¡Juro que es mi última colección de viñetas! Se acabó esta maldita maña... Ni una más ¬¬ Ni una más (bueno, sólo la de 'Colores' porque es un compromiso, pero de ahí en fuera, nada).

Disclaimer: J.K. Rowling es la propietaria de los derechos de Harry Potter y todo lo relacionado con su mundo, yo sólo soy yo.

Dedicado especialmente a la venganza. Porque sabe muy bien, rematadamente bien, extremadamente bien...


107

Las cadenas que le destrozaban los tobillos se soltaron de un chasquido, al mismo tiempo que un par de manos la empujaron pesadamente hacia el fondo de la celda 107; ella cayó, emitiendo un ruido seco, dejando de lado gemidos innecesarios.

"Espero que te pudras ahí" fue lo último que escuchó antes de que la puerta se cerrara, dejándola en una total penumbra.

Suspiro aislado.

Consideró recorrer el estrecho terreno al que la habían remitido, pero caviló que sería mejor hacerlo de poco en poco, tomándose su tiempo. A fin de cuentas, estaría ahí eternamente.

Sonrió.

Eterno, un término gracioso considerando quién era ella. ¿De verdad creían que dejaría su vida apagarse lenta y cadenciosamente, como una vela que se consume por sí sola, en aquel lugar? Por supuesto que no. Porque era una Black. Simplemente por eso.

Cerró los ojos, a penas se daba cuenta de lo agotada que estaba. Aunque supo que no podría dormir: tenía demasiadas cosas en la cabeza, como su amo.

Su amo.

"¿Bellatrix?"

Súbito estremecimiento. Fue como un susurro a penas audible, quizá una mala broma del viento que se colaba por debajo de la pesada puerta de metal... O no.

"¿Rodolphus?" siseó. Luego inspiró hondo y repitió, esta vez más fuerte: "¿Rodolphus?"

Scrach-scrach. Extraño sonido, como si alguien estuviese rascando el otro lado de la pared a uña limpia.

"¿Bellatrix, estás ahí?" Y esta vez no hubo confusiones, tuvo la certeza de que su marido, compañero de batallas, se encontraba en la celda contigua.

"Sí, aquí estoy" contestó ella. Pegó el oído firmemente al húmedo concreto, esperando escucharlo mejor. "¿Qué quieres?"

"Nada. Pero me parece muy extraño que nos hayan colocado juntos..."

"Una idiota forma de tortura, tal vez"

"Tal vez" concedió él.

Permanecieron en relativo silencio, los persistentes chillidos de roedores que transitaban por el lugar y nada más, hasta que la voz masculina hizo eco de nuevo:

"¿Cómo estás?"

Ella lo meditó un rato, luego rió torcida, ladina, satisfecha con su condena, feliz en su locura.

"Muerta, pero de pie"