wow, chicos, se que deben odiarme porque no he subido el epilogo de quedate conmigo, pero he estado ocupada y aun no lo termino. playing house pronto.
como sea, no sabría decir cuantos años tiene que leí esto, es una novela, la leí adaptada a Zanessa, mi primer pareja favorita antes de seddie, y ahora que la encontré entre mis archivos dije OMG! Es perfecta para SEDDIE! en serio perfecta, les va a encantar!
iCarly no es mio, es de Dan. Esta novela no es mia, ojala supiera de quien es, pero tiene tanto tiempo que la leí... como sea, no es mia. Disfruten!
NOVIO PARA UNA NOCHE.
Intro'
Samantha necesitaba un novio. Un hombre atractivo, simpático & de éxito dispuesto a hacerse pasar por su prometido solo por una noche, con el fin de que su entrometida familia dejara de interferir en su vida.
& encontró uno en un bar.
Fredward Benson. La clase de ejecutivo que su familia quería para ella, que no suponía ningún peligro para su independencia. Pero ese adorable novio temporal empezó a convertirse en algo muy permanente en su vida...
Capitulo Uno'
¿QUERRIA SER MI NOVIO?
Freddie se quedo mirando a la mujer que le había hecho esa pregunta. Con los cristales que le colgaban del cuello, los pendientes largos y el vestido estampado de flores se la veía fuera de lugar en aquella cervecería de moda de San Francisco. A sus grandes ojos castaños y la cara en forma de corazón no les faltaban atractivo dentro de un estilo casi infantil. No iba maquillada y tenía pecas en la nariz. No era la clase de novia que esperaba encontrar algún día.
No la conocía, ni siquiera sabía su nombre. Se le había acercado, le había dicho hola y le había hecho esa pregunta. Una pregunta que apenas había oído debido al ruido de fondo del establecimiento. No sabía si esa mujer había hablado en serio o si él se había tomado una copa de más. Sólo recordaba haber pedido una, la que contenía el vaso frío que tenía en la mano.
-Perdone, ¿qué ha dicho?
Tras un suspiro, ella se apartó un mechón del rubio y ondulado cabello que le caía por los hombros.
-¿Que si querría ser mi novio? Naturalmente, sólo por esta noche.
Lo había dicho como si fuera la cosa más natural y lógica del mundo. Al menos, Freddie sabía que no era la cerveza, esta vez estaba seguro de haber oído perfectamente.
Freddie tragó otro sorbo de su bebida y sintió cómo el frío líquido le bajaba por la garganta. Después de un duro día de trabajo en la oficina, lo único que quería era una cerveza y luego ir a casa a descansar.
¡Qué demonios! La mujer ni siquiera se había presentado, podía ser una ladrona y él su víctima. A pesar de no llevar carmín, sus labios eran lo suficientemente sensuales para seducir a cualquiera.
Freddie dejó la cerveza en la barra.
-¿Para qué necesita un novio esta noche?
-Es una historia muy complicada -ella extendió el brazo, le subió la manga de la americana y vio la hora que era en su Rolex-. No tengo tiempo para explicárselo.
-Está pidiendo mucho sin dar una explicación de nada.
La mujer alzó los ojos al techo.
-Me he metido en un lío con mi familia. Sólo es una cena, nada más. Mi padre invita, así que no le costará ni un céntimo.
Freddie vaciló. La mujer era suficientemente atractiva para no tener problemas en conseguirse un verdadero novio.
-Bueno, ¿Está dispuesto a ser mi novio por esta noche o no? Siento mostrarme impaciente; pero si dice que no, tendré que buscarme a otro.
Ella miró a su alrededor -al parecer, buscando con los ojos a su próxima presa.
Freddie no sabía por qué estaba siquiera considerando aceptar la proposición. La mujer había aparecido como por arte de magia, y él no podía contener cierta curiosidad. La urgencia y la expresión de preocupación de sus ojos indicaban sinceridad, pero Freddie nunca corría riesgos. La espontaneidad no formaba parte de su plan de vida.
Si respondía con una negativa, ella no tendría ningún problema en pedirle a cualquier otro hombre que fuera su novio por aquella noche. Freddie dudaba que fuera una ladrona, tenía aspecto de niña inocente y vulnerable. Tal y como estaba el mundo, podía acabar en las garras de cualquier desalmado.
Con él al menos estaría a salvo.
-Se trata de algo importante para usted, ¿verdad?
-Sí.
Una cena gratis y una mujer atractiva. Parecía demasiado fácil. Freddie pensó en Brittany, que trabajaba en el despacho contiguo al suyo. Esa mujer sí era su tipo. Esa misma tarde había visto al novio de Brittany al ir a recogerla al trabajo. Freddie había pasado tres años queriendo invitarla a salir con él, pero las largas horas de trabajo se lo habían impedido. Ahora, Brittany tenía novio y él estaba tomándose una cerveza solo. ¿Por qué no? Quizá lo que necesitara fuera eso, un poco de aventura en su vida. .
-De acuerdo
Ella le echó los brazos encima y le dio un beso en la mejilla.
-Gracias. Muchas gracias.
Su espontaneidad le sorprendió. Freddie notó las miradas de envidia que otros hombres le lanzaron. Quizá aquello no fuera tan mala idea.
Agarrándole de un brazo, la mujer tiró de él.
-Venga, vámonos o llegaremos tarde.
-Un momento, aún tengo que pagar la cerveza.
Antes de que Freddie pudiera sacar la cartera, ella abrió su cartera, un objeto multicolor de tela, y sacó un billete de cinco dólares.
-¿Es suficiente con esto?
-Sí.
¿Una mujer invitándole? También eso era la primera vez que le pasaba.
Ella dejó el billete en la barra.
-¿Algo más?
-No.
-Entonces, vamos.
Soplaba una fresca brisa en la bahía de San Francisco. A la derecha de donde se encontraban, las luces del puente de la bahía brillaban contra el cielo del atardecer. El agradable tiempo otoñal era muy refrescante después de un día de trabajo en un rascacielos.
-¿Tiene coche? -preguntó ella.
-Aquí no.
La mujer se frotó las sienes.
-Bueno, tendremos que tomar un taxi.
-¿Adónde vamos a...?
-Se lo explicaré todo dentro de un momento -la mujer paró un taxi-. A Stars, por favor.
Stars, pensó Freddie. Iba a cenar bien esa noche, el restaurante era uno de los mejores de la ciudad.
Cuando el taxi se puso en marcha, ella lanzó una carcajada.
Freddie se la quedó mirando un momento. La incontenible alegría de esa mujer y su energía le cautivaron. Nunca había conocido a nadie remotamente parecido.
Ella se humedeció los labios.
-Aún no sé su nombre.
-Fredward Benson.
-Fredward Benson -repitió ella- Me gusta más. Bueno, Freddie, será mejor que nos tuteemos. Al fin y al cabo, somos novios.
El taxista tosió, pero Freddie lo ignoró.
-¿Te importaría decirme tu nombre?
-Samantha.
Un nombre muy serio para una persona tan alegre. Sam se ajustaba mucho más a su personalidad.
-¿Sam qué?
-Puckett. Sam Puckett
-¿Para qué necesitas un novio? –Sam lanzó un suspiro
Ella vaciló, sus doradas cejas se arquearon.
-Tengo que saber los detalles, si no...
-Tienes razón –Sam hizo una pausa-, te diré lo que ha pasado. Nos conocimos hace tres semanas, nos enamoramos locamente y nos hemos prometido. Mis padres han decidido conocer al hombre que me ha robado el corazón, por eso me han llamado esta mañana para decirme que venían desde Carmel a invitarnos a cenar esta noche.
-¿Están jubilados tus padres?
-Eso es lo que mi madre cree, pero mi padre tiene su propio negocio y no está dispuesto a jubilarse del todo.
-¿Qué le ha pasado a tu verdadero novio?
-¿Qué verdadero novio?
-¿No es verdad eso que les has dicho a tus padres, que tienes novio?
-No, me lo he inventado -respondió Sam.
¿Sería una mentirosa compulsiva?
-¿Le has dicho a tu familia que tenías novio sin tenerlo?
Ella asintió.
-¿Por qué?
Samantha se encogió de hombros.
-Me pareció una buena idea en su momento. A veces... soy un poco impulsiva -sonrió como una niña traviesa compartiendo un secreto.
Freddie lanzó una carcajada.
-Jamás se me habría pasado por la cabeza.
-Freddie, quiero darte las gracias -sus ojos brillaron de agradecimiento-. Sabía que eras un buen hombre, tienes un aura maravillosa.
¿Aura? Freddie no conocía a gente que utilizara esos términos al hablar. ¿Pertenecía a la Nueva Era? Desde luego, llevaba mucho cristal y lo de buscar novio en el último momento tampoco era normal. No obstante, dado que había accedido a seguirle el juego, ¿quién era él para juzgarla? Además, era demasiado tarde para echarse atrás. Al día siguiente, en la oficina, recordaría el incidente y se reiría.
Una sonrisa iluminó el hermoso rostro de Sam.
-No sé qué habría hecho si hubieras dicho que no.
-Bueno, eso ya no debe preocuparte -respondió Freddie haciendo un esfuerzo por no quedarse mirándola fijamente; sobre todo, teniendo en cuenta cómo el vestido le ensalzaba los llenos pechos.
La noche empezaba a parecerle prometedora. En la vida había más cosas que números y negocios. Y él no era diferente a otros hombres, también necesitaba un poco de descanso y diversión.
-Hablo en serio, me has salvado la vida. Eres el caballero que me ha rescatado.
-A su servicio, mi señora. Nosotros, los Benson, hemos nacido para complacer -no sabía si era la luna llena o el perfume de esa mujer, pero algo había hecho que se le contagiara ese espíritu despreocupado y aventurero-. Cambiando de tema, ¿hay alguna otra cosa de la que debiera estar enterado?
-Bueno, supongo que deberías saber algunas cosas sobre mí -ella se mordió los labios pensativa-. Veamos... mi color preferido el morado. Me encantan las flores y los helados de caramelo. No soy vegetariana porque, de vez en cuando, me gusta comer una hamburguesa. La gente que se niega a comer vaca, pero come pollo, me parece hipócrita. Me encanta leer. Sólo utilizo sábanas que son cien por cien algodón y duermo desnuda.
Perplejo, Freddie se la quedó mirando. Helados de caramelo y dormía desnuda. Le subió la temperatura.
-¿Y tú?
Freddie no podía pensar, necesitaba tranquilizarse.
-A mí también me gustan los helados.
-¿Y qué más?
Freddie se la quedó mirando a los ojos y se sintió hipnotizado.
-¿No te gusta ningún deporte?
-El fútbol americano.
-¿Cuál es tu color preferido?
El color de los ojos de ella era como un mar de chocolate.
-El marron.
Sam le dio una palmada en la mano.
-No te preocupes, lo haremos sobre la marcha.
¿Qué le pasaba? Se sentía casi mareado. Quizá necesitara comer algo.
El taxi se detuvo delante del restaurante y Sam le dio al taxista un billete de diez dólares; luego, salió del vehículo.
-¿Listo?
-¿Por qué no? –Freddie se aclaró la garganta.
-Sí, claro.
Sam le apartó un mechón de cabello que le caía por la frente y le enderezó la corbata. Luego, le tomó la mano.
-No olvides que estamos locamente enamorados.
¿Locamente enamorados? Quizá sólo estuvieran locos.
Sam tiró de él hasta el interior del restaurante, aunque le resultó difícil disimular su nerviosismo. No era una buena actriz; pero si conseguía salir airosa de la situación aquella noche, se merecería un Óscar.
Buscó a su familia con los ojos, pero no estaban delante de la barra de caoba del restaurante; aunque sí vio la imagen de Freddie en el espejo.
Aquella noche la suerte estaba de su parte. Freddie era perfecto, justo el novio que había esperado encontrar. Su traje italiano era de cachemira, y hecho a medida. Incluso llevaba un Rolex.
Lo único que le hacía falta era un corte de pelo diferente. No obstante, le gustaba ese cabello castaño rebelde, le daba cierto carácter a su aspecto típicamente americano.
Sus exigentes padres no podrían ponerle pegas a Freddie Benson. Pronto mostrarían su aprobación y dejarían de interferir en su vida privada. Después de esa noche, se acabarían los interminables consejos y no volverían a hacer de casamenteros. Y ella volvería a vivir su vida tranquilamente.
Sonrió encantada consigo misma. Había encontrado al novio perfecto. Su hermana Melanie también se pondría celosa, un extra. A Sam no le importaba lo que pudiera pensar Kian, su cuñado, siempre y cuando no hiciera pública su opinión. No quería volver a oír nada que Kian Egan pudiera decirle, sería una mujer mucho más feliz si pudiera no volver a verlo en su vida.
Una camarera, una atractiva pelirroja, les llevó a su mesa. Otros camareros iban y venían con humeantes platos de comida y botellas de vino. Olía a ajo y a albahaca. Sam no había comido nada en todo el día y estaba muerta de hambre.
-Aquí está su familia -dijo la camarera-. Espero que disfrute su cena, señorita Puckett.
-Gracias –Sam contempló a su familia sentada alrededor de la mesa.
Parecía una familia salida de una revista o de una telenovela. Había intentado integrarse, pero no podía. Quizá algún día la aceptaran como era, pero...
Su madre, Pamela Puckett, llevaba un vestido negro tejido de . Hasta la última hebra de su cabello rubio estaba en su sitio, y sus pendientes de brillantes relucían para ser admirados. Era una mujer muy hermosa que parecía más cerca de los cuarenta años que de los sesenta, los que tenía. Pam iba al gimnasio todos los días para mantenerse en forma. ¿Qué haría si alguna de sus dos hijas le diera un nieto? Sam no podía imaginarla dejándole a nadie llamarla abuela.
-¿No te dije que sí iba a venir, Melanie? -dijo Pam-. Y mira, el novio existe.
Sam parpadeó. Iba a demostrarles a sus padres que podía encontrar un hombre sin ayuda y sin intromisiones de nadie.
-Perdona el retraso, pero es que, como estábamos dándonos un revolcón en el taxi, le he pedido al conductor que diera un par de vueltas más antes de dejarnos.
Su madre se sonrojó.
-Sam, por favor.
-No le hagas caso, Pam -dijo el venerable Greg Puckett a su esposa. Sus castaños cabellos se habían vuelto grises y estaría mejor con diez kilos menos; no obstante, seguía siendo un hombre atractivo de brillantes ojos marrones y alegre sonrisa-. Al menos, éste parece normal... a no ser que tenga tatuajes debajo del traje.
Sam se agachó y besó la bronceada mejilla de su padre. Quizá fuese la oveja negra de la familia, pero era la niña mimada de su padre.
-Debajo del traje no tiene nada, a excepción de un cuerpo de muerte, papá.
-Sam por favor -dijo su hermana, Melanie, imitando la frase preferida de su madre-. ¿Es que no tienes ninguna clase?
¿Clase? ¿Melanie hablaba de clase?
-No, te la quedaste tú cuando repartieron el ADN.
Su hermana melliza, Melanie, era veinte minutos mayor que ella, dos centímetros y medio más alta y siete kilos más delgada. Se había teñido el cabello de rubio platino y se lo había recogido en la nuca con un moño. Llevaba un vestido negro de diseño, pero el estilo sofisticado no le sentaba bien. Las dos mellizas no podían ser más diferentes. Lo único que habían compartido era la fecha de nacimiento... hasta que apareció Kian Egan.
Kian. En ese momento, Kian casi daba pena. El sudor le bañaba la frente y se notaba lo incómodo que se sentía. Un corte de pelo profesional y anodino había sustituido a la melena de cabello rubio, ese cabello que, tiempo atrás, tanto había atraído a Sam por conferirle un aspecto indómito del que ahora carecía por completo.
En una ocasión en el pasado, cometió el error de decide a Kian que le recordaba a Brad Pitt en una de sus primeras película, y Kian utilizó la información para crear una versión actual de Tristán. ¿Quién podía culparla de haberse enamorado de él?
Pero Sam llegó a descubrir que esas noches pasadas en una moto contemplando las estrellas no eran más que teatro. Kian quería éxito profesional, y ella fue el instrumento del que se valió para conseguirlo, hasta que conoció a Melanie. Al mirar atrás, Sam se dio cuenta de que había sido lo mejor; sólo le quedaba esperar que Kian pudiera hacer feliz a su hermana.
-¿Vas a presentarnos a tu novio, cielo? -preguntó Greg.
Freddie. Se le había olvidado que estaba allí para presentar a su novio a su familia. Al pegarse contra él, le sintió ponerse tenso.
-Freddie, ésta es mi familia. Familia, éste es Freddie Benson, el hombre de mi vida.
Después de las presentaciones, Sam y Freddie se sentaron a la mesa. Durante varios incómodos minutos, nadie dijo nada. Sam comió una rodaja de pan antes de que le rugieran los intestinos. Bebió un vaso de agua para refrescarse la garganta. El camarero llegó, tomó nota del menú y se marchó. Volvieron a guardar silencio. Tenía que pensar en algo que decir...
-Señora Puckett, señor Puckett, quiero darles las gracias por habernos invitado a cenar -la sincera voz de Freddie sorprendió a Sam.
Greg alzó su copa de vino y asintió.
-Es un placer, Freddie -contestó Pam sonriendo-. Y, por favor, llámanos por nuestros nombres de pila y tutéanos. Los que son el señor y la señora Puckett son los padres de mi marido.
Freddie sonrió, una sonrisa que le llegó a los ojos.
Hasta ese momento, Sam no se había dado verdadera cuenta de lo extraordinariamente guapo que era ese hombre.
-Mi madre dice lo mismo, Pam –Freddie pronunció el nombre con énfasis- Sam y yo hemos estado tan absortos el uno con el otro que... En fin, me alegro mucho de conocerles.
-Nosotros también estamos encantados -declaró Greg sin quitarle los ojos de encima a Freddie-. Debo admitir que, cuando Sam nos dijo que estabais prometidos, nos sorprendió mucho la noticia. Al fin y al cabo, Melanie y Kian acaban de volver de su viaje de luna de miel.
-¿Qué tal la luna de miel? -preguntó Sam, intentando cambiar de tema, no quería que Freddie se enterase de los detalles de su pasado con Kian.
-Maravillosa -respondió Kian-. Ha sido todo lo que soñaba que fuera.
-¿Dónde habéis estado? -preguntó Freddie.
-En el Mediterráneo. Hemos estado tres semanas de crucero -contestó Melanie, anticipándose a su esposo-. Hemos parado en tantos sitios que ya ni sabemos dónde. Ha sido muy divertido, pero también agotador
Kian arqueó una ceja.
-¿Habéis decidido ya dónde vais a pasar la luna de miel?
Sam tuvo que contenerse para no tirarle una miga de pan a la cabeza y fingió una sonrisa.
-Freddie es el que se va a encargar de preparar la luna de miel.
Sin vacilación, Freddie describió la idea que tenía de la luna de miel: dos semanas de relajación completa en una isla tropical de fina y blanca arena, aguas azules cristalinas, suave brisa y ninguna interferencia.
Samantha imaginó a Freddie en la playa, saltando olas, poniéndose crema en el cuerpo, haciendo...
Kian hizo una mueca.
-No puedo imaginarme a Samantha sentada en una playa sin hacer nada durante dos horas, mucho menos durante dos semanas.
-No tenemos pensado pasar el tiempo sentados -respondió Freddie antes de guiñar un ojo; después, se llevó a la boca un trozo de pan.
A Samantha le ardieron las mejillas. Podía ser muy fácil enamorarse de Freddie Benson.
Una pena que no fuera su tipo. Aunque, por supuesto, no le interesaba ningún tipo.
-Bueno, ya está bien de lunas de miel -Greg se enderezó en su asiento.
Sin duda, no le gustaba la idea de que sus hijas, casadas o no, se acostaran con nadie.
-¿Por qué no hablamos de la boda? -sugirió Pam-. ¿Ya habéis decidido el día?
-No -dijo Sam-. Aún no sabemos si queremos una boda tradicional o no.
-No me sorprende -murmuró Melanie-. Ya he notado que ni siquiera tienes anillo todavía.
-Es porque el anillo que Sam va a llevar es el de mi abuela, y aún no he tenido tiempo de ir en avión a casa de mis padres a recogerlo -contestó Freddie.
-El anillo de tu abuela –Pam junto las manos-. ¡Oh, qué maravilla, una tradición familiar!
Freddie sonrió a Samantha.
Kian miró la piedra que Melanie llevaba en un dedo.
-Estupendo. Freddie ya tiene el anillo y Sam ya tiene el vestido de novia.
Samantha cerró las manos en dos puños. Notó la tensión entre su hermana y Kian.
-No puede ponerse ese vestido, Kian -dijo Melanie con desacostumbrada consideración- Lo compró para... ti.
-Pero no se lo ha puesto -contestó Kian-. Sería un desperdicio colgarlo en un armario durante el resto de la vida.
Samantha se puso tensa. Freddie le puso un brazo sobre los hombros y la atrajo hacia sí, acariciándole el cuello con el aliento.
-¿Te encuentras bien? -le preguntó en un susurro.
Ella asintió. Al menos, a alguien le importaban, o parecían importarle, sus sentimientos.
-He vendido el vestido.
-Esta vez –Pam levantó su vaso de vino-, quiero acompañarte a comprarlo.
-Por supuesto, mamá -jamás llegaría ese día.
-Hay tiempo de sobra para hablar de la boda -dijo Greg-. Lo único que sé es que mi niña es feliz y eso me hace feliz a mí también.
-Es mi obligación hacerla feliz –Freddie le acarició la mejilla con las yemas de los dedos.
Sam sintió un calambre por la espalda.
-Y cumples muy bien con tus obligaciones.
Tenía que tener cuidado si no quería enamorarse de él.
-Freddie, ¿en qué trabajas? –preguntó Melanie.
«Vaya, ya empieza el interrogatorio», pensó Sam. Iba a ser interesante. Sam supuso que Freddie era abogado, tenía aspecto de excesivamente bien pagado abogado.
-Vamos, cielo, diles en qué trabajas.
Freddie se aclaró la garganta.
-Inversiones de capital.
¡No! ¡No en inversiones de capital! Samantha apretó los dientes para evitar que se le abriera la boca.
Greg sonrió de oreja a oreja. Era el rey de la profesión.
-Ya decía yo que tu rostro me resultaba familiar, Freddie. ¿Para quién trabajas, para Sand Hill? No, trabajas en Scorpio Partners, ¿verdad? Sí, ya me acuerdo, tú manejaste el negocio de MagicSoft.
Freddie asintió.
-Impresionante -declaró Greg, y no era un hombre dado a los halagos-. Cielo, ¿por qué no me habíais dicho que tu novio era de la profesión?
Samantha no supo qué contestar. Freddie parecía un abogado, se suponía que fuera abogado.
¿Cómo, podía haber sido tan estúpida? ¿Por qué no le había preguntado en qué trabajaba? Puckett Venture Group era una de las compañías de más prestigio de Silicon Valley. Cualquiera que no llevara mucho tiempo en la profesión daría cualquier cosa por aprender del gran maestro, Greg Puckett. Sam con la hija del jefe era una de las mejores opciones, cosa que Kian Egan había comprendido a la primera.
-Verás, papá...
-Queríamos decírtelo personalmente -dijo Freddie-. No quería que pudieras pensar que quiero casarme con tu hija por... motivos pocos honorables.
Greg miró a Kian y luego a Freddie.
-¿Quiere eso decir que no te interesa entrar en mi grupo?
Sam se quedó mirando a Freddie sin saber si le iba a gustar la respuesta. Freddie mintió después de que ella le hiciera esa misma pregunta.
-Yo no diría que no, pero mi principal interés es Sammy.
¿Sammy? No le llamaban Sammy desde que iba al colegio, desde que exigió que la llamaran Samantha.
Freddie continuó:
-Casarse requiere tiempo y esfuerzo, un nuevo trabajo añadiría presión. Quiero ser un buen prometido y un buen esposo, así que no me veo cambiando de trabajo en el futuro próximo.
Sam sonrió realmente emocionada. Siempre había esperado encontrar a un hombre que dijera esas palabras, que pensara en ella antes que en sí mismo. Freddie había contestado bien a la pregunta, incluso parecía sincero. Quizá no todos los hombres fueran como Kian, quizá hubiera más como Freddie.
Era el perfecto prometido para esa noche y estaba segura de que sería un gran marido. Un gran marido para otra, pensó Sam con cierto pesar.
-Sam, has encontrado un buen hombre. Es perfecto –Pam se tocó los ojos con un pañuelo-. Dios mío, me ha llevado horas maquillarme y voy a estropearlo todo en un momento.
-Pam, tú no necesitas maquillaje para estar preciosa -dijo Greg.
-Espero que seáis muy felices -dijo Pam a Freddie y a su hija.
-Pam, me has leído el pensamiento -Greg levantó su copa-. Brindemos por Freddie y por Sammy, que tengan toda la felicidad del mundo.
Oh, no, su padre la había llamado Sammy después de haber pasado años tratando de convencerles de que la llamaran Samantha. Por supuesto, más tarde se dio cuenta de que era más Sammy que Samantha, pero...
-¿Papá?
-¿Sí, Sammy?
La felicidad que vio en sus ojos la hizo titubear. Le había hecho feliz por primera vez en años, y su madre parecía igualmente complacida. Sam sintió un nudo en la garganta, no podía estropearlo ahora.
-Gracias.
-Bueno, Sam -dijo Melanie en tono meloso-, ¿sabías que estamos buscando casa? Desgraciadamente no hay muchas propiedades en venta en Palo Alto.
-Lo supongo.
-¿Y tú sigues viviendo en ese... piso tan peculiar de la calle Veinticuatro?
No, gracias a Melanie y a Kian. Ellos eran el motivo de que se hubiera mudado de casa.
-No, vivo a un par de manzanas de ahí.
-Deberías comprarte algo, no tiene sentido pagar un alquiler.
-Es como tirar el dinero por el retrete –Sam sonrió al ponerle broche a la frase de su hermana.
El resto de la velada continuó en sorprendente buen tono. Unos postres deliciosos siguieron a la exquisita cena. Sam consiguió mostrarse correcta con Melanie y Kian, quienes le devolvieron la cortesía. Freddie continuó ganándose a sus padres. Todo estaba saliendo según lo había planeado, a excepción de que su padre continuara llamándola Sammy, pero eso ya lo arreglaría en otro momento.
Al salir del restaurante con sus padres, Sam casi no podía creer lo fácil que había sido todo.
-Estoy encantada de haberos visto -dijo después de darle un beso a su madre.
-Yo también lo he pasado muy bien, cariño. Me gusta mucho tu novio -le susurró Pam.
-Gracias, mamá.
Sam abrazó a su padre.
-Gracias por la cena, papá, estaba deliciosa.
-Me alegro de que hayas venido -Greg la soltó y le ofreció la mano a Freddie-. Y también me alegro mucho de haberte conocido.
Freddie le estrechó la mano.
-Ha sido un placer.
-Me gustaría que nos conociéramos mejor –dijo Freddie con cierto tono de pesar.
-Papá, se está haciendo tarde Melanie dio un pisotón en el suelo-. Vamos, tú y mamá tenéis aún una buena tirada hasta casa.
-No te preocupes por nosotros, vamos a pasar la noche en la ciudad -respondió Greg-. Oye, Freddie, se me acaba de ocurrir una idea. ¿Te gusta el golf?
-Sí, pero soy un principiante.
-Yo también.
Sam contuvo una carcajada. Su padre estaba muy lejos de ser un principiante.
-¿Por qué no venís tú y Sam a pasar el fin de semana con nosotros en Carmel? Tú y yo podríamos jugar al golf y las mujeres podrían hacer los planes de la boda.
-Bueno... –Freddie se pasó una mano por la cabeza-. ¿Tú qué dices, cielo?
-Bueno, yo...
-Arreglado, no se hable más -declaró Greg antes de que Sam pudiera rechazar la invitación. Luego, le puso algo en la mano a Freddie.
-Papá...
Greg besó la mejilla de su hija.
-Hasta el viernes, chicos.
Tras esas palabras, los padres de Sam dieron la vuelta a la esquina y desaparecieron. Melanie y Kian les siguieron. Sam se quedó mirando al suelo sin poder creer lo que había pasado.
-Todo estaba saliendo tan bien... No sé por qué no lo he visto venir. Quería que les gustases, pero no tanto -volviéndose de cara a Freddie, frunció el ceño-. ¿Cómo vamos a salir de ésta?
Con expresión de perplejidad, Freddie se quedó mirando lo que tenía en la mano.
-No lo sé.
-¿Qué te ha dado mi padre? –Freddie le enseñó un billete de veinte dólares. -No te vas a creer para qué me ha dicho que es el dinero
aaaaaa ¿Para que es el dinero? asdfghjkl se pone TAN INTERESANTE creanme, quiere leer el segundo capitulo. review revirew review!
Los amo chicos. nos leemos prontito
se acerca otro songfic, epilogo de QCMQAML y playing house en su recta final. Esten al pendiente! :D
