-Esta es la parte en dónde nos cuentas…

-¿Contarles?, ¿Qué cosa?

-Ya sabes, cómo fue que todo empezó…

-Oh, eso…


Capitulo 0

Catalepsia

"Si me puedo quedar aquí y no muevo un musculo hasta el próximo martes, no podré hacer lo que sea que Twilight del futuro quería advertirme que no hiciera"

Guerra. La guerra nunca cambia…

Ni los ponis que suelen empezarla.

Con el nacimiento de los ministerios, la vida de toda Equestria se puso de cabeza. En cuestión de años, se habían logrado avances tecnológicos que sin el apremio de la guerra habrían tardado siglos. Ciencias Arcanas. Paz. Asombroso. Tecnología en Tiempos de Guerra. Moral. Imagen. Los seis ministerios que lograron revolucionar Equestria. Nuestro país nunca fue igual. Tras el ataque de LittleHorn, la mayor parte de la población adoptó una actitud sumamente especista. No sólo contra las cebras, sino contra toda criatura que no fuese un poni.

Es curioso pensarlo, la especie Poni nunca fue tan unida. En ningún momento de la historia equestre, la raza poni había estado tan unida. Terrestres, Pegasos y Unicornios. Juntos. Trabajando para llegar a un fin común. La fuerza de las patas terrestres se unió al poder arcaico de la magia unicornio y a la ligereza del pegaso. La unión, irónicamente, llegó junto con el odio. Ni la amistad en su mejor época había logrado lo que el deseo de venganza y sed de sangre durante los conflictos con las tierras extranjeras completó.

Pero todo eso es la versión que todo el mundo sabe. Lo que logramos aprender de testimonios de los primeros habitantes, aquellos que lograron sobrevivir al holocausto. Aquellos ponis se dedicaron a describir enteramente todo lo que hoy conocemos como historia. Los viejos textos entregados por Stable-Tec no trataban historia más allá de la primera y segunda derrota de Nightmare Moon ante los Elementos de la Armonía. Aun así, este es el tipo de cosas que la mayoría prefiere no recordar, es justo por eso que ser profesora en un establo tiende a ser uno de los empleos más inútiles y menormente remunerados de todo el maldito planeta.

¿Quién fue el genio que inventó ese empleo? Encerrados bajo tierra no tenemos la necesidad de recordar los eventos que nos hicieron terminar aquí. Los potros puede que sean aun más apáticos al respecto, ningún niño quiere saber de esto. Ningún poni tiene la necesidad de saberlo. Y aun así, todos los días me levantaba a horas inequinas con el propósito de ilustrar a las jóvenes mentes. La educación no sirve para llegar a nada cuando no tienes opción. Imagino que durante la pre-guerra cada poni podía elegir a lo que quería dedicar el resto de su inútil existencia, quizás basados en sus talentos especiales o en sus habilidades, o gustos, o simple presión familiar; aquí no. La vida del grandioso Establo 68 tomó un giro bastante curioso en relación a la antigua Equestria. El sólo pensar en ello me hace cuestionarme si realmente estaba mal este método de… ¿vida? Meh, supongo que el simplemente pensar que estaba mal, era lo que le hacía estar mal.

Determinar el lugar de un poni simplemente en base a un examen de aptitud… ¿Qué está mal con la ponidad? ¿Ya no existen cosas como la libertad?... No, pensándolo bien, no en un Establo como este.

No he dejado de mencionar a la antigua Equestria, supongo que mirar al pasado está en mis venas, quizás sea cosa de linaje o simplemente el deseo de divagar me hacía pensar en las lecciones que debí memorizar hacía tantos años…

Como he dicho, ser educadora en un Establo es una tontería. Los niños que nacen encerrados en el bunker no tienen mucha necesidad de quedarse encerrados durante seis horas, sentados y con la vista fija en una vieja pantalla que proyecta películas de la época antes de la guerra del carbón. Y, de hecho, es algo inútil. No tengo idea de cómo sea en otros Establos, o si las cosas son igual en todos, pero ahí en el 68, uno suele tener que pasar al menos once años de educación en matemáticas, gramática, historia, ciencias y principios básicos de la magia, antes de que tu verdadera y productiva época comience.

Ahg. Sólo recordarlo me hacía doler la cabeza.

Pip.

La risa de los potros era el único sonido que siempre acompañaba mis oídos durante las mañanas. Sus pláticas sobre quién era el mejor en qué, o sobre sus empleos para los que estaban siendo preparados. Algunos, al igual que yo, solían quejarse del arcaico sistema educativo, haciendo chistes al respecto y burlándose en cada aspecto posible de la vida bajo tierra. Los niños, hasta los más chicos, conocían a grandes rasgos lo que hizo que sus vidas se desarrollaran en el bunker, guerra. Ninguno de ellos tenía problemas con el encierro, supongo que es normal tomando en cuenta que nacieron encerrados. Y pensándolo bien, la vida de cualquier poni se desarrolla de esa forma, encerrada en el vientre de la madre, encerrada en la incubadora, encerrada en el salón de clases, encerrada en el Establo, para finalmente terminar encerrada aun más profundo en la tierra…

Pip.

Los Pipbucks son aparatos bastante útiles… o eso es lo que he escuchado de los ponis de seguridad y comunicación. En lo personal, siempre he creído que estos sofisticados brazaletes no sirven de nada. No a una educadora al menos. De hecho, podría decir que lo único rescatable del Pipbuck para los ponis normales es…

Pip.

-Je, je, je, je.- sí, risas de potrillos. Cuando una lleva tanto tiempo tratando con niños, bueno, se aprende también. Los tonos y la regularidad con la que un joven poni ríe es bastante variante, dependiendo de la causa de su risa. A veces es simple reflejo, una respuesta instintiva a una experiencia placentera para el equino en desarrollo. Otras es más bien malicia. Siempre he creído que los niños pueden ser bastante crueles, no me mal entiendan, no tengo problemas con los pequeños habitantes del Tártaro, pero los potros no saben distinguir correctamente; pueden decir algo malo, sin saber que es malo. –Je, je, je, je, je,- ah, esa risa. La inconfundible frecuencia de la burla sin piedad hacia otro compañero.

Pip.

Ese pequeño pitido no había dejado de sonar en mis oídos, había llegado el momento en que era realmente molesto… Sin retirarme el audífono, agaché la mirada hasta la pantalla verde del pequeño dispositivo. Un par de luces parpadeaban entonces. El pequeño grupo de siglas, P.I.M., Mensajes privados entre Pipbucks, centellaba frente a mis ojos. La nota se abrió de inmediato y comencé a leer.

De: BG

Para: Everypony

Mensaje: Beat Box en realidad lamento lo de tus padres… lamento que aun tengan que bibir con tigo. ahora que tu empleo ha sido asignado de verdad espero que tengan piedad y no hechen de los cuarteles a primera bista.

El coro de risas continuó resonando durante los segundos que mi cerebro se congeló tras leer la declaración de Bubblegum. Cómo he dicho, los niños pueden ser bastante crueles. Mis ojos se alzaron, sin poderlo evitar, hasta el escondido rostro de Beat Box, un joven potro terrestre. Ah, por más discreta que yo deseara ser, trabajar como maestra en las profundidades de la tierra implica enterarse de la vida de cada uno de mis alumnos. Al pequeño poni sin cutie mark recién se le había asignado nueva instrucción, de hecho, era el último día en que yo lo vería en el salón de clases. Las cosas en el 68 eran… complicadas, por decir algo.

Nunca me enteré de los detalles, pero en ese momento, sabía exactamente porque las risas. Para un poni terrestre trabajar en el sistema de drenaje del Establo debía ser, de todo lo malo que podría pasar, la peor cosa posible. Al carecer de cuernos y magia, todo lo que hicieran debía ser o con sus cascos o… con su boca.

Agh.

Podía perfectamente entender el motivo de la burla. En todo sentido, tu empleo en el 68 determina el resto de tu vida, tu destino, aun cuando tu Cutie mark dice otra cosa. Tener un empleo de aquella naturaleza no significaba nada, todos los ponis debían ser útiles, aportar su parte para que el Establo continuara creciendo, o al menos sobreviviendo. Ningún empleo era indigno, pero eso es algo que los niños no pueden saber.

Cualquier adulto responsable habría detectado el mensaje, ubicado al culpable, bloqueado su Pipbuck y le habría regalado al menos una semana de detención…

Con la etiqueta del Pipbuck de Bubblegum en mi bandeja de entrada, comencé a toquetear los dos botincitos debajo de la pantalla causando algunos zumbidos por la velocidad con que tecleaba las palabras en el pequeño aparato. Revisé un par de veces el mensaje, corregí los errores que mi rápida redacción había provocado y en cuanto estuvo terminado procedí a encriptar la fuente. Mi casco golpeó la opción 'enviar' en cuanto estuve satisfecha. Los pitidos comenzaron a sonar por todo el salón de clases, atrayendo la atención de los jóvenes ponis que rápidamente abrieron los mensajes.

Pip.

El silencio reinó por algunos segundos. Los ponis observaban sus pantallas con ciertos rasgos visibles, incluso el joven Beat sacó su rojizo rostro de la piscina de la vergüenza y se atrevió a mirar el texto en su pantalla, una sonrisa curvó sus labios mientras las lágrimas comenzaban a desaparecer de sus ojos azules. Potros, potrillas, adultos e incluso creo que la secretaría de la Overmare, soltaron una carcajada al unísono. El Establo entero estalló en una uniforme risa que pronto se diversificó hasta alcanzar niveles ensordecedores.

Oh, bueno, por algo Celestia inventó los auriculares, ¿No?

De: **

Para: Todo el mundo en el Establo (Everypony).

Mensaje: Compañeros, interrumpan todas sus actividades para leer este mensaje. Por este medio quisiera escribir para recordarle a todos los ponis que todos somos importantes para la vida del Establo, incluso aquellos cuyo talento especial es hacer burbujas con goma de mascar.

-¡¿Quién escribió eso?! ¿Cuál de ustedes fue?

-Je, je, je, je, je.

El joven Bubble se levantó de inmediato al escuchar las risas en su dirección, alzando los ojos y cerrándolos entorno a sus compañeros. Todos los ponis reían, él no parecía soportar la atención que tanto había estado demandando así que la siguiente hora pasó sin clases. Durante los sesenta minutos enteros no fui capaz de concentrarme en enseñar nada, estuve muy ocupada observando al frustrado poni unicornio de pelaje purpura golpeando su Pipbuck en busca del remitente de aquella nota. Mi propio dispositivo recibió ciertas advertencias de que la encriptación del origen podía ser rota, pero el contraído rostro de Bubblegum me decía suficiente sobre sus progresos. Revisé los mensajes. Ja, un intento más y el pobre se quedaría con la duda durante el resto de su vida.

Ah, él debió pensar en encriptar su propia burla. Je, novato.

Todas las tardes exactamente a la misma hora, el Establo se convertía en una tumba. Los niños dejaban de burlarse y hablar. Las clases paraban. Los ponis obreros dejaban sus trabajos. Incluso los asuntos administrativos con la Overmare quedaban pausados durante una hora entera. El silencio a ese nivel podría sonar algo intimidante para la mayoría de los ponis, pero no para los habitantes del Establo 68.

-"Hola. Mi nombre es Scootaloo, vicepresidente de la corporación conocida como Stable-Tec."- la jovial voz de una yegua me llenaba los oídos a través del audífono.- "Habitante del Establo 68, si estás escuchando esto ¡Felicidades! Ahora formas parte de uno de los proyectos más ambiciosos del gobierno equestre. "

Pip.

-"Durante años hemos sabido que la guerra no terminaría bien, así que en un esfuerzo por preservar a la raza poni de un posible apocalipsis de Balefire, o de cualquier naturaleza, las mayores mentes de Equestria han puesto cascos a la obra. Ahora vives dentro de un nuevo modelo de Establo. Los ingenieros de industrias Apple, de ninguna manera afiliados al M.T.T.G., lograron desarrollar las funcionales instalaciones en que pasarás el resto de tu vida y donde podrás contribuir a la repoblación de la nueva Equestria…"

¡Yay!

¿En serio, quién demonios escribió ese guión?

-"Las princesas y nuestras queridas compatriotas, las Yeguas de los Ministerios, siempre han conocido el poder que yace en el conocimiento. Es por esa razón que Stable-Tec procuró este programa. Muchas felicidades, escritor, poeta, letrista o traductor, ahora gracias a tu esfuerzo y gran talento, la historia de Equestria prevalecerá. Los escritos que hemos recolectado son sólo una pequeña fracción de la literatura equestre, sabemos que es imposible preservarlo todo por nuestra cuenta; con Tu ayuda, sin embargo, lograremos conservar el conocimiento poni para las generaciones futuras, ten por seguro que tu talento será apreciado y tu compromiso glorificado. Cualquier consulta que desees podrá realizarse en los cuarteles de S.T. en Fillydelphia. Hasta entonces, disfruta tu estancia en el Establo 68."

La voz se perdió entre la estática que surge de mi Pipbuck. Scootaloo dejó de hablar por cuarta vez en una hora. Mis sentidos solían desconectarse de cuando en cuando, especialmente durante la hora de lectura. Sip, como escucharon. Hora de lectura. De pequeña podría asegurar que eran mis tres palabras favoritas en todo el mundo, claro está que entonces mi mundo estaba reducido a las paredes del Establo.

Pip.

Mis ojos bailaban por la página proyectada por la pantalla de mi Pipbuck, ausentes de compresión, o al menos de la intención de leer aquel ensayo sobre como la proporción correcta de velocidad y falta de fricción era capaz de crear arcoíris. Como la mayoría de los habitantes del 68, leer era una actividad obligatoria que pocas veces llegaba a disfrutar. Al tener mi empleo, me había visto obligada a leer más que la mayoría de los ponis, razón por la que me costaba prestar atención a cualquier letra pixeleada en la pantalla verde, el audio que no dejaba de reproducirse en mis auriculares ayudaba a fingir concentración frente a las cámaras imaginarias.

Ah.

La voz de Scootaloo y sus promesas de una mejor Equestria esperándonos fue mi compañera por lo que restaba del tiempo. Por todos lados, podía ver a los otros ponis reposando sobre sus patas traseras, o recostados en el frio suelo de la biblioteca. Todos y cada uno, con su dispositivo arcano conectado a una estación incrustada en las paredes. A veces me pregunto cuánto tiempo invirtieron los empleados de Stable-Tec y nuestros antepasados transcribiendo cada libro rescatable en códigos para los Pipbucks.

Los ojos comenzaron a arderme, pero me limité a parpadear y a frotarlos una vez o dos cada que fingía cambiar de párrafo. En momentos así, realmente deseaba tener un libro real. Actualmente son tan raros que los ponis a cargo los resguardaban bajo llave. Siempre que alguno de nosotros, los mortales, preguntábamos por los libros, ellos salían con alguna excelente excusa sobre-ensayada acerca de la importancia de preservar las hojas en buen estado, o las cubiertas o las pastas. Por más que S.T. haya querido conservar el conocimiento en mi establo, ningún poni que haya vivido en esta generación ha visto jamás un libro real ¿Irónico, cierto?

Este tipo de actividades, generalmente desagradan a la población en general. A veces pensaba que sólo por esta costumbre, leer y detener toda actividad durante una hora entera, comenzaría la revolución. Una guerra civil contra la Overmare por esta actividad impuesta. Y habría sucedido, de no ser por el ejemplo. Algo curioso de nuestra líder es su manera de manejar las cosas. La Overmare Jade es muy distinto de lo que una creería, incluso ella conecta su Pipbuck a las terminales y se toma los sesenta minutos exactos para repasar algún escrito de más de doscientos años de antigüedad. Predicar con el ejemplo, la única razón por la que esa vieja yegua verde seguía en el puesto.

Pip.

Todos nos quedábamos callados, quietos, sin mover más que los ojos. Los minutos se hacían eternos. La voz de la poni terrestre nos sacó a todos del estupor en que estábamos.-Tiempo.- dijo ella con una voz tan tranquila, simplemente comentando que al fin había terminado. Se puso sobre sus cascos y procedió a desconectar el cable que alimentaba a su Pipbuck con conocimiento antiguo. Todos seguíamos sus pasos con miradas fijas, incapaces de voltear hacia otro lado mientras ella, con su barbilla en alto y retumbar de sus zapatos, salía de la Biblioteca. Seguí su paso con la vista, y cuando estuve completamente segura de que había salido, solté un suspiro de alivio que fue reflejado por cada poni presente en la enorme sala gris.

-¿No es aterradora?-murmuró una voz masculina a mis espaldas.

-Sí.

-¿Qué tanto?-cuestionó el corcel acercándose a un lado de mí. No lo vi, solamente me quedé observando el pasillo, esperando de un momento a otro escuchar los tacones de la Overmare, al no hacerlo logré relajarme un poco y proseguí a seguir mi cable desde la esquina de la Biblioteca hasta la pantalla correspondiente. Comencé a golpear algunas teclas y a guardar mi progreso de lectura, el cual no había cambiado en una semana.

Pip.

-Lo suficiente para hacer que el Balefire se enfríe sólo con una mirada-respondí casualmente. Desconectando el cable de mi propio aparato y observando con la mente perdida como el cable se retraía solo hasta la terminal. Me di la vuelta para ver al poni que me había hablado en un principio.

-¡Ah!

Mi grito quizás fue escuchado por el espíritu de mis ancestros más antiguos, aquellos habitantes guerreros de antes de Equestria. La mayor parte de los ponis presentes seguro se me quedaron viendo mientras daba un salto sobre la cabeza del corcel, aterricé con mis cuatro patas flexionadas y una molesta sensación en la espalda baja y la melena... ¿Se supone que soy un gato o un poni, ¡por el amor de Celestia!?

-Je. Tranquila, sólo soy yo-se burló el corcel de melena marrón.

-¡Por eso grité, idiota!-respondí alzando las alas y batiéndolas un poco para aplacar las plumas que se habían erizado por el susto, pasé mi casco por mi melena y le di un pequeño tratamiento de emergencia, aplacando los cabellos sueltos; luego hice lo mismo con mi pelaje en el lomo. Con mi ala derecha, le di un golpe en la cabeza al poni, que solamente le hizo soltar una carcajada. Sus ojos risueños me observaron durante unos segundos, perdidos en una especie de trance. Odiaba que él hiciera eso. Odiaba pensar en él haciendo eso. Fruncí el ceño.

Pip. Pip.

-¡Mis ojos están aquí, Dot!-le recordé levantando mi casco y dándole un ligero golpe en la nuca, no se rió esta vez. No, sus ojos se cerraron mientras se sobaba la cabeza por detrás del cabello con cierta burla en el gesto.

Bufé.

-Lo lamento, pero te ves hermosa cuando estás enojada…-suspiró él. Ojos soñadores, rostro de idiota, aun después de haber recibido un golpe. Realmente parecía la clase de poni a quién me gustaría regalarle un libro… en el rostro.

Agh.

-No me salgas con eso- gruñí apartando el rostro, mostrándole los dientes un poco.

-¿Qué? No dije nada malo- respondió con inocencia y fingidos ojos de potro huérfano, colocándose a mi lado, agachado como perrito arrepentido.

-No, pero yo sí, sobre tu madre-le recordé volviendo a ladear el rostro.

Pip.

Él parpadeó, confundido ante mis palabras.

-Oh-la comprensión era notable, no sólo por la perfecta y tierna "o" que sus labios formaron, sino por el curioso brillo en sus ojillos de limón-. Eso. Meh, no le diré nada…-una pausa. Segundos, Uno, dos, tres, cuatro… ¿Por qué diablos haría una pausa? Ningún poni hace pausas largas a menos que quiera agregar más a su declaración… Mierda.

Pip. Pip. Pip. Pip.

-A menos que lleves esas alas a mi apartamento.-dijo con aquella maldita sonrisa de "te tengo" plantada en su rostro. Me sonrojé al comprender sus palabras, el calor me subió por todo el cuerpo y causó cosquillas en la parte superior de las articulaciones en mis alas.- Sabes que requieren algo de ejercicio, y bajo tierra, tienes pocas opciones.

Ah. Tan malo como eso pudiese sonar, él tenía razón.

Pip…

Pip. Pip. Pip. Pip.

Yacía en la cama, recostada con las alas extendidas bajo mi espalda y un apuesto corcel a mi lado acariciando con el hocico las plumas pegadas a mi cuerpo. Sus dientes se movían de una curiosa forma, jugando a arrancarme las plumas rotas con una sonrisa en sus labios. Cada gesto que hacía, me provocaba saltar por más un motivo. Los pequeños piquetes que sentía cuando me acicalaba con él…, creo que para Peridot siempre fue divertido verme sobresaltada.

-¡Auch!- exclamé.

-Go Fiento.-dijo él con una pluma entre sus dientes, blancos como las perlas. Un segundo después, tomó mi pluma entre sus cascos y la miró como si fuese algo importante, la rodó con sus pesuñas para no perder detalle de ella. Cada cerda, cada pequeña fibra de aquella curiosa parte de mí le fascinaba.

Pip.

-Peridot…-con aire pensativo me aparté la melena del rostro mientras él volteaba hacia mí.

-¿Sí?

-¿Por qué me amas?

Sus cascos dejaron la pluma de lado y sus ojos se dirigieron a dónde los míos se encontraban. Nos miramos durante unos curiosos segundos. El silencio, las respiraciones agitadas… El olor. Ambos estábamos empapados en sudor, enredados entre las sábanas ya no tan azules de su cama. Él se acercó a mí y con su casco empezó a acariciar mi rostro con una delicadeza que me hacía dudar de su orientación sexual, a pesar de los últimos treinta minutos.

-Tal vez sean esas alas, realmente sabes cómo usarlas cuando quieres.-dijo con una media sonrisa.

-Hablo en serio, Dot.

-¿Acaso crees que yo no?- contestó con un seño fruncido y un semblante que demandaba ser obedecido, tal como el de su madre. Quise refutar, pelear, reclamarle. Decir algo, pero en realidad no tenía nada que discutir con él.

-Lo sé, ¿pero es sólo eso? –Volví a cuestionar mirando directo en sus ojos,- ¿Es la experiencia?, ¿La aventura de probar algo exótico?

-Jah.-soltó una carcajada rápida cerrando sus ojos cítricos. Luego volvió a abrirlos y contestó:- No te creas tan especial, exótico sería una cebra, una yegua de Saddle Arabia o una grifo, a veces me pregunto de lo qué sería capaz de hacer con esas garras…

-Sabes de lo que hablo.-le interrumpí, siendo sincera, no deseaba escuchar sus fantasías con garras o yeguas del doble de su talla.

-Sí, pero nunca antes te habías puesto tan seria tras la tercera ronda, ¿sabes?-arqueó una ceja.

-Supongo…

Pip. Pip.

Un cosquilleo comenzó a subirme por los muslos hasta llegar a mi estomago. Era una sensación familiar. Agaché la vista al ver como un rayo de luz dorado me atravesaba el cuerpo. Una risa comenzó a surgir de mi garganta.

-Ja, ja, ja.-empecé sin emoción, pero conforme el brillo presionaba mis puntos sensibles mi resistencia padeció ante el efecto de la magia que el cuerno de Peridot provocaba en mi pelaje.- Ja, no creo, ja, ja, ja, que, ja, estés, ja, ja, ja, listo para otra…- el abdomen me dolía por el esfuerzo de hablar mientras me contraía de manera involuntaria por la risa.

Su cuerno continuó presionando con el poder telequinético en partes cada vez más privadas de mi anatomía, causándome sensaciones placenteras y extrañas a partes iguales. Uno que otro grito salió de mí, mientras Dot se encargaba de usar sus cascos con una habilidad digna de poni terrestre.

-A veces creo que piensas demasiado-susurró en mi oído, colocando sus pesuñas junto a mis hombros y agachándose hasta comenzar a mordisquearme las orejas.

-Y a veces pienso que tú no lo haces-respondí, siguiendo su ritmo con algo de demora, preocupándome por seguir consciente mientras su cuerno brillaba en la oscura habitación iluminando su rostro con aquel hermoso tono amarillento… Así es como debía verse el sol.

Pip… Pip…

Mis alas se expandieron sin que pudiera evitarlo ante la vista de su pelaje empapado y pegado a su cuerpo. Su sonrisa se expandió mientras se agachaba una vez más.

Oh, bueno, supongo que Peridot tenía razón en una cosa…

¡Uh!

…O dos.

Las duchas del apartamento en la zona de la Overmare eran considerablemente mejor mantenidas que las del resto de las habitaciones. El agua que salía de la regadera en el muro de porcelana blanca poseía un calor al que no estaba acostumbrada. Vapor, el gas se acumulaba a mi alrededor mientras me enjabonaba el pelaje y me enjuagaba el rostro. Alcé una pata y la acerqué a mi nariz, olfateé un par de veces antes de llegar a la conclusión de que incluso el jabón de mi novio era más aromático que el mío.

Mi cuerpo fue cubierto en su totalidad con la grasosa sustancia de aroma floral y mis cascos se dedicaron a lavar mi cola y melena con el shampoo que no sólo tenía olor sino que formaba espuma en mi melena. La mayor parte de los productos de calidad, son reservados para este sector de la población, no que me moleste, pero es muy extraño sentir ese masaje en la cabeza ser algo bueno y no un simple jaladero de cabello.

El agua dejó de caer al cabo de unos minutos. Estaba limpia y mi cuerpo comenzaba a resentir las consecuencias de bañarse con agua caliente, al salir de la ducha comencé a temblar y mi pelaje a erizarse un poco. La corriente de aire normal del Establo, producida por los talismanes de purificación de aire, ahora se había convertido en una mortal maquina de tortura que amenazaba con arrancarme la piel.

Burr.

Con la mayor velocidad que pude conseguir, me acerqué al vestidor al otro lado de una puerta. Dentro había toda clase de ropas, principalmente trajes de utilidad en tonos azules con el número del Establo impreso en el cuello. Me apresuré a secarme el agua que aun se escurría y luego me coloqué uno de los muchos trajes, agradeciendo que Dot tuviera la brillante idea de comenzar a mudar mis pertenencias a su cuartel. Mis trajes eran un tanto diferentes que el modelo tradicional, algunas de las costureras y sastres han estado haciendo estas cosas exclusivamente para mí desde mi infancia. Me metí en el uniforme, plegando mis alas y luego expandiéndolas a través de los agujeros que mi ropa tenía en el lomo. Mi melena seguía húmeda, pero eso no era ningún problema. Batiendo mis alas lograba crear pequeñas ráfagas de aire, con suficiente tiempo y constancia, mi cabello podía estar tan seco como antes de entrar al baño.

Pip.

Mi Pipbuck anunciaba que ya era hora de la cena, por lo que simplemente pasé el cepillo por mi pelo de forma que no me cubriera los ojos. No me importaba mucho en realidad. Además, las filas en la cafetería de un Establo suelen ser eternas. No quería perder la oportunidad de un buen lugar en la cola, así que salí del apartamento lo más rápido que mis cascos me lo permitían.

-¡Con permiso!- grité varias veces a los ponis que me cruzaba en los pasillos. La mayoría de terrestres y unicornios en uniforme se apartaron al ver a la extraña poni con alas correr como alma perseguida por Cerbero. -¡Perdón!, ¡Lo siento!- repetí al menos diez veces por cada poni que me topaba.

Pi. Pi. Pi. Pi. Pi. Pi.

-"…Y recuerden, ponis, este viernes la cafetería estará sirviendo pastelillos para cada habitante del Establo con el motivo de la celebración del Quincuagésimo aniversario del nacimiento de nuestra amada Overmare. Pero apresúrense."- Decía la voz de un corcel con aire realmente entusiasta por el radio. Mi Pipbuck estaba conectado a mi auricular, por lo que su voz sonaba fuerte y clara mientras corría. Mis alas se desplegaban de cuando en cuando, aleteando un poco mientras mis cascos se movían desenfrenados.-"En otras noticias, los ponis que se dirijan a la cafetería deberán buscar rutas alternas al pasillo principal, recomiendo tomar el camino que atraviesa el Atrio, la Biblioteca y los apartamentos de servicios. Cualquier intento de llegar por el pasillo será frustrado por nuestra alada compañera, quien ahora mismo está trotando por las zonas altas. Recomiendo proceder con precaución."

¡¿Qué?! Oh, ese chico de la radio debía estar espiando otra vez. Mis pasos se aceleraban y procuraba mantener mis alas pegadas a mi torso, mientras avanzaba pude notar los vacios pasillos, con apenas unos cuantos ponis cruzándose por mi camino. Pareciera que yo no era la única que estaba escuchando a Bass, de hecho pareciera que todos los ponis siguieron su consejo. Genial, uno se tropieza con un par de ponis en carambola una vez y ya es etiquetado de por vida.

Pi. Pi. Pi…

-"Ahora, con motivo de la celebración, podemos desempolvar esos viejos vinilos y poner a girar las agujas ¡Vamos ponis, es hora de celebrar!"- una pausa dramática de la extrovertida voz del corcel. Luego, una leve música comenzó a sonar. Una tonada suave… lenta y bastante tranquilizadora. Los violines comenzaron con un tono delicado, avanzando y elevando sus notas hasta alcanzar un curioso ritmo. Más cuerdas se asomaron en la melodía, alimentando el sonido con una riqueza auditiva tan bella…-"Y esta corre por parte de Coloratura, una canción que nos recuerda que pese a las paredes grises, siempre habrá motivos para festejar."

Las notas descendieron de manera abrupta, a tonos tan graves como heridas de balas en el pecho. Un par de vientos fueron añadidos a las cuerdas. La armonía de la canción era hermosa, cada instrumento estaba afinado y tocado con tal precisión que era imposible distinguirlos uno del otro. Luego llegó la voz.

Nunca fui gran fanática de la música, amaba escucharla y disfrutaba verdaderamente de ella, pero siendo honesta, jamás llegué a ser gran conocedora. La melodía era hermosa. No conocía muchos artistas entonces, mis gustos se limitaban a Sapphire Shores, Sweetie Belle, el grandioso remix de "Himno de Cloudsdale", el dueto entre Spike y Vinyl Scratch, y claro, Coloratura. Su voz era sumamente profunda y provocaba extraños sentimientos en mí. Como si estuviera tratando de despertar algo en mi pecho, algo dormido desde hacía años.

…Porque los errores del pasado, ahí se quedarán,

Créeme, fiel corcel, que por tu regreso esperaré

Hoy el cielo lleno de nubes está, ausente, como tú…

No presté atención realmente a la música que invadía mis vías auditivas. Concentrada en mi carrera, me dediqué a llegar a la cafetería lo más rápido posible. Mis cascos golpeaban el suelo de concreto, causando un eco con el ruido de mi galope; ese fue el único sonido externo que escuché hasta llegar a la entrada de la cafetería. La puerta estaba abierta de par en par. Enorme y totalmente despejada. Los ponis que estaban ahí conversaban, algunos ya estaban sentados en las mesas, charlando o simplemente chismeando con migajas de pastel de zanahoria entre los dientes.

Al verme, muchos ponis que esperaban junto a la entrada, se movieron con urgencia. Por mi parte, estaba ocupada raspando mis pesuñas contra el suelo en un intento por frenar, mi velocidad disminuía de a poco, al punto en que llegué al trote lento que quería. Muchos de los terrestres se me quedaron viendo con cierta burla, otros con un rostro compungido y otros solamente se limitaron a rodar los ojos cuando me aparecí en la parte trasera de la fila. Con una sonrisa, tomé mi charola y me decidí a esperar.

Pip. Pip. Pip

No había muchos ponis, supongo que el aviso de Bass logró retrasarlos lo suficiente con eso de las "vías alternas". Bendito seas, Bass, ojala que Celestia y Luna puedan pagártelo algún día.

-Hey, ¿Cómo estuvo?-preguntó una yegua unicornio a mi lado. La observé por un instante, un tanto indecisa mientras ella me golpeaba el hombro para avanzar en la fila.- ¿Eh?

-Cómo estuvo, ¿qué?-respondí, un tanto confundida por la repentina pregunta de Rose.

-Duh, tu "tiempo de calidad" con Peridot.-me dijo rodando los ojos y finalmente componiendo una picara sonrisa.

-Ah, eso, bueno, nosotros…-comencé, luego me di cuenta de lo repentina y al azar que parecía esa pregunta. Mi corazón comenzó a galopar con más fuerza, me olfateé la melena repetidas veces, quizás no me había bañado bien, a lo mejor había olvidado algo…- ¿Cómo lo sabes?-pregunté nerviosa.

-Niña,-dijo mirándome como si fuese una potrilla, ¡Yo era una semana mayor que ella!-Esa esencia de perfume no es tuya, cuando hueles a flores es porque algo pasó en los cuarteles de ese novio tuyo.

Su mirada plana, no necesitaba agregar más.

-Bueno… sí, pero…-mis mejillas estaban encendidas de rojo.

Pi. Pi. Pi. Pi. Pi.

-¡Siguiente!-gritó la vieja poni que usaba redecilla en la melena. Su traje de color amarillento contrastaba con el de la mayoría de nosotros y su mirada severa me decía que más valía avanzar.

-Sí.-grité y troté hasta ella, colocando mi bandeja frente a ella y recibiendo mis alimentos junto con una mirada acida por parte de Grasa, la cocinera. Rose siguió de cerca mis pasos, intentando no hacer contacto visual con la amargada yegua y tomando su comida en tiempo record. Nos encontramos fuera de la fila y en dirección de una mesa. Pocas estaban desocupadas, por lo que pudimos considerarnos suertudas al encontrar una parte del comedor con dos sillas vacías.

Logramos apartar los lugares y comenzar a comer las comidas desabridas del Establo. No me quejo de la comida, pero es un poco difícil acostumbrarse al aguado sabor del puré de patatas, parecía más bien agua con pedazos de papas flotando en ella. Un tanto decepcionante para una comida de celebración. El pastel, por otro lado, ¡demonios, qué fue delicioso!

Gracias a la gran guerra, los ponis comenzaron a preocuparse por el futuro del país y los productos que fabricaron durante los nefastos años de conflicto se convirtieron en reliquias, maquinas, comida, tecnología y magia hecha para durar, para vivir incluso más que el alicornio promedio… Al menos eso es lo que solía escuchar en los comerciales que venían pregrabados en mi Pipbuck. Con todos esos conservadores, debían tener algún efecto secundario sobre la salud, ¡pero eso me importaba un comino! ¡El sabor azucarado del pastel empaquetado era delicioso! Lo devoré en un instante.

Rose habló conmigo mientras me atragantaba con el pan y el azúcar le hacía cosquillas al interior de mi boca. Mi amiga parloteaba mil y un indirectas sobre los detalles de mi tarde con Dot. Cielos, es como si nadie tuviera nada mejor que hablar que las intimidades de cada poni…

En un intento para zafarme de la incómoda conversación que se avecinaba, me levanté y dije:- Ahora vuelvo, voy por algo de agua.

-Okay-dijo ella parpadeando. En ese mismo segundo me di la vuelta y me dirigí a la fuente de sodas, o sea otra enorme fila de ponis esperando por agua triplemente filtrada. Me formé, esperando que cualquier poni que estuviera a cargo tardase, y mucho.

El tiempo pasaba lento, pero eso no era problema. La voz de Bass me acompañó en el audífono junto con la ocasional canción de tiempos antes de la guerra. Avancé a paso de tortuga. Comenzaba a pensar que no había sido tan buena idea irme a meter a aquella fila…

Sentí un pequeño tirón en la manga de mi traje. Volteé hacia abajo para descubrir el origen del jalón, me encontré con un par de bellos ojos azules que observaban directo hacia arriba. Un potrillo de pelaje gris se rozaba una pierna contra la otra mientras me miraba, su boca su movía, como si masticara las palabras y no fuera capaz de decidir entre tragarlas y vomitarlas.

Pip.

-¿Si, Beat?-dije. Él se sobresaltó un poco y luego de más debate silencioso consigo mismo se atrevió a abrir la boca y responder con un tímido "gracias".

Parpadeé.

-¿Por qué?-pregunté un tanto confundida.

-Por lo de esta mañana, lo de Bubblegum-respondió él desviando su mirada hasta su enorme Pipbuck.

-Oh, qué te hace creer que fui yo, Beat- avancé otro lugar en la interminable fila de ponis, el potrillo de ojos azules me siguió mientras me movía en la fila.

Cuando los ponis volvieron a detenerse, él habló:

-nadie escribe notas con tanta ortografía-respondió encogiéndose de hombros y mirando casualmente a mi Pipbuck-y usted era la única adulta presente cuando él mandó aquel mensaje…

-Cielos, eres bueno.-murmuré para mí misma, aun así, Beat Box logró escucharme.

-Supongo que entonces estás haciendo bien tu trabajo-sonrió gracias… tal vez algún día podría enseñarme a encriptar notas y eso-comentó antes de darse la vuelta y salir en busca de sus padres, que por las sonrisas que pusieron al verlo llegar, parecía que le habían permitido quedarse en su hogar.

Qué simpático potrillo, al parecer eso de ser maestra no era tan malo…

-Sí, papi-gritó una voz aguda, masculina, pero sumamente aguda.- Te digo que fue ella-entonces un pequeño casco purpura me señaló desde las profundidades de la cafetería. Un furioso potro marchaba hacia mí con pisotones y una escolta de dos enojados padres, ambos terrestres que sin haberme visto, ya parecían quererme enviar al incinerador del Establo.

Gulp.

Me escurrí entre la multitud de ponis con la esperanza de pasar desapercibida por los padres de Bubblegum.

Pi. Pi. Pi. Pi. Pi. Pi. Pi. Pi…

Pip.

Pasé al menos veinte minutos escondida en el baño de la cafetería. No estaba dispuesta a dejar que ningún poni me encontrase hasta estar segura en un cien por ciento de que a Bubblegum ya se le había olvidado su berrinche. Debo admitir, que era muy extraño que ninguna yegua entrara al baño en todo ese tiempo.

Durante todo ese lapso, mi fiel Pipbuck estuvo conectado a la red de radio del Establo, donde Bass continuó deleitando a todos los ponis con su exquisito gusto en música de la preguerra. Al principio se dedicó a poner canciones lentas, un poco de "El sol no puede esconderse (para siempre)" de Sapphire, luego empezó a subir un poco el ritmo con los tonos de la ágil guitarra de String Colt con "War Horse", para finalmente sacar las clásicas canciones dupstep de nuestra querida poni de vinilo, "Music to my ears, love to my Heart".

Creo que hubiera podido quedarme ahí el resto de la tarde, de no haber sido por la interrupción de Rose. Su cabeza se asomó por la puerta y suspiró al verme arrinconada en el suelo del lavacascos.

-¿Qué pasó?-preguntó con indiferencia.

-¿Sabes si aun están ahí los padres de Bubblegum?-pregunté en respuesta, retirándome el audífono y alzando la mirada hasta ella.

-Todos los ponis están allá, supongo que nadie notará tu presencia.

Bueno, eso era reconfortante.

Me paré sobre mis cuatro cascos, sacudí mi traje con las alas y troté hasta la puerta, donde mi amiga me estaba esperando. Ella sonrió un poco mientras abría la puerta para salir a la cafetería.

-Vamos, Fly.-dijo ella, tocándome el hombro con su casco y luego dándome un empujón.

¿Qué demonios…?

Pip. Pip. Pip. Pip. Pip. Pip.

La enorme sala en que hace unos minutos había estado comiendo se había transformado completamente. Alguien había quitado todas y cada una de las mesas y las había amontonado en una esquina del salón. Las luces de la periferia estaban completamente apagadas, dejando solamente las centrales iluminando el lugar. La voz de la señorita Shores inundó mi sentido del oído. Muchos ponis estaban en el centro, bailando.

-¿Cuánto tiempo pasé ahí adentro?-pregunté en un susurro al ver la improvisada pista de baile, olvidándome por completo de mi botella de agua.

-Minutos, horas, días, ¿Acaso importa?-respondió la unicornio encogiéndose de hombros,- ¡Solo diviértete!- tras decir eso, se alejó de mí, siguiendo a una yegua terrestre que bebía un tarro de cidra.

Una fiesta. Cielos, eso sí que era raro… Estoy segura de a mi generación no le había tocado hasta ahora. La palabra en sí era un concepto totalmente alíen para mí, claro, eso no me impidió experimentarlo.

Pasé un rato conversando con un par de ponis de las zonas de mantenimiento, divertidos los corceles. Mientras bebía algo de cidra de hace doscientos años, los dos ponis me platicaban sobre la utilidad de las llaves y otras tantas herramientas de las cuales sólo reconocí el martillo. Luego se nos unieron más, potros y yeguas, todos conversando de mil temas distintos y de alguna forma entrelazándolos para que pareciera una misma conversación.

Pasado mi sexto tarro de cidra, la conversación había muerto oficialmente, ya ningún poni se preocupaba por hablar, de hecho, a duras penas podían mantenerse en pie. Algunos de los potros con lo que había estado hablando se habían retirado hacia ya un tiempo. Muchos de los corceles y yeguas que habían inundado la pista de baile ya no estaban, de hecho, la cafetería parecía casi vacía a estas horas. Mi amiga también se había ido, seguramente a pasar la noche con la otra yegua. Estaba sola, admirando con cierta enviada a las pocas parejas restantes que bailaban bajo los focos incandescentes encendidos.

Pip. Pip. Pip.

Como mínimo, ya no debía preocuparme por encontrarme con los padres del potrillo. Era un consuelo, en realidad.

-¿Cómo estás?- observé a Peridot acercarse a mí, se sentó en la mesa, con su cuerno brillado y sosteniendo una copa de vino con su magia dorada.

-Bien, si ves a tu madre, dile que le deseo un feliz cumpleaños.-comenté mirándole de reojo y sorbiendo algo de cidra. Él sonrió, igualmente bebiendo de su copa.

-¿Sabes?, a veces me pregunto cómo sería si tuviéramos un hijo.-dije dándome la vuelta para ver a un unicornio verde, no sabía si por su pelaje o por la nausea que parecía tener.

-¿Es-estás insinuando algo?-preguntó espantado, abriendo los ojos con horror.

Sonreí.

-No, pero piénsalo, ¿Sería un alicornio?

Dot hizo un gesto extraño con su rostro, luego se zampó el vino de un solo trago y con las mejillas rojas me miró:

-No creo que eso sea posible…

Le interrumpí:

-No, pero sería grandioso, él o ella podría volar como yo y hacer magia como hic tú.

-Pero tú no sabes…

Le volví a interrumpir, no me importaba mucho lo que fuera a decir ¡Tener un hijo alicornio sería jodidamente genial!

-O tal vez serían gemelos, uno pegaso y el otro unicornio, eso sería tierno…-le dije haciendo un gesto con mis labios. Era otra opción.

-Bastante, sí… ¿Cuánto has bebido?-preguntó alzando una ceja tomándome por los hombros con un ligero zangoloteo.

-Una o dos…-respondí sonriendo como una idiota.

-¿Copas?

-Docenas… ¿Medias docenas? ¿Docinas? ¿Do..do…? ¿Tal vez dos más que mis cascos?-especulé con mis ojos mareándose al ver mis seis patas alzadas frente a mí. Él me observó con ternura en los ojos, con su magia me levantó a su lomo, ¡Yay! ¡Paseo en poni!

Dejé el resto de mi cidra en la mesa, incapaz de recuperarla. Me dejé arrastrar por Dot, "Dot", era un lindo apodo pensándolo bien. Él me cargó hasta la puerta de mi habitación, donde un poni terrestre nos recibió a los dos con una mirada interrogatoria.

-Lamento esto señor, pero creo que bebió demasiada cidra…

-No te preocupes, hijo.-respondió el poni movedizo con cuatro ojos haciendo un gesto con su casco, señaló una puerta en el fondo del lugar y el paseo continuó hasta que el poni de suave pelaje me arrojó a un frío colchón. Se agachó a darme un beso en los labios y luego salió.

Pip. Pip. Pip.

El poni terrestre que nos recibió se quedó unos minutos en la puerta, observándome yacer en la cama. Tras un momento, cerró los ojos y negó con la cabeza, se notaba algo enojado.

-¿Qué hice para merecer esto?-se lamentó dándome la espalda.

-¡Tu sabes lo que hiciste, y deberías estar orgulloso de tu trabajo!-grité en respuesta, la puerta de mi habitación se deslizó al tiempo que el viejo corcel gruñía algo sobre la falta protección y sus consecuencias.

-Yo también te quiero, papi.-volví a gritar cuando él dejó de masticar palabras.

Pip. Pip. Pip. Pip.

Pip…

Las risillas de los potros solían mantenerme distraída durante algunos minutos durante las últimas horas de clases. Siempre era divertido adivinar los chistes o incluso llegar a inmiscuirme en sus vidas escuchando sus burlas. Hoy. Sus gritos y burlas eran una tortura surgida del Tártaro, ningún poni debía vivir nada similar, nunca. El incesante ruidero de los potros, sumados a la estática del audio en el video escolar y mis escasas horas de sueño, de verdad no ayudaban a que mi cerebro se recuperara de la resaca.

Pip. Pip. Pip. Pip.

Ahg, y el maldito pitido del Pipbuck tampoco ayudaba. Finalmente, las alarmas programadas en los dispositivos de los potros anunciaron con un estridente ruido, que al final habían terminado las clases. Solté un suspiro cuando el último poni salió del aula. El silencio reinaba, el proyector estaba apagado, no había niños… era perfecto, un lindo momento para recostarme en mi silla, subir los cascos al escritorio y relajarme un rato.

Toc. Toc.

Aaaaggghhh.

-¿Sí?-susurré apretando los dientes. La puerta de la sala se abrió, revelando al poni que me había acompañado anoche a mi habitación.

-Hola,-dijo con timidez. Uh, eso era nuevo. Tomando en cuenta que Peridot era el hijo de la Overmare, era todo un suceso verlo así: sus ojos contraídos, melena despeinada, sudor por todo el cuerpo… me negué a pensar lo peor, aunque me cabeza comenzaba a sacar conclusiones.

-Hey.-respondí alzando la cabeza.

-Um, yo solo quería saber si quisieras venir a cenar conmigo esta noche… yo, em, ¿Quisieras?-sus ojos se movían con cierto temor, miedo a que rechazase la oferta. Sonreí un poco al ver que no era la única afectada por la llamada fiesta.

-Por supuesto, sólo consigue algo de cidra…-lo decía en broma, pero en el momento su postura cambió, parándose recto y sacando el pecho.

-Cidra, sí, te espero luego.- entonces salió galopando por el pasillo.

¿Qué acababa de pasar?

Pip. Pip.

De: P

Para: DF

Mensaje: lo siento, olvidé comentártelo esta tarde. Con las prisas se me pasó decirte la hora, espero que puedas ir a las ocho. No logré conseguir cidra, al parecer las reservas están restringidas, pero hallaré algo más. Si tienes algún problema para asistir puedo arreglar otra cena, solo avísame, ¿sí?

Pip.

De: **

Para: P

Mensaje: está bien, asistiré hoy a las ocho, muchas gracias por la invitación, P.

Salí del P.I.M. y de inmediato el mensaje se borró, igual que siempre.

Ya mencioné que esa es la única función útil que el Pipbuck tiene para los ponis normales, aquellos que no nos dedicábamos a dispararle a las radiarachas que salen de la tierra o a tratar de reparar las maquinas que nos mantienen con vida dentro de este agujero.

Supongo que Stable-Tec tenía sus razones para crear este tipo de aparatos-¿De qué sirve bajo tierra? ¡Ni idea!-, pero una cosa es segura, y es que al menos ciertos modelos de Pipbucks fueron específicamente pensados para determinados ponis. El 68, por ejemplo. Este establo fue creado con el propósito de preservar la literatura equestre por si… algo malo sucedía. Según las "interesantes" pláticas de mi compañera Rose, existen muchos modelos de Pipbucks, algunos más avanzados que otros, algunos con ciertas características que no todos tienen… Ese es el caso de mi pequeño radio y mapa: el modelo Writting Hoof fue creado específicamente para ponis que pasan la vida con la máquina de escribir, o pluma y tinta; y un pedazo de papel.

En realidad no me interesaba el funcionamiento del Pipbuck como a Rose, creo que de hecho ni siquiera me molestaba en leer al respecto. Sin embargo, algo que sí sabía es que este gigantesco pedazo de maquinaria tiene un procesador similar al de los ordenadores, comprimido con magia, y que es capaz de almacenar notas e incluso libros enteros.

Suena raro, e incluso como una aplicación muy poco práctica, tomando en cuenta el propósito inicial del Pipbuck, pero seguramente uno que otro poni de la primera generación del 68 estuvo agradecido por ello.

Y los mensajes… Bueno, estaba segura de haber escuchado algo así de Rose, o de su compañera de habitación. Aunque, en realidad, no presté atención a nada. Quizás fue culpa del audífono… O mía, por nunca quitármelo.

La tarde pasó con una curiosa lentitud. Mientras intentaba recuperarme del dolor de cabeza con una siesta, los pausados mensajes de Dot me hicieron imposible conciliar el sueño. Las horas se fueron en mi oscura habitación, con las luces apagadas para evitar que la luz empeorara todo.

Cuando recupere un poco la conciencia, me di cuenta de que ya eran las siete. Me di una ducha rápida y sequé mi melena. Me dirigía a la entrada del apartamento, cuando dos ponis terrestres se percataron de mi presencia.

-¿A dónde vas?-preguntó el corcel de intensos ojos, observándome con cierta furia.

-A cenar con Peridot.-respondí, dándole la espalda y presionando el botón que abría la puerta. Esta se deslizó al mismo tiempo que mi madre comenzaba a hablar.

-Que te vaya bien, sólo no llegues tan tarde esta vez.- dijo con un tono mucho más benevolente una poni terrestre sentada en el sofá, acariciando la melena de mi padre.

Asentí.

-Claro ma'.-dije con la puerta cerrándose tras de mí.

Comencé a trotar con cierta calma por los pasillos, saludando a uno que otro poni y cuidando mi E.F.S., por cualquier señal que pudiera darme de los padres de Bubblegum, supongo que sería fácil dar con ellos gracias al Pipbuck. Tuve razón, un par de veces estuve a punto de toparme con los ponis en el pasillo, pero gracias a la advertencia de mi dispositivo logré evadirlos.

Fuera de los casi encuentros con la familia Gum, el camino no ofreció nada interesante. Así que me limité a trotar hasta la puerta de Peridot. Seguro ya habrán notado que sigo viviendo con mis padres, mientras que mi novio ya posee un departamento propio, bueno, eso es culpa del espacio. Viviendo bajo tierra, el espacio es limitado para la población actual del Establo, así que la única familia con derecho a más de un apartamento es, por supuesto, la de la actual Overmare.

Pip.

Di un par de golpes a la puerta de hierro y esperé. El sonido de cacharros cayendo resonó detrás del portal, luego una agitada respiración y un callado "mierda". Finalmente, un corcel abrió la puerta y me recibió con una sonrisa en el rostro.

-Hola…-jadeó Dot.-pasa, por favor.

Al entrar, note que el apartamento estaba oscuro, iluminado con luz de velas de cera y un par de lámparas amarillentas. Un delicioso aroma me recibió, no supe qué era exactamente, pero olía delicioso. En el centro de la cocina, una mesa con un florero y un par de flores.

-Esto… ¿Peridot, por qué…?-me vi obligada a dejar mi pregunta en el aire, el apuesto corcel se acercó a mí y colocó su casco en mi lomo, empujándome un poco. Luego, con su magia, apartó la silla, me senté mirándolo con incertidumbre.- ¿Qué es…?

-Sshh…-siseó él, no de manera hostil, sino todo lo contrario. De inmediato, Dot se apresuró a sentarse frente a mí y con su magia atrajo dos platos que pasaron flotando hasta que aterrizaron enfrente de nosotros con cierta gracia. Entonces él sonrió:- He pensado un poco en lo que dijiste ayer.-comentó.

-¿Qué dije?-pregunté, parpadeando verdaderamente confundida.

-Ya sabes, lo de los pequeños alicornios. Sería increíble tener un bebé alicornio.- su cuerno se volvió a iluminar y una botella de vino apareció frente a nosotros, junto a un par de copas y una pajilla.

Guardé silencio, concentrándome en las verduras condimentadas que estaban esparcidas en mi plato. Peridot sirvió algo de vino en las copas y me pasó una con la pajilla flotando, qué considerado de su parte, supongo.

-¿Ah, sí?-cuestioné alzando el tenedor con un pedazo de zanahoria y metiéndolo en mi boca.

-Sip, imagínalo. Podría tener magia y hacer cosas como su padre,-comentó con orgullo, dio un sorbo al vino y luego agregó:- y podrías enseñarle a volar. Quizás sería difícil al principio, pero ¿Puedes imaginarlo?

Podía hacerlo, y si soy sincera, amé la fantasía que mi cerebro creaba en esos momentos. Una pequeña figura poni, aleteando por el apartamento mientras su cuernito sacaba chispas de color dorado, como el de su padre. E incluso si no fuese un alicornio, el simple hecho de imaginarlo me provocaba extraños sentimientos en el pecho.

Pip. Pip. Pip. Pip.

-Ciertamente sería adorable tener un potro, pero de momento creo que estás algo ocupado para ser padre, y yo estoy hasta la melena de niños.-respondí tras haber masticado el tercer bocado, no estaba tan mal, he de admitir.

Él mi observó con una mirada calculadora por unos segundos, luego volvió a tomar un sorbo de vino, uno tan largo que se lo terminó. Sirvió otra copa y se la zampó de un trago. Le observé, preocupada.

-¿Dot?-dije.- ¿Qué estás haciendo?

-Intento tragarme los nervios con vino.-respondió con una sonrisa titubeante.

-¿Para qué?-cuestioné, finalmente me decidí por agregar:-¿Sabes qué?, olvídalo, solo disfrutemos de la cena.

-Sí…

-Sí.

Como un potro castigado, él agachó los ojos y comenzó a comer sus verduras con el ocasional y más moderado sorbo de vino. Una vez que ambos terminamos nuestra cena, él me miró con ojos indecisos, masticando las palabras como si fueran clavos.

Fruncí el seño: -¿Sucede algo?

-Esto no es exactamente lo que planeé.- dijo.

¿Uh?

-He tenido tiempo para pensar últimamente.- ¡Qué sorpresa!- y tomar esta decisión me costó mucho trabajo. He... Reflexionado sobre todo esto,- con su casco hizo un arco señalando al Establo.- sobre nuestras vidas, sobre mí, y sobre ti.

Okay.

-Y creo que hemos pasado un muy buen tiempo juntos, estos años han sido geniales para mí, yo… nunca había sentido nada parecido y… tú eres muy especial para mí, Fly.-sus ojos brillaban con cada palabra como si de estrellas se tratase.

Ahg. Esa era una de las desventajas de nacer en un Establo en el que la literatura era apreciada por sobre el oro, incluso los corceles tienden a ser cursis…

-Yo, de verdad, quisiera estar contigo… Poder pasar mi vida contigo, formar una familia y… pensar en ello me pone nervioso. Cuando... cuando estoy a punto de decirlo, algo estúpido sale de mi boca y no soy capaz de expresarlo.

-Te juro que todo estaba planeado, quería que fuera algo especial y que recordaras siempre.

¿Qué insecto radioactivo le había picado?

Pip. Pip. Pip. Pip. Pip. Pip.

Se levantó de su asiento y una vez más tragó el vino sin siquiera pensarlo. Su rostro estaba rojo y sus piernas temblorosas. Se acercó a mí y con una reverencia dijo las tres palabras que jamás hubiera esperado escuchar en un día como aquel.

-¿Te casarías conmigo?

Pi. Pi. Pi. Pi. Pi. Pi...

Mi corazón saltó como un potro salvaje, mi cabeza dolía y sentía a mis sentidos dormirse. Una sensación me crecía en el estomago con una dolorosa velocidad. Pese a la emoción del momento, estaba segura de que esa cosquilleo tan doloroso no eran mariposas.

Mi Pipbuck comenzó a sonar una alarma en mis orejas, el pitido que había estado escuchando desde hace una semana se volvía cada vez más rápido en ese mismo instante, llegó un punto en el que incluso creí escuchar un zumbido.

P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P. P.

-Por supuesto… que, uh, sí.-jadeé tocándome el pecho con los cascos, desesperada por abrir el traje de utilidad y tocarme el pelaje... Mi corazón.

Nunca había latido así ¡Mierda, dolía como mil infiernos!

-¿Estás bien, ¡Fly!?- mi corcel se levantó y comenzó a cargarme con su magia, una vez más en una sola semana, estaba en su lomo. Intenté decir algo, pero mis palabras se congelaron gracias al incesante dolor. Mis cascos dejaron de responderme al cabo de unos segundos y él tuvo que envolverme en su campo de telequinesis durante todo el camino a la enfermería.

-Tranquila,-susurró mientras galopaba. Mis pulmones se unieron a la huelga de mi corazón, comenzando a batallar para poder procesar el aire. Mi pecho ardía, el oxigeno se me acaba con cada segundo que mis pulmones dejaban de responder.

-Ah…-logré decir con una voz tan seca como el papel. Tosí un poco cada segundo.

¿Qué demonios estaba sucediendo?

-Resiste, ya casi llegamos…

El sonido de sus cascos sobre el pavimento fue lo único que alcancé a percibir, mis ojos ardían y no podía llorar para humedecerlos. Al cabo de un minuto, yacía sobre su lomo como un saco de patatas, colgaba de él.

-¡Alguien, por favor! ¡Ayuda!-gritaba Peridot a las enfermeras que corrían hacia él. Al menos cuatro unicornios nos rodearon y distintos campos de fuerza me rodearon, levantándome, haciendo que mi cuerpo flotara hasta una recamara blanca. Me dejaron sobre una cama de metal y presionaron mi casco, subiendo por mi pierna, buscaban mi pulso.

Escuché a las enfermeras y doctoras gritar órdenes, un par de sollozos de ponis y un grito tan desgarrador que me pareció imposible que perteneciera a un poni:

-¡NO!

Lo mismo pensé en ese momento, no. Mis sentidos seguían durmiendo, dejándome a merced de mi oído y tacto. Intenté hablar una vez más, pero mi garganta, al igual que mi corazón, había dejado de funcionar.

El mundo era oscuro dentro del Establo, pero ahora que mis ojos habían muerto podía conocer realmente el significado de la palabra oscuridad. Nada. Sólo imaginación para intentar ver lo que los ponis médicos hacían para salvarme.

Sentía aparatos fríos recorrer mi pecho, una aguja y luego… nada.

Todo se detuvo de manera abrupta, el chequeo, los aparatos, los gritos, las ordenes, el fluir de líquidos por mi cuerpo, los choques eléctricos. En medio del silencio, pude distinguir un murmullo una voz masculina que decía con cansancio y dolor:- Lo siento, pero ya es muy tarde, fue repentino y no pudimos hacer nada al respecto.

Luego otra voz de corcel sollozó:-No, no diga eso… por favor, no…

Dot… Aquí estoy. Sigo aquí. Quise decir

-Señor, lo lamento, pero su corazón se detuvo hace unos segundos, ya hemos intentado todo… no responde…

-No, usted tiene que hacer algo.

-Si el corazón deja de latir, yo difícilmente puedo hacer algo.

-¡Por el amor de Celestia, tiene que salvarla!

Pero sigo aquí.

Mi corazón estaba quieto.

Mis músculos paralizados.

Mis ojos y nariz se habían apagado…

Pero yo estaba viva.

Podría jurar que seguía escuchando, podía escuchar lo que decían y sentir la forma en que sus cuernos envolvían mi cuerpo en magia. Podía sentir las cosquillas en mis alas y la frialdad de los aparatos. Pude sentirlo todo. Escucharlo todo. Cada murmullo y cada lágrima derramada sobre el pavimento del suelo de la clínica del Establo 68.

Estaba viva, aunque mi cuerpo dijera lo contrarío.

Jamás había pensado en la muerte antes de aquel día.

Morí. O eso es lo que decían los registros de población en el 68.

Por algún motivo, era capaz de escuchar y sentir las cosas que sucedían a mí alrededor. Sentía como mi pelaje se erizaba al momento en que me transportaban con magia. No podía moverme, no podía ver más allá de la negrura de mis parpados cerrados… pero estaba viva.

Pasaron horas de esa forma, entre murmullos y cambios invisibles para mí. Lo último que recuerdo haber escuchado era el viejo corcel, su voz era solemne y estaba cargada de amor… Amor que jamás creí escuchar de alguien como él.

-… De verdad lo lamento, yo…debí, tú eras…-sentía su aliento calentar mi frío cuerpo, su frente estaba sobre mi pecho y su boca se movía, pronunciando aquellas palabras que nunca tuvo la osadía de decirme en vida.-Lamento no haberte demostrado lo que yo…

-Lo que, -interrumpió otra voz cuando el viejo corcel estalló en llanto.- tu padre intenta decir es, que siempre estuvimos orgullosos de ti, mariposita.

Esa era mi madre, quien hipaba igual que mi inconsolable papá. Quería decir algo, dar una pista. Gritar y moverme, hablarles, mover aunque fuera mi oreja. Cualquier señal que pudiera enviarles me hubiera satisfecho. Pero no. En mi estado actual, era imposible hacer tal cosa. Estaba presa en mi propio cuerpo, atrapada con las alas y cascos atados a mi lomo, mi boca amordazada y mi corazón quieto.

En medio de la oscuridad, sentí dos pares de labios besar mi frente. Cálidos y cariñosos, como eran en mi infancia.

-Buenas noches, hija,-dijo mi padre con la voz rota.- descansa, ten dulces sueños. Y ojala que Celestia y Luna te protejan en la otra vida.

Mis padres jamás fueron específicamente religiosos, al menos no lo suficiente para creer en una vida después de la muerte, por lo que escucharle hablar así… De verdad estaba herido. Mientras él y mamá estaban pegados a mí, podía sentir sus corazones fragmentados latir en mí, como si quisieran llamar a mi propio corazón a despertar.

No sucedió.

El llanto continuó durante más tiempo del que pude registrar. Una vez más, el aura mágica de unicornio me envolvió y los campos telequinéticos me transportaron hasta lo que parecía una cama de metal, similar a la del hospital. Una suave manta se posó sobre mí, cubriéndome con delicadeza.

-Adiós, hija.-fue lo último que escuché aquella tarde.

Creí que era mi funeral. Muchos ponis habían estado hablando conmigo, o mejor dicho, lamentándose sobre mi muerte. Escuché toda clase de voces, algunas que ni siquiera reconocí. Rose lloró en mi cama durante casi veinte minutos seguidos, murmurando y balbuceando palabras que creyó que nunca diría. Se disculpó por cosas que yo ni siquiera sabía que había hecho, ¿En qué momento pretendía decirme que no dejaba de espiarme en las duchas? Cuando ella se confesó por completo, se secó las lágrimas y se retiró con una despedida: un abrazo y un ahogado "Gracias".

Gracias a ti, Rose.

Luego llegó un grupo de niños.

Las risas de niños eran parte de mi pan de cada día, lo que me alegraba un poco el día. Pero su llanto. Su manera de llorar era desgarradora, cada palabra era incomprensible gracias a los gritos que acompañaban su dolor. De haber podido, habría llorado sólo de escucharlos.

Toda la ceremonia esperé por Dot, pero él no se apareció. De las bocas de un par de yeguas chismosas me pareció escuchar que él estaba devastado por mi muerte. Según ellas, Peridot había pasado todo el día llorando en su apartamento, lamentándose de haberme hecho esto. ¡Pero no era su culpa! No era culpa de ningún poni. Mi cuerpo decidió jugar una mala broma… pero él creía que era su culpa… Se culpaba por esto.

Y yo no podía hacer nada para salvarlo.

La oscuridad y el frío parecían nada en comparación a aquel simple hecho: el día que empezaríamos a pensar en el futuro, este se nos fue arrebatado.

-¿Qué fue lo que sucedió, Doctor Silver?- preguntó una yegua, por su voz se notaba cierto nivel de madurez y molestia.

-Señora Jade, no tenemos entendido qué fue exactamente lo que sucedió, cuando llegó su estado era crítico. Su corazón se detuvo, intentamos reanimarla por todos los medios posibles, ni energía ni magia pudieron salvarla, fue repentino.

Desde debajo de la sabana, escuchaba todo lo que decían. La Overmare en poni había ido a revisar los registros del hospital del Establo para saber qué había provocado mi descenso.

-¿Podría ser un infarto?-preguntó ella con un ligero golpeteo de su casco entaconado.

-Quizás, lo siento Overmare, pero no tenemos nada claro con esta yegua.- podría apostar a que me señaló en ese momento.

-¿Alguna infección?, ¿Enfermedad?

Para el doctor Silver Heart y para mí, era más que obvio que la Overmare Jade no tenía la menor idea de conocimientos médicos, mucho menos epidemiológicos. Sin embargo, era una posibilidad que todos empezamos a considerar. ¿Me habría enfermado?, ¿Algún parasito?, ¿Alguna bacteria?, ¿Acaso había sido el conservativo del pastel de doscientos años? ¡Eso tenía que ser!

-Esa es una muy probable opción, Overmare, aunque la considero poco creíble dado el infarto .-respondió el doctor con cierto desconcierto.

-Bien.-dijo ella, satisfecha de su adivinanza.- quiero que quemen todas sus pertenencias ahora mismo, y retiren su cuerpo.

¿Retirar, a dónde?

-No creo que...

-No, si la infección es una posibilidad, no estoy dispuesta a arriesgar a todo el Establo a una epidemia. Limpiarán sus cuarteles y pondrán a su familia y a todos los ponis que hayan estado en contacto con ella en cuarentena, pero primero, deshazte del cuerpo-. La autoridad en la voz de la Overmare era tal, que incluso sentía ganas de comenzar a desechar mis cosas yo misma, pero por un breve segundo se volvió jovial. Me atrevería a decir incluso que era juguetona cuando habló de nuevo suerte mataremos dos parasprites de un tiro.

-Tome las medidas que sean necesarias, Silver.

-¿Quiere que retire su traje y su Pipbuck?-preguntó el corcel.

-No, no quiero que nada se quede aquí. No pierdas tiempo en ello, solo sácala de aquí.- En su voz podía percibir el miedo.

-Sí, señora.

Los tacones de la Overmare fueron los que me indicaron que ella se había retirado. Al momento, el doctor soltó un suspiro.

-Bueno, ya escucharon.-murmuró a otros ponis.- vayan a sacar sus cosas. Yo me encargaré de ella.

Las ruedas de la cama en donde me encontraba comenzaron a girar.

-Señor, ¿No prefiere que le acompañe alguien?- dijo un poni.

-Sí, ven conmigo, Flow, siempre que me asomo a ese lugar se me pone la carne de gallina.-respondió Silver Heart con un ligero temblor. La poni y él comenzaron a trota, empujando mi cama por los pasillos en una dirección que me era desconocida.

El traqueteo de las ruedas me acompañó todo el camino. Ni el doctor ni la poni, que creí era una enfermera, hablaron en todo el camino. Solamente arrastraron mi cama hasta un lugar aun más frío y silencioso que la Biblioteca. Nos detuvimos llegado ese punto.

-¿Alguna vez lo habías visto?-dijo el corcel.

-N-no, señor. Nunca he visto cómo es-confesó la poni, Flow, creo.

-Bueno, prepárate, en cuanto abra la puerta, quiero que la saques con tu magia, tendrás que salir unos pasos y arrojar el cuerpo lo más rápido posible.

-¿Yo?, pero señor, yo sólo quería… No tenía esta intención, Doctor Silver, yo sólo…-balbuceó ella.

El otro poni la interrumpió:- Ya estás aquí, es tu turno de ver porque seguimos encerrados en esta madriguera, ¿Okay?-su voz denotaba ira, no supe por qué, sólo sabía que había algo muy malo en aquella situación.

-Está bien, señor.

-Hmph-gruñó Heart.

Los dos no se dirigieron la palabra por unos segundos. Luego comencé a escuchar el cliqueo de unas teclas. El pitido de un Pipbuck y unos cascos golpeando una terminal con fuerza. Luego, el silencio fue rotó con el estridente retumbar de una rueda. Desde mi cama, podía escuchar los engranajes girar, las válvulas soltar vapor. El chirrido de una tuerca del tamaño de un oso que raspaba contra el suelo pavimentado del Establo.

¡¿Qué estaba sucediendo?!

Un fuerte viento comenzó a surgir del mismo lugar que los ruidos. La sabana cayó de mi cuerpo, arrastrada por el aire. En medio del ventarrón, Silver y Flow comenzaron a gritar algunas cosas que no alcancé a oír. La magia tomó mi cuerpo. De pronto, el viento soplaba con más fuerza, alborotando todo nuestro pelaje. Un ligero balanceo, como si estuviera tomando impulso. Luego, sentí el campo de magia desvanecerse y la dura superficie golpear contra mis costados. Unas rocas se encajaron en mis flancos y la tierra cubrió mi rostro… Un segundo. ¡¿Tierra?! ¿Dónde diablos estaba?

-¡Ya regresa!-gritó un semental, que supuse era el doctor. Entre el susurro del aire, escuché los cascos galopar y la enorme tuerca volver a girar.

¿Dónde estaba?, ¡¿Adónde carajo me habían arrojado?!

Una fría sensación me recorrió la espalda.

No podía ser…

El viento soplaba en mis orejas, acariciándome las mejillas y sonriendo de manera maliciosa mientras pronunciaba aquella palabra maldita:

"Afuera"

Nota al pie de página: 50 % para el próximo nivel

Rasgo añadido: Crusader honoraria: Tus años de relacionarte con potros han rendido frutos ¡Eres casi tan inmadura como ellos! Este beneficio te da un incremento significativo en Dialogo siempre y cuando hables con potrillos, lamentablemente tendrás problemas para hablar sobre "temas de adultos".

Rasgo añadido: Pegaso: por suerte o por error naciste con alas, esto te proporciona dos puntos extras en Agilidad, pero pierdes 3 en Carisma siempre que tus alas estén descubiertas ¡Viva Equestria!