Los libros de Harry Potter no me pertenecen, son de J.K Rowling y de quienes sean sus derechos. Escribo esto por puro gusto personal, y para alegrar a otros fans, y no quiero ni busco nada a cambio. Gracias.
Advertencia: Por ahora ninguna.
Nota: Esta historia iba a ser un one-shot, pero pensando en ello detenidamente ha acabado convirtiéndose en un fic por sí misma. Se trata de la historia sobre Draco, Pansy y Blaise que precede a mi fic "El beso del dementor" Son historias separadas así que no tenéis porque leer una, para entender la otra, con lo que si no os interesa una de las dos, tranquilos, que no os quedareis como diciendo, "esto está incompleto". Muchas gracias por vuestros ánimos y besos a todos. ^^
Sumario: Cuando en sexto año la presión familiar para tomar la marca oscura, se hace insoportable. Draco, Blaise y Pansy decidirán escapar y vivir juntos en refugio. Lo que no sabían, eran las consecuencias que esto les acarrearía.
Os presento:
Los últimos días del paraíso
Prólogo
Miró a su alrededor.
La luz de la luna entraba por los ventanales vertiéndose por la estancia, delicada, etérea. Acentuando la melancolía de la habitación, cómo si ya intuyera la marcha de su habitante. El abandono inminente.
La cama, aún hecha a pesar de las altas horas de la noche. La prístina colcha bosque, casi negra, inmaculada. El escritorio desnudo de las habituales plumas y tinteros. Las puertas del armario, ligeramente entreabiertas. Su interior una cueva desierta de nada. Las estanterías bacías, como madres sin sus hijos. Los libros de pociones, los álbumes, las revistas, las novelas… ausentes.
Ahora los volúmenes descansaban en una pequeña maleta de ajado cuero negro, junto con todas sus cosas. Ver lo poco que ocupaban los restos de su vida… cerró la mano entorno al asa, los nudillos blancos.
Se ajustó un poco más la chaqueta. No estaba acostumbrado a la ropa muggle, y la extraña tela sintética no terminaba de resultar agradable contra su piel. Aunque, en realidad, la molestia era mínima. El movimiento, una excusa para permanecer allí un instante más.
Aquella había sido su habitación durante dieciséis años. Aquel era su hogar. Donde estaban sus padres, donde había estado su sitio, sus raíces, todo cuanto amaba. Pero… la oscuridad lo había permeado todo.
Su mano izquierda se posó apenas, pensativamente, sobre su antebrazo derecho. Donde la oscuridad lo había marcado incluso en él.
Lo habían obligado a tomar la marca tenebrosa.
Lo iban a obligar a convertirse en un asesino.
Y no era el único. Otros hijos de mortífagos estaban sufriendo la misma presión. Ser uno de ellos o morir. No tenían elección. Sus padres no podían protegerlos de los designios de su amo. Esa era una lección que había aprendido del modo más duro. Días después su cuerpo aún había temblado afiebrado, al borde del colapso.
Todos debían demostrar su lealtad… o asumir las consecuencias. Y en su caso. En sus casos. No podían.
Pansy y Blaise, sus mejores amigos, estaban en la misma situación. Matar o morir.
"Ojala nuestros padres nunca se hubieran unido al señor tenebroso." Pero desearlo no iba a cambiar las cosas.
Repentinamente, el hermoso reloj dorado sobre la chimenea, dio un único, ominoso, repique.
-Es la hora.- musitó en el silencio, la voz casi rota. A punto de llorar. Los ojos brillantes de lágrimas contenidas.
En el fondo sabía que no quería irse. Quería que todo volviera a ser como antes. Cuando su madre sonreía, y su padre lo miraba orgulloso. Pero… El recuerdo de los últimos tiempos. De las ojeras bajo los hermosos ojos de su madre. Del rictus de preocupación en sus labios cuando le miraba. Del reflejo medio entristecido, medio brutal, en los ahora, fríos ojos de su padre… lo convenció de seguir adelante.
Extrajo del bolsillo interior de la chaqueta un sobre. Amarilleado, medio arrugado. Lo había tenido tantas veces en las manos… aún ahora dudaba si dejarlo o no. Su familia nunca había sido sentimental.
"Pero quizás no vuelva a verles nunca." Su corazón se encogió dolorosamente. Se llevó el papel a los labios, depositando apenas un roce, un beso de despedida. Un susurro de disculpa.
Lo depositó suavemente sobre la colcha, sus dedos temblorosos. Finalmente, una queda lágrima resbaló por su mejilla.
-Adiós…padre…madre.- su susurro aleteó en el silencio como el último suspiro de una mariposa. Y lenta, tristemente, le dio la espalda a su habitación, a su infancia, a su hogar, a sus padres… La gran chimenea de mármol nunca le había parecido tan oscura y desesperanzada. Tomó un puñado de polvos floo.
Si se quedaba un instante más, sería incapaz de marcharse.
-Estación central de metro, Londres.- Una llamarada verde iluminó por un momento el cuarto… después solo quietud y silencio.
Continuará
Los primeros caps de la primera ronda están siendo cortos para que pueda tenerlos todos en el menor tiempo posible. Los siguientes ya tendrán la largura habitual de 12 páginas.
