No, no es una broma, este fic está ambientado en el universo de "La Leyenda del Santuario". Nunca subestimen a las ideas raras que pueden aparecer con cosas tan simples. Si debo responsabilizar a alguien de esta historia, culpen al piercing de Aioria.

Advertencia: Posible OoC, aparición del poder de la amistad masculina y el clásico shippeo AioriaxMarín debutando en LoS.

Saint Seiya es propiedad de Masami Kurumada.


Dar y merecer cosas buenas

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Capítulo 1: La empatía que no se espera.

Ciertos 16 años que transcurrieron para el Santuario con la presencia de Athena, habían sido una mentira tramada por el patriarca, un impostor, nada más y nada menos que Saga de Géminis, quien se suponía que había sacrificado su vida en batalla permitiendo que Shura matara al maldito traidor Aioros. Pero todo lo sucedido esa noche no había sido verdad. La realidad impuesta había estado tergiversada a favor del que menos esperaban. Saori Kido no era una impostora ni Aioros un traidor ni Saga un difunto noble defensor de la justicia.

Todos los guerreros, desde el más insignificante soldado raso hasta la diosa de la Guerra se habían resuelto a reconstruir las edificaciones dañadas por la pelea contra el desquiciado y falso patriarca. En muchas zonas, las consecuencias habían sido devastadoras, los heridos pasaban por recuperaciones lentas, familiares y amigos enterraban a sus muertos y ciudadanos sin hogar buscaban uno nuevo. La labor era colosal y significativa, pero parecía más sencilla que acostumbrarse a los cambios, a volver a la normalidad luego de los eventos sucedidos. Hasta la misma Athena trataba de habituarse a su título de divinidad, agradeciendo siempre la comprensión de todos sus caballeros. La colaboración de todos contribuía de manera gradual a alcanzar la estabilidad perdida.

El erróneo odio que por muchos años albergó el nombre del guardián del noveno templo, jamás podría ser remendado con disculpas personales, el inocente condenado estaba muerto. Pero su sacrificio y su personas tuvieron un estima diferente. La casa del Centauro no se vio más como una deshonra marginada que se debía soportar en el trayecto por las 12 casas zodiacales. Las percepciones de desagrado y desdén que motivaban a quienes debían cruzar por allí a apurar sus pasos cambiaron rotundamente, los transeúntes ralentizaban sus pasos al pasar por esos pasillos y fijaban su atención en el testamento ubicado en la pared. Otra inclusión eran las constantes visitas de Santos Dorados, las cuales eran tan discretas como cortas. Aioria poseía el registro más extenso y prolongado de apariciones.

Al ser un caballero Dorado había visto y hecho cosas que cualquier persona ajena al Santuario encasillaría de sobrenaturales y fantasiosas por lo imposibles que sonaban. Pero dentro de lo místico, podía haber sido testigo de cómo la armadura de Sagitario se había posado en el caballero de Pegaso por la voluntad de Aioros para proteger a la diosa, pero no esperaba que en algunas de sus visitas al deshabitado templo, su hermano se materializara y le hablara. Tampoco hacía falta algo tan evidente para que él percibiera la presencia de su hermano y encontrara la tranquilidad de los recuerdos que visualizaba con más facilidad en ese lugar.

Como el santo más joven de todo la orden dorada, había pasado más del tercio de su vida tragándose unas mentiras muy referentes a su persona. Muy a pesar de nunca haberse atrevido a cometer alguna deslealtad en su íntegra labor, su peor pecado había sido para muchos compartir la sangre con el infiel Aioros. Los años habían forjado sus ideales en distinguir su camino y desviar de todos la asociación con su hermano en todo sentido. En el afán de eliminar cualquier similitud, había alterado su apariencia estética en pos de ser diferente. Una acción desesperada.

Le retorcía pensar que toda su formación había sido pensada y predicha por Saga. Si no eso había sido suficiente, por una elección equivocada recibió el Satán Imperial. Sin disponer de ningún tipo de autonomía, con la mente alterada por el control no había mostrado reticencia a la tarea de asesinar sin piedad a los caballeros de Bronce, tarea que no sucedió porque Shaka lo retuvo para salvar a los jóvenes santos de sus garras y librarlo también de la dominación.

Al igual que después del atentado contra Athena, la desconfianza y la inseguridad se habían manifestado para desventaja de la templanza de todos los habitantes del Templo Sagrado. Con astucia, la presencia firme del Patriarca impostor sobrellevó el caos que él mismo había creado para beneficio de su figura como autoridad. Ahora, quien se había puesto en los hombros la tarea de velar por sus abatidos santos y sostenerlos era ella, la máxima autoridad divina para cualquier miembro del Santuario.

Pero la diosa no era perfecta, su condición humana e inmadura la limitaba en muchos aspecto. Sorprendentemente y por irónico que se pensara, esa conciencia que tenía sobre sus límites y su lógica práctica frente a sus errores motivaba a todos sus caballeros a esforzarse como testificaban que hacía ella.

El presente no podía estar mejor en aspectos fundamentales. El hermano que tanto amó nunca dejó de ser la persona que él recordó, su parentesco ya no lo era una presión sino la bendición y suerte que estaba en sus memorias de la infancia. Se sentía libre y ajeno a esos tiempos en donde era despreciado y marginado. Pero sin tener nada ni nadie en su contra, igual tuvo un cierto malestar temporal, una de esas molestias insignificantes que no merecían mencionarse porque pronunciadas perdían todavía más peso y razón, y aun así estuvieron instaladas en su cabeza. Simplemente, le era imposible ignorar y ser indiferente a las decisiones pasadas que había tomado y llegar a la conclusión que se había comportado peor que un niño. La crueldad de sus pensamientos lo había estancado en un repetitivo sentimiento: frustración. Sin evitarlo ni darse cuenta, en su mirada había llegado a traslucir un poco de ese sentir culposo cuando veía a Pegaso y a Andrómeda, y no desaparecía con el perdón y compresión de Athena, menos al observar su cabello corto. Los pensamientos lógicos y prácticos estaban opacados por el pasado, por sus cavilaciones sobre lo que no hizo pero pudo llegar a hacer y los fantasiosos "Si hubiera...".

En medio de esas tortuosas e infructuosas reflexiones, había pensado que quedarse un rato en la casa de Sagitario lo aliviaría y lo distraería, más no resolvería su pequeño conflicto interno. En parte tuvo razón, porque cuando llegó le sorprendió saber que ya estaba uno de sus compañeros, pero no cualquiera, Shura de Capricornio tampoco esperó verlo, su semblante había cambiado ligeramente pero de inmediato recobró la expresión original cuando estuvieron frente a frente. Entendió la reacción, jamás fueron cercanos, en realidad a muy pocas personas podía considerar de esa manera. No hacía falta agregar que entre ellos, Aioros era un tema delicado desde siempre.

—¿Quieres que me vaya? —le había preguntado. Aioria sin pensárselo mucho, declinó porque el español había llegado primero. Tal vez le era incómodo estar parado o estar en silencio, pero Shura se sentó en uno de los escalones mirando la pared adornada con la escritura del antiguo guardián.

—¿Por qué no te incomoda que yo esté aquí? —no aguantó ni vio inapropiado preguntarle en ese momento. Su interlocutor siguió con la vista fija en el mismo lugar; a pesar de que él lo estaba mirando; y su respuesta fue sobre por qué debería sentirse incómodo. Esa interrogante como réplica inesperada fue el inicio de una conversación profunda y conflictiva como los daños que habían recibido y hecho por culpa de la misma persona. Al final las ilusiones, el sabotaje y las marionetas sirvieron para lo mismo.

Ellos tenían un historial con todas las circunstancias propicias para llevarse mal, pero para Aioria, entender que compartían muchas experiencias similares fue el propulsor de encuentros más habituales y más amenos en el Templo de Sagitario para hablar de Aioros. Visualizar otro lado desconocido de su ser más querido y dejar que Shura hablara de anécdotas de su mejor amigo eran instantes memorables y de calidad que establecían una sutil complicidad.

La actual soledad en la novena casa, favoreció el eco del extenso pasillo para escuchar con claridad unos pasos procedentes de alguien que venía desde la casa de Escorpio. Esos sonidos le permitieron descartar de inmediato a Shura quien estaba en su casa con Milo y a Athena que se hallaba en su trono. A continuación, sintió la cosmoenergía familiar y promedio de un santo de plata que reveló la identidad de la desconocida persona. Antes de notar la brillante armadura de Águila, sabía quién era su portadora.

—Tanto tiempo, Aioria.

—Marín —pronunció sorprendido al verla, recibiendo una sonrisa más clara de la mujer de ojos azules.


Para resguardar mi compostura, quiero pensar que Shaina, Kanon, Marín, June, Shunrei, Kiki y muchos otros personajes conocidos de la serie original simplemente no aparecen en la película, no me trago la posibilidad de que no existan como vi en una declaración.

Como bien dije arriba, este se originó por culpa del piercing de Aioria, confieso que me chocó más eso que la Milo mujer (para agitar a las masas, declaro que me gustó, aunque no apruebo esa salida fácil de transexualizar a los hombres para demostrar lo inclusivos que son). Pero notaran que la historia al final se fue para cualquier lado, xD.

Esta historia tendrá cuatro capítulos, para tranquilidad de muchos, ya estoy escribiendo el final, pero apelando a su paciencia, actualizaré una vez a la semana. Normalmente no publico hasta tener todos los capítulos escritos debido a que en mis ataques de locura cambio detalles menores o mayores.

Nos vemos el próximo domingo.