Aclaración para evitar malentendidos: Este fic es una SECUELA, SI NO LEÍSTE LA PRIMERA PARTE SÓLO TIENES QUE ECHAR UN VISTAZO A MI PERFIL Y ALLÍ LA ENCONTRARÁS, SE LLAMA "MIS PRECIOSIDADES." Y como mis demás fics éste también está fundamentado en un enredo con una pizca de drama, muchas escenas de amor y ternura, y un final feliz, por supuesto, así que, si no te gusta este tipo de historia, búscate una que te complazca, hay autoras en Fanfiction para todos los gustos, aprovecha la diversidad ;)
Capítulo revisado innúmeras veces, pero soy humana, así que, de antemano, disculpen cualquier error que se me haya escapado.
Disclaimer: La saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer, yo solamente me divierto con sus personajes, ya que me enamoré de ellos. Esta historia es una idea mía y ahora la comparto con ustedes.
Capítulo 1— Por fin en casa
POV Edward
En el período de dos años mi vida cambió de una manera drástica, sin embargo, en el día de hoy no podría imaginar mis días sin todo lo bueno que estos cambios me habían proporcionado.
En dos años pasé de estar buscando a mi hija, para encontrarla donde menos me lo esperaba, en la misma ciudad en que vivían mis padres y hermanos. Me enamoré de mi niña en el mismo instante en que la vi en los brazos de su madre, madre adoptiva, si es para ser especifico, ya que su madre biológica había muerto tras el parto, pero llamar a Bella de madre adoptiva me sonaba algo tan frío, algo que no representa el gran amor que Bella y Maddie se profesaban, ella era su madre y punto. Y si me enamoré de mi hija nada más verla, qué decir de su mamá, con aquellos grandes ojos marrones, que me hacían sentir que estaba por zambullirme en una piscina de chocolate derretido. Nuestro acercamiento no fue fácil, estuvo envuelto por una capa de miedos y dudas, pero al final el amor venció y yo logré hacer de Bella la señora Edward Cullen, hoy somos una familia, una familia que estaba a pocas horas de trasladarse a su nuevo hogar.
— Ya estoy en casa, mis chicas preciosas — anuncié entrando en el apartamento de Bella que se había convertido en nuestro apartamento y que en aquel momento parecía más un depósito de cajas.
— ¡Papi! — Chilló la dulce voz de mi bebé de casi dos años de edad, la vi salir de nuestra habitación a toda prisa, corriendo en mi dirección, por suerte su camino estaba libre de obstáculos.
— Hola, pequeña preciosura — la saludé, cogiéndola en el aire, ella se carcajeó feliz, la atraje a mi pecho y la abracé. — ¿Me extrañaste? — Pregunté besando su mejilla regordeta.
— ¡Sí! — Exclamó besando mi rostro.
— Papi también te extrañó un montón — dije soplando en su cuello y ella se rió retorciéndose en mis brazos.
— ¿Un montón? — Preguntó cuando la dejé sobre el suelo, acuclillándome delante de ella.
— Sí, un montón así — dije abriendo mis brazos y ella se echó sobre mí abrazándome, la atrapé, y ella se acurrucó junto a mi pecho. — ¿Dónde está mamá, pequeña?
— Vitiendo — contestó simplemente.
Oí la risa de mi esposa desde nuestra habitación, luego la vi asomarse al pasillo, vestía una camiseta amarilla y un pantalón chándal gris, venía con una toalla en la mano, secando su largo pelo.
— Hola, amor — me saludó, poniéndose a mi costado, haciendo cosquillas en la tripa de nuestra hija que se rió y se escondió en mi cuello. Con mi brazo libre la atraje hacia mi cuerpo, ella me sonrió e irguió una mano para acariciar mi rostro.
— Hola, preciosa — la saludé e incliné mi rostro para besarla brevemente, ella suspiró abrazando a mí y a nuestra hija, descansando su cabeza sobre mi hombro. ¿Un día agotador? — Pregunté besando su pelo húmedo todavía.
— Sí… no imaginé que tuviera tantas cositas para empacar — ella irguió el rostro y pude ver el cansancio en sus facciones. Con mi mano todavía en su espalda la guié hasta el sofá, con Maddie sentada sobre una de mis piernas y Bella acurrucada a mi costado, empezamos a conversar.
— ¿Queda mucho por hacer? — Le pregunté.
— Algunos utensilios de la cocina y algo de ropa y los juguetes de Maddie. Esme me ayudó mucho hoy, hace tan sólo cuarenta minutos que ella se fue.
— Siento no haber estado aquí para ayudarlas — le dije.
— No los sientas, tenías que trabajar, además estoy en mi día libre, y tus hermanos y tú serán los que van a cargar con todas las cajas — me recordó ella. Habíamos esperado el doble día libre de trabajo que ella tiene una vez al mes fuera en un final de semana, así ambos estaríamos libres para el día de nuestro traslado a la casa nueva.
— Ah, muy bien, así que me vas a poner a trabajar, eh, señora Cullen.
Ella se rió y dejó un beso fugaz en mi cuello.
— Voy a ducharme, luego comemos algo y descansamos, porque vamos a tener un largo día mañana — le dije enseguida.
— Mientras tanto calentaré la sopa de Maddie. ¿Te importa si comemos unos sándwiches? Con todo el ajetreo no tuve tiempo para preparar nuestra cena.
— Ocúpate de nuestra hija, cuando termine mi ducha me ocupo yo de nuestra cena.
— Vale.
Me duché y cuando volví a la cocina Bella ya estaba alimentando a Maddie, que sentada en su trona abría la boca con mucho énfasis para que su madre le diera la siguiente cuchara de su sopa. Riéndome, besé el tope de su cabeza y luego me incliné para dejar un ligero beso en los labios de mi esposa. Hice tres sándwiches de atún, uno para ella y dos para mí, y llené dos vasos con jugo de naranja. Maddie terminó su sopa y la dejamos en su parque con sus juguetes mientras nosotros cenábamos los bocadillos. Cuando terminamos nuestra comida nos dedicamos a jugar por cerca de una hora con nuestra hija, luego la bañé y Bella le dio su biberón con leche, quince minutos después metimos a una muy dormida Maddie en su cuna. Mi esposa era otra que ya casi se dormía sentada.
— A la cama, nena — la insté tirando de su mano hasta nuestra habitación —, mañana tenemos que despertar temprano.
Nuestro nuevo hogar ya estaba completamente amueblado con muebles nuevos, elegidos por Bella y por mí, y por supuesto con la orientación de mi madre, fueron tres largas semanas en que dedicábamos todos nuestros momentos libres a la disposición de los muebles y para la decoración, no queríamos dejar todo en manos de gente extraña, aquel lugar iba a ser nuestro hogar, queríamos que tuviera nuestra mano en todo con respecto a él. La reforma de la casa había durado tres largos meses, pero valió la pena, las remodelaciones eran necesarias para que el espacio se modernizara, ganando algunos confortables cambios, como una bañera de hidromasaje en el baño de la habitación principal, nuevos papeles de pared, una cocina integrada al comedor, un espacioso porche trasero, cambio del maderamiento del techo, pintura de puertas y ventanas, etc…
Dejé que Bella utilizará el baño antes que yo, mientras ella hacía sus cosas, arreglé el cubre cama para que estuviera listo para ella meterse debajo.
— Eres el mejor marido — suspiró mientras yo literalmente la arropaba.
Me reí.
— Sólo dices eso porque te consiento.
— ¿Por qué si no? — Dijo sonriendo, dejé un beso en sus labios y me dirigí al cuarto de baño, al volver me encontré con mi esposa casi dormida, pero así que me acosté en mi lado de la cama ella se giró y se acurrucó sobre mi pecho.
— Buenas noches, amor — musitó, dejando un beso en mi cuello.
— Buenas noches, preciosa — dije, besando su coronilla.
Ella se giró nuevamente y yo me acomodé a sus espaldas, atrayéndola hacia mí, en la posición de cuchara, con nuestros cuerpos pegados nos rendimos al sueño.
Por la mañana nos despertamos temprano, como habíamos previsto, ayudé a Bella a empacar las cosas que faltaban y a las diez de la mañana llegaron mis hermanos y mis cuñadas para ayudarnos. El Jepp de Emmett tenía un remolque que él y Rosalie utilizaban cuando hacían excursiones y acampaban en medio de la floresta o cerca de algún lago, antes de Ethan nacer lo hacían a menudo, pero ahora necesitaban que mamá se quedará con él, pues todavía era muy pequeño para participar de este tipo de aventura.
— ¡Ethá! — Chilló Maddie, así que vio a mi sobrino adentrar del brazo de su madre.
— Maddie — sonrió él al verla, Rosalie lo dejó sobre el suelo y él se encaminó hacía mi hija que estaba sentada sobre el suelo de la sala jugando con sus bloques. Cuando estuvo lo suficiente cerca, él la abrazó y dejó un beso sobre su frente.
— Awww… — suspiraron las mujeres al unísono.
— Este niño salió a Emmett, con su manía por los abrazos — comenté, sin poder creer en la escena que mis ojos acababan de presenciar, él todavía iba a cumplir los cuatro años, ¡por Dios!
— No seas celoso, Edward — me picó mi esposa.
La miré achicando mis ojos y eso fue lo suficiente para que ella se carcajeara de la risa. Los niños nos miraban como si fuéramos locos, pero al ver a Bella riéndose y luego Rosalie, ellos empezaron a reírse también.
— ¿De qué fue que me perdí? — Cuestionó Emmett que acababa de adentrar, con un semblante curioso como el de un niño, entonces fui yo el que no pudo aguantar las risas.
— Después te lo explicó, Emm — le dijo su esposa, entre risas.
Él dio de hombros, restando importancia, y se aproximó de nuestros hijos, los atrapó y los levantó en sus grandes brazos, haciendo que el sonido de sus risas infantiles resonara por el apartamento; minutos después llegaron Jasper y Alice a ayudarnos, entonces empezamos con el trabajo. Para nuestra suerte el edificio contaba con un ascensor de carga y en dos viajes logramos llevar todo hacia el garaje y tras una hora de trabajo donde cargamos dos veces el ascensor, luego lo descargamos otras dos veces, para luego llevar las cajas hacía el remolque del coche de Emmett, pudimos finalmente dejar el edificio. Como la casa de mis padres era camino para nuestro nuevo hogar, decidimos dejar a los niños allí, para evitar accidentes mientras nosotros descargábamos las cosas, además ya se acerca la hora del almuerzo y en nuestra casa no había nada de comida, todos nuestros alimentos estaban empacados, así que dejamos a Maddie y a Ethan con unos muy felices abuelos consentidores y cinco minutos después llegamos a nuestra nueva casa.
— Y ustedes tienen la casa… — dijo Emmett admirando la fachada de nuestra casa, recién pintada en un tono de azul cielo, como lo llama mi esposa, siendo las puertas y ventanas pintadas de blanco.
— Es mi casa de ensueño — le comentó Bella sonriéndole, una sonrisa sincera, feliz e ilusionada, sus ojos brillaban cada vez que miraba a nuestro nuevo hogar, la casa me encantaba también, pero lo mejor era ver la felicidad estampada en el semblante de mi esposa, eso me hacía feliz de tal manera que no sabía siquiera explicar de dónde salía este sentimiento. Y pensar que la compra de la casa ocasionó nuestra primera gran discusión, yo la quería regalarla como su presente de boda, pero ella insistía en que debía de contribuir con su propio dinero para la compra, me puse firme y le negué su deseo, ella se enfadó y estuvo durante todo el día sin hablarme.
— Bella — la llamé, sentándome en nuestra cama, ella no irguió la mirada del libro que estaba leyendo, ya era noche y nuestra hija dormía en su habitación —, no seas infantil… — bastó estas palabras para ella levantar su rostro y si las miradas matasen… ella echaba chispas con la mirada. — Por lo menos ahora tengo tu atención — suspiré. — Déjame explicarte mejor mi punto de vista — le pedí, ella no habló, pero asintió con la cabeza. — Quiero darte un regalo, y la casa es tu sueño de niña, quiero hacer tu sueño realidad, déjame hacerlo, me siento feliz en poder hacerlo, además tus ahorros no son tan substanciosos, gastaste mucho cuando compraste tu apartamento, sabes que el dinero no hará falta en mi cuenta bancaría, nuestra cuenta bancaría, lo que es tuyo es mío — enfaticé, le había dado una tarjeta de crédito con libre acceso a mi cuenta, ella la había aceptado, pero sabía que todavía no la había utilizado, era tan cabezota a veces. — Además, puedes hacer lo que quieras con el dinero, comprarte algo, algo para Maddie, para tu padre, ahorrar… — le sugerí, ella me miraba con una expresión de suspicacia —, déjame consentirte, preciosa, me hará inmensamente feliz poder regalarte la casa de tus sueños.
— Vale — dijo de pronto.
— ¿Así de simple? — Le pregunté extrañado.
— Así de simple — se encogió de hombros.
— Beeella…
— ¿Qué? — Preguntó.
— Casi puedo oír los engranajes de tu cerebro mientras piensas, algo planeas.
— ¿Ya he aceptado el regalo no? — Repuso ella.
— Sí y estoy feliz por ello.
— Entonces problema resuelto — puso fin a la historia, inclinándose para besarme en los labios, en sus ojos un brillo diferente.
— Problema resuelto — acepté, y sabía que de alguna manera ella iba a sorprenderme, pero no sabía cuándo.
Dejé mis recuerdos a un lado y con ayuda de mis hermanos empezamos a descargar el remolque, nosotros llevando las cajas más pesadas, mientras las chicas llevaban algunas cajas más ligeras, con las cosas de Maddie, ropas, los tupperware de la cocina.
Las chicas ayudaron a Bella a poner todo los utensilios de cocina dentro de los armarios, según la orientación de mi esposa, llenaron la dispensa con toda la comida que habíamos empacado y la nevera con las cosas que habíamos sacado de nuestra heladera en el apartamento. La cocina era el ambiente principal que necesitaba está listo, lo demás haríamos Bella y yo con calma. Con mis hermanos dejamos las cajas en las habitaciones correspondientes al contenido que éstas llevaban, mi organizada esposa había puesto sobre cada caja una etiqueta con el nombre de la habitación en que la debíamos dejar y fue lo que hicimos los chicos y yo, primero en la primera planta y luego en la segunda y en la tercera, subimos las escaleras varias veces, cuando terminamos el trabajo estábamos completamente sudados por el esfuerzo, llevamos por lo menos dos horas en hacerlo, sacar las cajas del apartamento había sido mucho más fácil.
— Ustedes merecen una repiensa por el esfuerzo — oír decir Bella a mi espalda, me giré y vi a ella y a mis cuñadas adentraren en la sala, donde mis hermanos y yo estábamos desparramados sobre el suelo tras nuestro esfuerzo físico, cada chica llevaba una cerveza en la mano.
— Las amo un poquito más ahora — dijo Emmett, causando la risa de nuestras mujeres.
— Todo listo, nena — le dije a Bella, mientras aceptaba la cerveza que ella me ofrecía y se sentaba a mí lado sobre el suelo.
— Casi listo — me corrigió ella —, todavía tenemos que organizar las cosas en su sitio.
— Poquito a poco, preciosa — suspiré con cansancio, mientras llevaba la botella a mis labios y disfrutaba de la sensación del frío líquido bajando por mi garganta.
Ella se rió.
— Ustedes necesitan hacer ejercicios — dijo mirando de mí a mis hermanos con diversión, mis cuñadas se unieron a ella profiriendo comentarios de apoyo.
— Sin duda, algo de ejercicio no les caería mal, parece que ustedes acaban de correr un maratón, cuando sólo descargaron el remolque — opinó Alice.
— Mi querida esposa — empezó a decir Jasper —, ¿sabes cuántas veces subimos y bajamos está maldita escalera en la última hora?
— Muchas veces sin duda, pero ustedes son jóvenes y si estuvieran en forma no estarían aquí desparramados sobre el suelo como si les fuera el último aliento — contestó Alice, lo que calló cualquier respuesta que uno de nosotros tres pudiera ingeniar. Ante nuestros rostros estupefactos nuestras mujeres se rieron con ganas.
Tras algún tiempo de charlas amenas, dejamos nuestra casa para ir a la de mis padres recoger a nuestros hijos, nos quedamos más tiempo de lo que teníamos planeado, ya que mamá nos había preparado una gran merienda, casi un almuerzo.
— Mami, eres la mejor — dijo Emmett empalagoso, besando su mejilla, antes de sentarse a la mesa y empezar a comer como si la vida le fuera en ello.
— ¿No creces, Emmett? — Le preguntó Jasper.
Emmett no se detuvo a contestar, tan sólo rodó los ojos, la boca llena de comida. Nos reímos y nos sentamos a la mesa.
Maddie y Ethan estaban durmiendo la siesta de la tarde cuando llegamos, así que disfrutamos tranquilamente de la comida.
— Para el próximo sábado, ya que es mi día libre en el trabajo, haremos un almuerzo para oficialmente inaugurar la casa nueva — comentó mi esposa a la mesa, dándome una mirada cómplice.
— Sí, será la primera de muchas reuniones familiares que haremos en nuestra casa — la secundé.
Todos se mostraron entusiasmados ante nuestra invitación, por suerte Jasper no trabajaba en los fines de semana, Emmett estaba de vacaciones y mi padre en su día libre, así que todo se quedó acordado para el almuerzo.
Maddie se despertó lloriqueando, la oímos por el monitor de la niñera electrónica, Bella dejó la mesa tan rápido como una exhalación, la seguí más despacio.
— Ya, muñequita — pude oírla decir desde el pasillo, con su voz tranquilizadora —, fue sólo una pesadilla.
Entré a la habitación de los niños y sonreí ante la escena, Bella tenía a nuestra hija en brazos, Maddie refunfuñaba bajito, el rostro escondido en el cuello de su madre.
Un Ethan todavía adormilado, miraba la escena desde su pequeña cama en el rincón opuesto de la habitación.
— Hola, campeón — dije acuclillándome delante de él.
— Maddie, etá llorando, no me gusta Maddie llorando — me dijo dulcemente, sus grandes y dulces ojos azules viajando de mi esposa e hija a mí.
— Maddie tuvo una pesadilla, pero ya está con su mamá — le expliqué apartando de su frente un mechón oscuro —, las mamás siempre saben como cuidarnos.
— Con besitos y ablazos — me respondió y sonreí, él todavía cambiaba el sonido de la erre por el del ele y a veces aspiraba el sonido de la ese, Maddie hacía lo mismo.
— Sí, con besitos y abrazos — le confirmé, mientras lo tomaba en brazos y me enderezaba —, vamos con tu mamá y papá, ¿vale?
— Síp, tío Eddie — dijo, poniendo uno de sus brazos alrededor de mi cuello.
Sonreí y besé su mejilla regordeta. Bella ya había logrado calmar a Maddie, pero mi hija seguía con su rostro recostado contra su hombro, mientras su manita izquierda acariciaba la piel del cuello de Bella. Cargando a los niños bajamos al piso de abajo y pasamos algún tiempo en familia, Maddie seguía malhumorada, a mi niña no le gustaba despertarse entre sustos, si ella se despertaba por si misma todo estaba bien, pero si lo hacía por algún ruido externo o pesadilla pasaban varios minutos, incluso horas, hasta que volviera a la normalidad, ni siquiera Ethan logró sacarla de su escondite en el cuello de Bella.
— Vamos a casa a tomar un baño y a cenar algo calentito — le susurró mi esposa, acariciando su espalda.
Nos despedimos de nuestra familia y agradecimos a mis padres por cuidaren de nuestros hijos, mis hermanos también decidieron marcharse a sus respectivas casas, a decir verdad, después de todo el esfuerzo entre descargar el remolque y subir las escaleras varias veces, todos necesitábamos una buena ducha.
Cuando aparqué mi coche delante de nuestra casa, miré a mi esposa y compartimos una mirada cómplice. Bajamos del coche yo saqué a Maddie de su silla de seguridad y Bella tomó el gran bolso con sus cosas de bebé. Mi pequeña se acurrucó en mi pecho, su cabeza descansado sobre mi hombro, estaba con su chupete rosa en la boca y con un paño de bebé entre sus manitas, Bella los dios justo cuando la dejaba en su silla, así sabíamos que ella haría el pequeño viaje a casa de manera tranquila, besé su cabeza e inhalé su suave olor. Bella abrió la puerta de entrada con sus llaves y por primera vez adentramos los tres en nuestro nuevo hogar, sabiendo que aquella vez estábamos allí para quedarnos, con mi mano libre tomé a mi esposa por la cintura, acercándola a mi cuerpo, ella pasó un brazo por mi espalda y con el otro abrazó a nuestra hija.
— En casa… — suspiró ella mirándome a los ojos, su mirada brillaba de alegría.
— Sí, señora Cullen, en casa… — le confirmé, ella me sonrió y se puso de puntillas para besarme, me incliné y atrapé sus labios con los míos.
Mientras yo me duchaba, Bella bañó a Maddie, que se mostró mucho más sociable tras su baño relajante.
— ¿Quieres ayuda con la cena? — Pregunté a mi esposa, adentrando en la habitación de Maddie que era de frente a la nuestra. Con Bella decidimos no cambiar la decoración de su habitación, así que mi madre entró en escena y repitió la misma decoración que había en el apartamento de Bella y en el que alquilé yo en aquel entonces para estar cerca de ellas. Eran un gran cambio trasladarse de un apartamento de tamaño medio para vivir en una enorme casa victoriana, así que decidimos hacerle lo más fácil posible su adaptación al nuevo hogar.
— No es necesario, voy a calentar la papilla de esta pequeña — dijo haciendo cosquillas en la pancita de nuestra hija, que esperaba a que su madre terminara de abotonar su pijama, rosa con pelotas blancas estilo enterito, ella se rió volviendo a su humor natural —, Esme metió en el bolso de Maddie dos trozos generosos de lasaña para nosotros, sólo los voy a poner a calentar — explicó mientras ponía a Maddie de pie sobre el colchón de la cama que habíamos puesto allí, era de estilo clásico, blanca y parecía más un gran sofá de época, ella todavía dormiría por algún tiempo más en su cuna, pero ya estaba demasiado grande para utilizar el cambiador, así que lo solucionamos con la cama.
— Vale, mientras tanto, papá y la pequeña preciosura van a jugar — dije aproximándome a mi hija con mis manos estiradas hacia ella, Maddie no dudó y brincó desde el colchón hacia mis brazos. La atrapé y ella se rió feliz por nuestro juego.
Bella se rió y dejando un beso al sobre la cabeza de nuestra hija y uno en mi mejilla nos dejó en la habitación. Me senté en el suelo, luego me acosté sobre él y cerrando los ojos me hice el dormido, Maddie subió sobre mi estómago y empezó a zarandearme con ahínco.
— Papi… papi, papi, ¡papi! — Intenté no reírme mientras ella ejercía toda la fuerza que tenía para "despertarme". — Mamá… — la llamó en tono lastimero, no precisaba abrir los ojos para saber que un tierno puchero se había formado en sus labios, y esta fue mi señal, me senté de golpe, abrazándola, ella chilló y se agarró a mi cuello, llené de besos sus regordetas mejillas mientras ella se reía a todo pulmón. Dios cómo la amaba, su sonrisa, sus miradas dulces, sus abrazos y besos cariñosos eran mi alegría. — Entonces, pequeña, ¿a qué vamos a jugar? — Le cuestioné, dejándola sobre sus propios pies, ella mordió su labio inferior ligeramente, tan Bella en algunos gestos, probablemente la ciencia no lo explicaría, pero la convivencia y el amor sí, luego ella me sonrió y dijo: — Muñeca.
Sonreí, ella caminó hasta el sofacito que Amelia le había regalado en su primer cumpleaños y de sobre él cogió a dos muñecas, una la había dado la propia Amelia y la otra Bella la compró meses después, ambas eran de trapo, tenía el mismo rostro tierno, pero una se vestía de rosa y la otra de amarillo. Maddie volvió hacía mí y me entregó la muñeca amarilla, luego volvió al sofá y cogió a dos biberones que Bella le había dado, sonriéndome dulcemente, ella me pasó uno de los biberones y se sentó frente a mí en el suelo.
— Tiene hambe… — me explicó muy seria, mientras ponía el biberón sobre el dibujo de la boca de la muñeca.
— Ah, ¿sí? — Dije fingiendo sorpresa y ella asintió. — ¿Le doy el biberón a la mía también?
— Sí.
La imité y puse el biberón sobre la boca de la muñeca en mis brazos. Ella sostenía a su muñeca con mucho cuidado, después de un tiempo retiró el biberón y puso la muñeca sobre su hombro, dando golpecitos en la espalda de ésta.
— ¿Dónde aprendiste eso, Maddie? — Le pregunté, ahora sorprendido de verdad.
— Con mamá — dijo como si fuera obvio, dejando su muñeca sobre el suelo se levantó y tomó el biberón de mis manos, luego tomó la muñeca de ropa amarilla y la puso sobre mi hombro —, así — explicó tomando mi mano y llevándola a la espalda de la muñeca.
Tuve que refrenar mis ganas de reírme ante la situación, pero una suave risa me hizo volver hacia la puerta, allí estaba mi esposa.
— Tú le enseñas esas cosas y mira lo que me hace — la acusé.
Ella se rió.
— Son los placeres de ser padre de una niña — contestó sonriendo. — Voy a ducharme — me avisó —, la papilla de Maddie está enfriando sobre la mesa, ¿te la das?
— Sí — ella asintió y se giró para entrar en nuestra habitación —, vamos Maddie ya alimentamos a tus muñecas ahora vamos a alimentarte a ti, coge la tuya, hay que acostarlas en el sofacito — dije, tomando la muñeca de ropa amarilla, mi compañera de juego, y los biberones que estaban sobre el suelo, me levanté y junto a mi hija dejamos a sus juguetes de donde ella los había cogido, enseguida la tomé en brazos — ¿Tienes hambre igual que tus muñecas?
— Sííí…
Besé su mejilla.
— Pues, vamos a resolverlo.
Le di la papilla a Maddie, luego cuando Bella terminó su ducha cenamos la lasaña que nos había enviado mamá. Tras la cena, dejamos a Maddie ver cerca de una hora de dibujos animados, después Bella le dio su biberón con leche y yo la llevé a su habitación, con nuestra hija entre nosotros nos sentamos en la cama y le leímos un cuento hasta que ella se durmió veinte minutos después, con cuidado la tomé en brazos y la acosté en su cuna, dejé un beso suave en sus cabellos y Bella enseguida hizo lo mismo. Prendimos la luz de la lámpara de noche y apagamos la luz antes de cerrar la puerta, el monitor de la niñera electrónica ya estaba al lado de nuestra mesita de noche.
— ¿Cansada, señora Cullen? — Le susurré al oído, abrazándola por la espalda, ella se giró dentro de mis brazos y puso los suyos sobre mis hombros.
— Ummm… depende de lo que usted tiene en mente, señor Cullen — dijo en tono sugestivo, una sonrisa pícara en los labios.
— Pensé que podríamos inaugurar nuestra nueva habitación — dije acercándome a sus labios, rozándoles con los míos.
Ella me sonrió, su mirada brillando, el brillo de la pasión.
— ¿A qué estamos esperando, señor Cullen? — Dijo tomándome por el cuello de mi camisa, tirándome hasta entrar en nuestra habitación.
Me reí feliz y la seguí con ansiedad. Al entrar en nuestra habitación cerré la puerta, tras mi espalda y tiré del brazo de mi esposa hasta que ella chocó contra mi pecho, le sonreí y enseguida tomé sus labios, besándola con intensidad, investigando con mi lengua todos los rincones de su boca, bailando un agitado vals con su lengua mezclada a la mía.
— Lista para el baile de esta noche, mi Bella — Le pregunté jadeante, dejando mi frente descansar sobre la suya.
— Ya estoy oyendo la música, ¿me sacas a bailar, Edward? — Pidió, sus manos hurgando bajo mi camisa.
— Siempre que lo quieras — le contesté, tomándola en brazos y depositándola sobre nuestra nueva cama. — Qué empiece el baile — dije poniéndome sobre ella, mientras mis manos abrían el nudo de su bata, ella sonrió y poniendo una mano sobre mi nuca, me atrajo hacia su rostro, y ella me beso de una manera tan invasora, tan entregada cuanto yo la había besado un rato antes.
Así empezó nuestro baile, y bailamos una mezcla de vals y tango, amor y pasión, hasta que nuestros cuerpos satisfechos por el placer proporcionado por aquel arte, se relajaron, y totalmente enroscados el uno en el otro viajamos hacia el mundo de los sueños; y así fue nuestra primera noche en nuestro nuevo hogar, la primera de muchas noches que serían vividas allí.
¡Hola lectoras! Maddie volvió con todo su encanto, ¿verdad? Vamos a tener a muchas escenas divertidas y tiernas de ella en esta secuela, y Edward y Bella estarán todavía más enamorados. Espero que les haya gustado este primer capítulo, que fue muy tranquilo, pero en el próximo empezaremos a adentrar en lo que hace referencia el resumen del fic.
Las actualizaciones serán una vez a la semana, si mi es posible a los miércoles por la noche y si no, el jueves, y también cuando me sea posible subiré actualizaciones extras.
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Saludos llenos de cariño, ¡gracias por leerme! Hasta el próximo capi ;)
Jane
