Réquiem de un héroe caído.

PROLOGO

Loki llevaba sin dormir tres días y dos noches. Un extraño insomnio, que le impedía cerrar sus ojos cuando oscurecía y los guardias apagaban las luces, se había apoderado de él, haciendo que noche tras noche tan solo se dedicase a mirar hacia el techo, el techo blanco que sobre él se cernía desde que había sido encerrado. Ahora, con sus ojos cansados, acostado en frente de la puerta de su celda, era ese techo blanco lo único que podía ver ¿Cuánto tiempo estaría allí encerrado? ¿Sería en verdad su sentencia eterna llevada a cabo? ¿y tendría que permanecer allí hasta el fin de los tiempos, hasta que el Ragnarok llegase a Asgard y destruyese todo? Podía escuchar las pisadas de los guardias en frente de su puerta. Poco tiempo habían tardado en percatarse de su estado, y ahora, inquietos, preguntándose si tal vez el Dios de las travesuras hubiese muerto, lo miraban atentamente esperando algún tipo de movimiento ¡Y es que es cierto! Sentía que no se movía desde hacía horas, días, jornadas enteras, solo recostado frente a su celda boca arriba, sin mover un músculo; se preguntó si sería capaz de volver a moverse ¿Estaba muerto? Tal vez lo estaba y simplemente aún no se había dado cuenta, tal vez lo estaba y lo único que habitaba ahora en su cabeza era una pequeña voz que lentamente se apagaba, se extinguía.

No se arrepentía de lo que había pasado en Nueva York. Lo que había sucedido en Midgard era tal vez una de las cosas de las que más se enorgullecía. Porque había sido la única vez, la única, en que el mundo casi había sido suyo. No llego muy lejos, pero se había sentido tan cerca. Recordaba con entusiasmo la forma en que había volado sobre la ciudad, observando todo el caos que había provocado, la forma en que Thor lo había mirado cuando supo que nunca, jamás volvería ser el hermano que había conocido. Loki sonrió, y una especie de desagradable satisfacción invadió su cuerpo: su hermano siempre se sentiría culpable por lo que había pasado. Cerró sus ojos, sabiendo muy bien que no podría dormir. Tal vez en algún momento pudiera simplemente colapsar del cansancio, en realidad no le importaba; solo sabía que algo dentro de él le pedía que se mantuviese despierto y así lo haría. Estaba enfermo de cada mañana despertar y ver que a su alrededor no había nada, nada más que las condenadas cuatro paredes confinándolo a pasar solo el resto de sus días...

Tal vez no tan solo.

Madre venía a visitarlo casi todos los días, siempre sonreía, a pesar de que Loki le dijese cosas malvadas, a pesar de que le hablase del orgullo que sentía por sus crímenes, a pesar de que no dejase de repetirle cuanto odiaba a Thor y al Padre de Todo: Ella siempre sonreía. Cuando Madre no venía era infeliz. Lloraba, lloraba y no le importaba que los guardias lo vieran o escucharan, porque al hacerlo, gritaba como si le hubiesen partido el corazón en pedazos. Al calmarse, volvía a la cama y veía el techo de su habitación. A veces leía, la verdad era tal vez una de sus únicas actividades, había leído cada uno de los libros que le habían traído, tardaba dos o tres días en terminar las novelas más gruesas. Pero había una, una en particular que no había parado de leer. Madre lo había sacado de una biblioteca de Midgard, como un regalo, pero durante tres meses el libro estuvo en su celda sin que su amado hijo se dignase a leer el titulo. Loki siempre había pensado que la literatura humana era pobre en prosa y algo despreciable. Pero un día de aburrimiento simplemente la leyó y ahora, le obsesionaba. En la portada decía que era una novela de ciencia ficción. Sus protagonistas, o al menos Loki pensaba así, eran androides creados por los hombres, algo como el Destructor que Odin tenía encerrado en la sala de armas. Claramente los androides no eran humanos, pero en un mundo vacío y cruel como el que había en el libro, ellos parecían más humanos que sus congéneres, parecían sentir más profundamente que cualquiera de ellos. Tal vez en parte, Loki sentía que era como uno de ellos. Tal vez por eso le obsesionaba tanto la novela.

Además de eso, no había mucho que hacer en su celda, a pesar de la facilidades que tenía en contraste con los demás presos, como una mesa y una cama para dormir. Pero a él no parecía importarle mucho. En realidad, en su mente su vida se había vuelto una pesadilla que soñaba despierto, una vida cotidiana en la que no podía diferenciar el hoy del ayer o el ayer del mañana. Todo era igual al despertar cada día. Por eso, asqueado cada vez que abría sus ojos para ver el techo blanco de su habitación, que ocioso, lo observaba día y noche acometer una y otra vez lo mismo una y otra y otra y otra vez hasta enloquecerlo, se decía una vez más no volveré a dormir, para nunca más tener que despertar. ¿No habría enloquecido ya hace tiempo? ¿No habría enloquecido en Nueva York, cuando la sed de poder lo llevó a desconsiderar todos los posibles fallos de su magistral plan? ¿No habría enloquecido antes de dejarse caer por el Bifrost, feliz de poder terminar con su vida? ¿O en la sala de armas, cuando Odín le dijo la verdad acerca de su origen? O pudiera ser que hubiera estado loco desde el principio, desde que Thor lo azuzara constantemente, recordándole lo inferior que era, menospreciándolo y haciéndolo a un lado a pesar de su cariño y devoción. Pudiera ser que siempre había estado loco...

Pero en el fondo Loki sabía que no era cierto. Loki sabía que su verdadero disfrute, su único y gran disfrute era aparentar que estaba loco. Porque en su mente, el era protagonista de una gran obra de teatro escrita por el mismo, que le obligaba a citar diálogos ostentosos, a gritar como si su vida hubiese acabado, a realizar las acciones más imprudentes que en su vida anterior jamás se hubiera atrevido; a hacerse la victima por todo el dolor sufrido, a hacerse el héroe por todas sus acciones de conquista, que él en verdad creía fruto de justicia verdadera. Porque todo protagonista está loco. Y Loki era un gran actor, porque Loki era un gran mentiroso, porque mentir siempre había sido una de sus cualidades. Porque era lo que mejor sabía hacer.

Tumbándose a un lado, recostado sobre su brazo derecho, Loki decidió que su pequeño teatro había terminado, al menos hasta que volviera a aburrirse. Los guardias pusieron en blanco los ojos, viéndose victimas de otra de las bromas de Loki y volvieron a sus posiciones. El prisionero solo volvió a su cama, acostándose boca a abajo, porque de verdad no quería ver el techo blanco observándolo desde arriba. Pasaría sus últimos días en prisión, nada podía cambiarlo. Tendría que hacerse a la idea. Pero en esa ocasión, en profundo silencio, y casi como un secreto, Loki se preguntó por primera que hubiera pasado si las cosas hubiesen sido diferentes. Y apretó sus ojos, temiendo la respuesta, porque ¿qué hubiese pasado si hubiera hecho las cosas bien? ¿si no hubiera enloquecido después de la noche en la sala de armas? Su corazón después de mucho tiempo se sintió pesado ante la pregunta y sintió que justo ahora, hubiera podido enloquecer de verdad. Hubiera podido ser diferente, no hubiera tenido que ser el villano. Y justo antes de dormirse, Loki susurró entre sueños, solo para sí mismo "Hubiese podido ser un héroe..."