-Cuando me cojas- dices con la respiración entrecortada -quiero que me mires a los ojos-

Colocas ambas manos en su pecho y, mientras embistes con fuerza tus caderas contra las suyas, lo miras fijamente a los ojos. Jadeando, admiras sus hermosos ojos, gris y turquesa, grabados en tú mente desde que tienes memoria.

Ambos se preguntaban cómo habrían llegado a eso, una noche silenciosa de junio, un domingo para ser más específicos, en el que ambos sabían, no pasaría nada si no estaban en la sala de estar con los demás por un momento. Todos saben que no son "muy amigos" después de todo.

-Mírame-

En parte, seguía en shock. Hacía mucho que no te veía. Encontrarte en la UA fue probablemente la más dulce de las sorpresas. Por tanto tiempo te había visto como una amiga, inocente e inofensiva, ahora transformada en otra, alguien desconocida, pero sin miedo a descubrir. Habías crecido, te habías desarrollado, y sabías que tu cuerpo rondaba su cabeza todo el día. Tu expresión excitada lo prendía como nada más. Habiendo tenido a tantas otras antes sin emoción alguna, sintió por vez primera, después de mucho tiempo, el vivo deseo de follarse a alguien.

-Mírame-

Pasó ambas manos por tu tatuado cuerpo, subiendo de tu cintura a tu espalda, atrayéndote para sí mismo. Eres irresistible, y él quería tener tu cuerpo tan cerca como fuese posible. Con ambas manos acercó tu rostro hacia el suyo y estrelló sus labios contra los tuyos desenfrenadamente.

- Voy a follarte hasta borrar el límite entre tú y yo- te dijo al oído en un susurro lento, pasando de tus labios a tu cuello. El sabor de tu sudor mezclado con tu perfume olor canela lo tenían loco. Y de un movimiento precipitado y brusco, te dispuso debajo suyo. Ahora podía observarte mejor. Tu labial rojo junto con tu cabello desarreglado te hacían ver como otra persona, antes aparentemente siempre tan ilustre y correcta. Tenías unos ojos que le encantaban. Profundos, con tantas historias vividas y por contar. Tomó tus pequeños senos, manoseándolos y besándolos, haciendo que no parases de gemir.

-Gime.- demandó- Gime para mí- Y como pajarita, cantaste aún más fuerte. Poco a poco, Todoroki empezaba a sentir cómo perdía el control, cómo su hombría lo llamaba a hacerte suya sin consultar a nadie. Eras todo su mundo ahora. Después de hacerte suya, podría morir en paz.

Los besos se tornaron en mordidas, le encantaba tu sabor. Lo ponía maniático. Hacía que perdiese la compostura y los modales. Pero para tu propia sorpresa, al volver a tu boca y verte a los ojos sintió algo extraño. Algo que nunca había sentido antes. Tenía miedo, le importabas. Dirigió su mirada a otro lado. Pensó en que no mirarte tal vez haría que se confundiese con cualquier otra. No quería lastimarla, siendo él tan peligroso y ella tan... pequeña y frágil.

-Mírame- dijiste casi leyendo su mente -y no pares- Sujetando su rostro con ambas manos y plantándole un prendido beso. Entrelazaste sus lenguas, haciendo que Todoroki se dejase llevar por completo. Su paciencia se había agotado y sabía que no aguantaría más. Y como si estuviesen sincronizados, le pediste que te haga suya.

Mirándote a los ojos fijamente, te penetró de una sola embestida. Tu grito lo excitó como nunca. Estabas caliente y ajustada. Arcadas y espasmos de placer recorrían tu cuerpo. Con embestidas rápidas y fuertes, sintiendo como entraba y salía de ti, sin querer que alguna vez se acabase todo esto; e inundando la habitación de gemidos de deseo y placer. Te acercó a sí y te contuvo cerca nuevamente.

-Ya lo eres- te susurró al oído.