Esta es una historia que desde hace mucho deseaba escribir pero no me había animado lo suficiente a hacerlo. Me cofieso fan, además de fan de hetalia, una completa fan de Corea, particularmente sobre Corea del Norte.

Esta es una histora, no la mejor lo acepto, sobre los días de Corea del Norte (quien tomará por aquí el nombre de Im Hyung-Soo) bajo el cuidado de su protetor y mentor Iván Braginski.

De antemano pido disculpas por los dedazos o incoherencias históricas.

Y sin más por decir muchas gracias por acceder a mi fanfic

Los días de Moscú

Una fría noche de 1960

Aceleró en dos ocasiones, la carretera estaba despejada y el sol estaba por ocultarse en el horizonte, el frío era intenso pero se protegía de gracias al casco y al grueso abrigo gris que estaba obligado a llevar en esa época del año.

Sus manos se protegían del clima con unos guantes de piel, un obsequio que había llegado con el abrigo el día de su cumpleaños como nación supuestamente libre y autónoma.

¡Qué gran mentira!

Todo lo que llevaba puesto era un obsequio pues había llegado a Moscú con prácticamente nada, hasta aquella motocicleta que rugía cada que aceleraba, una M-72 que había sobrevivido a la guerra y que él se había esmerado en reparar, había sido un mero regalo.

Comenzaba a nevar y no tardaría mucho antes de que el clima se pusiera en su contra y el andar en motocicleta se volviera una total estupidez. No le importaba, lo único que deseaba en aquel momento era ir aún más rápido y descargar toda esa rabia que se había acumulado con el pasar de los años y había acabado por desbordarse de su ser el día que descubrió que aquel en quien más confiaba había sido uno más de los engaños que tenía el mundo preparado para él.

No era cuestión de amor como pensaba Gilbert, aquello era un asunto de principios traicionados, de mentiras que lo había llevado a cometer los más injusto actos contra su hermano gemelo.

A un par de metros iniciaba una curva, si se seguía derecho por accidente uno corría el peligro de estrellarse contra los grandes pinos que custodiaban el camino.

Ese era su plan, aceleraría nuevamente y se estrellaría contra el primer árbol que se pusiera en su camino, sería doloroso, su huesos se romperían, la motocicleta se haría añicos y era muy probable que ni el casco lo salvaría del impacto. Pasarían muchas horas antes de que alguien circulara por esos caminos y se diera cuenta del accidente, para entonces ya sería muy tarde y él estaría muerto.

Él, lo que le habían enseñado y esa guerra que ahora parecía tan estúpida se esfumarían en un santiamén.

La curva se acercaba, los árboles estaban a nada y él sólo tenía que seguir su trayectoria y la física haría el resto.

Cerró los ojos preparado para el impacto, entonces hizo que la motocicleta girara abruptamente mientras saltaba de ella y su cuerpo patinaba sobre el congelado pavimento.

La M-72continuó su trayectoria hasta los árboles hasta, como había previsto, se arruinó por completo; el se quedó enmedio de la carretera con varias fracturas y lesiones, sin embargo, seguía tan vivo como al principio.

"Cobarde", se dijo mientras giraba su cuerpo, levantarse no sería asunto sencillo, hacia el cielo en donde un manto negro y estrellado comenzaba a aparecer y se mezclaba con los diversos tonos de anaranjado del sol.

-No, no soy un cobarde, soy un imbécil, el más grande todos- dijo antes de reír y de que la risa se volviera un leve sollozo. Se quitó el casco y dejó que la nieve cayera sobre su rostro, era como aquella vez cuando huyó de casa y él fue a buscarle, estaba seguro que esa vez no sería como la primera pues él no estaba en casa sino avivando más la hipocresía en la que vivía.

Hacía demasiado frío y pensó que si se quedaba quieto un rato la muerte le llegaría a manos del general invierno.