco de valor y ante todo una mente abierta a nuevos cambios, podían coincidir en una mezcla que distaba totalmente de la palabra cliché y su significado.
Ese día la vainilla dejo de ser mi relajante principal, siendo así reemplazado en su totalidad por el café y la vainilla juntos.
Y la razón fundamental que terminó por arrancarme la idea de dejar ir a Levi, llegó una semana después, al verlo tomar la misma mezcla con una mirada apacible y sosegada.
¿Cómo rayos podía dejar ir a un tipo tan adorablemente…Levi?
"El café debe ser negro como el infierno, fuerte como la muerte y dulce como el amor"
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¡Holiwis! *uuu*
Antes que nada les quiero desear una muy feliz Navidad. Bueno, hoy es noche buena, pero igual. Por si las dudas.
Este es mi pequeño fic para la fecha, pequeño. Porque eso va a ser.
Este fic no tendrá más de cinco capítulos.
Y pues, necesitaba escribirlo porque lo llevaba pensando desde hace tiempo y pues como ya se acerca el cumpleaños de Heichou.
¡ES MAÑANA, BITCHES!
Lo subí :3333
Bueno **Nota importante**
El fic comienza desde el 22 de Diciembre como dice en el nombre del capítulo (¡¿Enserio!?) Y cada capítulo será un día hasta llegar a Navidad y, por ende, al cumpleaños de Levicito Heishou.
Es por eso que no se alargará tanto :333 –nótese la carita psicópata-
Sin mas que decir, me despido.
Espero de todo corazón que pasen una bonita navidad, junto con sus amigos y familiar y también con el señor que vende helado en la esquina :3333
Adiouus ~
Enlly —añádale gorro de navidad(?)—
