¡Hola! :D

Aquí les traigo un nuevo fic Riren, la historia es la de uno de mis libros favoritos y cuando lo estaba leyendo por enésima vez hace un par de días, se me vino a la mente el adaptarla a mi OTP del momento xD

Bueno les dejo el cap para ver si les gusta S:

Disclaimer: Snk y todos sus personajes no me pertenecen, son obra de su respectivo autor.

Advertencias: Riren, AU, Lemon.

..•.¸¸•´¯`•.¸¸.ஐ Capítulo 1 ஐ..•.¸¸•´¯`•.¸¸.

"Érase una vez un ángel moribundo

tendido entre la bruma.

Y un diablo que se arrodilló junto

a él y sonrió."

Levi era incapaz de detener la sangre para que dejara de salir de su cuerpo. Brotaba a borbotones y pasaba a través de sus dedos, solo podía sentir como aquel líquido carmín y cálido abandonaba su cuerpo, igual que la vida misma.

Estaba a punto de morir. Eso era algo seguro.

Yacía recostado sobre la arena de aquella playa en Trost y podía escuchar el sonido de las olas romperse en la arena, miró a su alrededor, pero no podía ver nada más allá de un par de metros, pues toda la playa estaba cubierta por una espesa niebla, sólo podía ver montículos grisáceos que podrían ser sus camaradas o sus enemigos. Quimeras o serafines.

Excepto el más cercano, se encontraba a sólo un par de metros de distancia, con la espada de Levi clavada en su pecho. Era una bestia mitad hiena, mitad lagarto, una monstruosidad, y había desgarrado la carne de Levi desde la clavícula hasta los bíceps, rasgando la malla de su armadura como si fuera simple tela. La bestia se había aferrado a su hombro, después incluso de haberle atravesado el enorme pecho con la espada.

Levi había clavado varias veces la espada en aquella bestia, pero no le soltó, hasta que estuvo muerta. Y mientras esperaba tendido su propia muerte, pudo escuchar un bramido bestial romper el silencio posterior a la batalla. Se puso rígido y apretó aún mas fuerte su herida y no entendió el porqué reaccionó así.

Debió haber dejado la sangre correr, debió dejar que la vida se le escapara hacía mucho pues el enemigo recorría el campo de batalla para rematar a los heridos.

Habían luchado durante todo el día, llegaron a la playa tratando de emboscar a las quimeras, pero ellas supieron controlarlo y los obligaron a retirarse a la fortificación de la bahía.

Levi debió haber acelerado su muerte, dejándose llevar por la tranquilidad que llegaba remplazando la sangre perdida, como si se durmiera, puesto que el enemigo no sería tan considerado.

¿Qué fue lo que lo empujó a esperar? ¿Quizá el matar a aquella bestia que cada vez se acercaba más a su ubicación? Pero entonces ¿por qué no trataba de tomar su espada? Lo único que hizo fue quedarse ahí, tendido sobre la arena, apretando su herida para vivir unos míseros instantes más, por una razón que no tenía.

Y entonces lo vio.

Al principio no era más que una silueta. Grandes alas de murciélago, largos cuernos de gacela afilados como picas. Una profunda aversión invadió a Levi. No soportaba ni ver a esas bestias, siempre le parecieron, asquerosas, sucias, las que tenían pelo por todo su cuerpo siempre apestaban como si no lo lavaran en días, sus dientes siempre estaban amarillos y los que tenía características humanas también le hacían honor a su naturaleza, pues siempre estaban sucios y llenos de tierra. No las soportaba y detestaba tener que luchar con ellos cuerpo a cuerpo.

Vio a esa criatura acercarse y detenerse junto a un cadáver y luego a otro. Se acercó al cuerpo de la hiena-lagaro (la última quimera asesinada por Levi) y permaneció ahí un rato -¿qué era lo que hacía? ¿un rito funerario?-.

Dio vuelta y caminó hacia Levi. A cada paso definía más su imagen. Era delgado y tenía las piernas largas -delgados muslos humanos que se convertían, a partir de la rodilla, en unas elegantes patas de gacela rematadas por unas delicadas pezuñas hendidas, con las que parecía moverse sobre alfileres-. Sus alas estaban plegadas, y su modo de andar transmitía al mismo tiempo delicadeza y tensión por la potencia reprimida. En una mano portaba un cuchillo de luna creciente; otro igual pendía enfundado sobre su muslo. Con la otra mano sujetaba un largo bastón que no era un arma. Estaba curvado como el cayado de un pastor y llevaba algo plateado -¿un farol?- suspendido en un extremo.

No, no era un faro, no desprendía luz, sino humo. Avanzó unos pasos, hundió sus pezuñas en la arena y la bruma desveló el rostro de la quimera y el de él a la bestia. Se detuvo en seco al darse cuenta que estaba vivo. Levi se preparó para escuchar un grito, una arremetida, un creciente dolor cuando le clavara uno de esos cuchillos de luna creciente, pero no se movió. Simplemente se quedó ahí de pie. Se miraron fijamente un instante un poco largo. La quimera ladeó la cabeza en un gesto burlón parecido al de un pájaro, no lo hizo en forma violenta, más bien con curiosidad. Su boca no hizo ningún sonido y su rostro permaneció serio.

Levi al haber analizado más el rostro de aquella criatura pudo darse cuenta que aún tenía el rostro joven, no tenía -o aparentaba- más de diecisiete años. Pudo notar a la distancia que la piel un poco tostada de ese chico era muy suave y sintió el impulso de tocarlo, deslizó su mirada por aquel cuello hasta las clavículas, tenía una constitución delgada, esbelta y elegante, tenía el cabello de unos seis o siete centímetros de largo, se veía sedoso y suave, era color castaño. Una máscara de pintura negra rodeaba sus ojos y Levi pudo notar que eran grandes, de un verde aguamarina, luminosos, vivaces y apenados.

Sabía muy bien que aquella pena era para sus compañeros caídos y no para él, pero aún así pudo sentirla.

Si ignoraba esos cuchillos ensangrentados y su armadura negra ajustada al cuerpo, sus espeluznantes alas y cuernos, si sólo se concentraba en ese bello rostro y esos encantadores ojos, parecería un simple chico, un chico que encontró a otro tipo moribundo sobre la arena de la playa, y durante un instante sintió que fue eso.

No un soldado, ni el enemigo de nadie, y la muerte que se acercaba a él pareció sin importancia. Aquella forma de vida, ángeles y monstruos encadenados a una sucesión de asesinatos y muertes, se presentó como una elección arbitraria.

Como si pudieran elegir no morir ni matar. Pero no era así, aquello era lo único que existía entre ellos, y ese chico de mirada verdosa también estaba allí por la misma razón, matar al enemigo, es decir a él y todos sus camaradas.

Pero entonces, ¿qué lo detuvo?

Se arrodilló a su lado, sin tomar precaución a lo que él pudiera hacer. Levi recordó que tenía un cuchillo en su cinturón. No serviría de mucha ayuda contra las lunas crecientes del menor, pero podría matarlo en un descuido de éste, podría clavárselo en su garganta, su bien marcada y maravillosa garganta; pero permaneció inmóvil.

Estaba muy aturdido, ya había perdido mucha sangre, y volvió a contemplar ese hermoso rostro que ahora se inclinaba sobre el, dándole la idea de que fuera un sueño, o tal vez ese chico sería el encargado de llevarse su alma al más allá. Cuando ese chico dejó el incensario cerca de él y al inspirar aquel humo pudo sentir como si tiraran de él, que lo llamaban. La verdad no le importaría seguir al chico hasta el mismo infierno con tal de estar junto a él.

Retiró su mano de su herida y la llevó hasta la de aquel chico, entrelazando sus dedos, resbaladizos por la sangre.

El ojiverde abrió sus ojos con sorpresa y los retiró. Lo asustó, pero no había sido su intención.

- Te seguiré - dijo Levi en idioma quimérico, del que sabía lo suficiente para dar órdenes a esclavos. Era una lengua áspera, una combinación de dialectos que con el paso del tiempo se convirtieron en idioma común. Él apenas había escuchado su voz, pero el castaño pudo entender sus palabras. Miró el incensario y luego a él.

- Oh, esto no es para ti - dijo y alejó aquel objeto para que la brisa dirigiera el humo a otra dirección -. No creo que quieras acompañarme al lugar al que voy.

Incluso usando aquella lengua con sonidos animalescos, su voz sonaba hermosa, como una dulce melodía.

- Muerte - continuó el azabache. Había dejado de presionar su herida, dejando así que su vida se escapara poco a poco -, estoy listo.

- Pues yo no. He oído que es aburrido estar muerto - dijo con cierto toque de diversión y él levantó sus ojos. ¿Estaba bromeando? El chico sonrió.

Y para su sorpresa él también. Sorprendido, sintió como una sonrisa se dibujaba en su rostro.

- Hn, aburrido, suena bien - respondió cerrando sus ojos -. Tal vez pueda ponerme al día con mis lecturas.

El ojiverde contuvo una risita con su mano y Levi, empezó a creer que en realidad estaba muerto. Sería menos extraño que el que él estuviera hablando con una quimera.

Como había perdido la sensibilidad en su hombro, no sintió cuando las delicadas manos del chico lo tocaron, hasta que sintió un dolor agudo. ¿Había terminado por apuñalarlo?

No. Sólo había colocado un torniquete por encima de la herida y lo miró sorprendido.

- Te recomiendo que sigas vivo - dijo el castaño.

- Lo intentaré - respondió después de unos segundos de haber procesado lo sucedido.

Intercambiaron una última mirada. La bruma difuminó el sol tras del chico, delineando sus cuernos y las alas sobre un resplandor. Su cabellos castaño, parecía de terciopelo, tan suave como el de un cachorro, y sus cuernos engrasados brillaban como azabache pulido. A pesar de su perversa máscara de pintura, su rostro era dulce, su sonrisa era dulce.

Levi no estaba familiarizado con aquella sensación que atravesó su pecho, donde no imaginaba que se ocultaban sentimientos. Siempre había sido cruel y arrogante. El sentimiento que le provocó el ojiverde era nuevo y extraño.

Quería tocar su rostro, pero se contuvo al recordar que sus manos estaban cubiertas de sangre, además de que sus brazos, tanto el sano como el herido, los sentía pesados, no sería capaz de levantarlos ni un centímetro.

Pero el ojiverde sintió el mismo impulso. Alargó su mano, dudó un instante y después deslizó sus fríos dedos sobre la frente consumida por la fiebre y las mejillas de Levi, hasta detenerse en el punto de su garganta donde latía débilmente su pulso y los mantuvo ahí unos instantes, como para asegurarse de que la vida aun corría por sus venas.

Y entonces de un salto, se levantó y se marchó. Pudo ver como corría entre la bruma y luego como su silueta se unía a otras. A lo lejos pudo escuchar conversaciones que se dirigían a él, repletas de gruñidos, y entre todas las voces la del ojiverde, tranquilizadora. Levi sabía que el chico los alejaría de él, y así lo hizo.

Levi sobrevivió y aquella experiencia lo cambió para siempre.

- ¿Quién te ha colocado ese torniquete? - preguntó Isabel después, cuando lo encontró y lo llevó a un lugar seguro.

- No lo sé - respondió simplemente.

Se sentía como si hasta ese momento deambulara por un laberinto, y en el campo de batalla de Trost hubiera hallado el centro por fin. Su propio centro, aquel donde las emociones habían despertado de un largo entumecimiento. Ni siquiera sabía que aquel lugar dentro de él existiera, hasta que su enemigo se arrodilló junto a él y le salvó la vida. Le recordaba de manera difusa, como en un sueño, solo que sabía que no lo había sido.

El ojiverde era real y tenía un espacio en el mundo. Estaba ahí afuera, como los ojos de los animales que brillan en la oscuridad del bosque, un ligero resplandor en la más absoluta negrura.

Él estaba ahí afuera.

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¿Y bien? ¿Les gustó o a alguien le arruiné la historia?

Bueno espero que les haya gustado, ¿me podrían dejar un lindo y sensual review? Sólo para saber si debo continuarlo S:

En caso de que acepten mi historia la actualizaré cada sábado, es el día en el que actualizo mis otros dos fics así que este también lo actualizaré ese día c; (espero que no sea mucho trabajo D:)

Bien los dejo, nos leemos luego!

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*: (=' :') :* .¸¸.• Hana
•.. (,(")(")¤°.¸¸.•´¯`» Usagi