Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Advertencias: SPOILERS del capítulo 455 del manga. Orochimaru/Danzo. Raro.


Por Konoha

No se escuchaba ningún grito. Había esperado corredores oscuros y los gemidos de los despojos de experimentos humanos fallidos resonando de fondo, pero la habitación era idéntica a la que podría haber en cualquier casa de Konoha, excepto por la luz. En todo el edificio no parecía haber ninguna ventana, y la iluminación artificial empezaba a cansarle los ojos. Sin embargo, comprendía que era un mal necesario, y un sistema semejante habría resultado apropiado para más de una construcción de Konoha si sus líderes hicieran alguna vez algo más que aparentar que les preocupaba mantener un orden adecuado en la ciudad. Era una idea simple pero efectiva; la ausencia de ventanas reducía las posibilidades de intentar escapar por otro lugar que no fuera la custodiada puerta principal.

Permitiéndose un segundo de inquietud, tensó los dedos en torno a la pequeña caja gris que sostenía entre las manos y se preguntó si llegaría a lamentar que no hubiera más salidas.

Él era el primero que no estaba dispuesto a cumplir su parte del trato; ceder a Orochimaru el privilegio de practicar tal operación debería ser pago suficiente por sus servicios. No era que no se hubiera intentado antes, ni que esos intentos no hubieran resultado muchas veces exitosos. Lo que había despertado el interés de Orochimaru y le había hecho aceptar era que nunca se había hecho cuando el tejido llevaba varias semanas muerto.

Orochimaru lo llamó, y él volvió a entrar a la habitación en la que se habían encontrado momentos atrás. El instrumental estaba preparado, y un complicado sello dibujado en el suelo con tinta negra rodeaba el lugar sobre el que se sostenía la camilla. Orochimaru sonreía como haría una serpiente famélica que acabara de encontrar un enorme ratón para comer, y él se preguntó si se mostraría tan alegre cuando descubriera que había decidido traicionarlo antes aún de proponerle su plan. Pero Orochimaru no lo sabía y seguía sonriendo, y aún sonreía cuando le dijo que antes de cerrar el trato les quedaba algo por discutir.

La lengua de Orochimaru era demasiado larga y sus manos frías y bruscas, pero no resultaban del todo desagradables. A juzgar por el temor con que el chico de ojos oscuros que lo había guiado hasta la sala había desviado la mirada hacia el suelo cuando su amo le puso una mano sobre el hombro, había supuesto que a Orochimaru le agradaba más la compañía de los jóvenes, pero si eso era lo que quería no se lo iba a negar. No era la cabeza lo que estaba perdiendo sino la ropa, y solo era un mero trámite para lograr su objetivo. Aun así, se aseguró de poner sobre una superficie segura la cajita gris que había salido con él de Konoha esa misma mañana.

Al día siguiente, cuando la operación hubiera insuflado vida a su nuevo sharingan, Danzo arrancaría los ojos del resto de Uchihas muertos y los haría arder antes de que Orochimaru tuviera tiempo de reclamarlos para sí. No había hablado de ello con nadie de Konoha, pero no hacía falta. Sabía lo que dirían, y también que no era cierto. No era una locura aprovechar la muerte de un enemigo para fortalecerse. No era una locura colaborar con un ninja renegado si era la única persona que podía ayudarle. No era una locura hacer un trato con el demonio si sabía de antemano que no lo iba a cumplir.

No había sido una locura desenterrar el primer cadáver.

Era su manera de proteger Konoha.

Era la cosa más sensata que había hecho en su vida.

Era su camino del ninja.