Ya me imaginé sus caras de doblevéTeEfe, pero antes de que estallen en preguntas, dejenme aclararles que desde hacía tiempo quería editar los capítulos que escribí en algún momento de drogas. En serio,(POSTA EN ARGENTINO), el último capitulo es el único que salvo. No sé si me van a entender, pero era de ese tipo de escritora inexperta, que tuvo re malos ejemplos para escribir su primer fic (xD), de todas formas, aquí les traigo una versión renovada y editada, como debió estar desde el principio. Me hacen falta subir el resto de capítulos, pero me está costando trabajo arreglar a algo descente lo que subí hace como dos años. (caras de msn llorando).
Gracias a todos los ángeles que me agregaron esta historia y a esta escritora a sus favoritos, eso es mi consuelo y mi almohada todas las noches que recuerdo este link. Supongo que de cualquier forma, algo les dejé en sus mentes, a pesar de la ortografía, las oraciones medio hechas, la falta de descripción, el terrible juego sucio y mal hecho con los personajes (más caras de msn llorando).
Ustedes son los mejores, de corazón.
Con los mejores deseos, aquí les traigo los primeros frutos de tres días seguidos frente al pc.
besos.
Shau
1. Sorpresas y traiciones.
Faltaban tres minutos para que el reloj marcara las doce, y no precisamente para dar los abrazos de navidad.
La puerta de la recámara de Sirius se abrió de golpe, permitiendo que el aroma a cigarrillo rezagado saliera y se combinara con los perfumes mezclados con piel y piel.
Realmente no sabía lo que estaba haciendo, y dentro de esa inconsciencia que le hacía desconectar cada partícula de su cuerpo y mente, desconocía el verdadero dueño de esas caderas que con algo de temor se mecían entre sus brazos.
Arrebatados de ganas, caminaron torpemente hasta la amplia cama, sin soltarse, pudiendo así dejarse caer uno sobre otro.
Pero, ¿Si Sirius no estaba consiente, porque su mano apretaba la de Hermione justo antes de caer sobre la delicada seda? Pregunta que le corrompió levemente las entrañas, pero algo más que la culpa, le ceñía la envidia de no poder tocarla más allá de esa noche. Porque el sabía que después de esa noche, desearía borrarse de la humanidad, como si nunca hubiese existido. ¿Pero que importaba en ese instante? Si el licor es el veneno que mata las neuronas.
Desde que esa botella de licor tocó sus labios, supo que no era conveniente estar cerca del cuarto donde Hermione estudiaba arduamente hasta aprenderse cada punto y cada coma después y al final de cada frase. Mucho menos dejarla entrar inocentemente hasta la boca del lobo. Un lobo embriagado.
De repente, sus pantalones negros ceñidos, volaron casi con arte hasta el piso de mármol, seguido de cada prenda de la chica. Un par de vaqueros sencillos, y una blusa de algodón, más para descansar que para seducir.
Hermione sintió como la fuerza del cuerpo de Sirius sobre el suyo le producía un suave ardor en el estómago, que subía instantáneamente hasta su garganta, convirtiéndose en besos furtivos parecidos a sellos sobre una postal.
Maldito hijo de perra. Pero más maldita ella por dejarse llevar.
No Hermione, no seas tan sínica, que apenas probaste el licor que ni siquiera te gusta. Odias ese sabor amargo en tu lengua.
La chica entreabrió los ojos como rendijas, para distinguir el mismo cabello azabache cubriéndole sus propios hombros. Pero es que hasta eso le causaba cosquilleos. Qué estaba haciendo, qué diablos era eso que no le permitía dejar el aire en sus pulmones como a una persona normal cada vez que pasaba junto a el, Quería separarse y gritarle, quería besarlo y acariciar su espalda, quería seguir temblando bajo el, quería y necesitaba cerrar esa boca llena de orgullo de una buena vez.
Sus piernas eran tan largas, que cada vez que las rosaba, parecía tardar un año en terminar de recorrerlas. Tantas veces yendo al lago con Harry y sus amigos, y hasta ese viernes de lluvia. Viernes puto de lluvia, sus ojos se habían desviado en el pedazo de espalda desnudo y salpicado de pecas, que la toalla se había olvidado de cubrir. Esa tarde se sintió hasta enfermo de apreciarla así, y no como la niña que le salvó la vida junto con Harry hacía unos años.
Eres un maldito, maldito, maldito, Sirius Black. Maldito por tocar a la novia de tu ahijado.
Maldito por besar esa cintura tan angosta, y gozarlo tanto.
Porqué maldita sea, porque a Harry, que jamás salía de casa, a menos que estuviera realmente aburrido y ocioso, se le había ocurrido salir a celebrar su décimo noveno cumpleaños, esa noche, precisamente esa, en que los recuerdos de la lluvia de locuras y travesuras junto con sus amigos muertos habían embargado su mente, haciendo encoger su corazón, y luego sanarlo con licor. Todavía recordaba los últimos cumpleaños de Harry, en los que Sirius y Remus le rogaban que saliera a divertirse, aunque después de tantos años juntos, sabía que el término de diversión para Harry, era mucho más sano e inocente que el de él cuando era adolescente.
Ojalá y el hacerse viejo hubiera acabado con su lívido.
Al mismo tiempo que la culpa le carcomía hasta el último mechón de cabello, nacía una culpa mayor por no poder tocarlo todo al mismo tiempo. Sus manos eran anchas y fuertes, con dedos largos y morenos, le acariciaban con poder el cabello, estrujándolo cómo si fuera manta. Luego se deslizaban a su mejía, su cuello, y su abdomen. Eso, era más de lo que ella podía soportar, y rezó para contener el gemido que atravesaba su garganta, aunque bastó de unos minutos para saber que los santos no la habían escuchado.
Hermione se sentó sobre él, sin siquiera atreverse a abrir los ojos, pues sabía, estaba más que segura, que los ojos grises y brillantes, estaban contemplando cada expresión en su cara, cuando el la acariciaba de diferentes formas. Entonces, le jaló más la cara hasta la de ella, para hacerlo cerrar los ojos, y borrar ese minuto embarazoso para ella.
Hubo un momento en que Sirius no puedo quedarse más tiempo en esa posición, pues necesitaba estar arriba para tenerla solo para él, reclinándola sobre las sábanas , juntando más su cuerpo, y torciéndolo a la vez, mientras que un fugaz segundo de conciencia le permitió darse cuenta que el cuerpo limpio de Hermione temblaba bajo el suyo. Abrió los ojos, espantado, era indudablemente un cuerpo virgen, ignorante de caricias más allá que solo besos. No era estúpido, el lo sabía, pero sentirla tan niña bajo el, le sacudió el cerebro como agua fría.
Desconociendo la siguiente expresión de Hermione, se apartó de ella, y se sentó en el borde de la cama, apoyando sus codos sobre sus piernas y cubriendo su cara con sus manos, mientras su ojos estaban fuertemente presionados, por dos razones, por el taladro de la conciencia limpiándose del licor, y por controlar sus manos, que querían arrastrarse a ella otra vez.
La cara de Hermione reflejaba horror interno, se había quedado con la sábana cubriéndola hasta el pecho, mientras la otra punta cubría las piernas de Sirius. ¿Había hecho algo mal?... estúpida, todo estaba mal. Le miró la espalda con aprensión, y con mucho más miedo, recibió la expresión de Sirius, este había despegado una de sus manos de la cara, y había extendido el brazo para atrás con la palma completamente abierta, cómo cuando se quiere detener a alguien. Luego, sin mirarla, habló con voz ronca.
-Perdóname-dijo sin mirarla y con mucho pesar. Acto seguido dejó caer su brazo de golpe sobre su pierna.
Aquella sencilla frase hizo que ella abriera los ojos como platos, que se quedara estática, sin siquiera cambiar de posición.
La habitación estaba muy oscura, y la única luz que se escurría por debajo de la puerta, provenía del corredor. El hedor a alcohol seguía rondando, y Hermione quería que la tierra se la tragara por tener ganas de seguirlo besando.
El padrino de Harry, había esperado una respuesta, aunque fuese un suspiro o un grito, pero al no percibir nada, giró el rostro y se quedó unos minutos observándola desde su costado. Ella estaba mirándose las manos, como si tuvieran algo interesante. Y sin saber porqué, soltó una risotada tosca y propia de el, haciéndola dar un respingo. Respingo que renovó odiosamente sus ganas de apoderarse de ella hasta el día siguiente, y por muchos más.
-Yo también estoy desnuda contigo ¿No?-murmuró con voz tenue sin atreverse a verlo aún- tú no me obligaste. –tenía la garganta tan seca, que su voz salió un poco ronca.
Sirius se terminó de girar por completo y gateó con sus manos para dejar su rostro a la altura de Hermione.
- cállate – ordenó.
Los dos se miraron por nuevos y grandiosos segundos, con una mezcla de temor y algo que no se puede nombrar, porque no se sabe que fue.
Hermione cerró los ojos, y supo que Sirius también. El le dio un beso sonoro y fuerte, haciéndola perderse en ese mismo instante.
Sabía que si la dejaba excusarse o hablar, tendría que hacerla salir del cuarto, sin siquiera haberla probado una sola vez. Hermione no era un pedazo de cualquier cosa, para decir que nunca la probó, pero él era Sirius Black, y no quería darle paso a la culpa, al menos no esa noche.
Sus labios eran tan suaves a comparación de muchos que había probado, que pudiera haber apostado su vida a que si dejaba un dulce sobre ellos, se derretía. Y solo ese desliz intenso sobre los de él, le hacía querer más y más, hasta saciarse. Ahora la tenía encerrada en medio de sus brazos, mientras dejaba que su propia pierna rozara la de ella.
Maldito licor. Maldito chico que se había ido.
En pocos segundos, ambos ya estaban locos bajo las sábanas, arqueándose al toque del otro, mientras sus respiraciones iban rápido y les costaba tomar aire.
Sirius estaba presionando fuertemente sobre sus piernas. Le latió el corazón con frenesí. Estaba realmente haciéndose parte de ella, por muy cursi que ella misma lo creyera, al ser expresado de esa forma. Dios, estaba asustada, pero más aun por dejarse tomar. Y es que en serio deseaba que siguiera. Reconocerlo le hacía sentir culpable.
Sirius la tomó con fuerza por última vez, mientras en esos segundos de asombro, reconocía a quién tenía bajo él, y en qué lo había convertido.
Hermione cerró los ojos, sintiendo en el más lejano modo, un poco de dolor. Sus extremidades temblaban del esfuerzo, pero eso al parecer no importó, tomó aire para regresar en sí, y abrazarse al cuello de Sirius, y jadear, gemir y suspirar en su hombro.
Él nunca creyó sentir tanto placer y desdicha a la vez, solo sabía que necesitaba que ella se quedara inmóvil bajo el, respirando y haciéndolo sentirse cada vez más impotente frente a la situación por no poder apartarse. Sentirse mal era lo que se merecía. Cuando menos eso.
La mente de Hermione paseaba por otro planeta, tratando de buscar respuestas a tantas preguntas, y la esencia de licor ahora estaba impregnada en su boca y en todo su cuerpo, debilitando sus neuronas.
Ninguno de los dos se atrevía a hablar, porque tenían miedo a lo que pasaría si lo hacían. No querían ni moverse, no querían ni pestañar.
Y el único sonido existente eran los cracs de la antigua madera de la vieja mansión…Ambas mentes se distrajeron un rato y vagaron ante el sonido.
"Ratas, el maldito gusarapo de Kreacher tiene tanta basura acumulada como para criarlas". De nuevo, la concentración de Sirius cayó en ella y en la culpa que le hacía sentir, pero esta vez observó algo extraño, los ojos de la chica, estaban más abiertos que nunca y observaban sobre su hombro.
Se giró al reconocer el chillido del picaporte de la puerta cada vez que daba vuelta.
Mudo, y ahogado en espanto, divisó el remolino en la cabeza de su ahijado, y el brillo acusador en sus ojos.
