Hola chicos, aquí el que es realmente el primer libro de la saga the Night Huntress de Jeannie Frost, el anterior es una precuela hecha posteriormente, pero me pareció mejor publicarlos en orden cronológico según la trama. Espero que les guste y por favor comenten.

p.d. ahora si sale Kagome.

Cazadora de la noche

Me quede tiesa al ver las luces rojas y azules parpadeando detrás de mí, porque no había forma posible de que pudiese explicar lo que había en la parte trasera de mi camioneta. Me detuve, conteniendo la respiración mientras el sheriff se acercaba a mi ventana.

- Hola. ¿Algo va mal? - Mi tono era toda inocencia mientras rezaba para que no notase nada extraño en mis ojos. Contrólate. Ya sabes lo que pasa cuando te enfadas.

- Sí, tienes un faro trasero roto. La licencia y el registro, por favor.- Mierda. Debió de ocurrir cuando cargaba la camioneta. En ese momento, la velocidad había sido esencial, no la delicadeza. Le entregué mi verdadera licencia, no la falsa. Movió su linterna hacia delante y hacia atrás, entre la identificación y mi cara.

- Kagome Higurashi. Eres la hija de Sonomi Higurashi, ¿verdad? ¿De los Higurashi de Cherry Orchard? - no se me escapo la suspicacia de su mirada.

- Sí, señor.- Dije educadamente y con suavidad, como si tuviese todo el tiempo del mundo.

- Bueno, Kagome, son casi las cuatro de la mañana ¿Qué haces fuera tan tarde? - Podría decirle la verdad acerca de mis actividades, excepto que no quería que me encerrasen indefinidamente. O una prolongada estancia en una celda acolchada.

- No podía dormir, así que decidí dar una vuelta. - Para mi asombro, se encaminó a la parte de atrás de la camioneta y la iluminó con su linterna.

- ¿Qué tienes aquí?- "Oh, nada inusual." Un cadáver bajo unas bolsas y un hacha.

- Bolsas de cerezas de la huerta de mis abuelos. - Si los latidos de mi corazón sonasen más fuerte, lo ensordecerían.

- ¿De verdad? Uno está goteando. - Con su linterna empujó uno bulto de plástico.

- No te preocupes. Siempre gotean. Es por eso que las llevo en esta vieja camioneta. Manchan el fondo de color rojo. - Mi voz era casi un chillido. Me inundó el alivio cuando dejó sus exploraciones y regresó a mi ventana.

- ¿Conduces a estas horas porque no podías dormir? - Había una mueca de complicidad en su boca. Su mirada se posó en mi top ajustado y en mi despeinado pelo.

- ¿Crees que me voy a creer eso? - La insinuación era evidente y casi perdí la calma.

Él pensaba que me acostaba con cualquiera. Una acusación tácita colgó entre nosotros. Justo como tu madre, ¿no? No era fácil ser hija ilegítima en una ciudad tan pequeña, la gente siempre estaba en tu contra. En la sociedad actual, no tendría importancia, pero en Licking Falls, Ohio, tenían su propio conjunto de normas. Eran arcaicos como poco. Con gran esfuerzo contuve mi ira. Mi humanidad tendía a despojarse como una piel desechable cuando me enfadaba.

- ¿Podríamos simplemente guardar esto entre nosotros, Sheriff? - Le dije con un guiño inocente. De todos modos, estaba intentando persuadir a un tipo medio adormecido.

- Prometo que no lo volveré a hacer - Se toqueteó el cinturón mientas lo consideraba. Su gran barriga tensaba la tela de su camisa, pero me abstuve de hacer comentarios sobre su gordura o el hecho de que olía a cerveza.

- Vete a casa, Kagome Higurashi, y pon un faro nuevo. - Finalmente, sonrió, mostrando un diente torcido.

- ¡Sí, señor! - Aturdida por mi indulto, giré rápidamente y me marché. Había estado muy cerca. Tendría que ser más cuidadosa la próxima vez. La gente se quejaba por tener padres haraganes o secretos familiares.

Para mí, ambas eran ciertas. ¡Oh!, no me malinterpreten, no siempre había hecho lo que hacía ahora. Mi madre, la única otra persona en el secreto, no me lo dijo hasta que tuve dieciséis años. Crecí con habilidades que los otros niños no tenían, pero cuando le preguntaba sobre ellas, se hacia la enfadada y me decía que no quería hablar de ello. Aprendí a guárdame las cosas y ocultar mis diferencias. Para todos los demás, simplemente era rara. Sin amigos. A quién le gustaba pasear a extrañas horas y tenía una peculiar piel pálida. Incluso mis abuelos no sabían lo que estaba mal en mí.

Ahora seguía un patrón los fines de semana. Iba a cualquier club en un radio de tres horas en coche en busca de algo de acción. No de la clase que el bueno del sheriff pensaba que buscaba, pero sí de otra clase. Bebía como un cosaco y esperaba ligar con alguien especial. Teniendo la esperanza de poder terminar la caza en el patio, si no me mataban primero. Llevaba haciendo esto seis años. Quizás deseaba la muerte. Gracioso, en realidad, ya que técnicamente estaba medio muerta. Por tanto, mi falta cercana con la ley no me impidió salir el siguiente viernes. Al menos de esta forma, sabía qué hacía feliz a una persona. Mi madre. Bueno, ella tenía derecho a guardar rencor. Yo sólo esperaba que no me afectase a mí.

La ruidosa música del club me golpeó como un bombo, ajustando mi pulso a su ritmo. Caminé cuidadosamente entre la muchedumbre, buscando la inconfundible vibración. El lugar estaba lleno, un típico viernes noche. Después de vagar alrededor durante una hora, sentí los primeros indicios de decepción. Al parecer aquí solo había personas. Con un suspiro, me senté en la barra y pedí un gin-tonic. El primer hombre que intentó matarme lo había pedido para mí. Ahora era mi bebida favorita. ¿Quién dijo que no era sentimental?

Los hombres se me acercaron periódicamente. Algo acerca de ser joven y estar sola les gritaba 'Aprovéchate'. Cortés y descortésmente los rechacé, dependiendo de lo persistentes que pudiesen llegar a ser. No estaba aquí para ligar. Después de mi primer novio, Danny, no quería salir con nadie de nuevo. Si el tipo estaba vivo, no estaba interesada. No es de extrañar que no tuviese una vida sentimental de la que hablar. Después de tres bebidas decidí dar otra vuelta por el club, ya que no tenía suerte haciendo de cebo. Era casi medianoche, y hasta ahora no había nada aparte de alcohol, drogas, y baile.

Los reservados estaban en la esquina más alejada del club. Cuando pasé por delante de ellos, sentí una punzada de aire cargado. Alguien, o algo, estaban cerca. Me detuve y me di la vuelta, intentando descubrir su ubicación. Fuera de la luz y oculto por las sombras, vi la parte superior de la cabeza inclinada hacia delante de un hombre. Su pelo era casi blanco bajo la centelleante luz, pero su piel no tenía arrugas. Vi sus facciones cuando alzó la vista y me vio observándolo. Sus cejas eran claramente más oscuras que su cabello, que parecía ser rubio claro. Sus ojos eran…, bueno, estaba demasiado oscuro como para adivinar su color. Sus pómulos podrían haber sido esculpidos en mármol, y su impecable piel brillaba bajo el cuello de la camisa. Bingo. Poniendo una falsa sonrisa en mi cara, caminé de forma exagerada como lo haría alguien borracho y me dejé caer en el asiento de enfrente.

- Hola, guapo - dije con mi voz más seductora.

- Ahora no - Su tono era entrecortado, con un raro acento inglés.

- ¿Perdón? - Parpadeé tontamente durante un momento, pensando que tal vez había bebido demasiado y lo había entendido mal.

- Estoy ocupado. - Parecía impaciente y ligeramente molesto. La confusión se propagó con furia en mi interior. ¿Podría haberme equivocado? Solamente para estar segura, extendí la mano y con un dedo recorrí suavemente su mano. El poder casi saltó de su piel. Bien, no era humano.

- Me estaba preguntando, eh... - farfullé, mientras buscaba una frase atractiva. Sinceramente, esto nunca me había pasado antes. Por lo general su clase eran presas fáciles. No sabía manejar esto como lo haría un verdadero profesional.

- ¿Quieres follar? -Las palabras salieron repentinamente, y yo misma me horroricé al decirlas. Apenas logré evitar colocar una mano sobre mi boca, al no haber usado nunca esa palabra. Había apartado la vista cuando me rechazó por segunda vez, pero me miró de nuevo con una mueca de diversión en sus labios. Sus ojos oscuros me valoraron.

- Es un mal momento, cariño. Tienes que esperar hasta más tarde. Se una buena niña y lárgate, te buscaré - Con un movimiento de su mano, me despidió.

Aturdida, me levanté y me fui, sacudiendo la cabeza debido al giro de los acontecimientos. Ahora, ¿cómo se suponía que iba a matarlo? Rápidamente me fui al servicio de señoras a inspeccionar mi aspecto. Mi cabello se veía bien, con su habitual y llamativo tono media noche, y llevaba puesto mi top de la suerte, el que había conducido a los dos últimos tipos a su destino. Después comprobé mis dientes. No tenía nada pegado en ellos. Por último, levanté mi brazo y lo olí. No, no olía mal. ¿Qué pasó, entonces? Se me ocurrió una idea. ¿Podría ser gay?

Reflexivamente lo consideré. Cualquier cosa era posible, yo era prueba de ello. Quizás podría observarlo. Seguirlo y ver a quien se acercaba, a un hombre o a una mujer. Con la decisión tomada, salí a ello con una renovada determinación. Se había ido. El reservado en el que había estado agazapado estaba vacío y no había rastro de él en el aire. Con gran urgencia lo busqué por las barras que rodeaban la pista de baile, y otra vez por los reservados. Nada. Había perdido mucho tiempo en el baño. Maldiciéndome, me acerqué a una barra y pedí una bebida. Aunque el alcohol no embotaba mis sentidos, decidí tomar algo.

- Las damas hermosas nunca deberían beber solas - dijo una voz a mi lado.

Girándome para rechazarlo, me detuve cuando vi que mi admirador estaba tan muerto como Elvis. De pelo rubio de cuatro tonos más oscuro que el del tipo anterior, y con ojos color turquesa. ¡Válgame Dios!, era mi noche de suerte.

- De hecho, no me gusta beber sola. - Sonrió, mostrando unos hermosos y bien formados dientes.

- ¿Estás sola? - Sus dientes resplandecieron. Solo lo mejor para morderte, querida.

- ¿Quieres que lo esté? - Tímidamente, lo miré y parpadeé. Por Dios, este no se me iba a escapar.

- Deseo muchísimo que lo estés - Su voz era más baja ahora, su sonrisa más profunda. Dios, pero tenía una fantástica entonación. La mayoría de ellos podrían trabajar como operadores de sexo telefónico.

- Bueno, entonces lo estaba. Porque ahora estoy contigo. - Incliné la cabeza a un lado de una manera coqueta, lo que también expuso mi cuello. Sus ojos siguieron el movimiento, y se lamió los labios. ¡Qué bien!, uno hambriento.

- ¿Cómo te llamas, hermosa dama? – pregunto dulce como un caramelo.

- Kag Raven - Un diminutivo de Kagome, y el color del pelo del primer hombre que intentó matarme. ¿Ves? Sentimental. Su sonrisa se ensanchó.

- Un nombre poco común. - Su nombre era Kevin.

Tenía veintiocho años y era arquitecto, o así lo afirma. Kevin se había comprometido recientemente, pero su novia se había deshecho de él y ahora sólo quería encontrar una buena chica y asentarse. Al escuchar esto, me las arreglé para no ahogarme de la risa con mi bebida. ¡Qué montón de basura! Después me enseñó unas fotos de una casa con una valla de color blanco. Por supuesto, no podía dejarme ir en un taxi, debido a que mis desconsiderados y ficticios amigos se habían ido sin mí. Me llevaría a casa, y ¡oh!, por cierto, había algo que quería mostrarme. Bueno, los dos teníamos algo que mostrar.

La experiencia me había enseñado que era mucho mejor disponer de un coche que no haya sido la escena de un asesinato. Por lo tanto, me las arreglé para abrir la puerta del acompañante de su Volkswagen y salir gritando con horror fingido cuando hizo su movimiento. Había elegido una zona desierta, la mayoría lo hacían, así que no me preocupé de que un buen samaritano oyese mis gritos. Me siguió con pasos mesurados, encantado con mi nerviosismo. Fingiendo tropezar, gimoteé siguiendo con la farsa, cuando se cernió sobre mí. Su rostro se había transformado para reflejar su verdadera naturaleza. Una sonrisa siniestra reveló sus colmillos superiores donde no habían estado antes, y sus previamente ojos azules ahora brillaban con una luz verde. Escarbé alrededor, ocultando así mi mano y deslizándola en mi bolsillo.

- ¡No me hagas daño! - Se arrodilló, agarrando la parte de atrás de mi cuello.

- Solo te dolerá un momento. - En ese momento, ataqué. Saqué mi mano rápidamente con un movimiento experto y el arma que sostenía le atravesó el corazón. La giré varias veces hasta que la boca se le aflojó y la luz desapareció de sus ojos. Con un último tirón, se la quité y me limpie las manos llenas de sangre en los pantalones.

- Tenías razón. Sólo fue un momento - Estaba sin aliento debido al esfuerzo.

Mucho más tarde, cuando llegué a casa, estaba silbando. La noche no había sido una pérdida total después de todo. Uno se había escapado, pero el otro no volvería a merodear en la oscuridad. Mi madre estaba durmiendo en la habitación que compartíamos. Le contaría lo sucedido en la mañana. Era lo primero que me preguntaba los fines de semana. ¿Atrapaste una de esas cosas, Kagome? ¡Bueno, sí, lo hice! Y todo eso sin acabar magullada o que me parase la policía. ¿Quién podía pedir más?

De hecho, estaba de tan buen humor, que decidí probar el mismo club la noche siguiente. Después de todo, había una sanguijuela peligrosa en el área y tenía que detenerla, ¿verdad? Así que me dediqué a mis habituales quehaceres domésticos con impaciencia. Mi madre y yo vivíamos con mis abuelos. Eran propietarios de una modesta casa de dos pisos que en realidad, una vez había sido un granero. Resultó que la propiedad aislada, con sus acres de tierra, era perfecta. A las nueve de la tarde, ya estaba saliendo por la puerta.

Estaba lleno de nuevo, siendo este un sábado por la noche. La música estaba muy alta y las caras eran todas iguales. Mi barrido inicial del lugar no captó nada, desinflando mi estado de ánimo un poco. Me dirigí hacia la barra y no noté su presencia en el aire hasta justo antes de escuchar su voz.

- Estoy listo para follar ahora – su aliento choco contra mi oreja.

- ¿Qué? - Me di la vuelta, dispuesta a escaldar los odios del desconocido, cuando me detuve. Era él. Un rubor me subió a la cara cuando recordé lo que le había dicho la noche anterior. Al parecer, él también se había acordado.

- Ah, sí, bueno... Um, ¿Una bebida primero? ¿Cerveza o...?- Exactamente, ¿cómo se responde a eso?

- No te molestes. Vamos.- Interrumpió mi llamado al camarero y deslizó un dedo a lo largo de mi mandíbula.

- ¿Ahora? - Miré a mí alrededor, me había pillado con la guardia baja.

- Sí, ahora. ¿Has cambiado de opinión, cariño? - Había una chispa de desafío en sus ojos y un destello que no pude descifrar.

- Detrás de ti. - No quería arriesgarme a perderlo de nuevo, agarré mi cartera y señalé hacia a la puerta.

- No, no. Las damas primero. - Sonrió fríamente. Con varias miradas sobre mi hombro, lo seguí hasta el aparcamiento.

- Bueno, ve por tu coche y vámonos. - Una vez fuera, me miró con expectación.

- ¿Mi coche? Yo-yo no tengo coche. ¿Dónde está tu coche? - Luché por mantener la calma, pero por dentro estaba nerviosa. Esto se salía de mi rutina normal y no me gustaba.

- Vine en moto. ¿Te apetece un paseo? – casi podía jurar que se burlaba de mí.

- ¿Una moto? - No, no lo haría de esa forma. No tenía donde llevar su cuerpo, y no podía colocarlo sobre el manillar. Además, no sabía montar en una moto.

- Um, mejor cogemos mi vehículo. Está por ahí - Mientras caminábamos hasta la camioneta, recordé que tenía que tambalearme. Esperaba que pensase que había estado empinando el codo.

- Pensé que no tenías coche - me dijo. Me detuve, girándome hacia él. Mierda, había dicho eso.

- Olvidé que estaba aquí. Creo que bebí demasiado. ¿Quieres conducir? - mentí despreocupadamente.

- No, gracias - fue su respuesta inmediata. Por alguna razón, su fuerte acento inglés me ponía los nervios de punta.

- Realmente, creo que deberías conducir. No me encuentro bien. No me gustaría chocar contra un árbol. -Lo intenté de nuevo con una sonrisa. Él tenía que conducir. Mi arma estaba en mi pierna derecha del pantalón, ya que siempre me sentaba en el asiento del pasajero.

- Si sólo quieres excusarte hasta otra noche…- No funcionó.

- ¡No! Quiero decir, eres tan guapo y… - Había desesperación en mi voz, lo que hizo que levantase una ceja. ¿Qué demonios debería decir?

- Realmente, realmente quiero hacerlo - Sofocó una risa, sus ojos oscuros brillaron. Llevaba una chaqueta vaquera encima de la camisa. Bajo las farolas, sus pómulos se veían aún más pronunciados. Nunca antes había visto unas facciones tan perfectamente esculpidas. Me miró de arriba a abajo, su lengua trazaba el interior de su labio inferior.

- Bien, entonces vámonos. Tú conduces. - Sin otra palabra, se sentó en el asiento del pasajero de la camioneta.

Al no tener otra opción, me puse en el lado del conductor y arranqué dirigiéndome a la carretera. Pasaron los minutos, pero no sabía qué decir. El silencio era inquietante. Él no hablaba, pero sentía sus ojos clavados en mí.

- ¿Cómo te llamas? - Finalmente, no pude soportarlo más y solté la primera pregunta que me vino a la mente.

- ¿Importa? - Miré a mi derecha y encontré sus ojos. Eran tan completamente dorados como soles. Tenían aquella chispa de desafío otra vez, como un reto silencioso. Era desconcertante, por no decir otra cosa. Todos los demás habían estado absolutamente dispuestos a conversar.

- Solo quería saberlo. El mío es Kagome. - Salí de la autopista y giré en un camino de grava que conducía al lago.

- ¿Kagome?, Emm… Desde donde estoy sentado te ves más bien como una gatita. - Mi cabeza se giró bruscamente y le lancé una mirada enfurecida. Oh, iba a disfrutar de esto.

- Es Kagome, Kagome Raven - repetí con firmeza.

- Lo que tú digas, Gatita de peluche - De repente clavé los frenos.

- ¿Tienes algún problema, señor? - Sus oscuras cejas se elevaron.

- Ningún problema, cielo. ¿Nos paramos aquí? ¿Quieres echar el polvo aquí? - Me ruboricé de nuevo ante su falta de tacto.

- Um, no. Un poco más arriba. Será más bonito allí. - Dije llevándonos a las profundidades del bosque.

- Apuesto a que sí, cariño. - Le dio una risita baja.

Cuando detuve la camioneta en mi lugar de citas favorito, lo miré. Estaba exactamente como había estado durante el trayecto, inmóvil. Todavía no había forma posible de sacar la sorpresa que llevaba en los pantalones. Carraspeé, haciendo un gesto hacia los árboles.

- ¿No quieres salir y... echar un polvo? - Era una expresión extraña, pero mucho mejor que follar.

- Oh, no. Justo aquí. Amo hacerlo en una camioneta. - Una rápida sonrisa iluminó su rostro antes de contestar.

- Bueno... - Maldición, ¿ahora qué? Esto no funcionaría.

- No hay mucho espacio - Triunfalmente empecé a abrir mi puerta.

- Hay sitio de sobra, Gatita. Yo me quedo aquí. - Él no se movió.

- No me llames gatita. - Mi voz era más aguda de lo que dictaba el encuentro, pero me estaba sacando de quicio. Cuanto antes acabase muerto, mejor.

- Quítate la ropa. Vamos a ver lo que tienes. - Me ignoró.

- ¿Perdón? - Esto era demasiado.

- No pretenderás hacerlo con toda la ropa encima, ¿verdad, gatita? - Se burló.

- Sabes que necesitas quitarte las bragas. Vamos. No tenemos toda la jodida noche. - Oh, iba a hacerle lamentar todo esto. Esperaba que le doliese como el infierno.

- Tu primero - Con una sonrisa de superioridad, lo miré. Sonrió de nuevo.

- Un pajarito tímido, ¿verdad? No importa el pretexto con lo que te acercas y prácticamente ruegas por lo que quieres. ¿Qué tal de esta forma? Lo haremos al mismo tiempo - Hijo de puta.

Era la peor grosería en la que podía pensar, y lo recitaba en mi mente mientras lo miraba cautelosamente y desabrochaba lentamente los botones de mis vaqueros. Él tranquilamente se aflojó el cinturón, se desabrochó los pantalones, y se sacó la camisa. La acción reveló un vientre pálido y firme, sin pelo hasta llegar a la ingle. Esto era lo más lejos que había dejado ir las cosas. Me sentí muy avergonzada, mis dedos temblaban mientras los introducía dentro de mis pantalones.

- Mira, cariño, mira lo que tengo para ti. - Miré hacia abajo y vi su mano cerrase a su alrededor antes de apartar la mirada rápidamente. Casi tenía la estaca en la mano, todo lo que necesitaba era otro segundo... Mi modestia me ayudó un poco. Cuando me giré para no ver su ingle, evité su puño. Pero este se movió increíblemente rápido para colisionar con mi cabeza. Hubo un destello de luz seguido por uno de dolor, y luego silencio.

Continuara…